La prensa, a merced del rumor y el agravio

Joaquín Morales Solá    LA NACION

Miércoles 24 de marzo de 2010 | Publicado en edición impresa 

La escritora mexicana Angeles Mastretta ha dicho que le importa el rumor que produce el agravio más que el agravio. Suele explicar esa idea con una metáfora irónica, chispeante y sabia, ciertamente imposible de reproducir en un diario.

La prensa argentina padece desde hace bastante tiempo los estragos del rumor con mucha más fuerza que la bala perdida del agravio. ¿Los periodistas somos meros mercenarios a sueldo, dispuestos a describir el improbable sol de la noche sólo por un salario? ¿Las empresas periodísticas son demonios sueltos entre gente incauta, que defienden nada más que intereses corrompidos? El kirchnerismo ha tenido la astucia (sumada a los recursos y a las complicidades) de amplificar ese debate más de lo que se cree.

El tema es recurrente en tertulias de bares, en mesas familiares y en reuniones de amigos. Tal vez el éxito más importante del kirchnerismo haya sido esa capacidad inédita en los últimos 26 años de democracia de descalificar a sus adversarios reales o imaginarios. Esa situación cumple con el protocolo de un gobierno que llevó las naturales disputas por el poder a las entrañas de la sociedad, hasta fragmentarla entre amigos y enemigos.

La reciente reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa se refirió a la Argentina en términos muy críticos, pero aludió sólo a los asuntos comprobados. Es lo que le corresponde hacer. Sin embargo, aquel debate instalado sobre los periodistas y los medios es tan erosionante para la profesión como los despectivos discursos en los atriles del matrimonio Kirchner, que cuestionó la SIP.

Entremos al conflicto de la dependencia. Es oportuno responder aquellas dos preguntas iniciales que se han incrustado en la discusión social. Cualquiera con experiencia en este oficio sabe que hay muy pocos periodistas que trabajan en un medio contra la opinión del mismo medio. Por lo general, cada periodista llega, tarde o temprano, al medio que más le gusta y en donde se siente más cómodo. Cada diario tiene su línea editorial, su historia y su manera de ver la política, las cosas y la propia vida. Los periodistas también. Esto es así desde que existe el periodismo. Lo que se produce, en última instancia, es una convergencia natural entre la línea editorial del diario y las posiciones personales del periodista. Hay veces que módicas diferencias en ese camino común son fácilmente perceptibles para el lector atento.

Las empresas periodísticas, a su vez, sólo necesitan independencia económica. No hay peor dependencia que la dependencia económica. Dependencia que puede venir del gobierno, viejo proveedor de publicidad, o de un avisador privado único. Cuanto más rentable sea una empresa periodística (y más diversificados sean sus anunciantes), más independientes serán sus medios. Y también sus periodistas. No hay, en general, otros intereses que no sean los que buscan la independencia ahora cuestionada. El Gobierno aspiró siempre, y felizmente no lo logró, a que los medios terminaran agolpados a sus puertas, reclamando una cuota de publicidad y de vida.

¿Eso es lo único que ha hecho la gestión kirchnerista contra la prensa independiente? Ha hecho mucho más. Existen varios programas de TV extremadamente oficialistas. ¿Está mal? No. Pero hay una condición: que se dediquen a ejercer el legítimo derecho de defender a un gobierno, aun cuando el verdadero periodismo pierde su razón de existir si no es crítico. Esa defensa sería legítima, aunque discutible desde la deontología del periodismo. El problema es que tales programas no se ofrecen para esas imposibles defensas, sino para calumniar, ofender y descalificar al periodismo independiente o crítico. En una sospechosa cadena de similitudes, tales insultos se reproducen también en medios escritos que germinaron, sin historia ni explicación, en los años del kirchnerismo.

Redadas televisivas

Un periodista lúcido calificó esas tareas como redadas televisivas y gráficas, igual que en otros tiempos y en otras geografías se perseguía a las personas por lo que eran o por lo que pensaban. Sabemos que esos programas, diarios y revistas no podrían existir sin la subvención del Estado. Cumplen con su misión: actúan como fusileros mediáticos contra los adversarios y periodistas señalados por Kirchner.

