Fidel Castro: "El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros"

Según una revista estadounidense, el ex presidente de Cuba respondió así a una pregunta durante una entrevista efectuada el mes pasado; criticó a Ahmadinejad

Miércoles 8 de setiembre de 2010 | 17:28 (actualizado a las 17:31)
 
 
La entrevista a Fidel Castro fue publicada hoy en Internet por la revista estadounidense "The Atlantic". Foto Archivo
 

LA HABANA (DPA).- El ex presidente cubano Fidel Castro estimó que el modelo cubano "ya no funciona" para la isla, según la segunda parte de una entrevista que publica hoy en Internet la revista estadounidense The Atlantic .

"El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros", respondió el líder cubano ante una pregunta de Jeffrey Goldberg, un periodista estadounidense-israelí experto en temas de Cercano Oriente, sobre si seguía creyendo que el modelo cubano era algo que todavía merece la pena exportar a otros países.

El periodista estadounidense-israelí, quien visitó Cuba a finales de agosto por invitación de Castro, no ofrece en su reportaje más declaraciones del líder cubano sobre el tema. Sin embargo, a continuación cita a la especialista estadounidense en Cuba Julia Sweig, quien lo acompañó en su viaje a la isla, matizando la respuesta del ex jefe de Estado.

"Castro no estaba rechazando las ideas de la revolución. Lo interpreté como un reconocimiento de que bajo el ´modelo cubano´ el Estado tiene un papel demasiado grande en la vida económica del país", explicó Sweig a Goldberg, según aclara en su nuevo reportaje.

A juicio de la experta del laboratorio de ideas estadounidense Council on Foreign Relations, la intención tras las palabras de Castro podría ser la de "crear espacio" para su hermano y actual presidente, Raúl Castro, para que pueda aplicar las "reformas necesarias, frente a lo que seguramente encontrará resistencias de los comunistas ortodoxos dentro del partido y la burocracia".

Desde su regreso a la vida pública hace dos meses, Fidel Castro ha dedicado numerosos artículos de opinión, entrevistas de prensa y apariciones públicas a hablar del peligro de una guerra nuclear mundial. Sin embargo, ha evitado cualquier alusión a la situación interna en Cuba o a la política seguida por su hermano Raúl, a quien entregó la presidencia en julio de 2006, por motivos de salud.

A los pocos meses de su llegada al poder, Raúl Castro anunció "cambios estructurales y de conceptos" en el sistema económico de la isla, aunque las autoridades cubanas aseguran que no se abandonará el socialismo en pro del libre mercado.

Después de medidas iniciales como autorizar el pluriempleo o repartir tierras ociosas entre agricultores particulares, Raúl Castro anunció a principios de agosto que se permitirá a los cubanos abrir pequeños negocios, contratar mano de obra y comercializar directamente determinadas producciones. Cuba planea además construir complejos residenciales con campos de golf, en los que se ofrecerán viviendas en venta a extranjeros, quienes hasta hoy tienen prohibido adquirir casas en la isla.

Jeffrey Goldberg sostuvo entrevistas con Castro durante tres días, aunque hasta ahora sólo ha publicado dos resúmenes en forma de reportaje con escasas citas textuales del líder cubano.

Críticas a Irán. Goldberg publicó ayer por la tarde la primera parte de sus encuentros, durante los cuales, según el periodista judío, Castro rechazó el antisemitismo del presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, un fuerte aliado de la isla.

Según Goldberg, Castro reclamó a Ahmadineyad que "deje de difamar a los judíos". "Castro criticó a Ahmadinejad por negar el Holocausto y explicó por qué el gobierno iraní le haría un mejor servicio a la causa de la paz si reconociera la historia ´única´ de antisemitismo y tratara de comprender por qué los israelíes temen por su existencia", afirma.

Según el periodista, Castro le pidió al mismo tiempo que transmitiera al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el siguiente mensaje: "Israel sólo tendrá seguridad si renuncia a su arsenal nuclear, y el resto de las potencias nucleares mundiales sólo tendrán seguridad si ellas también renuncian a sus armas".

Castro insiste en que un eventual ataque de Estados Unidos o Israel a Irán podría desembocar en una guerra nuclear mundial, que traería el fin de la humanidad. El líder cubano estima que el presidente estadounidense, Barack Obama, es el único que puede evitar la guerra.

Fidel Castro: "El modelo cubano ya no funciona"

08/09/10 - 15:49

Se lo dijo a un periodista de EE.UU. que fue invitado por el propio líder cubano a la isla.

 

"Fue una de las situaciones más raras de mi viaje a la Habana". Así, describió el periodista Jeffrey Goldberg el encuentro que mantuvo con Fidel Castro y en el que el ex presidente de Cuba reconoció: "El modelo cubano ya no funciona para nosotros".

En una segunda entrega que narra la visita de Goldberg a la isla, la revista The Atlantic, asegura que Fidel hizo esas declaraciones durante un almuerzo que duró tres horas y en el que el periodista estuvo acompañado por la esposa de Fidel, Dalia, su hijo Antonio y Randy Alonso, uno de sus voceros.

"Inicialmente estaba muy interesado en ver a Fidel comer ya que fue una combinación de problemas digestivos los que conspiraron hasta casi matarlo", explicó el periodista en su coloquial artículo.

Mientras comía pequeños trozos de pescado, ensalada y un pedazo de pan con aceite de oliva, Fidel habló sobre Medio Oriente y el programa nuclear iraní. Pero lo que más sorprendió fue que el ex presidente reconociera que el modelo cubano había dejado de funcionar.

