Miércoles 02 de abril de 2014

Un dudoso título

Declararse "progre" ofrece impunidad

A Mario Vargas Llosa, en una de sus visitas a Buenos Aires, le preguntaron si era progresista. Sonó agresiva la consulta, como si se infiriese a priori que no lo era. Así se desnudaba antes a quien era negro, judío, gitano, homosexual o alguna de las muchas condiciones que se discriminaban (y discriminan) en el mundo. Ahora, no ser "progre" implica un estigma infernal. El escritor se limitó a una respuesta educada. Hubiera sido conveniente que preguntase a la entrevistadora qué entendía ella por progresismo . Entonces le hubiera transferido la carga de explicar algo que se ha convertido en un nudo gordiano.

En efecto, el progresismo se asocia a los partidos políticos llamados de izquierda, en oposición a los conservadores, llamados de derecha. Preconizan el progreso (valga la redundancia) en todos los órdenes. Pero resulta que muchos de los partidos y líderes que se proclaman de izquierda llevan a cabo políticas crudamente opuestas al progreso: tiranizan sus naciones, cercenan la libertad de opinión, generan pobreza, someten la justicia a los miserables intereses del grupo dominante, son hipócritas, desprecian la dignidad individual, corrompen la democracia, quiebran la recta senda del derecho y otras calamidades por el estilo.

No obstante, por el hecho de proclamarse "de izquierda" o "progresistas", quedan protegidos por el escudo de una excepcional impunidad. Sin ese escudo, hubieran sido objeto de impugnaciones muy severas. Imaginemos que el gobierno actual de Venezuela estuviese compuesto por figuras que no se llaman a sí mismas "progres" y se las considerase "de derecha". Y que, como el actual, haya surgido de elecciones poco claras. Supongamos que un gobierno desprovisto del maravilloso título de "progre" cercena el disenso, mete en la cárcel a los opositores, cierra medios de comunicación que le resultan molestos, reprime manifestaciones en las que mueren decenas de ciudadanos en la calle. ¿Qué ocurriría? Seguro que habría incontables y muy sonoras expresiones de condena. Líderes que en este momento son tibios o cómplices activarían a las organizaciones internacionales para detener los abusos de ese poder satánico. Se enviarían comisiones investigadoras, se escucharía a los disidentes, se difundirían con más intensidad los crímenes, se implementarían sanciones políticas y económicas. No hay duda de que se haría todo eso y aún más. Pero resulta que el gobierno de Venezuela se llama "progre". Nació con la arrogante pretensión de crear un hombre nuevo (pretensión mesiánica que se repite de tanto en tanto y adquirió febril intensidad en 1917, con la fundación de la Unión Soviética). Cambió el nombre de LA NACION con el agregado de "bolivariana" y se proclamó adalid del "socialismo del siglo XXI", que sanaría las fallidas experiencias autoritarias del pasado. Desgraciadamente, igual que en las experiencias anteriores, fue hundiendo al país en las ciénagas de una dictadura empobrecedora, ignorante y brutal, que sólo mantiene como fachada la convocatoria a elecciones, a las que se contamina de fraude antes de que se realicen.

La revolución cubana también fue "progre". Muy "progre". Millones creyeron en ella con juvenil esperanza. Modestamente, yo también. Pero los ideales sólo flamearon en los discursos y las racionalizaciones. La gran revolución que devastó esa hermosa isla y ensangrentó con aventuras guerrilleras América latina, África y otros continentes degeneró pronto en una dictadura unipersonal férrea, asesina y estéril. Los hermanos que la conducen son los tiranos más viejos del mundo, son los que más duran en el poder, sin amagos de una mínima consulta popular. Pero a ese gobierno inepto, delirante, corrupto y asesino se lo sigue considerando "progre", es decir, de izquierda. La razón es simple: como se ha proclamado "progre" y sigue diciendo que es "progre", brinda certificado de "progre" a quienes lo apoyan, aunque ese apoyo cause náuseas. Hace poco desfilaron ante el senil monstruo que supo engañar a su pueblo y a la humanidad casi todos los presidentes de América latina. Fue un espectáculo bochornoso que ofende el concepto de democracia que se pretende cultivar. Fue una traición y una mofa a ese concepto.

Corea del Norte es una dictadura que ha elegido el aislamiento monacal. Es de izquierda porque nació con las bendiciones de la URSS y China, y sus líderes se proclaman marxistas-leninistas. Pero su socialismo ha optado por una forma de sucesión que debe convulsionar los huesos de Marx y Lenin, porque impuso el reaccionario modelo de la monarquía absoluta. Algo que ni siquiera en estado de delirio aquellas grandes cabezas hubieran sospechado. El Abuelo fundador fue seguido por su Hijo consolidador y su Nieto con cara de bebe perverso. Corea del Norte funciona como un colchón entre China y Corea del Sur y quizás por eso la dejan sobrevivir. El pueblo tiene hambre y debe mendigar comida, pero se gastan enormes cifras en bombas atómicas. Contra ese régimen no hay manifestaciones universitarias, ni políticas, ni de organismos humanitarios, porque evidencia su condición de "progre" mediante su odio al gran enemigo que encarna el imperialismo yanqui. Desde hace décadas ser enemigo de Estados Unidos condecora de inmediato con la credencial de "progre". No hace falta más. No importa si prevalece un salvajismo equivalente a las etapas más primitivas de la humanidad. No importa que el Amado Líder, para consolidar su fuerza basada en el terror, haya hecho devorar vivo por perros hambrientos a su tío.

