La cultura popular, vital para el interés de los
pueblos por ser y expresarse.
 
Durante la década del 90, los teóricos del
neoliberalismo afirmaban que la globalización
ponía punto final a las utopías, y consagraban el
fin de la historia –como si por decreto del
Imperio dominante, merced a una
supuesta ley del mercado,
se pudiera liquidar la rebeldía popular-.
En esa sintonía, muchos intelectuales
gallináceos del ámbito local pusieron todas sus
energías al servicio de
alinear el pensamiento a los postulados
“globalizados”, adoptando las explicaciones
y programas de acción prefabricados por los gurús
de la city y los think thank del stablishment
para estas pampas.
Se ha verificado así una nueva
“Traición de los Intelectuales”, pero también de
la dirigencia en general,
en pos de la configuración de un mundo en el cual
las idiosincrasias eran
rémoras del pasado, a la vez que las teorías del
movimiento popular, las
teorías de la dependencia, aún aquellas otras tan
caras a los liberales
como son la del progreso y de la evolución,
estaban destinadas al desván
de las cosas viejas e inútiles, reemplazadas por
una visión cristalizada
de la realidad desde donde nos decían que si bien
no había vencedores ni
vencidos, ya que el mercado se rige por normas
asépticas e irreductibles,
unos -ellos- eran los ganadores y los otros
-nosotros, los pueblos del Tercer
Mundo-, éramos los perdedores, a quienes restaba
aceptar las nuevas reglas
del juego.
Con los despojos de nuestra Soberanía Nacional,
nuestros Estados debían
adaptarse acríticamente a los requerimientos del
mundo Global.
El principio del eficientismo derivó en el
achique funcional de las estructuras
institucionales, mas no en una real reducción de
personal, ya que es virtud
de la tecnocracia multiplicar agencias (1), limitando en los hechos la capacidad
del Estado de direccionar políticas y actuar como
contralor de la prestación
de servicios delegados a la ?iniciativa
privada (2). Privatizaciones y desregulación
se sucedieron en los países que siguieron las
pautas del Consenso de Washington.
 
Cuando parecía que el corset mental del
pensamiento único era inamovible,
resurgen nuevamente los pueblos. Ciertamente se
toman su tiempo. El necesario
para articularse e interpretarse.
Parafraseando a Homero Manzi podemos decir que
“entonces vino la Cultura
Popular para salvarnos”. Ella, fundante, total,
nos contiene a todos con
nuestras contradicciones y diferencias, vital y
por lo tanto móvil y en
tensión, en permanente transformación, idéntica y
diferente a si misma.
En la mirada del pueblo reside su interpretación
del mundo en que vive,
padece y sueña, que le permite trabar relaciones
con su prójimo, y que resiste,
a la vez que asimila y transforma, la “cultura
culta”, aquello “políticamente
correcto” que pretende imponerle la clase
dirigente, que está limitada a
simple repetidora de la “colonización pedagógica”
digitada por las usinas
de pensamiento de los países centrales.
En algún aspecto, pasa con la Democracia algo
similar a la cultura popular.
Al igual que en esta última, el juego de
contrarios habilita el equilibrio
de frenos y contrapesos; en la democracia esto se
verifica entre los tres
poderes del Estado (3), constituyendo un estilo de
vida que a partir de la
primera post guerra y en particular desde la
segunda, será igualitario,
participativo y deliberativo por definición,
sistema “exigente” (4) que obliga
a los ciudadanos a organizarse en busca del bien
común (5), objetivo que
no puede menos que constituir su Proyecto
Nacional, que es aquél que se
propone alcanzar una verdadera comunidad
integrada, a partir del consenso,
cuando aquella “se hace dueña de su propio
destino”.
Proyecto Nacional cuya expresión directa se
realiza a través de la cultura
popular... Ahí se devela, entonces el objetivo de
dominación del neoliberalismo,
al pretender arrasar con los particularismos
localistas, al propugnar la
fragmentación social y la disolución del
Estado-Nación, tildados de “efectos
Inevitables” del “progreso”? alcanzado por la
humanidad.
Contra esto, nosotros, los pueblos, existimos, y
resistimos, y nos alzamos
orgullosos decididos a no someternos. Frente al
par antagónico de Justicia
o Libertad, cabe responder con la fórmula
integradora de JUSTICIA y LIBERTAD,
no a modo de síntesis sino como unión vital de
los dos elementos permanentes,
y por opción ideológica ponemos el acento en la
justicia, en el convencimiento
de que sin esta no hay libertad posible.
Esto se traduce en nuestra América Latina en el
común objetivo de liberación,
a fin de derribar las estructuras que nos atan a
una dependencia contraria
a los intereses de nuestros pueblos. A pesar de
los males de este tiempo
seguimos creando y creyendo, viviendo y amando.
Afirmándonos a través de
la cultura popular, afirmándonos a través de las
organizaciones populares
que van resurgiendo renovadas y ancestrales, como
el antiguo grito de justicia,
el viejo anhelo de libertad. Contra la estática
de la década del 90, los pueblos
se mueven, se reponen de las viejas heridas y,
acaso, a partir de un 19
y 20 de diciembre se deciden a decir “No”. Los
pueblos nos ponemos de pié.
Y avanzamos.
 
