Desde hace muchos años vivimos con mi familia a pocas cuadras de su casa en este pueblo de los Santos Lugares, situado casi lindante con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en dirección noroeste.  Mi esposa también nacida aquí, supo de más joven concurrir a las reuniones que Don Ernesto organizaba en su casa con los estudiantes del barrio, donde comentaban personalmente con él los más diversos temas humanísticos y recibían sus enseñanzas. Ya laureado por su magistral obra, jamás perdió su humildad y el contacto con sus vecinos; recuerdo que una vez hace años le dejé en su casa una carta haciéndole conocer algunos de mis escritos, y cuál no sería mi sorpresa cuando a los pocos días recibí por correo una breve carta de su puño y letra alentándome a continuar mi obra, tal era su grandeza como ser humano. Siempre le recordaremos por su postura valiente en la defensa de los verdaderos derechos humanos, más allá de disquisiciones o controversias filosóficas por su mirada escéptica sobre la vida, que sin embargo se suavizó en estos últimos años de su existencia, dando apertura a los grandes interrogantes metafísicos y/o religiosos que la muerte más tarde o temprano nos plantea.  Con su partida, tal vez en búsqueda del túnel de la eternidad, y dado el ejemplo de su vida auténticamente militante, también me parece adecuado despedirle con la frase de aliento mutuo que he acuñado para los grandes defensores de los derechos humanos en todo nuestro planeta: ¡Hasta la libertad siempre!

Juan Martín S. Núñez
Lic. en Psicología (UBA) Posgrado Logoterapia (UCA)
Asesor Cultural Mutual AEANA
Repres.Cap.Fed. Proyecto INFOCIBER-ISES
Inst.Salesiano Estud.Super.Río Gallegos,Santa Cruz.
www.aeana.org.ar www.biblioises.aike.org
Creador y Director Sitio Web Faro de la Utopia
http://farodelautopia.webcindario.com

Un hombre justo que buscó la verdad

Por Magdalena Ruiz Guiñazú
Para lanacion.com

Sábado 30 de abril de 2011 |

Conocí a Ernesto Sabato hace muchos años en la Chacra Gallardo, en Bella Vista. Comenzaba a ser famoso. Acababa de publicar El túnel y desde entonces siempre tuvimos una amistad que no se interrumpió nunca.

Incluso tuve el privilegio de estar a su lado en la Comisión por la Desaparición de Personas (Conadep) que Sábato presidió con un enorme coraje y una permanente dignidad.

Quizás sea interesante agregar, sobre todo para los jóvenes que no lo vivieron, que la situación por la que atravesaba el país cuando advino la democracia era completamente distinta a lo que podría ser hoy. Las Fuerzas Armadas tenían todavía un gran poder (fue así que el presidente Raúl Alfonsín tuvo que afrontar tres golpes de Estado) y querían evitar por cualquier medio que se llegara al juicio a las juntas que, en 1985, marcó un jalón en la jurisprudencia internacional.

Tan es así que, cuando fuimos con Estela Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, a declarar ante el tribunal de Roma por los desaparecidos de origen italiano, el fiscal romano Dr. Caporale nos dijo textualmente: "Quizás ustedes no adviertan la enorme importancia que tiene en la jurisprudencia actual el juicio a las juntas que se realizó en Argentina. Es un caso único en América Latina y en la jurisprudencia del siglo XX, repito, porque Nüremberg fue un juicio de vencedores y en Kosovo el tribunal tuvo componentes internacionales. En cambio, en el juicio argentino los jueces, los fiscales y los testigos eran todos argentinos que afrontaban serias dificultades en su seguridad personal."

Lo recuerdo hoy, ante la muerte de Sabato , porque con total desaprensión de las reglas más elementales de la cultura, al prólogo del informe "Nunca más" que firmaba Ernesto Sabato, se le adosó (durante el gobierno del presidente Néstor Kirchner) otro prólogo superpuesto.

Sería interesante que quienes fueron responsables de este atropello intelectual se reunieran y elaboraran otro informe "Nunca más", pero sobre los crímenes de la Triple A que ocurrieron bajo el gobierno constitucional de Isabel Perón.

Volviendo a Sabato no quiero olvidar algunas cosas que me manifestó (el día de su cumpleaños número 94) en un reportaje para el diario Perfil: "¡Estoy contento de haber cumplido 94 años! Por supuesto que me hubiera gustado cumplir 34. Noventa y cuatro es una cifra importante, pero hay que aceptar la vida como es. Aceptarla. La vida cobra valor porque la espera la muerte que es un hecho trágico y trascendente. Y misterioso. Porque no sabemos realmente en qué consiste la muerte. Nadie ha vuelto de allí".

- Sin embargo, vos crees en la inmortalidad del alma.

- Sí, no solamente por lo que yo pueda pensar sino por lo que dicen los filósofos. Sí, creo en la eternidad del alma.(Se detiene y explica). Ahora bien, ¿qué será esto realmente? No lo sé. Sé, en cambio, que hay que aceptarlo con estoicismo, luchando hasta el último día sin bajar los brazos por lo que uno cree que son causas justas. Uno se equivoca muchas veces a lo largo de la vida pero siempre he tratado de luchar por los desamparados y oprimidos.

Querido Ernesto, así fue y te recordaremos siempre como un hombre justo que buscó la verdad.

Dolor y emoción en el velatorio de Ernesto Sabato

Decenas de vecinos comenzaron a acercarse al Club Defensores de Santos Lugares para despedir al escritor fallecido a los 99 años. Notable autor y ensayista, escribió "El túnel" y "Sobre héroes y tumbas", entre otras obras clave. Fue titular de la Conadep tras el regreso de la democracia.

La literatura argentina despide a uno de sus íconos populares. El velatorio a Ernesto Sabato comenzó pasadas las 17 horas y continuará hasta las 22. Los vecinos ya se acercaron al Club Defensores de Santos Lugares y pegaron carteles para homenajearlo. Autor de "El túnel", "Sobre héroes y tumbas" y "Abaddón el exterminador", entre otras obras, también fue uno de los rostros emblemáticos del regreso democrático, al encabezar la Conadep.

El velatorio en el Club Defensores de Santos Lugares, donde Sabato disfrutaba de encendidas partidas de dominó, comenzó a las 17 horas. Los familiares fueron los primeros en ingresar al gimnasio donde se despiden los restos del escritor. Después comenzaron a acceder los vecinos que realizaron una fila desde que se conoció la noticia. El velatorio continuará hasta las 22 horas y mañana a primera hora se volverán a abrir las puertas del Club para despedir los cuerpos del escritor.

La presidenta, Cristina Kirchner, la secretaría de Cultura y la embajada de España ya enviaron coronas para expresar sus condolencias. También los vecinos acercaron flores y pegaron carteles expresando su dolor por la partida del escritor.

El fallecimiento fue confirmado por su colaboradora, Elvira González Fraga. "Hace quince días tuvo una bronquitis", contó en diálogo con Radio Mitre. "Estaba sufriendo hace tiempo, pero todavía pasaba algunos momentos buenos, principalmente cuando escuchaba música", le contó al canal de cable Todo Noticias.

Testigo y paradigma de su tiempo, la figura de Sabato adquirió una dimensión diferente luego de la dictadura militar con su labor al frente de la Conadep (Comisión Nacional de Desaparición de Personas).

Lejos de asumir un rol incontrastable, el autor de la trilogía de novelas "El Túnel" (1948), "Sobre héroes y tumbas" (1961) y "Abbadón el exterminador" (1974) fue un escritor y un ser humano polémico, cruzado por sus propias contradicciones, presentes en algunos de sus personajes literarios.

"Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana", declaró una y otra vez para referirse a esa obra que marcó las generaciones del 60 y 70 y se desdibujó cuando sus ojos comenzaron a fallar, para ser reemplazada por la pintura.

Sus escritos finales, que incluyen memorias y crónicas de la vejez, constituyen su postrera despedida con la escritura, más allá de algún destello vital como la conmovedora confesión de amor a su colaboradora Elvira Fernández Fraga, hoy al frente de la fundación que lleva su nombre.

Su figura recobró fuerza como portavoz de valores añorados por una sociedad atravesada primero por la dictadura militar y luego por el neoliberalismo de los 90. Su mensaje se concentró en los jóvenes: "Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía -dijo- serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido".

Sabato había nacido el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas. Iba a ser homenajeado mañana en la Feria del Libro por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, ya que este año iba a cumplir 100 años.

Durante su larga trayectoria, por solicitud del entonces presidente Raúl Alfonsín presidió entre 1983 y 1984 la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), cuya investigación, plasmada en el libro Nunca Más, abrió las puertas para el juicio a las juntas militares.

Sabato en 1984 recibió el premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario concedido a los escritores de habla hispana, por lo cual fue el segundo escritor argentino en recibir este premio, luego de Jorge Luis Borges en 1979.

En 1975, Sabato obtuvo el premio de Consagración Nacional de la Argentina y un año más tarde se le concedió el premio a la Mejor Novela Extranjera en Francia, por Abaddón el exterminador.

Luego, en 1977 Italia le otorgó el premio Medici y al año siguiente le otorgaron la Gran Cruz al mérito civil en España, y en 1979 fue distinguido en Francia como Comandante de la Legión de Honor.

Firmando libros en una exposición.