Uno de los conflictos que destacó la última y dura crítica de la SIP fue también la persistente ofensiva oficial sobre Papel Prensa. Muchos periodistas buenos están desorientados frente a ese caso. ¿No será un problema particular de sus dueños?, parecen dudar. El Gobierno divulgó que se trata de una perversa empresa y que ella nada tiene que ver con la libertad del periodismo. Es falso.

Papel Prensa no fue una dádiva de la dictadura a los diarios; fue una operación privada que los ex dueños de la empresa (la perseguida familia Graiver) nunca denunciaron ni desconocieron cuando recuperaron sus derechos. Como suele hacerlo con frecuencia, el kirchnerismo metió a Papel Prensa en tal embrollo judicial que ya es indescifrable hasta para los que están en el directorio de la fábrica. Conviene detenerse sólo en los trazos gruesos del problema. Saquemos del medio el folklorismo gansteril de Guillermo Moreno y observemos sus líneas maestras.

En septiembre pasado, Moreno instruyó a los directores estatales de Papel Prensa para que hicieran lo posible y lo imposible para devaluar la empresa hasta que el Estado pudiera comprarla a precio de oferta o para crear las condiciones de una intervención. Es eso lo que ha hecho durante seis meses. Papel Prensa sería inviable si LA NACION y Clarín decidieran no comprarle papel para diarios. Podrían consumir papel importado. Pero ¿qué sucedería si Moreno, dueño y señor de la Aduana, decidiera cerrar la importación de papel? Esa es la pregunta que los periodistas debemos hacernos. En tal caso, los diarios deberían caer de rodillas ante Moreno para acceder a míseras cuotas de papel. ¿Nos gustaría escribir en diarios tan dependientes de la arbitrariedad del mejor soldado de Kirchner? ¿Es una empresa o es la libertad lo que está en juego? Es la libertad. No lo dudemos.

Hay ahora otro acceso hacia la descalificación del periodismo. Lo promueve Internet. Nunca el periodismo fue tan eficaz ni tan rápido. Sin embargo, esa horizontalidad de la comunicación, ese milagro de la modernidad tiene un aspecto oscuro. "Una parte de la Web es una cloaca de psicópatas anónimos", escribió hace poco Jorge Fernández Díaz. ¿Algunos psicópatas disfrutan también de subsidios oficiales? Hace menos tiempo, en el diario El País , de Madrid, José Luis Barbería profundizó la descripción: "¿Por qué pululan por ahí (por la Web) gentes inclinadas a denigrar y despellejar, mentes perezosas que no leen lo que descalifican y sueltan lo primero que se les pasa por la cabeza?".

Barbería citó una idea de Rosa Pereda que encaja justo en el caso argentino: "El escándalo, la burla, el insulto y la murmuración denigratoria son, según Pereda, las formas más eficaces de control social". Los periodistas no somos ángeles caídos. Hay buenos y malos periodistas, y buenos y malos medios. Los Kirchner no hacen esa diferencia: para ellos, el periodismo debe estar con ellos o contra ellos. Ese es el punto de partida hacia el destino final, grave e irreparable: el control de la opinión social y, por lo tanto, de la libertad.

La lógica del poder y del apriete

Por Joaquín Morales Solá

 
Domingo 28 de marzo de 2010 | Publicado en edición impresa 

Una vieja leyenda política señalaba que Cristina Kirchner era más negociadora y consensual que su marido. Esa invención se respaldaba en la historia personal de la Presidenta, que hizo gran parte de su carrera en la política nacional entre diputados y senadores acostumbrados a negociar. Ahora se sabe que fue sólo una creación del kirchnerismo en los tiempos en que intentaba instalar la entonces apagada imagen de Cristina. Nunca como en los días recientes la política de los Kirchner estuvo más tomada por la intolerancia, la presión y la amenaza explícita o implícita a sus adversarios de cualquier estirpe. Una cultura del apriete parece haberse instalado peligrosamente en la Argentina. ¿Qué les pedirá mañana la Presidenta a los gobernadores kirchneristas, en Olivos, si no una renuncia a lo que son y a lo que representan? Les reclamará que la ayuden a voltear un nuevo sistema de coparticipación del impuesto al cheque, que está a punto de ser aprobado por el Senado con la deserción de varios oficialistas. ¿Por qué el Gobierno dejó que la misteriosa agrupación Quebracho mostrara el miércoles su poder de destrucción y su adiestramiento para esas tareas? ¿Qué costo político temió pagar la administración si evitaba esas imágenes de depredación y violencia?