 
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(1) Afirma Daniel Campione que la introducción de
“perfiles gerenciales”
en la administración pública data en la
Argentina, por lo menos, de los
Años 30 del siglo XX (en las cuales se ha
insistido con diversa orientación,
alcance y fortuna y sin solución de continuidad,
desde entonces), pretensión
que ha sufrido desde el inicio «dificultades para
introducir un grupo tecnoburocrático
en el mar de la administración que se divide
entre el crudo clientelismo
y la formación burocrática tradicional, y por lo
tanto estaba tomada por
la conflictiva coexistencia entre tipos
organizacionales completamente distintos».
Las políticas de achique del Estado de fines de
los 80 a su vez presentan
una tendencia a la “autoreproducción” a través
de los diferentes programas
de reforma del estado llevados a cabo por
organismos descentralizados y
provinciales, proceso entorpecido por la
duplicación de iniciativas en que
los organismos de reforma intentan absorberse
unos a otros, que chocan,
además con dificultades propias de la falta de
presupuesto y reducción de
recursos humanos, y la consecuente “pérdida de
saberes y técnicas adquiridas”.
Véase Campione, Daniel: “El Estado en Argentina.
A propósito de cambios
y paradigmas”. Publicado en la Revista del CLAD
Reforma y democracia, N°9,
(Oct. 1997). Caracas.
(2) A partir de fines de los años 80 se
consideran superados los modelos
de “Desarrollo” existentes entre 1880-1930
(modelo agroexportador basado
en la explotación de recursos naturales,
promoción de mano de obra inmigratoria
e inversión extranjera destinada a la
construcción de infraestructura necesaria
para el funcionamiento del modelo), y de 1930
hasta fines de la década del 70
(industrialización sustitutiva de
importaciones con pleno empleo y producción
dirigida hacia el mercado interno donde el Estado
cumplía el rol de regulador
de la economía). Tras el golpe de 1976 y durante
las décadas del 80 y 90,
se observa una nueva forma de acumulación,
orientada al “crecimiento”, de
acuerdo con las previsiones del modelo rentístico
financiero, o aperturista
por el cual, de acuerdo al Consenso de
Washington, los Estados pierden su
función. Se prioriza la inserción en el mercado
mundial, evitando las trabas
que obstaculizaran el libre flujo de capitales y
la inversión especulativa,
quedando directamente en manos del mercado, y en
él, de las empresas privadas,
las actividades del capital. Ello redunda en una
formidable concentración
de capital, la ruptura de la cadena de producción
y la destrucción de empleo,
y la “reprimarización” de la producción limitando
el crecimiento a la “especialización
en commodities y servicios”. El derrumbe de la
economía del considerado
mejor exponente de la política económica
neoliberal ha permitido que en
la empobrecida América Latina se alzara una
impugnación generalizada contra
las recetas del paradigma del FMI, oyéndose ecos
de disidentes como Joseph
Stiglitz, entre otros. Para analizar los modelos
de desarrollo, véase Chojo
Ortiz, I. y García Delgado, D. “La ilusión del
desarrollo. Crisis y Alternativas”.
Bs. As. Diciembre 2002.
(3) Viejo principio decimonónico sistematizado
por Montesquieu.
(4)Véase el concepto del reciente trabajo de
Gianfranco Pasquino, en “La
democracia exigente”. Asimismo es conveniente
recordar lo que al respecto
decía Juan Domingo Perón: “El hombre ya no puede
ser considerado como un
ente aislado, sino como un elemento integrante
del conjunto. Esto explica
lo que parece sorprender a muchos: la decadencia
de los partidos políticos
y su reemplazo por las organizaciones mayores y
más naturales en las que
el hombre opina y vive lo que conoce y no lo que
conocen y viven unos cuantos
intermediarios. Por otra parte la democracia de
nuestro tiempo no puede
ser estática, desarrollada en grupos cerrados de
dominadores por herencia
o por fortuna, sino dinámica y en expansión para
dar cabida y sentido a
las crecientes multitudes que van igualando sus
condiciones y posibilidades
a las de los grupos privilegiados. Esas masas
ascendentes reclaman una democracia
directa y expeditiva que las viejas formas ya no
pueden”. En Perón, Juan
D. “Latinoamérica, ahora o nunca”. Editorial
Buenos Aires SRL., Bs. As.
1982. Pp. 16.
(5)Concepto de raíz aristotélica.
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La yapa (de lujo):
 