La obra literaria de Ernesto Sabato

Novelas

El túnel (1948)
Sobre héroes y tumbas (1961)
Abaddón el exterminador (1974)

Ensayos

Uno y el universo (1945, junto a Ben Molar y Julio de Caro)
Hombres y engranajes (1951)
Heterodoxia (1953)
El caso Sabato. Torturas y libertad de prensa. Carta abierta al general Aramburu (1956)
El otro rostro del peronismo (1956)
El escritor y sus fantasmas (1963)
Tango, discusión y clave (1963)
Romance de la muerte de Juan Lavalle. Cantar de Gesta (1966)
Significado de Pedro Henríquez Ureña (1967)
Aproximación a la literatura de nuestro tiempo: Robbe-Grillet, Borges, Sartre (1968)
La cultura en la encrucijada nacional (1973)
Diálogos con Jorge Luis Borges (1976)
Apologías y rechazos (1979)
Los libros y su misión en la liberación e integración de la América Latina (1979)
Entre la letra y la sangre (1988)
Antes del Fin (1998)
La Resistencia (2000)
España en los diarios de mi vejez (2004)

Un intelectual emblemático que vivía atormentado por los problemas de su tiempo

30/04/11 - 13:24

Figura clave del siglo XX en nuestro país, Sabato fue escritor y pintor, después de renunciar a la ciencia porque la consideraba amoral. Su trabajo en la Conadep lo hizo protagonista de la Historia.

Al final de su vida, él decía ser "una especie de anarquista cristiano que sólo cree en la paz y en la justicia social". La vida y la obra de Ernesto Sabato pueden leerse como un viaje hacia lo más íntimo, hacia lo familiar y lo extraño. Una parábola de la clase media argentina, con sus vaivenes políticos, pesadillas, búsquedas de identidad.


Sabato fue un hombre comprometido con el tiempo que le tocó vivir. Más allá de las polémicas con García Márquez, Soriano, Gelman y Bayer por su supuesto apoyo a la dictadura militar de 1976 -un tema aclarado por la investigación de Angela Dellepiane en "El intelectual frente a la realidad argentina", incluida en la edición crítica de "Sobre héroes y tumbas" preparada por María Rosa Lojo para la UNESCO y publicada por Alción- lo cierto es que desde la recuperación de la democracia en 1983 Sabato fue, para muchos, un símbolo. Lo fue  por su trabajo en la Conadep, la comisión que a pedido del presidente Raúl Alfonsín investigó los crímenes de la última dictadura militar.


Sabato fue escritor, pintor tardío, físico desilusionado de la ciencia, humanista. El mundo lo conoce por la narrativa de "El túnel" (1948), "Sobre héroes y tumbas" (1961) y "Abaddón el exterminador" (1974). También por el informe de la CONADEP, "Nunca más" (1985). Entre los muchos honores recibidos, España le dio el Premio Cervantes en 1984 y Francia lo nombró comendador de la Legión de Honor en 1987.


Escribió además ensayos filosóficos y políticos, que marcan un itinerario vital: "Uno y el universo" (1945), "Hombres y engranajes" (1951), "El otro rostro del peronismo" (1956), "El escritor y sus fantasmas" (1963), "La cultura en la encrucijada nacional" (1973), "Apologías y rechazos" (1979), "Antes del fin" (1998) y "La resistencia" (2000). Como pintor, Sabato podía imaginar a los personajes de Kafka frente a un tribunal invisible. En 1999 sus óleos llegan a cotizarse a cien mil dólares, que Amalia Fortabat paga con gusto.


Por sobre todo, Sabato fue él mismo, contra los que quisieron etiquetarlo. Había nacido en Rojas, provincia de Buenos Aires, el 24 de junio de 1911. Sus padres, Francesco Sabato y Giovanna Ferrari, venían de Cosenza, Italia. Prosperaron hasta establecer en Rojas un molino harinero y criaron once hijos varones. Ernesto era el décimo varón. La familia Sabato era "clásica y jerárquica", dijo alguna vez. Representaba bien a aquella clase media de provincias. Arturo, el más chico, llegaría a ser director de YPF en tiempos de Frondizi. Juan sería un experto en petróleo, a favor de Illia en la anulación de los contratos petroleros. Otro hermano, Lorenzo, será intendente en Rojas. "Mi padre era severísimo y yo le tenía terror, mi madre me escondía debajo de la cama matrimonial para evitarme un castigo", admitió el escritor a uno de sus biógrafos, Carlos Catania. Hasta los 13 años tuvo insomnio, sonambulismo, alucinaciones y pesadillas angustiosas. Muy apegado a su madre, Sabato tendrá el primer corte con el mundo familiar en 1924, cuando inicia sus estudios secundarios en el Colegio Joaquín V. González, dependiente de la Universidad de La Plata. Entre sus profesores están Pedro Henríquez Ureña y Ezequiel Martínez Estrada. Se destaca en ciencias: "Todo el orden, toda la pureza, todo el rigor que faltaba en mi mundo de adolescente y que desesperadamente anhelaba, se revelaba en ese orden transparente de las formas geométricas", dirá después.


En 1929 entra en la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas en La Plata y tiene militancia política, primero anarquista y luego comunista. En un curso de marxismo conoce a su futura esposa, Matilde Kusminsky Richter. Se casarán en 1936 y tendrán dos hijos, Jorge Federico en 1938 y Mario, en 1945. Matilde también escribe y será su gran apoyo espiritual. Hacia 1933 Sabato es secretario general de la Juventud Comunista en La Plata, usa nombres falsos y vive en un cuarto de pensión en Avellaneda. Romperá con el PC en 1935 en Bruselas, desconfía de Stalin y de sus sangrientas purgas contra la vieja guardia bolchevique. Decide volver a Buenos Aires, dispuesto a ser un científico. En 1938 ya es doctor en ciencias físico matemáticas por la Universidad de la Plata, Bernardo Houssay, directivo de la Asociación para el Progreso de las Ciencias, lo beca para el Instituto Curie de París. Pero él escribía y pintaba en secreto. En París se reúne en el Cafe de Dome con el grupo de los surrealistas, entre ellos André Breton y Tristan Tzara. Esta marca del surrealismo será profunda, se percibe en el "Informe sobre ciegos", momento clave de "Sobre héroes y tumbas".


Fantasea con abandonar la ciencia y lo concretará en 1943. La ciencia le parece amoral y la deja "porque consideré que llevaría el mundo hacia el desastre". Desde 1941, entusiasmado por "La invención de Morel", de Adolfo Bioy Casares, se relaciona con la revista Sur y el grupo literario cercano a Victoria Ocampo, conoce entonces a Borges. En 1943 escribe los borradores de "Uno y el Universo", con él gana en 1945 el Primer Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires. Desde 1944 vive en Santos Lugares, que en esa época era un pueblo de campo. Se gana la vida escribiendo notas de divulgación científica. El golpe militar de 1943 y la llegada del peronismo al poder en 1946 son hechos traumáticos para Sabato, que apoya a Houssay ante la expulsión de profesores en la Universidad. Lo condenan a dos meses de cárcel y pierde sus cátedras en La Plata. En 1948 publica en Sur su novela "El túnel", que deslumbra en Francia a un lector privilegiado, Albert Camus, él recomienda al editor Gallimard la traducción del texto, adaptado al cine en 1952 por León Klimovsky.

Con la caída del peronismo en setiembre de 1955, Sabato es nombrado director de la revista "Mundo Argentino". Pero los fusilamientos de junio de 1956 y las torturas contra militantes peronistas -que denuncia en la revista- lo enfrentan con el interventor de la publicación. Sabato renuncia y publica "El otro rostro del peronismo", donde matiza sus críticas a Perón, actitud que lo distanciará de Borges. En 1961 la publicación de "Sobre héroes y tumbas" lo consagra ante la crítica y el público. Hasta 1967 se suceden siete ediciones con 120.000 ejemplares vendidos. La novela juega con los fantasmas personales del escritor y los desgarramientos de la historia argentina, desde las guerras civiles del siglo XIX hasta 1955.

La espiral de violencia de la década de 1970 será el tema de su novela "Abaddón, el exterminador", consagrada en 1976 en Francia como "libro del año". Al comienzo de esa década vive amenazado por la Triple A durante la debacle del gobierno de Isabel Perón. Sabato escribe un ensayo en 1976, "Nuestro tiempo del desprecio", además de artículos periodísticos donde denuncia la represión militar, que se publican en el extranjero y le traen amenazas aquí.
Durante la dictadura integra organismos de derechos humanos con Adolfo Pérez Esquivel y María Elena Walsh, entre otros. Pero lo que algunos le reprochan es el almuerzo con Videla en mayo de 1976, a pocas semanas del golpe militar, cuando Sabato acompañó a Borges, al sacerdote Leonardo Castellani y al presidente de la SADE, Alberto Ratti. Como anota Angela Dellepiane en su investigación para la UNESCO, el diario La Razón del 20 de mayo de 1976 y La Opinión del 21 de mayo -aún dirigida por Jacobo Timerman- dan el testimonio directo de Sabato sobre lo ocurrido. "Hay otra cosa que me angustia y que me sentí en la obligación de plantear, la caza de brujas", dice el escritor en La Opinión, agregando que "di nombres de personas que honran al país y que han sufrido expulsión de sus lugares de trabajo y hasta detención", en relación con los casos de Antonio Di Benedetto y el arquitecto Jorge Hardoy. También está el testimonio de la periodista Julia Constenla, que en 1995 contó en la revista La Maga que Sabato había consultado con ella y con otros intelectuales por la invitación: "le recomendamos que fuera. Castellani y Sabato acordaron que el primero pediría por Haroldo Conti  y Sabato por Di Benedetto, eso fue así para personalizar el reclamo y evitar que Videla pudiera decir que eran solo rumores".


Ya desde los años 70 Sabato siente que, como escritor, ha dicho "todo lo que tenía que decir sobre los grandes temas de la condición humana: la muerte, el sentido de la existencia, la soledad, la esperanza y la existencia de Dios". Como un epitafio, en 1983, él confesará públicamente:  "Soy un simple escritor que ha vivido atormentado por los problemas de su tiempo, en particular por los de su nación. No tengo otro título".

Con el Rey de España

En su casa de Santos Lugares.

El laberinto interior de un gran escritor que se convirtió en personaje

30/04/11 - 13:32

El autor, ex director de la Biblioteca Nacional, acompañó a Sabato en un viaje por Europa tras la presentación del informe de la Conadep. Aquí recupera la dimensión literaria de una obra tan paradigmática como su autor.

