EE.UU. minimizó las críticas de Cristina Kirchner: "Hay una valoración enorme" de Obama en América Latina

Lo dijo el encargado de las relaciones del gobierno estadounidense con la región, Arturo Valenzuela, ante una pregunta de la corresponsal de Clarín. Y añadió: "Cada uno puede tener su propia opinión sobre la política exterior de Estados Unidos".

"Los cruces han enrarecido el ambiente". Análisis. Por Ana Barón, corresponsal en Washington.

Luego de las criticas de la presidenta Cristina Kirchner a la gestión de Barack Obama, el secretario de Estado adjunto para el hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, dijo que Estados Unidos está convencido de la "apreciación enorme" del presidente Obama y de su gestión en America Latina.

"Cada uno puede tener su propia opinión sobre lo que puede ser la política exterior de Estados Unidos o sus éxitos o falta de éxitos de otro país. Nosotros estamos confiados de que efectivamente ha habido una apreciación enorme en el continente americano de la gestión de Obama", manifestó Valenzuela ante una pregunta de la periodista de Clarín, Ana Barón, en una rueda de prensa en Washington.

Valenzuela además replicó que Obama "es probablemente la figura política más popular en casi todos los países de las Américas", algo que "refleja una valoración enorme de su persona como dirigente y también de su visión del mundo".

Las declaraciones del alto funcionario del gobierno de Estados Unidos se producen luego de las criticas de la mandataria argentina, quien manifestó que las expectativas que había en la región con respecto al presidente Barack Obama "no se han cumplido", aunque "nadie esperaba que fuera un príncipe en un corcel blanco".

La Presidenta había dicho también que en la región existe una "sensación de oportunidad perdida" y calificó como un "error" que Obama no haya tenido una "postura más firme" frente al golpe de Estado de Honduras.

El principal responsable de la agenda latinoamericana en el Departamento de Estado reiteró que Estados Unidos está "muy comprometido" con la búsqueda de un "diálogo franco, ameno, de compartir ideas de forma respetuosa" con América Latina para "colaborar bien como socios" y "buscar soluciones" a los problemas que enfrenta el hemisferio.

Valenzuela adelantó que durante la reunión que sostendrá la presidenta Cristina Fernández con la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, el lunes en Uruguay, ambas llevarán a cabo una "revisión de temas internacionales que van más allá de las Américas", además de una "valoración de las relaciones bilaterales".

Con Obama regresó el realismo en la política

Estados Unidos debía sin duda revisar su inserción internacional. Su presidente muestra cómo, paso a paso, es posible.

 
Por: Felipe de la Balze  ECONOMISTA Y NEGOCIADOR INTERNACIONAL

El presidente Barack Obama recibió de su predecesor una situación internacional compleja. Las políticas de Bush crearon un mar de desconfianza entre los Estados Unidos y el resto del mundo. La invasión a Irak fue un fiasco, la democratización de Oriente Medio, un espejismo, y las presiones sobre Irán y Corea del Norte para que abandonen sus programas nucleares, infructuosas.

Obama se propuso revertir la situación heredada. Sus prioridades de política exterior incluían: (a) trabajar activamente para alcanzar un acuerdo de paz duradero entre Israel y Palestina; (b) iniciar negociaciones serias con Irán respecto de su programa nuclear e intentar restablecer una cooperación amplia con dicho Estado -a la manera de lo que Nixon/Kissinger habían realizado con China en 1971-; (c) enfatizar la dimensión política, y no sólo la militar, en la campaña contra los talibanes en Afganistán; (d) dejar en claro que en la lucha contra el terrorismo, el enemigo no era el Islam sino el fundamentalismo armado; (e) mejorar la relación con Rusia; (f) establecer una alianza política y no sólo económica con China y (g) conseguir que Corea del Norte descartara las capacidades nucleares y misilísticas que había adquirido.

A Europa y a América latina se les asignaba una menor prioridad, pues no se percibían problemas fundamentales en la relación. Se proponía profundizar el diálogo y obtener apoyos sobre temas puntuales (México y el narcotráfico, Brasil y el calentamiento global, Europa y Oriente Medio, etc.).