Apriete político o apriete violento. Esos son sólo ejemplos extremos de un sistema de poder que busca permanentemente la polarización de la sociedad; es también el camino para sembrar el temor entre todos los que podrían decir que no. El Gobierno está en condiciones, incluso, de librarse en los resultados contables de las nuevas obligaciones de la coparticipación del impuesto al cheque. Podría cumplir con esas obligaciones y reducir los actuales aportes del Tesoro a las provincias.

Sin embargo, hay una diferencia insoportable para el kirchnerismo: los actuales aportes están a disposición de la arbitrariedad de los que gobiernan, mientras los nuevos serán rígidamente fijados por una ley. En una lógica retorcida, el inminente apriete a los gobernadores persigue el objetivo de que éstos continúen aceptando los aprietes.

Nadie sabe quién financia a Quebracho; menos se conoce en qué cosas cree o si tiene un proyecto de poder. Las imágenes del miércoles fueron patéticas, a pesar de tantas lagunas de desconocimiento, por el grado de entrenamiento y disciplina que sus militantes mostraron ante las cámaras de televisión. Sólo se saben dos cosas de Quebracho: sus apariciones no son frecuentes, pero son extremadamente violentas cuando ocurren. Actúa con la eficacia y la sincronización propias de adiestradas fuerzas militarizadas.

Existe una tercera constatación: el miércoles, las fuerzas de seguridad no hicieron nada ante ese encarnizamiento desatado en el centro de la ciudad. ¿Cuenta Quebracho con protección especial? ¿Por qué? ¿A cambio de qué? ¿Acaso para sembrar temor entre líderes que ya no se inclinan ante los Kirchner?

Un día después, un juez de Mendoza, el camarista Otilio Roque Romano, denunció públicamente que recibió mensajes cuasi mafiosos (para usar un término en boga) cuando debía decidir una apelación por un fallo de inconstitucionalidad de la ley de medios. Romano explicó que su casa fue asaltada en un operativo comando y que le robaron el archivo de su computadora. También dijo que recibió presiones de "organizaciones de derechos humanos", pero no dio más precisiones.

El problema es que Romano no es el único presionado. Otros magistrados, que llevan causas de corrupción contra funcionarios del Gobierno o que deben decidir sobre problemas importantes para la administración, también reciben llamadas con advertencias o promesas. Uno de los jueces de la Corte aceptó hace unos días que esas presiones son habituales entre los jueces de instancias inferiores o intermedias.

El Gobierno no defendió a Faggionatto Márquez, hasta el instante agónico, porque creyera en su inocencia; nadie, en su sano juicio, puede concebir inocente a ese ex juez. La defensa oficial se basó en la premisa política de que el kirchnerismo debía enviar un mensaje de que todavía está en condiciones de proteger a los jueces que le hacen favores. No pudo. Los propios legisladores kirchneristas que integraron el jury se manifestaron incapaces de cerrar los ojos ante la evidencia. ¿Cómo explicaría en su provincia, preguntó uno de ellos, un voto a favor de Faggionatto Márquez? Imposible.

Otro juez, el polémico Norberto Oyarbide, entendió la nueva situación en el acto. Un día después, ordenó el allanamiento de casas y oficinas de Ricardo Jaime, el ex funcionario con más causas judiciales abiertas por presuntos actos de corrupción. Oyarbide había puesto a dormir esos expedientes durante más tiempo del que puede explicar.

Otro que recibió las esquirlas del caso Faggionatto Márquez fue el presidente del radicalismo, Ernesto Sanz, que hizo, como senador, las veces de fiscal del ex juez. El oficialismo ventiló primero la grabación de una conversación telefónica de un colaborador suyo para endilgarle a Sanz un objetivo político. La grabación fue hecha por los servicios de inteligencia que controla el Gobierno. La redada mediática del kirchnerismo difundió en los últimos días otra versión, que ponía en duda el honor de Sanz. El senador está seguro, al final de una pesquisa que realizó, de que detrás de esa difamación estuvo la mano del ministro del Interior, Florencio Randazzo.