Un cuento breve, extraño  y metafísico.....
 
Desde el fondo de las eras se alza el clamor del
oprimido por justicia y
libertad. Los reclama del hombre, que es quien
los arrebata.
En el centro, acaso, del ancho océano sin
fronteras, tal vez sorprenda a
Infinito -uno de los nombres de Niebla- una vaga
nostalgia por lo jamás
sucedido.
Da vuelta el pesado reloj de cristal y arena.
Torbellino fugaz, el presente le trae ecos de que
allá, frente al arcano,
un hombrecito ha quebrado el nudo de un golpe y
se ha hecho a la mar, mientras
se ufana de haber dado inicio al Tiempo.
Infinito sonríe, y limpia suavemente sus anteojos
de carey.
Allá, todavía, aquél se agita y presume, una por
una de sus conquistas,
antes de percatarse de que el dilema -uno de los
rostros del enigma- se
le ha hecho carne y aguarda que le de su nombre,
cada vez.
Sumergido en su noche el hombre ha descubierto su
único privilegio, el de
buscarlo en el sin sentido del mundo. El de
buscar un nombre que contenga
todos los nombres, que lo comprenda a él mismo, y
lo revele.
Pobremente pronunciará, Muerte. Vida. Destino.
Dios. Natura. Absoluto.
Nada.
¡Con cada golpe de cincel de sus palabras anhela
construirse un castillo
que lo abrigue y proteja, y lo instale por encima
de su vana condición!
Sin ver más allá de su nariz Ah, cuanta falta
le harían los anteojos de
carey!- pretende que lo coloque sobre los otros,
a los que desprecia y teme.
 
Entabla así dura batalla por su dominio, hinca el
diente y cierra sus puños
contra el hombre, y le impone amarga ley, y lo
somete, por poseer, por hacerse
de la construcción que él mismo ha elevado, antes
de percatarse de que,
apenas, se halla cimentada sobre su aliento. Y
que el dilema exige respuesta.
 
El clamor del oprimido. Se alza. El grito del
opresor.
Entretanto, la arena fluye.
 