PorHORACIO SALAS - PERIODISTA Y ESCRITOR

Cuando en los días finales de 1961 Ernesto Sabato publicó Sobre héroes y tumbas, se había creado desde hacía meses un nivel de expectativa desconocido hasta entonces para la aparición de una novela. Numerosas entrevistas en diarios, revistas y publicaciones literarias habían preparado el clima. El libro se agotó en días y los lectores no se sintieron defraudados. En pocos meses, la sórdida historia de Alejandra y Martín, cruzada por la retirada del ejército de Lavalle trasladando el cuerpo descarnado de su jefe, sumado al descenso al infierno del "Informe sobre ciegos, conmovió a miles de personas. Era la novela gracias a la cual muchos jóvenes ingresaron en los vericuetos de la narrativa argentina.     


Los personajes habitaban un paisaje reconocible y usaban un idioma que era el que se hablaba en la calle. Sabato se atrevía a escribir en argentino, como lo habían hecho Borges y Arlt. Y hasta los estereotipos sonaban creíbles para los que comenzaban a asomarse a la literatura. Rápidamente, el éxito editorial del libro se desparramó por todo el mundo y llegaron múltiples traducciones, centenares de críticas, tesis y coloquios universitarios. Los jóvenes porteños se identificaban con Martín y Alejandra; las muchachas escuchaban a Brahms, el músico preferido del personaje trágico de Sabato. El premio Nobel Salvatore Quasímodo calificó a Sobre héroes y tumbas: "Un apocalipsis de nuestro tiempo" y Witold Gombrowicz aseguró: "No conozco ningún libro que introduzca mejor a los secretos de la sensibilidad contemporánea de la América Latina, a sus mitos, sus fobias, sus alucinaciones".    


A partir de ese momento, Sabato quiso seguir el ejemplo de Jean Paul Sartre y transformarse en el escritor/personaje, capaz de intervenir en el cúmulo de problemas de un país conflictuado al extremo: el reflejo sudamericano del escritor comprometido, burilado tanto por el autor de La Náusea como por Albert Camus. Lo que a comienzos de siglo se denominaba escritor nacional, que tuvo su representante justo (más allá de las diferencias ideológicas) en Leopoldo Lugones.


Sabato escribió también ensayos sobre la novela y la crisis de nuestro tiempo, y edificó su espacio de pensador, pero al mismo tiempo surgía, con un vigor incontenible, el boom de la literatura latinoamericana: Fuentes, Cortázar, Vargas Llosa y García Márquez, que dio a conocer Cien años de soledad en 1967. Era evidente que el gusto de los lectores había cambiado. En la Argentina, Martín fue desalojado por Horacio Oliveira, protagonista de Rayuela y la desdichada Alejandra, por la misteriosa Maga del libro de Cortázar.


Sabato sufrió la suerte de los pioneros y continuó en su coto de personajes neuróticos y angustiados. El extremo llegó con su última y voluminosa novela, Abaddón, el exterminador, de 1974, en la que, para subrayar sus propios conflictos existenciales, eligió asumirse como protagonista, método que le permitía observarse y ser observado, según la imagen con que pretendía reflejarse en los demás. La novela provocó interés en Europa, pero en la Argentina pasó sin pena ni gloria.


La reaparición de Sabato ante el público ya no sería literaria: el presidente Raúl Alfonsín lo puso al frente de la CONADEP, la notoria comisión encargada de recoger testimonios sobre los desaparecidos de la dictadura militar. A partir de ese momento se produjo una construcción mediática, que incluso llegó a moverse más allá de su voluntad: Sabato (más allá de un almuerzo con el presidente Videla que sus detractores se obstinan en colocar en primer plano) creció en el imaginario colectivo como una suerte de paradigma ético: pasó a ocupar un espacio ejemplificador. Un largo viaje por Europa que realicé acompañándolo días después de entregar el Informe sobre los desaparecidos, me permitió deducir de largas charlas que hubiera preferido que lo reconocieran por sus obras. Un hombre rara vez puede elegir la mirada con que lo verán los otros. En el caso de Sabato, el escritor se deslizó hacia el personaje, y el personaje se adueñó de la totalidad del espacio.
 
 

El prólogo de "Nunca más" redactado por el escritor que generó controversia

La introducción escrita por él fue modificada por el gobierno de Néstor Kirchner, argumentando que el texto original defendía la "teoría de los dos demonios"

Sábado 30 de abril de 2011 | 11:11  (actualizado a las 16:53)
 

La amplia trayectoria como escritor le permitió a Ernesto Sabato vivir una de las experiencias más fuertes de su vida. Cuando terminó la dictadura militar, el entonces presidente Raúl Alfonsín lo designó para presidir la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), cuya tarea fue investigar el destino de los miles de argentinos que desaparecieron durante ese período.

Apenas nueve meses antes se había reestrenado en la Argentina la democracia y uno de los primeros actos de Alfonsín fue crear, mediante el decreto 187 de 1983, esa organización, para la cual nombró a diez integrantes: Sabato, Magdalena Ruiz Guiñazú , Ricardo Columbres, René Favaloro, Hilario Fernández Long, Carlos Gattinoni, Gregorio Klimovsky, Marshall Meyer, Jaime F. De Nevares y Eduardo Rabossi. Como secretaria actuó Graciela Fernández Meijide.

La Conadep abrió 7380 legajos con denuncias de desaparición de personas y de torturas cometidas por los ex integrantes del último gobierno de facto; contabilizó que habían desaparecido 8960 personas; relevó la existencia de 340 centros clandestinos de detención y puso al descubierto, en papeles, los atroces métodos de la represión de Estado. Todo eso fue volcado en un informe de cincuenta mil páginas que, hace hoy veinte años, se le entregó a Alfonsín y que llegó al público bajo la forma de un libro: "Nunca más".

Sabato fue el redactor del prólogo original de dicho libro. Sin embargo, ese texto generó controversias . El Gobierno encabezado por Néstor Kirchner decidió incorporar un nuevo prólogo a la última edición del informe. Algunos organismos de derechos humanos aseguraban que el texto original defendía la "teoría de los dos demonios".

Funcionarios, organizaciones de derechos humanos y ex miembros de la Conadep discreparon públicamente sobre las connotaciones políticas de la edición original y sobre la necesidad o no de añadir un nuevo prólogo al documento.

El nuevo texto, firmado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, fue agregado a la edición del 30° aniversario del golpe de Estado de 1976, previo al prólogo redactado hace 22 años por el presidente de la Conadep, el escritor Ernesto Sabato.

Aquel prólogo comenzaba así: "Durante la década del 70, la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda".

En la nueva edición puede leerse la posición del gobierno de Kirchner: "Es preciso dejar claramente establecido, porque lo requiere la construcción del futuro sobre bases firmes, que es inaceptable pretender justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias contrapuestas como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado, que son irrenunciables".

Sabato era buscado y admirado por militantes de izquierda -militó en el Partido Comunista durante su juventud. Rechazaba sin embargo cualquier filiación partidaria y decía que apoyaba cualquier cosa que denunciara todo lo que fuera falso, despreciable, sucio, corrupto e hipócrita.

El 20 de septiembre de 1984, en una imagen ampliamente difundida, el escritor le entregó el informe de la comisión al presidente Alfonsín. Ese mismo año, Sábato ganó el premio Miguel de Cervantes, considerado el principal galardón de las letras en castellano.

Entregando al presidente Alfonsín el informe final de la Conadep

Ernesto Sabato en la Conadep

Ante su pequeña pero elogiada obra literaria y su gran contribución humanista -pese a que también ha recibido críticas de organismos de derechos humanos-, algunos afirman que Sabato debería haber sido candidato al premio Nobel de la Paz más que al de Literatura.

Recuerdo. La ex diputada Graciela Fernández Meijide dijo esta mañana que recordaba "con dolor y orgullo" al escritor. "Sábato no solo se animó a enfrentarse con el dolor del sufrimiento sino con el miedo de enfrentarse a todo". "Cuando se acabó la dictadura nadie creía que definitivamente a las Fuerzas Armadas se le iba a ir la ambición de dejar el poder político", recordó Fernández Meijide.

Sobre el fallecimiento de Sábato, la ex integrante del Frente Grande dijo que le dio "mucho dolor, pero me dio mucho orgullo haber trabajado con él". "Se enojaba fácilmente con las cosas que sentía que eran injustas", remarcó y destacó la labor del escritor en el prólogo del libro Nunca Más .

El fiscal del juicio a las juntas de la última dictadura militar, Julio César Strassera, recordó al escritor como una persona de "una generosidad fuera de lo común". Y destacó su labor en la Conadep: "Fue una obra titánica, fue la base de mi acusación", señaló Strassera.

"Era un personaje excepcional, es una pérdida lamentable, ya hacía años que no producía, estaba muy enfermo, muy aislado", dijo el ex fiscal.

La agonía del olvido injusto

Por Abel Posse
Para lanacion.com

Sábado 30 de abril de 2011 |
Con Mercedes Sosa

La peor agonía para un creador es la del olvido injusto, el ninguneo. Y nuestra sociedad bastante enferma no le ahorró esa ingratitud.

Su carácter conflictivo y muchas veces arbitrario se dibujaba en las arrugas de su frente. Le dolía la Argentina, le dolía el mundo y vivió con intensidad la obvia falta de soluciones que toda generación padece.

Intentó la grandeza en tiempos que la Argentina, en todas sus manifestaciones creativas, no dudaba de ser un país de primer orden.

Su formación es admirable: pensamiento marxista, la filosofía existencial, el humanismo de Camus y de Sastre, la experiencia científica concretada en sus estudios en Francia, donde como físico se aproxima al conocimiento nuclear.