La periodista Magdalena Ruiz Guiñazú fue agraviada y calumniada por Hebe de Bonafini en uno de los arrebatos verbales más injustos que ésta haya tenido. Magdalena, una periodista crítica de cualquier poder (también del actual), le inició a Bonafini una querella por calumnias e injurias. Pero ¿por qué las personas honestas están condenadas en la era kirchnerista a dar explicaciones sobre una vida que no vivieron? ¿Por qué el locuaz gobierno kirchnerista calla cuando la insidia afecta a los que no están con él? ¿Qué mensajes conllevan esos silencios?

La propia Cristina Kirchner dejó de lado su condición de abogada y de Presidenta cuando el mismo miércoles prejuzgó al tratar en su discurso en la antigua ESMA el caso de los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Esa causa está en la Justicia y hay una disidencia entre las partes sobre cómo deben seguir las indagaciones en los tribunales. Punto. No hay ninguna constatación.

Sin embargo, la Presidenta dio por hecho que esos jóvenes son hijos de desaparecidos y que su madre es una apropiadora. ¿La madre es culpable sólo por ser la directora de un medio periodístico al que los Kirchner le declararon la guerra? ¿Se necesita tan poco para resolver un difícil conflicto humano? En el fragor del combate perpetuo, los Kirchner se han olvidado de cualquier compromiso con la condición humana.

Cierto populismo suele olvidarse de lo humano, y también de la legalidad. Los tribunales internacionales de derechos humanos existen para proteger a los ciudadanos de posibles abusos del Estado. Cristina Kirchner es la expresión más importante del Estado argentino en estos momentos. ¿Para qué prometió entonces que recurriría ante esos tribunales por el caso de los jóvenes Herrera Noble? Ella es la que debe garantizar en su país una justicia sensata e imparcial para todos los protagonistas de ese dramático conflicto.

La guerra en estado crónico cubre con un velo confuso y difuso hasta las buenas decisiones políticas de los Kirchner. Pagar la deuda es una buena decisión después de tantas transgresiones argentinas. ¿Por qué pagarla transgrediendo todas las formas legales? ¿Por qué no recurrieron al Congreso si necesitaban de las reservas? ¿Por qué prefirieron un decreto con las formas de un ultimátum? Hasta la inquebrantable Elisa Carrió admitió que un proyecto de ley presentado en el Congreso le habría resuelto el problema de las reservas al Gobierno.

Algo parecido pasa con la decisión de dejar atrás el default con los holdouts , los bonistas que no entraron al canje de la deuda en 2005. La decisión política es correcta, pero el Gobierno hace presentaciones de su propuesta en el exterior mientras aquí nadie sabe nada. ¿Está haciendo la propuesta conveniente o podría haber alguna mejor? ¿Por qué no se consultó al menos con los líderes parlamentarios, oficialistas y opositores? En la cuenta final, los dos Kirchner son iguales: el poder es, para ellos, un latifundio personal que debe acatarse. Por las buenas o por las malas.

 

ENTREVISTA RAFAEL FLORES EX DIPUTADO PERONISTA POR SANTA CRUZ

CRITICO. RAFAEL FLORES, CONOCE A LOS KIRCHNER COMO POCOS. "LO DE ELLOS ES UNA ACTUACIÓN, UNA IMPOSTURA".
Rafael Flores y Néstor Kirchner se conocen como pocos. Crecieron muy cerca en Río Gallegos. Estudiaron abogacía en La Plata, militaron en la misma agrupación de la Juventud Peronista y regresaron al Sur.

"Cuando Menem anunció los indultos, Kirchner no dijo ni pío"

Militó con ellos en la juventud. Pero rompió hace años. Dice que nunca les interesaron los derechos humanos.

 
Por: Leonardo Mindez


Las tres noches de calabozo que compartieron en Gallegos al comienzo de la dictadura parecieron desviar sus caminos: Flores se vinculó luego al Centro de Estudios Legales y Sociales y presentó decenas de habeas corpus por presos políticos. Kirchner prefirió concentrarse en las ejecuciones hipotecarias.