 

Para un debate acerca de la "Comunidad Organizada”

por Marcela L. Colcerniani

"La Comunidad debe ser conscientemente organizada. Los Pueblos que carecen de organización pueden ser sometidos a cualquier tiranía. Se tiraniza lo inorgánico, pero es imposible tiranizar lo organizado"

J. D. Perón, circa 1974. "Modelo Argentino para el Proyecto Nacional".

Ed. de la Victoria, Bs. As. 1984

«Cualquier Estado que merezca llamarse así, debe atender a la virtud,  ya que, de lo contrario, la comunidad resultará ser únicamente una alianza   y la ley sólo un convenio que no es capaz de hacer a los ciudadanos virtuosos y justos. Un Estado no es meramente la participación en un lugar común, en orden a prevenir injurias y daños mutuos y a favorecer el intercambio de bienes. Los hombres se asocian no solo por causas de la existencia material, sino, mas bien, con el fin de lograr una vida feliz»

Aristóteles. Fragmentos de “Política”.

«El paso de una sociedad basada en el consumo a una sociedad basada en el trabajo requiere una completa activación de toda la colectividad promovida y desarrollada en un contexto social capaz de hacerle prosperar y ampliarse. Es preciso entonces

activar la. La participación exige y provoca la liberación de las energías que a su vez despiertan las fuerzas adormecidas. La iniciativa, quicio de la renovación de la sociedad, puede ser promovida y desarrollada en un contexto social capaz de hacerle prosperar y ampliarse. Es preciso entonces activar la sociedad a todos los niveles y en todos sus sectores. La Democracia Participativa, basada en el principio de soberanía nacional donde el pueblo en tanto ser dinámico considerado en su obrar, es soberano, es la concepción política que expresa estas imperiosas exigencias»

Pier Luigi Zampetti. "La participación popular en el poder".

PROCESO DE DESCIUDADANIZACIÓN Y DICTADURA

Un resultado buscado por la última dictadura militar, implementado a través de distintos niveles de penetración cultural –la propaganda, la educación formal y el terror- fue la desciudadanización de las personas. El aislamiento y el terror promovidos como mecanismos de dominación, impusieron una inversión de valores en la sociedad: Contrariamente a la solidaridad, se potenció el egoísmo, en vez de participación se alentó la indiferencia, antes que fortalecer los lazos de la comunidad, se propendió al individualismo. Esto, a su vez, dejó el campo propicio para el avance posterior del neoliberalismo. La Sociedad Global precisa del hombre consumidor y de un tipo de Estado mínimo, que no obstaculice la lucha por la acumulación.

En esa sociedad trastornada los objetos no valen ya por su función sino sólo como objeto de deseo, nunca saciado. El hombre resulta, así, condenado a la insatisfacción. El consumidor devendrá en objeto y el verdadero sujeto será el deseo. No hay proceso de construcción de la ciudadanía posible sino a partir de la praxis. Los estallidos del 19 y 20 de diciembre de 2001 y las instancias organizativas emergentes o potenciadas a partir de ellos -el asambleísmo surgido entonces, junto a las organizaciones piqueteras- deben llamar a todos a la reflexión.

Si manifestaron el hartazgo de una ciudadanía que sacudía trabas e inhibiciones fomentadas desde la última dictadura, decidida, al fin, a tomar parte activa de su tiempo, también reflejaron una carencia, dolorosamente sentida por los sectores medios y bajos de la sociedad, producto de su aislamiento y de la falta de representación. “Asambleístas” y “Piqueteros”, si bien son representantes de sectores diversos en una sociedad cuyo tejido social está fragmentado, no dejan de revelar la reacción -espasmódica- de unos sectores sociales aislados que han debido reconstituir sus propias redes de contención en una sociedad estallada.