Pero al mismo tiempo, el demonio libertario de la creación literaria lo aleja del racionalismo gnoseológico y lo lleva a optar, con la joven Matilde, su esposa, a encerrarse en una tapera bucólica en Córdoba para crear los fundamentos de su literatura: ensayos Uno y el Universo, Hombres y engranaje, Heterodoxia y tantos otros.

Pero comprende que la novela (la gran novela en el sentido de los maestros rusos Dostoyevski, Tolstoi o de los alemanes Mann, Hesse; o Proust y Joyce), son el camino de una visión total del hombre y de la vida, una Weltanschauung.

Tal vez el momento más intenso de amor y creación lo vive con Matilde en su rancho cordobés, donde planifica y escribe su obra mayor, Sobre héroes y tumbas. En ella se propuso una visión total de la Argentina, desde su historia (evocada en la personalidad trágica de Lavalle con el poema en prosa, la elegía, de su muerte y el cruce del altiplano llevado por sus fieles). Dibuja estilos sociales, felicidades, personajes pintorescos, perversos de alcurnia, y la desesperación de los jóvenes ante un mundo de respuestas equivocadas. La época coincide con la caída del peronismo.

Sabato logra escribir un libro argentino que tuvo repercusión internacional amplia. Junto a Borges y Cortazar, ocupó el terceto de la fama literaria argentina.

Vanidoso, irónico, conflictivo, atento con los jóvenes, independiente en política, renegado del marxismo totalitario (incluida la Cuba castrista). Empeñadamente antiperonista, su figura era la de un anarquista liberal, un anarquista crítico.

Prefirió expresarse al cómo expresarse. En Abaddon, el Exterminador, de 1984, intentó avances en el ocultismo y en las quiebras de la espiritualidad occidental.

Fue premiado, alabado, invitado, pero en estas dos últimas décadas, injustamente relegado, se le dedicó una especie de silencio perverso como si hubiese vivido más tiempo del que sus enemigos consideraban adecuado.

En un momento de eclosión de la gran literatura latinoamericana (Rulfo, Guimaraes Rosa, Borges, Lezama Lima, García Marquez, José María Arguedas) el lenguaje literario de Sabato tenía mucha intensidad pero tal vez menos creatividad estética.

Con sus errores, su vanidad, sus compromisos, su voluntad argentina, su fe en el conocimiento literario, Sabato es una personalidad grande que dedicó la vida a escudriñar luces y bajones de sombra.

Se resistió a aceptar la idea de un laberinto sin salida.

En su casa de Santos Lugares, Provincia de Buenos Aires, Argentina

"Un referente en el plano de la ética y la literatura"

Pacho O' Donell, el uruguayo Rosencof y varios escritores dominicanos tuvieron palabras gratas sobre el autor argentino; el discurso de Saramago en 2004

Sábado 30 de abril de 2011 | 15:51  (actualizado a las 19:30)
 

"Lúcido y dramático", fueron algunos de los calificativos que utilizó el Premio Nobel portugués José Samarago para referirse a su amigo Ernesto Sábato, en el marco de un emotivo homenaje que se le ofreció al escritor durante el Congreso Internacional de la Lengua que tuvo lugar en la ciudad de Rosario en 2004.

El aplauso interminable de la multitud congregada ese 20 de noviembre en el Teatro El Círculo marcó el inicio del tributo y de un ritual, que el autor de "Sobre héroes y tumbas" repetiría varias veces en la siguiente hora: quitarse los anteojos, secarse las lágrimas y tomar fuerte de la mano a su mujer, Elvira González Fraga.

En aquella oportunidad, Saramago ofreció un conmovedor discurso en el que recordó su "iniciación" en el universo narrativo de Sábato, hacia el final de la década del 50, cuando solía reunirse con un grupo de amigos "para hablar de libros en voz alta y de política en voz baja".

"Por un extraño fenómeno acústico, el día que oí pronunciar ese nombre, entonces desconocido para mí, asocié las tres rápidas sílabas que lo componían a una súbita puñalada. `El túnel` fue publicado en 1948 pero yo no lo había leído. Fue un inolvidable compañero de mesa de café quien me proporcionó la lectura de la novela", recordó el escritor portugués, fallecido el 18 de junio del año pasado.

"Enseguida comprendí hasta qué punto había sido exacta la asociación de ideas que me llevó de un apellido a un puñal: el puñal Sábato, después de clavado, no se retiraba de la herida, permanecía allí, moviéndose por sí mismo despacio, para que la sangre no dejase de correr y la deseada cicatriz no acabara siendo nada más que un sueño imposible", describió Saramago.

El autor de "El Evangelio según Jesucristo" aseguró que las sucesivas lecturas de su colega confirmaron que se hallaba "frente a un autor trágico y eminentemente lúcido que, además de ser capaz de abrir caminos por los corredores laberínticos del espíritu de los lectores, no les consentía, ni siquiera durante un instante, que desviasen los ojos de la esquina más oscura del ser".

Rosencof, lo recuerda. El escritor uruguayo Mauricio Rosencof afirmó hoy que su colega argentino Ernesto Sábato, fallecido hoy a los 99 años, le recordaba al poeta uruguayo Mario Benedetti "por el compromiso de la alta literatura y la solidaridad".

Benedetti, de quien Rosencof fue amigo y colaborador, es considerado uno de los mejores escritores uruguayos de todos los tiempos, fue autor de más de 80 libros y murió en mayo de 2009. "Nos dejó un personaje emblemático no solo para la literatura argentina sino para la lengua hispana. Se fue un grande", dijo Rosencof.

El escritor uruguayo destacó el "compromiso de vida constante" de Sábato con la defensa de los derechos humanos y la "formidable batalla" que dio como presidente de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep), de Argentina. Sábato "será un referente para siempre tanto en el plano de la ética como de la literatura", agregó Rosencof, que estuvo preso en duras condiciones durante la dictadura que gobernó en Uruguay entre 1973 y 1985 por su lucha como guerrillero Tupamaro.

También en Dominicana. Varios escritores de República Dominicana lamentaron la muerte hoy del escritor argentino Ernesto Sábato, "un gran luchador por los derechos humanos y las libertades públicas". El escritor y periodista dominicano José Mármol afirmó hoy que Sábato representa una de las más sobresalientes figuras de las letras latinoamericanas, tanto desde el punto de vista de la ficción como desde su visión crítica de la literatura misma.

"Tuvo el privilegio de formar parte del alumnado argentino del gran maestro dominicano Pedro Henríquez Ureña, hecho del cual el propio Sábato se sintió, siempre, muy orgulloso", dijo el autor local. Mármol, asimismo, emitió sus consideraciones en torno al hecho de que a Sábato nunca se le otorgó Premio Nobel de Literatura, al considerar que ese y cualquier otro premio no determinan la calidad de una obra.

"El caso de Sábato, como el de (Jorge Luis) Borges y el de (Julio) Cortázar, para solo citar autores argentinos, lo deja en clara evidencia, y me haría a ese propósito la pregunta del escritor dominicano fallecido, Enriquillo Sánchez, quien decía: '¿Cuándo otorgarán el Borges a Jorge Luis Nobel?'", expresó Mármol. En ese sentido, dijo que él también se preguntaría: "¿Cuándo otorgarán el Sábato a Ernesto Nobel?".

Mientras, el joven escritor no vidente dominicano Edgar Reyes reveló que desde niño su madre le leía la obra de Sábato "Sobre héroes y tumbas", y que después conoció "El túnel" en el que, sostiene, se percibe el "pesimismo filosófico" del autor argentino.

"En 'Sobre héroes y tumbas' Sábato consagra un segmento de esa larga novela en el que toma la figura de los ciegos para aludir a lo siniestro, a lo tenebroso, atribuyendo que los ciegos son parte de una especie de logia subterránea y secreta que conspira contra el mundo", explicó Reyes.

"Ese libro", aseguró, "es una ficción realmente sórdida, con muchos elementos de miseria humana, de paranoia, un texto verdaderamente aterrador y a la vez escalofriante". Reyes lamentó la muerte de Sábato y dijo que además de su "extraordinaria obra" literaria sobresalió por estar al lado de las causas más justas en Argentina, "por estar junto a los pobres, a los que sufren injusticias".

Valiente, para Pacho O'Donell. El escritor e historiador Mario `Pacho` O`Donnell recordó hoy al escritor Ernesto Sabato, fallecido esta madrugada a los 99 años, como un hombre valiente", y destacó su actuación al frente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Presonas (Conadep).

"Sábato fue un hombre polémico: fue criticado por un amplio sector de la izquierda, por ser presidente de la Juventud Comunista y en un momento renunció y comenzó a denunciar las atrocidades del stalinismo. Y también fue muy criticado por un sector de la derecha, porque tuvo una actitud muy valiente cuando presidió la Conadep, que es la base de todos los juicios que se han hecho y que se siguen haciendo contra los asesinos de la dictadura", dijo el escritor.

"Sábato incorpora a la literatura la psicología y el lenguaje cotidiano del hombre medio de Buenos Aires, su personaje tiene una carnadura absolutamente real y reconocible, y esto incluso generó toda una corriente de imitadores", señaló O'Donnell.

Palabras oficiales. El secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, dijo que sintió mucha pena "al enterarse de la muerte de Ernesto Sábato, y recordó al escritor como un hombre escéptico con mayúscula".

Tristeza" fue la palabra elegida por el funcionario para describir su sentir, quien además recordó a Sábato no sólo como un gran escritor, un pensador. Es parte de todo un período muy amplio de la Argentina". "Su muerte es una gran pérdida para todo el pueblo argentino", añadió el ministerio de Educación que dirige Alberto Sileoni.

Sábato fue un gran escéptico de la Argentina, y digo escéptico con mayúscula, porque el escepticismo es una manera de pensar. Un país como el nuestro ha dado lugar al escepticismo durante períodos muy amplios, con la particularidad de que Sábato, formando parte de un pensamiento establecido, fue el primero en levantar la vista y descubrir otra realidad", señaló Coscia.