Llama la atención la escasa fortuna que ha tenido una obra mayúscula como El libro negro del comunismo. Con una documentación farragosa y estilo subyugante, pasa revista a las experiencias de izquierda, "progres", que se concretaron desde comienzos del siglo XX. Los conflictos entre los reformistas socialdemócratas y los revolucionarios comunistas dieron por mucho tiempo ventaja a los comunistas. Tanta ventaja que ahora, cuando el comunismo ya está desenmascarado como una corriente ciega, que en la práctica nunca genera más libertad ni justa inclusión, todavía sigue gozando de tolerancia o silencio. No abundan las condenas a Stalin, a los gulags, a Mao, a Pol Pot y a los dictadores de las mal llamadas "democracias populares". No son recordados como etapas tenebrosas de las que se deben sacar enseñanzas para no repetirlas ni por asomo.

Con gran acierto, Horacio Vázquez Rial calificó a estos "progres" como la "izquierda reaccionaria". ¡Gran definición! Los discursos de esa izquierda son falsos y engañosos, aunque no usen la palabra comunismo, sino socialismo, progresismo, nac&pop u otras variantes. No conducen a una mejor democracia ni a la consolidación de los derechos individuales, ni estimulan el pensamiento crítico, no consiguen un desarrollo económico sostenido, faltan el respeto a las opiniones diversas, destruyen la meritocracia en favor de la burocracia y la ineptocracia nutridas por el poder de turno. Operan como la trampa de almas ingenuas u oportunistas, que no son pocas. Sigue operando la palabra "progre" como el ademán hipnótico de un desactualizado Mandrake.

Como observación final, hago votos para que la palabra progresismo sólo se aplique a quienes de veras quieren el progreso (no lo contrario), la modernidad, la justicia, la decencia, el respeto, la ética, las instituciones de una vigorosa democracia y los derechos asociados siempre a las obligaciones.

© LA NACION.

COMENTARIOS DE LECTORES

 alberto166  Como siempre Marcos su pensamiento certero, echando luz en tanta oscuridad

nachoelcat  ¡¡¡GENIAL!!! Lo comparto plenamente. Es inadmisible que se apoye a la Cuba de los Castro. A la Venezuela de Chavez y maduro. Y el colmo de los colmos: La corea de Kim il Sun.

juanca100

  Mi viejo decía "conserva" peyorativamente pues un "radicha" como él sabía de qué se trataba. Después aprendimos el significado de "gorila". Más cerca en el tiempo la gente común aprendió gracias a los golpes militares y de mercado el significado práctico de la palabra "liberal"; está asociada a FMI, privatizaciones, Sociedad Rural, La Nación. Intuitivamente la gente utiliza el término "progre" para significar que no es conservadora, ni liberal, ni gorila ni está del lado de los oligarcas, etc. Generalmente es más fácil definir lo que no queremos... y muy especialmente cuando tenemos el bolsillo medio vacío ya que "república", "calidad institucional", "seguridad jurídica" son términos muy "cultos" que suenan a "verso". Cuando la clase media la pasaba bien la presidenta "progre" fue reelegida con el 54 % de los votos, hoy el mediopelo (como decía mi viejo) con problemas de "efectivo" devaluó el término "progre" y está más interesado en la "república" ¿será cierto?

Gustavocarca3

  Como siempre, brillante el contenido del artículo del sr Aguinis. Esa izquierda reaccionaria, escondida en nuestro país bajo el rótulo de "nac and pop", solo busca impunidad para sus negociados con los dineros públicos, venganza y persecución política y judicial disfrazadas de "épica liberadora". De calidad en la formación educativa , de justicia social (las villas de miseria explotan demográficamente), de seguridad pública y de defensa nacional, simplemente ni hablar, no existen, perdón, no solo no existen sino que las han destruído. Me pregunto si no habrá algún mecanismo constitucional para frenar o desalojar del poder político a aquellos gobiernos que, por acción u omisión, ocasionen tanto daño a la sociedad como el actual, hace ya más de 10 años. ¿No será tiempo de perfeccionar o adecuar a los tiempos presentes el verdadero sentido del sistema democrático y ponerlo al servicio del bien de toda la sociedad y no al de la corporación política de turno?.

nmayer

  Los ¿progresistas? son gente con estreñimiento intelectual, que se visten con una piel de cordero de amor y paz y cuyo núcleo cognitivo es muy simple: un conjunto de palabras emotivamente placenteras que les da la sensación de ser justos y/o justicieros contra las fuerzas del mal. Son lobos de pensamiento ingenuo y acción depredadora.

ROBEROBERTO  ESTE GOBIERNO NO ES PROGRE. NI NADA. ¿QUÉ ES? ES UNA MAFIA. COMO ELLAS, NO SON DE IZQUIERDA NI DE DERECHA.

aethelred

  Para ahondar un poco en el tema de Corea del Norte, creo que encuadra perfectamente en el Egipto de los faraones. No por casualidad, hace cosa de 70-80 años, Moret definió a esa civilización (que no usaba, ni tenía, moneda, sino un ingenioso sistema de distribución de bienes y servicios organizado a través de los escribas) como 'comunismo teocrático'. Claro, los coreanos no tienen mucho para distribuir, pero el sistema se le parece mucho. Gracias Aguinis, el art. es muy bueno. Lástima que quienes deberían leerlo no lo harán.

NourielRoubini

   El progreso requiere inteligencia, educación, sentido común, capacidad de trabajo y honestidad. Salvo honrosas excepciones, la clase dirigente argentina y los autoproclamados "progres" están en las antípodas del concepto.