A un año vista, podemos decir que los intentos de revitalizar la agenda diplomática e infundir nuevos aires a la política exterior norteamericana fueron un paso en la dirección correcta. Las iniciativas de Obama (y su carisma) han contribuido a restablecer el prestigio de los Estados Unidos. Las encuestas muestran una mejora notable en la opinión pública internacional.

Desafortunadamente, varias de sus más importantes iniciativas han chocado con una realidad difícil de modificar. En Oriente Medio, Obama realizó un valiente esfuerzo para acercar a israelíes y palestinos, y concretar una paz duradera fundada sobre la base de la coexistencia de dos estados nacionales. Pero el establecimiento de nuevas colonias judías en los territorios en disputa y la discusión sobre el futuro de Jerusalén bloquearon el camino.

Irak se ha estabilizado política y militarmente. El retiro de las tropas de combate norteamericanas está previsto para fines de agosto. Lo que pasará después está aún por verse. Seguramente, las nuevas fuerzas armadas (entrenadas por los Estados Unidos) ejercerán un rol privilegiado en la futura política iraquí.

La situación militar en Afganistán no ha cesado de deteriorarse. El conflicto con los talibanes se ha extendido a Pakistán, amenazando con desestabilizar dicho país.

En América latina, la política exterior norteamericana ha sido cautelosa. No percibe en la región amenazas vitales que requieran inmiscuirse en los asuntos internos de los países. Se propuso normalizar (sin fecha) la relación con Cuba, esquivar los choques con los "estados bolivarianos" (Bolivia, Ecuador y Venezuela) y otorgarle a Brasil un rol privilegiado en su política regional.

Respecto de Rusia, la decisión de cancelar la instalación de bases misilísticas en la República Checa y en Polonia ha facilitado el restablecimiento de una relación más cooperativa.

En la relación con China, se ha establecido un mecanismo de consulta bilateral a los más altos niveles del Estado (el llamado G2). Además de los asuntos económicos, se han incorporado a la mesa de discusión otros temas complicados como la venta de armas a Taiwán, el apoyo internacional al Dalai Lama, el destino del programa nuclear iraní, el futuro de la península coreana y la lucha contra el terrorismo islámico.

EE.UU. promovió una mayor participación de los grandes países emergentes en la negociación económica mundial. El fortalecimiento del rol del Grupo de los 20 y las propuestas para incrementar el poder de decisión de las grandes potencias emergentes (Brasil, Rusia, la India, China o los BRIC) en los órganos decisorios del FMI y del Banco Mundial van en esa dirección.

La oferta de negociación con los oponentes más acérrimos (Mahmoud Ahmadinejad en Irán, Kim Jong-Il en Corea del Norte, Hugo Chávez en Venezuela y los hermanos Castro en Cuba) han caído, hasta ahora, en saco roto. Para ellos -que construyeron sus liderazgos a partir de la confrontación con EE.UU.- la apertura propuesta por Obama no es necesariamente una nueva oportunidad sino más bien una amenaza, pues modifica el régimen geopolítico que les permitió consolidar su poder.

En general, la política de Obama es más realista y sensata que la de Bush. La relación entre medios y objetivos es más verosímil. Su equipo es profesional y experimentado. Tratar al mundo reconociendo su palpable realidad y la existencia de intereses divergentes y de puntos de vista contradictorios -aceptando los límites del poder propio- es un punto de partida meritorio, en particular después de los excesos que ocurrieron durante la era anterior.

El primer año de Obama representa una clase magistral sobre los límites del poder y sobre el tipo de dificultades que debe enfrentar un país cuando intenta modificar su inserción internacional, ante la emergencia de un nuevo escenario. En política internacional, salvo cuando ocurren cataclismos o revoluciones, el mundo se mueve dando pequeños pasos. Generalmente, los intereses están enraizados, las sospechas son congénitas y los dogmas parecen intocables.

Queda para el futuro el desafío mayor: mostrar resultados concretos en algunos de los asuntos más espinosos, ya que el carisma personal del líder y la voluntad de diálogo de una gran potencia son activos que se deprecian cuando no hay realizaciones concretas.