En declaraciones televisivas, Coscia subrayó las palabras que pronunció Sábato durante la caída del peronismo, del cual era muy crítico: "que estaba descubriendo la tristeza de los humildes". "A partir de ahí hubo un Sabato que abrió su corazón y que comenzó a ver de otro modo una realidad social y política", resumió el titular de la cartera de Cultura.

El Ministerio de Educación de la Nación resaltó hoy el "aporte que hizo a la democracia" el escritor Ernesto Sabato, además de su obra literaria y ensayística. "Su muerte es una gran pérdida para todo el pueblo argentino", añadió el ministerio que dirige Alberto Sileoni.

El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, lamentó la muerte del escritor Ernesto Sabato y rescató el valor humanístico de su obra. González recordó su trayectoria y valoró su tarea en la Conadep, a comienzos de la restauración de la democracia en 1983.

Expresó que Sabato estaba "en silencio hace mucho tiempo, sabíamos que estaba preso de una enfermedad muy grave; su palabra dejo de escucharse hace diez años en la Argentina". "Recuerdo sus últimas intervenciones en programas televisivos; era una voz en aquellos años indudablemente de una alta tradición humanística", señaló el funcionario.

Agregó que sus orígenes "habían sido la izquierda reformista universitaria" y que "sus primeros contactos con la vida cultural habían sido a través de la ciencia y la física". "Pero desde temprano Sabato se dedicó a pensar una suerte de resurgimiento humanista en un universo transitado por una revolución técnica que evidentemente no lo convencía, puesto que parecía que dejaba desamparado al hombre creador, espiritual, al escritor, a la comunidad misma, que siempre dejaba como un lugar donde se alojaba cierto misticismo", continuó.

González memoró que "sus orígenes tienen que ver con el positivismo científico, se fue apartado progresivamente de él en busca de lo que alguna vez denominó los dioses, los dioses de la creación, los dioses de la reparación de la vida herida por la sociedad contemporánea, las grandes ciudades de cemento". "Recuerdo que en "El escritor y sus fantasmas" era el hombre y la maquinariam, y fueron lecturas que los jóvenes de los 60 hacíamos con interés", evocó el escritor.

"Era, de algún modo, la búsqueda de soluciones político colectivas con una humanidad que parecía descentrada de los objetivos morales, intelectuales", agregó.

Agencias Télam y DyN
Con reclusas, de visita en una cárcel.

 

Los medios del mundo se hacen eco de la noticia de la muerte del autor

Los principales diarios internacionales reflejaron en sus portada el dolor por la ida de Sabato

Sábado 30 de abril de 2011 | 09:58  (actualizado a las 18:26)

La muerte de Ernesto Sabato acaparó la atención de varios medios de todo el mundo. "Muere Ernesto Sabato", tituló el periódico El País , de España. "El autor de El túnel ha muerto en su casa a los 99 años de edad", explicó el medio ibérico que destacó su perfil de hombre "atormentado y horrorizado" que presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep).

"Sabato, que iba a ser objeto de un homenaje en la Feria del Libro de Buenos Aires , padecía una bronquitis que no pudo superar, según anunció su compañera Elvira González Fraga", afirmó el diario que explica que este descendiente de padre italiano y madre albanesa, "está considerado como uno de los grandes de la literatura latinoamericana no solo por sus novelas, incluida Abaddón el exterminador, sino también por su amplia obra ensayística sobre la condición humana".
 

En tanto, el también diario español El Mundo, afirmó que Sábato, "fue el último superviviente de los escritores con mayúscula de la literatura argentina". "Debido a su ceguera, el autor se había visto obligado en los últimos años a abandonar la lectura y la escritura, y a llenar su tiempo con la pintura y otras aficiones que practicaba en su vivienda", indicó el matutino.

También El Mundo destaca el reconocimiento internacional que le llegó en 1961 con 'Sobre héroes y tumbas' y la consagración en 1974 con 'Abaddón el exterminador', que completan la trilogía iniciada con 'El túnel' (1948), adaptada al cine en 2006.

El Observador , de Uruguay, escribió que Sábato fue "un laureado escritor, quien según sus propias palabras descendió a los infiernos para investigar los crímenes cometidos por la última dictadura en Argentina, falleció este sábado a causa de una bronquitis. Tenía 99 años".

En tanto, La Voz de Galicia , de España, indicó que el escritor argentino fue el último superviviente de los escritores con mayúscula de la literatura argentina y no sólo fue reconocido por su oficio de escritor, sino que además presidió en 1984 la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep).

El diario chileno La Tercera , explicó que debido a su ceguera, el autor se había visto obligado en los últimos años a abandonar la lectura y la escritura, y a llenar su tiempo con la pintura y otras aficiones que practicaba en su vivienda.

El escritor y el hombre

Sus obras y el papel que cumplió en la Conadep, convirtieron a Sabato en uno de los referentes morales del país

Sábado 30 de abril de 2011 | 13:16  (actualizado a las 07:47)

En algún lugar misterioso e indescifrable, Martín y Alejandra -los entrañables protagonistas de Sobre héroes y tumbas- se reunieron por fin con su creador.

Pero no fue seguramente el único hecho extraordinario que se registró hoy. Es probable que todos los personajes de esa inmensa novela, que en 1961 conmovió a los argentinos en sus entrañas más profundas, se hayan encontrado con Ernesto Sabato y hayan descubierto que la creación literaria está tan cerca de la vida como la obra de Dios.

Acaso sucedieron otras cosas. Puede ser que en un banco de Parque Lezama algún transeúnte nostálgico -o alguna mujer marginada y sin destino- haya experimentado un íntimo sacudimiento.

Puede ser también que alguna pareja de enamorados haya descubierto, de pronto, que en la zona sur de Buenos Aires es posible conocer la felicidad sin tener que pagar el precio atroz de dejarse acariciar la piel por las llamas de un fuego inmisericorde.

Tal vez alguien atravesó la plaza contigua a la iglesia de la Inmaculada Concepción, en Belgrano, con el puño apoyado en un bastón de ciego y con la mirada puesta en una recova que hace ya tiempo logró desprenderse de los fantasmas que solían habitarla en sus pisos superiores. Quizás el sobrecogedor Informe sobre ciegos -ese deslumbrante capítulo de Sobre héroes y tumbas- dejó de ser una crónica referida a los elegidos por el infortunio o la locura y pasó a ser, simplemente, un canto de gratitud y de dolor por la infinita ambivalencia de todo destino humano.

Acaso los restos de Juan Lavalle -y los de otros argentinos del pasado que soñaron con un mundo mejor- salieron a recorrer nuevamente los inhóspitos caminos de la patria, pero no para escapar del horror, sino para celebrar la certeza de que "nunca más" en la Argentina las estructuras de la muerte envenenarán el aire y "nunca más" un río de sangre pasará por las casas de los hombres.

Sabato concluyó su afanosa búsqueda de sí mismo. Y se fundió en un mismo abrazo indisoluble con sus seres queridos y con sus personajes. Y descubrió, probablemente, que las claves últimas del enigma que trató de desentrañar en vano durante casi un siglo estaban escondidas en sus propios libros. Su propia mano había ido trazando los signos del misterio que tan obsesiva y apasionadamente había pretendido extraer de las erráticas y azarosas circunstancias de su vida. El hombre y el escritor eran, después de todo, una única e indestructible realidad.

Sabato se desprendió de sus fantasmas y descubrió que el pulso de sus libros y el latido de sus sentimientos respondían a un único y acompasado ritmo. Y se recuperó a sí mismo, acaso, en las páginas de Uno y el universo, su lúcido ensayo inicial, pergeñado en un rancho de Córdoba en 1943 y laureado poco después en Buenos Aires con el Primer Premio Municipal y con el Gran Premio de Honor de la SADE.

Y releyó, seguramente, las páginas de El túnel, su primera gran novela, bosquejada en París en 1947 -cuando estaba trabajando para la Unesco- y publicada sucesivamente en Buenos Aires, en Nueva York y en Francia, país donde fue editada por Gallimard por expresa recomendación de Albert Camus. Y revivió, tal vez, las emociones que en las décadas siguientes habría de volcar en sus otros ensayos memorables: Hombres y engranajes, Heterodoxia, El escritor y sus fantasmas, Apologías y rechazos.

Damos por descontado que tiempo atrás, Ernesto canturreó con voz trémula las estrofas del Romance de Juan Lavalle -tan refinadamente musicalizado por Eduardo Falú- y se miró luego en el espejo dislocado y espléndido de Abaddón, el exterminador, su tercera gran novela, editada en 1974. Y quizá repasó sus agudísimos diálogos con Jorge Luis Borges, nacidos -también en la década del 70- de una afortunada iniciativa de Orlando Barone.

El autor de El túnel revivió, probablemente, su fecunda y decisiva experiencia como colaborador de la revista Sur , sus inocultables coincidencias y discrepancias con Victoria Ocampo -a quien siempre se reconoció unido, sin embargo, por un estrecho lazo de gratitud- y, por supuesto, los ambivalentes sentimientos que presidieron su oscilante relación con Borges.

Quienes hoy sufrimos la ausencia definitiva de Ernesto Sabato sabemos bien en qué rincones de la geografía y de la memoria iremos, de aquí en más, a buscarlo, a traerlo de nuevo a nuestro lado. Lo encontraremos, una y otra vez, atravesando el enmarañado jardín delantero de su vieja y querida casa de Santos Lugares. Allí lo veremos abrirse paso, con aire nostálgico, entre araucarias, cipreses y magnolias, ciñéndose a un estrecho corredor de baldosas negras y blancas o pisando un mullido colchón de hojas secas. O lo sorprenderemos en el luminoso jardín del fondo de la misma casa, donde un árbol milenario de origen japonés convive armoniosamente con un alegre festival de flores -jazmines, hortensias, rosas y magnolias-, distribuidas en torno a las puertas y ventanas que comunican con los ambientes interiores de la casa. Como ha observado Julia Constenla en su emocionante libro biográfico Sabato, el hombre (1997), esos dos jardines de la morada de Santos Lugares -uno, sombrío; el otro, lleno de luz- han expresado siempre las dos vertientes esenciales del espíritu de Sabato: lo diurno y lo nocturno, lo oculto y lo visible, lo eterno y lo efímero, lo real y lo imaginado.