Tras la recuperación democrática, ambos lideraron corrientes paralelas dentro del peronismo santacruceño. Labraron acuerdos políticos que los convirtieron en aliados, pero rompieron definitivamente cuando Flores, harto de Menem y Kirchner, saltó al Frepaso.

El ex diputado, hoy se define como "un bote que no encuentra puerto en el que recalar", pero no se resigna a alejarse de la política y después del acto de esta semana en la ex ESMA, asegura que "lo de los Kirchner es una actuación, una impostura".

¿Cómo ha sido en el pasado la relación de los Kirchner con el tema derechos humanos?

Nunca tuvieron ninguna cercanía con los organismos de derechos humanos. Ni durante la dictadura ni cuando volvió la democracia. Cuando Menem anunció los indultos, yo renuncié al tribunal de disciplina partidario. Pero Kirchner no dijo ni pío. Incluso Cristina, en ese entonces en la Legislatura, bloqueó mucho tiempo un proyecto para que se conmemorara el 24 de marzo. Al final se aprobó, pero sin la parte que pedía que se impartieran clases alegóricas en las escuelas. A ellos siempre les preocupó más celebrar el 2 de abril, porque les ayudaba a mantener una buena relación con los militares, que eran muchos en la provincia.

Entonces se debe haber sorprendido cuando Kirchner llegó a la Presidencia y levantó con fuerza la bandera de los juicios a los represores.

No, para nada. Porque los Kirchner siempre se apropian de los discursos y prostituyen las ideas. La inconstitucionalidad de las leyes del perdón ya la venían declarando varios jueces antes de que llegara Kirchner. Y ellos no hicieron nada realmente efectivo para acelerar los juicios, como podría haber sido agrupar las causas en grandes bloques o dotar de mayores recursos a los juzgados. Luego, cooptaron con dinero y cargos a las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, como han hecho siempre. Creo que la etapa de militante estudiantil fue la más honesta de la carrera política de Néstor Kirchner. Y me da la impresión de que ahora intenta reivindicarse de lo que no hizo durante la dictadura, cuando prefirió dedicarse a otras cosas lamentables.

¿Fueron los años de la llamada "acumulación primaria" de su fortuna personal?

Hay que terminar con esa historieta. Con las ganancias de esos años compraron algunas viviendas modestas, pero nada que les cambiara la vida. Seguían viviendo en el mismo lugar y Cristina no se vestía en las tiendas de lujo. Para hablar del origen de su fortuna hay que mirar desde que llegan a la gobernación y comienza a reinar la oscuridad en los contratos millonarios de obras públicas con sobreprecios que jamás investigó la Justicia. O en el manejo de los permisos de pesca o en el vaciamiento del Banco de Santa Cruz. Por eso, cuando Kirchner asumió en 2003, escribí una nota en la que pedía que no repitiesen lo de Santa Cruz.

¿Y qué balance hace ahora, después de casi siete años?

Que ocurrió lo mismo, pero a mayor escala. También en Santa Cruz, Kirchner recibió una provincia hastiada de los desórdenes institucionales y con un viento de cola muy fuerte en lo económico. El desafío era sustituir una economía basada en el empleo público por un esquema productivo moderno. Pero no hizo nada y la provincia se degradó. Su único objetivo siempre fue la acumulación de poder a cualquier precio. Tanto en Santa Cruz como en la Nación se desaprovechó una oportunidad enorme. No sólo no se puso en marcha un modelo sustentable en el tiempo. Lo más grave es lo que queda. La hipoteca en materia social y educativa es enorme.

¿Cree que Kirchner será candidato en 2011 o finalmente aceptará ceder espacios de poder?

Es que los Kirchner no confían en nadie más. Y ya los debe estar acosando la preocupación de que la Justicia les haga rendir cuentas a ellos y su grupo.

¿A quiénes se refiere?

Kirchner construyó un sistema a la rusa. Yo lo vi tras la caída de la Unión Soviética. Un modelo capitalista de reparto de empresas y negocios al grupo de amigos del poder. En este contexto, hablar de distribución de la riqueza es de una caradurez insostenible.