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Y ORGANIZACIONES CIVILES

Una Argentina cuya sociedad se revela fragmentada, presenta a fines de los 90 y principios de siglo, como exponente sintomático, un tipo singular de ciudadano, indiferente e insensible, contra el cual poco más que su resistencia han podido oponer los grupos y organizaciones que, desde la restauración de la democracia a principios de los años ´80 no  han dejado de estar políticamente activados, denunciando la aplicación de la receta neoliberal, a pesar del descrédito promovido desde la propaganda contra la política, y veladamente contra la militancia política y toda forma de participación social, emanada de los monopolios mass mediáticos, la deslegitimación de una dirigencia –no solo política y sindical- claudicante, y el quiebre de la sociedad, entre aquellos que adoptaron concienzudamente el paradigma neoliberal y los que de un modo u otro se aislaron, asumiendo la derrota de la contestación social impulsada durante los años ´60 y ´70, en términos de impotencia de alentar nuevas transformaciones. Junto a la crisis económica y social, reflejado en el default que provocó una brutal pérdida de valor, el fin de siglo puso término a la hegemonía del paradigma postmoderno, que ha sido dominante durante los últimos años.

Pasa ahora a cuestionarse la sociedad hiperconsumidora, que preconizaba el fin de la historia, y la consecuente obturación del pasado y de la capacidad humana de construirse y dotarse de sentido mediante la comprensión de los procesos de adaptación y resignificación de tradiciones, experiencias y adaptaciones, junto a la creación de nuevas experiencias.  Semejante conmoción producida a fines de 2001 y los estallidos sociales sobrevinientes han permitido un veloz proceso donde han comenzado a escucharse múltiples voces –de intelectuales, dirigentes y grupos- que planteaban su rechazo a las consecuencias sociales del modelo neoliberal.

Avanzando en ello, es de esperar que los planteos que confrontan los crudos resultados de la exclusión e injusticia social den paso a un debate respecto de la reconstrucción moral, o anímica, del ser humano:

No se trata solo de la recomposición de la Economía nacional y la recuperación del crédito internacional junto a la constitución de una unión regional político y económica – a nivel macro-, ni nada más que de la redistribución más justa del ingreso nacional, sino que, además, debe rediscutirse el sustento ideológico de una sociedad que tienda a promover un tipo humano solidario e integrado en su comunidad –y en la mayor comunidad humana-.

Esto remite a la construcción de otras formas de sociabilidad y de construcción de poder, de relaciones de poder y consenso, basadas en la justicia social, la soberanía política y cultural y la independencia económica. Tras la debácle económica y humana sufrida por la sociedad argentina, junto a los grupos sociales preexistente, se observa el fenómeno de la activación, entre miembros de diversos sectores antes “ausentes” de la política en términos amplios, que buscan unirse, inicialmente a partir de sus intereses inmediatos y concretos, pero que les permiten realizar el aprendizaje y práctica de la solidaridad y de la vida en comunidad, verdadera escuela de ciudadanía.  Según afirma el cientista social Gianfranco Pasquino, la Democracia actual es exigente: Exige que el ciudadano participe y se involucre en la vida de su comunidad y en la toma de decisiones. Como se indicara más arriba, precisamente este también es el reclamo en que actualmente confluyen y van trabando redes de relación diversos sectores de la sociedad  argentina.

La Democracia de nuestro tiempo no puede ser estática, desarrollada en grupos cerrados, oligárquicos, de ningún tipo. Ni los políticos profesionales, ni los propietarios -o los concentradores de capital-, pueden arrogarse una representación, que, en el mejor de los casos, ha implicado un falso reflejo de la voluntad de las mayorías.

Los Partidos políticos, fueron funcionales a un sistema de Democracia Representativa, ideal del siglo XIX, que, aunque ilusorio, se fundaba en la real posesión de la propiedad -o en la promesa de acceso mediato a ella que los partidos hacían a sus electores-. Por el contrario, en la nueva sociedad de consumo, los partidos políticos a la vieja usanza carecen de sentido. Ello está en el centro de la crisis de representatividad, ya que han sido despojados, aún, de la mistificación de la representación.

El signo de la Democracia que demandan los Pueblos es que permita su participación directa y activa. Ello impone el desafío de crear ámbitos institucionales propicios que permitan, tanto consolidar estructuras capaces de canalizar esa actividad, como abrir espacios de articulación de los diversos grupos y entidades que se vayan constituyendo.