Durante muchos años, el que llegaba a esa casa sabía que iba a encontrarse en el centro de un mundo de afectos, fervores, misterios y profundas celebraciones de la vida. Sabía que iba a disfrutar de la espléndida calidad humana de sus dos principales habitantes, Ernesto y Matilde, y de su genio ilimitado para descubrir esa dimensión última de la vida en la que el corazón y la razón se unen y se rechazan, se abrazan y se desafían, se suman y se restan. Aunque terminen por entenderse y aceptarse recíprocamente a esa hora misteriosa del crepúsculo en la cual el espíritu humano toma conciencia de su infinito desamparo.

Hoy Matilde y Ernesto son dos ausencias que nos duelen, que nos desdibujan. Por supuesto, nos queda la obra del gran escritor, nos quedan los poemas admirables de Matilde y nos queda, sobre todo, el ejemplo de dos seres que arrostraron todas las tempestades sin dejar de ser ellos mismos y sin renunciar a convivir hasta el final con sus contradicciones, con sus sueños y con sus ansias de darle a la palabra -hablada o escrita- el más digno de los destinos.

Exaltado y reconocido internacionalmente como uno de los máximos exponentes de la literatura latinoamericana, Sabato no fue casi nunca visualizado como un escritor en estado puro. El mundo tendió siempre a considerarlo como algo más que un infatigable creador de literatura: le atribuyó además, con plena razón, el perfil de un intelectual comprometido con las causas superiores en las cuales se juega el destino de los pueblos libres y como un custodio tenaz de los valores que amparan la dignidad del hombre.

Su fervorosa militancia juvenil en las organizaciones ideológicas de izquierda, que en 1934 lo llevó a participar en Bruselas en el Congreso Internacional contra el Fascismo y la Guerra presidido por Henry Barbusse, contribuyó a fortalecer ese prestigio de gran humanista y de defensor inclaudicable de los derechos individuales que lo acompañó durante toda su vida.

Ese prestigio no le fue regalado: fue el justo reconocimiento a una conducta moral y cívica nunca desmentida. En 1956, cuando ejercía la dirección de la revista Mundo Argentino, se atrevió a denunciar por ese medio las violaciones a derechos humanos que se estaban registrando en algunas unidades policiales. Le enrostraba así al gobierno que había derrocado al peronismo sus propias desviaciones. Fue un gesto casi solitario de coraje: la revista pertenecía a la cadena periodística gubernamental y Sabato, naturalmente, tuvo que dejar el cargo.

Cuando el presidente Raúl Alfonsín, varias décadas más tarde, lo eligió para presidir la Comisión Nacional sobre la Desaparición de las Personas (Conadep), no hizo otra cosa que convalidar la idea que el mundo tenía del autor de Sobre héroes y tumbas: su liderazgo moral y su aguerrida conciencia cívica eran ampliamente reconocidos y valorados. La Conadep, integrada por un grupo de ciudadanos de parejo prestigio, presentó al año siguiente su informe Nunca más, un documento riguroso sobre las trágicas violencias pasadas y un llamado esperanzado a marchar hacia un futuro sin sombras.

Hoy, el décimo hijo del inmigrante calabrés Francesco Sabato y de Giovanna Ferraro -la inolvidable doña Juana, oriunda de Calabria, pero descendiente inequívoca de albaneses- y el escritor laureado en 1974 con el Premio Cervantes se miran por primera vez a los ojos sin el más mínimo recelo y descubren que ambos proyectan sobre el suelo la misma sombra. El platónico y lejano amor de Ernesto por la ciencia, ése que nació en su alma de alumno de la escuela secundaria el día en que un profesor le muestra la desnuda perfección de un teorema y deja de estar en conflicto con su arrolladora vocación de escritor. Tardíamente, el científico graduado en la Universidad de La Plata y el trotamundos de la literatura se confunden en un abrazo.

Hoy, el dolor y la pasión, el silencio y la palabra, la verdad y la ficción, están más cerca que nunca de acariciar el ideal de la unidad. Ernesto Sabato llegó al final del sendero. Contradictoria y misteriosamente, seguirá compartiendo con cada uno de nosotros el deseo y la esperanza de que el hombre se reconozca cada vez más a sí mismo en la diversidad del universo, y en la realidad esencial y sin fisuras de su dignidad y de su espíritu.

Sus nietos y bisnietos

El sabio que venció a la década impune, por Adrián Sack

Por Adrián Sack
Para lanacion.com

Sábado 30 de abril de 2011 | 21:02  (actualizado a las 21:45)
 

Ernesto Sábato tuvo, en la última década pública de su vida, una misión involuntaria que cumplió de manera irreprochable y que lo llevó a trascender, por una vez más en su longeva existencia, los habituales límites, funciones e incluso vicios del escritor de oficio. Porque en los hoy tan evocados como huecos años 90, aquella figura canosa, siempre concentrada e invariablemente capaz de captar la atención llegó, para la sociedad argentina de esa época ya deformada por el peso de los lustros, a transformarse en el sabio de la tribu.

"El arte es un acto opuesto a la realidad, que revela hechos inesperados que habitan en lo profundo del inconsciente", reflexionó, alguna vez, en una de sus muchas conferencias ofrecidas al comienzo de la década impune. Y lo cierto es que bastaban frases como aquellas para que el arte, y su arte, lograra imponerse en las discusiones sobre la filiación ideológica del orador y a los miedos sobre la posibilidad de que la historia hubiese llegado a su fin, dos tópicos que inquietaban a los asistentes a aquellos eventos donde todos deseaban saciar la entonces imperante sed de sensatez y sabiduría.

Pero donde Sábato estaba, la historia nunca acababa. Como tampoco acabó hoy, que apenas le tocó morir a la "realidad bastante funesta" en la que él decía que le tocó vivir, para dejar de ser un hombre que hasta hoy temía hundirse en el olvido de las siestas de Santos Lugares. Fue, esta vez sí, solo una sensación para una mente consagrada que para la España en la que resido hoy fue "el último gran novelista" criollo que su deceso hizo dejar, entera y del lado de los lugares santos, a la tríada que compone con Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Y también en la Argentina que por estos días visito, que además ve morir con esta luminaria a una gran posibilidad de contar con un primer premio Nobel en la literatura nacional.

Aunque, la verdad sea dicha, para el autor de "El Túnel", la victoria siempre supo más de héroes que de tumbas. Sábato nunca cedió al vendaval de frivolidad, desmemoria, simplismo y vacío creativo que desató la ruidosa caída del muro de Berlín, y su pensamiento, tanto o más que su obra, siempre fue escuchado y admirado por todos, aún por quienes criticaron fuertemente su adhesión a la última dictadura militar y no terminaron de comprender ni aceptar la profunda autocrítica incluida en el prólogo de "Nunca Más".

La secreto de ese respeto que muy pocas otras personalidades de aquellos años habían ganado en la Argentina no podía ser más conocido: Sábato era uno de los escasísimos sobrevivientes a una generación de escritores admirados por una clase media que siempre se cree en peligro de extinción pero que nunca renuncia a sus aspiraciones. Y este científico, escritor y decidor nunca ocultaba su fe en el arte de saber exigir y exigirse en partes iguales como fórmula irrenunciable de la excelencia.

Ese mensaje, inescindible de la contundencia de sus muy prolíficas intervenciones públicas, fue el mejor asimilado por los jóvenes de los años de ese 1 a 1 que en términos culturales no olía a empate, sino a derrota y resignación... pero que gracias a esa fertilidad intelectual que logró prolongar más allá de lo imaginado, no fue más que un traspié. "Puede haber sentido más allá del absurdo", decía ese último Sábato. Por suerte, tenía razón.

Visitado por Cristina Kirchner

Recuerdo del hombre que se reunía con los anónimos

Por Juan Cruz / El País

Sábado 30 de abril de 2011 | 13:38  (actualizado a las 15:19)
 

Ernesto Sabato era un hombre triste; de tan triste parecía que esa era su naturaleza; más que su cuerpo, su mirada, sus palabras, más que todo eso, Sábato era físicamente triste. Y, sin embargo, siempre que lo recuerdo lo veo pidiéndole a Jorge Valdano, su paisano ex futbolista, que le diera un puñetazo en el estómago: "Para que compruebe lo fuerte que estoy". Y estaba fuerte, hasta hace algunos años; entonces volvió a España, con su compañera, Elvira Rodríguez Fraga, como si se viniera a despedir de este país; al volver a Buenos Aires, a Santos Lugares, escribió un diario, Antes del fin , que complementaba otro libro suyo en el que hacía los diarios de su vejez viajando por este país viejo.

Pero a la vuelta ya se hizo tan mayor su tristeza que convirtió su cuerpo, su memoria y su deseo en pura melancolía, y se fue deteriorando su salud, sin que nunca pudiera pensarse que aquel cuerpo del que tanto se quejaba lo fuera a traicionar, algo que acaba de hacer, para su liberación, quizá, pero también para su congoja. Pues, a pesar de las apariencias, las que él hacía explícitas y las que se le notaban en las oquedades pocas veces risueñas de sus ojos, Ernesto Sabato era también un cascarrabias que amaba la vida, un hombre capaz de alternar su preocupación por la ceguera (la suya, la que lo amenazaba) con las bromas y los dimes y diretes que le gustaba levantar para hablar de la clase literaria a la que pertenecía de lleno pero a regañadientes.

Hace unos días Elvira González Fraga me llamó; ella lleva con la ilusión inmarchitable y con un sentido del humor que siempre contrastó con el pesimismo de su compañero, la Fundación Ernesto Sabato, incrustada en lo más bello de Palermo. Ella era consciente de las enfermedades que la edad otorga a los cuerpos humanos, pero aún así, consciente también de que su compañero había pasado por una bronquitis fastidiosa, aún no era la hora. Y desde la fundación preparaba el homenaje que se le debe al centenario de Sobre héroes y tumbas. El centenario se cumple el 24 de junio, y para ese día ella creía que el agasajo universal tendría presente al escritor de Santos Lugares.

Ya no puede ser. La muerte de Sabato es un trago amargo y simbólico de la Argentina y de la literatura. Él representa a Argentina, con todas las contradicciones que en él actuaron en la baja frecuencia y que también machacaron a Jorge Luis Borges, algunas veces su amigo, y casi siempre su oponente; sobre ellos, de maneras distintas, cayeron los denodados latigazos que ese país le ha dado a la razón para despojar a los hombres de la serenidad de la discusión o el desacuerdo. Esas contradicciones se han reflejado en estos dos titanes ahora ya desaparecidos. Las heridas están en los libros, incluso en las entrevistas que se hicieron juntos y también en los desplantes que se hacían en público y en privado. Hay un libro en el que ambos se enzarzan a hablar de la literatura, de Dios y del diablo, y aunque no se quisieron nunca del todo, ahí se ve que en ambos hay una ternura que acaso es el sustento de la inquietud común: ¿para qué tanto lío si hemos de morir y no quedará ni una línea, ni siquiera un verso sencillo?

Pero ahora que toca certificar el fin de Sabato conviene recordar más su literatura que esas escaramuzas que uno aceptó como riesgos del destino y que el otro, el que acaba de fallecer, convirtió en el trampolín de una decisión civil que lo marcó como un héroe de una Argentina nueva que no acaba de ser nunca una Argentina verdaderamente renovada. Y su literatura, la de Sabato tiene en las contradicciones del ser humano, en los miedos al vacío que convivieron también en su pintura, la esencia de sus imaginaciones, que fueron tan oscuras como las predicciones que él hacía del destino de los hombres, condenados a la ceguera, a la mezquindad y al olvido. El túnel y Sobre héroes y tumbas son como el trasunto de esa oquedad rabiosa de sus ojos. Él quería desaparecer y estar. Una vez, en el restaurante Casa Lucio de Madrid, donde había querido comer huevos estrellados, cantamos juntos, con Elvira González Fraga, una milonga argentina de Reguera, creo: "Se me está haciendo la noche/ en la mitad de la tarde/ no quiero volverme sombra/ quiero ser luz y quedarme". Sábato hizo suyos esos versos, pues él, que ya llevaba avanzados los 90, quería quedarse, seguir, estar, terminarse esos huevos estrellados, seguir viaje a Galicia, a Sevilla, volver a Argentina, vivir, aunque ya su estómago no estuviera tan firme como cuando le pidió a Valdano que le golpeara la barriga, "si viera lo fuerte que está".

En sus diarios españoles ( España en los diarios de mi vejez, Seix Barral ), escribió esta entrada: "Cuando siento que me falta tanto de lo que gocé en otras épocas, me queda esto, agarrar un papel o sentarme a mi vieja máquina de escribir, vieja y compañera, y anotar esto, esto quizá sin importancia, pero que me hace sentir reunido con los anónimos y sin embargo, por algún misterio, cercanos lectores que estos papeles tendrán".

Quería desaparecer, eso está en sus libros, pero quería quedarse, eso estaba en su mirada herida que ahora se acaba de apagar. Ernesto Sabato, un titán disminuido siempre por la constancia rabiosa de su melancolía.

© El País SL
En su casa, con sus pinturas

Cómo lo recuerdan los lectores

Sábado 30 de abril de 2011 | 21:39  (actualizado a las 07:49)
 

La muerte de Ernesto Sabato causó conmoción también entre los lectores de lanacion.com, que dejaron sus mensajes para el difunto escritor.

"Lo recuerdo como el escritor que me introdujo en la literatura argentina a los 18 años en mi primer año de facultad. Qué bueno que vivió tanto, Dios le debe tener un lindo lugar en el cielo reservado para él. Que en paz descanse", dijo marianvic.

rodrigosanmartin recuerda a Sabato como "un gran existencialista ateo. Como a un gran sartreano. En una sola palabra, como a un grande".

Para laspia, el escritor fue "un paradigma de honestidad, ética, defensor de los Derechos Humanos, humilde y creativo. Un maestro de la vida".

"Fue una persona coherente con su ideología, en la Argentina esto no es poco, adiós maestro", son las palabras que ppdel63 dedicó al difunto escritor.

" 'En todo caso , había un sólo túnel, oscuro y solitario: el mió' , con estas palabras me conquisto, hasta siempre maestro", escribió granbiank .

Por su parte, fernandoari2 recordó que lo primero que leyó de Sabato fue Sobre Héroes y Tumbas. "Me pareció una obra monumental, fundamental que debía de ser de lectura en los colegios, después seguí con sus demás novelas y ensayos, un pensador y científico de la talla de Favalore y otros, que ya no quedan en esta tierra", opinó.

"Un sabio y genio literario, que con pocas salpicaduras de su vida a nuestra sociedad la enriqueció y mejoró", fueron las palabras que dedicó jorgexx_1 a Sabato.

Con Jorge Luis Borges

Sobre héroes y tumbas: los otros mundos que están dentro de éste, por María Rosa Lojo

Por María Rosa Lojo
Para lanacion.com

Sábado 30 de abril de 2011 | 14:04  (actualizado a las 21:18)
 

Con la antorcha de la ceguera, la narrativa de Ernesto Sabato ilumina un camino desviado hacia la noche original. A mediados del siglo XX, en una ambiciosa ciudad periférica de Occidente, se abre un agujero negro, un hueco estelar. En su espejo invertido desaparecen las formas de las cosas habituales, "el sentido de lo cotidiano". Desaparecen, a secas, las formas, devoradas por una succión que disuelve los contornos de todos los seres, la "conciencia que establece las grandes y decisivas divisiones en que el hombre debe vivir".

Muy por debajo de esta ciudad que vemos fluye un río turbio, de aguas fétidas, que en algún momento deja de ser un confuso torrente de desechos, para convertirse en el lecho "limoso y elástico" de una laguna pampeana, y en una planicie iluminada por otro sol, y en una cordillera sumergida y en un paisaje lunar, y en el lomo petrificado de un dragón gigantesco. Un mundo seco y muerto, desolado y vastísimo, donde sin embargo arde un fuego eternamente vivo. El fuego late en el fondo de su contrario: el agua. Proviene de un Ojo Fosforescente iluminado como una gruta submarina. Aquí tiene lugar la más extrema y radical aventura poética, la aventura de la traslación y la transformación: "tuve la impresión de haber atravesado eras zoológicas y haber descendido hasta los abismos de algún océano profundísimo, arcaico y desconocido", dice Fernando Vidal Olmos, héroe y antihéroe.

La apuesta más audaz y más feroz de las vanguardias, y en particular, del surrealismo: la alianza de los extremos, la "correlación de lejanías", desborda en la poética de Sabato los puntuales resplandores de la metáfora, para extenderse a toda la concepción del arte novelesco: "En realidad sería necesario inventar un arte que mezclara las ideas puras con el baile, los alaridos con la geometría. Algo que se realizase en un recinto hermético y sagrado, un ritual en el que los gestos estuvieran unidos al más puro pensamiento y un discurso filosófico a danzas de guerreros zulúes. Una combinación de Kant con Jerónimo Bosch, de Picasso con Einstein, de Rilke con Gengis Khan.", dice en Abbadón el Exterminador.

En Sobre héroes y tumbas el arte novelesco de "Gengis Kant" ("bárbaro conquistador y filósofo alemán", afirmaba la genial boutade de Uno y el Universo) llega a un punto clave de esplendor turbulento. Vidal Olmos ha encontrado su Aleph, su centro del Universo, donde coinciden los opuestos, donde conviven de algún modo todos los espacios y todos los tiempos. Pero a diferencia del contemplador borgeano, se hunde de cuerpo entero en la "fosa de la verdad". El registro de sus vivencias lo lleva también a las máscaras animales y las combinaciones monstruosas. Es un monstruo, y es el poeta que vuelve a las raíces mágicas y míticas de la poesía, cuando los términos puestos en relación sufrían, no la sola identificación mental, analógica, sino la fusión carnal, vivida en términos perceptivos y afectivos.

Sobre héroes y tumbas, "novela total" (de acuerdo con la aspiración romántica, que solicitaba del género la visión de lo humano en todas sus dimensiones) entreteje múltiples voces e historias con la Historia, expande en direcciones contrapuestas los ámbitos geográficos, abre, desde la ciudad cotidiana, una grieta en la percepción, una ventana oscura hacia el otro lado de lo que creemos real. Hay en ella un relato de amor entre un adolescente solitario e inseguro que no sabe aún cómo devenir hombre (Martín) y una muchacha (Alejandra) que parece llegar desde un pasado inmemorial. Hay también un relato de horror que es la Historia de un país donde se vuelven a deshacer, con el trabajo del odio, los cimientos de una fundación que nunca pudo asentarse en la inestable arena del combate. Hay otra historia de incesto (entre Fernando Vidal Olmos y Alejandra -y también la madre o la Diosa Madre--) que le reclama al héroe volver insaciablemente a los orígenes y afrontar el terror y la desintegración para nacer de nuevo, acaso, desde la unidad primordial. Este mandato imposible, esta paradoja, encontrará su adecuado escenario en las cloacas de Buenos Aires, y su expresión simbólica en la Ceguera. Una Ceguera que tiene su propia y oculta sabiduría, que cuestiona la luz meridiana del "logos", de la razón platónica, para instalar, en un territorio mítico, más allá de las engañosas copias visuales, fuera del tiempo, el camino del "conocimiento por el tacto": la recuperación convulsiva del cuerpo --negado y escindido-- en las experiencias agónicas del devoramiento y de la fusión.