ROL DE LAS ORGANIZACIONES LIBRES DEL PUEBLO

La globalización –o continentalización- que liga economías y mercados, constituye  un proceso de polarización social donde surge una suerte de nueva nobleza, la llamada “mono clase”, de grupos de interés y elites dirigenciales.

Esa fabulosa concentración de capital provoca un, también fabuloso proceso de exclusión por el cual millones de personas en todo el mundo –los sectores pobres, los recientemente empobrecidos, se deslizan, irremisiblemente hacia la indigencia, que engrosa sus filas cada vez más- Unos y otros comienzan a reaccionar buscando alternativas, al verse igualados en su calidad de víctimas de un sistema que solo tiende a crear pocos enormemente ricos y muchos enormemente pobres e indigentes.

En la crisis del capitalismo actual, neoliberal en lo económico y posmoderno en lo filosófico, las Organizaciones sociales están llamadas a constituirse en una verdadera red de contención y organización de los sectores populares –clases medias y bajas- a las que brindan un espacio de socialización y realización personal y grupal, alentando desde la formación, el esparcimiento, el desarrollo de economías informales, la protección de la comunidad, hasta la articulación con otras similares en pos de canalizar reclamos de participación toma de decisión por grupos y sectores de la sociedad.

Partiendo de un principio de solidaridad y respeto por la diversidad, las Organizaciones sociales constituyen el núcleo de nuevas formaciones, desde un Nosotros que alienta recrear una Comunidad con justicia social en donde se prioricen valores humanistas por sobre el egoísmo del consumo irracional del sistema neoliberal.

LA COMUNIDAD ORGANIZADA

De lo que aquí se trata es de abrir un debate –político ideológico y plural- a cerca de la  transformación de la persona y de la sociedad, del “tipo de Estado” que queremos, de las relaciones de poder consecuentes, de las formas de hacer política nacional y de la cultura nacional, que se promuevan, todo ello, en términos de la Comunidad Organizada, nivel de organización popular que es la tarea a construir por el conjunto de la sociedad, a fin de instrumentar el poder del Pueblo desde un cambio en las relaciones sociales, que promuevan un nuevo paradigma, cuyo eje ya no es el consumo per se, sino la realización del ser humano desde el ejercicio y gozo de una cultura humanista que eleve nuevamente, como valores deseables, la solidaridad, la dignidad, el desarrollo de la personalidad, y donde el trabajo exista en función de la mejor consecución de esos valores y no para la mera producción de bienes fungibles que, por esencia, son superfluos, dado que se crean al solo efecto de ser destruidos –consumidos- en una vorágine que aniquila su sentido y supone que el hombre es un ente insaciable y unívoco, definido exclusivamente por la sola variable del consumo.

Para que el aporte particular a una discusión que se desea amplia y fecunda resulte honesto, no puedo menos que señalar mi propia posición ideológica, el Peronismo, el cual parte de una concepción dinámica de Pueblo, mirado desde su praxis, según la cual aquél se hace en cada momento dado, cuando, superando la condición de mera masa se va constituyendo con conciencia de sí, del proyecto particular anudado al de la comunidad que se integra como una asociación de hombres que buscan hacerse dueños de su destino en orden a lograr una vida plena y “virtuosa” en el seno de aquella comunidad, a través de resistencia a la opresión y de la exploración consecuente de diversos mecanismos de auto-organización.

Las Organizaciones Libres del Pueblo, -el tercer sector-, justifican su existencia por medio de la real participación de los particulares y grupos que las integran. En cierto grado de desarrollo, estas deben legitimar, a su vez, a unas organizaciones mayores –que aquellas integran-, asumiendo a través de ellas una función orientadora, informativa y de contralor de los actos de Gobierno popular, concurriendo con aquél en la toma de decisiones a través de la creación de canales institucionales de participación.

Dra. Marcela Laura Colcerniani – Abogada -  Estudiante Historia – Docente UBA

 
 
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