Ese camino poblado de imágenes alucinatorias, tan afín al surrealismo y sus paisajes oníricos, que marcaron de manera decisiva la estética del autor, no obstruye otras visiones más familiares y cercanas. Sobre héroes y tumbas es también una novela de Buenos Aires-Babel, la gran ciudad donde convergen, no siempre felizmente, las etnias y las lenguas, donde las muchedumbres no alcanzan a constituir una comunidad, sino la conjunción azarosa de seres humanos que viven, ensimismados, su propio extrañamiento: no sólo los inmigrantes europeos sino los "cabecitas negras" que llegan desde las provincias como otros desterrados, no menos extranjeros en la ciudad cosmopolita.

Desde su singularidad, la novela expresa cabalmente los temas y debates de la coyuntura de "los sesenta" (la vuelta de la mirada hacia el interior, la indagación en la historia nacional, la relectura del peronismo, el "compromiso" del escritor); se convierte en inexcusable referencia y en hito representativo con el que dialogará la generación siguiente. Más allá de su contexto inmediato, es un palimpsesto, una obra complejamente simbólica, susceptible de asedios desde los más diversos registros (metafísico, sociológico, histórico, político, gnoseológico). Por lo demás, en su espacio desdoblado y sinuoso cada peregrino o transeúnte podrá hallar el diseño de su propio itinerario vital, de sus preocupaciones intelectuales, de sus terrores y sus deseos. Unos la leerán como el vademécum que nos guía por una ciudad aparentemente conocida y esencialmente misteriosa. Algunos rastrearán en ella el origen del Mal o del mal argentino, o el mal del Origen. O las torsiones del arte moderno, desde el romanticismo al surrealismo, o las antinomias de la condición hispanoamericana (y de la condición humana). O verán en sus mapas de escrituras diversas, de grafittis y restos verbales, vislumbres postmodernas. Otros seguirán el hilo fracturado del discurso amoroso que alcanza, en Martín y Alejandra, una configuración ya legendaria.

Acaso por la variedad de estas "entradas" posibles, por sus potencialidades de abordaje, Sobre héroes y tumbas fue, a partir de su primera recepción, un texto sujeto a todo tipo de discusiones críticas. Por mi parte, siempre encontré en ella, desde la pasión empírica de la lectura, un "núcleo duro" perteneciente al orden de lo irrefutable. Si de algo tengo certeza, es que en ese núcleo de Sobre héroes y tumbas ha sucedido y sucederá la poesía en estado puro, esto es, en estado mágico.

Bajo la luz del sueño, dijo Jean Paul, vemos ambular, en libertad, de noche, las fieras que la razón diurna mantenía encadenadas. O, según Novalis, adivinamos la eternidad, el pasado y el porvenir. A veces la literatura se inviste con los poderes del sueño y libera los animales enjaulados, ilumina territorios imaginados y perdidos. Sobre héroes y tumbas, gótico surrealista y argentino, galería de fantasmas familiares, geología fantástica, perverso libro de viajes fabulosos en el corazón de lo cotidiano, nos ofrece la ilusión de recobrar un tesoro siniestro. De atisbar por una secreta claraboya, como en un diseño abismal de cajas chinas, todos los "otros mundos" que están dentro de éste.

Con el juez español Baltasar Garzón

Larga caravana para brindarle el último adiós a Ernesto Sabato

Familiares y amigos acompañan el cortejo fúnebre que partió hacia un cementerio privado en Malvinas Argentinas; anoche, sus restos fueron velados en el Club Defensores de Santos Lugares; el escritor falleció en su casa, dos meses antes de cumplir 100 años; mirá los videos y la fotogalería

Sábado 30 de abril de 2011 | 09:17  (actualizado a las 12:23)

Bajo un clima de extrema tristeza y dolor, familiares y amigos se acercaron este mediodía a la sede del Club Defensores del Santos Lugares para acompañar el cortejo fúnebre de Ernesto Sabato y brindarle el último adiós en un cementerio privado del distrito de Malvinas Argentinas

Una gran cantidad de personas se acercó para darle el último adiós al escritor, que murió ayer a los 99 años en su casa tras una larga enfermedad. En un ambiente de congoja general, figuras públicas como el senador Daniel Filmus; el director del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos de la Unesco, Ignacio Hernaiz, y el candidato presidencial por la Unión Cívica Radical, Ricardo Alfonsín se confundían con una gran cantidad de vecinos presentes en el velatorio.

Flores y papeles pegados por los vecinos se sumaron a las coronas que llegaron para expresar sus condolencias, entre las que se destacó una de la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, de la Secretaría de Cultura de la Nación y de la embajada de España.

"Se fue el más grande", alcanzó a decir Alfonsín, antes de entrar en el velatorio y Filmus se detuvo unos instantes para subrayar que con la muerte de Sábato "la Argentina pierde un baluarte del pensamiento humanista, pacifista y racional".

Problema de salud. "Hace como quince días tuvo una bronquitis y a la edad de él esto es terrible", indicó Elvira, la mujer que lo acompañaba, en diálogo con radio Mitre .

Además, detalló que el literato "ya venía hace tres años sufriendo y era doloroso de ver", y agregó que en la última semana su bronquitis se había complicado.

El escritor iba a ser homenajeado en la Feria del Libro por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires por su cumpleaños número 100. A pesar de la noticia, el organismo provincial decidió realizar igual el acto, con la presencia de su hijo, Mario.

Una vida completa. Descendiente de padre italiano y madre albanesa, Sabato nació el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas, donde realizó sus estudios primarios y luego se trasladó a La Plata para completar su formación secundaria, que sería la antesala de su Doctorado en Física que obtuvo en 1938, en la Universidad Nacional de la capital provincial.

Durante la década del '30 tuvo una trayectoria ligada a la ciencia y la investigación. Empezó su vida profesional como físico, en Zurich (Suiza), y continuó su investigación en París y Estados Unidos, pero muy rápidamente comenzó su actividad literaria y su amistad con el Grupo Sur, donde conoció a Victoria Ocampo y a Jorge Luis Borges, con quien mantuvo siempre una relación conflictiva pero que dio origen, en 1976, a un hermoso libro titulado Diálogos con Jorge Luis Borges.

En 1948, publicó una de sus obras más importante "El túnel", traducida a diez idiomas, que se convirtió en una de sus trabajos más significativos que luego sería llevada al cine, y en 1961 terminó "Sobre héroes y tumbas", que narra una historia del siglo XIX centrada en la crónica de la muerte del General Lavalle.

Asimismo, realizó varios ensayos con contenido político como "El otro rostro del peronismo", "El escritor y sus fantasmas", "Hombres y engranajes", y ya en el año 2000 "La resistencia", el primer libro argentino publicado íntegramente en formato digital.

Durante su larga trayectoria, por solicitud del entonces presidente Raúl Alfonsín, presidió entre 1983 y 1984 la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), cuya investigación, plasmada en el libro Nunca Más, abrió las puertas para el juicio a las juntas militares de la dictadura militar en 1985.

"Firmó siempre las solicitadas pidiendo la aparición con vida de los desaparecidos", lo recordó Magdalena Ruiz Guiñazú . Y agregó: "Esto no hay que olvidarlo".

En 2006, se abrió una polémica por la republicación del libro en la que el gobierno de Néstor Kirchner decidió incorporar un nuevo prólogo, para evitar la supuesta defensa de la "teoría de los dos demonios" que había esbozado Sábato en el momento de la publicación de la obra.

El máximo reconocimiento a su obra fue el premio Cervantes en 1984, convirtiéndose en el segundo argentino en obtener el galardón a la literatura en castellano después de Jorge Luis Borges, y si bien fue propuesto para el Premio Nobel en 2007, no alcanzó el reconocimiento. Sábato tuvo dos hijos, Jorge Federico, que murió en 1995 en un accidente automovilístico y Mario, un director de cine que acompañó a su padre hasta los últimos momento en la casa de Santos Lugares, localidad en la que residía desde 1945.

Otras obras del escritor fueron "Abaddón el exterminador", "Uno y el universo", "La cultura en la encrucijada nacional", "Antes del fin", "España en los diarios de mi vejez", "Entre la letra y la sangre" y "Los libros y su misión en la liberación e integración de la América Latina".

 

Las emotivas palabras de su hijo

"Mi padre no nos pertenecía sólo a nosotros", expresó Mario Sabato en la puerta de su casa

El dolor de su hijo Mario y su compañera Elvira.

Sábado 30 de abril de 2011 | 16:08  (actualizado a las 17:55)

En medio de la conmoción por la noticia del fallecimiento de Ernesto Sabato, su hijo compartió con la gente que se agoló en la puerta de su casa unas palabras sobre el difunto escritor.

"Mi padre estuvo yéndose desde hace mucho tiempo. Hemos logrado de que todos respetaran su intimidad pero este es un final de un camino que emprendió hace ya un tiempo largo", puntualizó Mario Sabato a la prensa en la puerta de su casa.

Luego, leyó una carta que escribió sobre la muerte de su padre. "Hace pocas horas murió mi padre. Se que todos ustedes comparten la tristeza que sentimos en la familia, porque mi padre no nos pertenecía sólo a nosotros con orgullo y alegría, sabemos que lo compartimos con mucha gente que lo quiso y lo necesitó tanto como nosotros", expresó.

En su relato agregó: "Desde las 17 lo vamos a despedir como él lo deseó en el club Defensores de Santo Lugares. El dijo una vez que 'cuando me muera quiero que me velen acá para que la gente del barrio pueda acompañarme en este viaje final y quiero que me recuerden como un vecino, a veces cascarrabias pero en el fondo un buen tipo".