"Fue una de las mayores e inusuales auto-reflexiones de Fidel Castro", aseguró el periodista que le pidió a la especialista estadounidense en Cuba Julia Sweig, que lo acompañó en este viaje que realizó a finales de agosto, que interpretara la respuesta.

"(Castro) no estaba rechazando las ideas de la revolución. Lo interpreté como un reconocimiento de que bajo el 'modelo cubano' el Estado tiene un papel demasiado grande en la vida económica del país", explicó Sweig.

A juicio de la especialista del laboratorio de ideas estadounidense Council on Foreign Relations, la intención de las palabras de Fidel podría ser la de "crear espacio" para su hermano y actual presidente, Raúl Castro, para que pueda aplicar las "reformas necesarias frente a lo que seguramente encontrará resistencias de los comunistas ortodoxos dentro del partido y la burocracia".

Al día siguiente de la entrevista, Fidel invitó al periodista a visitar el acuario de la Habana para ver el show de los delfines. Cuando alguien de su entorno le recordó que los lunes el acuario está cerrado, el líder respondió: "Mañana estará abierto" y así fue.

El grupo disfrutó del show y habló con una de las cuidadoras de los animales del acuario, Celia Guevara, la hija del Che. "Al Che le gustaban mucho los animales", dijo Antonio Castro.

Goldberg, acompañado por Sweig, sostuvo largas entrevistas durante tres días. Ayer publicó la primera parte de sus encuentros, durante los cuales, según el periodista de origen judío, Fidel rechazó el antisemitismo del presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, un fuerte aliado de la revolución cubana.

Ratifican dichos de Fidel sobre el modelo cubano

12/09/10  PorWASHINGTON. AFP, ANSA Y AP

El periodista estadounidense Jeffrey Goldberg, de la revista The Atlantic , ratificó ayer su versión de que Fidel Castro le había confesado que el modelo cubano no funcionaba ni siquiera en la propia isla, pese a la aclaración al respecto realizada el viernes por el líder cubano.

“Ante todo, muchas gracias, Fidel, por sus amables palabras. Segundo, lamento decirlo, pero la expresión ‘el modelo cubano no funciona ni siquiera para nosotros’ significa ‘el modelo cubano no funciona ni siquiera para nosotros”, ironizó el periodista estadounidense en su blog.

El periodista se refirió así al comentario del ex presidente isleño quien, al presentar su autobiografía “La contraofensiva estratégica”, el viernes, sostuvo que Goldberg y la experta estadounidense del Consejo de Relaciones Exteriores, Julia Sweig, presente en la entrevista, lo habían malinterpretado .

“Lo real es que mi respuesta significaba exactamente lo contrario de lo que ambos periodistas norteamericanos interpretaron”, dijo Castro. “Se lo expresé sin amargura ni preocupación. Me divierte ahora al ver como él lo interpretó al pie de la letra”, manifestó el líder comunista, de 84 años de edad. Ante una consulta, Sweig también aseguró que había escuchado al líder cubano decir exactamente esas palabras, y que no estaba bromeando.

Fidel, sin embargo, reconoció haber dicho la frase que le atribuyen ante la pregunta de Goldberg de si el modelo cubano era algo que aún valía la pena exportar. Aunque aclaró que lo había hecho con un sentido irónico, que más de un analista interpretó como un mensaje al liderazgo político de la isla, enfrentado ahora a una estrategia de cambios instaurada por Raúl Castro, en el poder desde que Fidel fue intervenido en 2006 por una grave dolencia intestinal.

“Mi idea, como todo el mundo conoce, es que el sistema capitalista ya no sirve ni para EE.UU.

ni para el mundo, al que conduce de crisis en crisis que son cada vez más graves, globales y repetidas, de las cuales no puede escapar. ¿Cómo podría servir semejante sistema para un país socialista como Cuba?”, preguntó el cubano.

La frase de Castro desató todo tipo de interpretaciones. Opositores y analistas internacionales vieron una crítica al sistema comunista de la isla y una luz verde para que el presidente Raúl Castro avanzara rápidamente a reformas económicas de carácter más liberal, que son resistidas por el ala más dura y ortodoxa del partido Comunista cubano en el poder.

En su diálogo con Goldberg, Castro también dijo que “siempre” ha condenado el Holocausto” , que “nunca” ha sido “enemigo del pueblo hebreo”. Asimismo, criticó al presidente iraní Mahmud Ahmadinejad por negar el Holocausto y le reclamó que “deje de difamar a los judíos”.

 

'Los Simpsons' sabían lo que diría Fidel

viernes 10 de septiembre, 6:24 PM
 

MÉXICO, D.F., septiembre 10 (EL UNIVERSAL).- Las recientes declaraciones de Fidel Castro, ex presidente de Cuba, en las que estimó que el modelo cubano "ya no funciona" para la isla, fueron precedidas por una escena en Los Simpsons.

Según la segunda parte de una entrevista que se publicó en la edición online de la revista estadounidense 'The Atlantic', el histórico líder isleño dijo que "el modelo cubano ya no funciona ni para nosotros". Así respondió Fidel Castro ante una pregunta del periodista Jeffrey Goldberg sobre si seguía creyendo que el modelo cubano era algo que todavía merece la pena exportar.

En un capítulo de 1998 de 'Los Simpsons', Fidel admite: "Camaradas: nuestra nación está en la ruin ruina, no tenemos otra opción que abandonar el comunismo". A lo que sus subordinados se lamentan y Castro les contesta: "Lo sé, lo sé, pero sabíamos desde el principio que esto no funcionaría". A continuación, levante el teléfono para rendirse ante Estados Unidos.

Sin embargo, sus funcionarios le avisan que el señor Burns, su asistente y Homero Simpson quieren comprar la isla con un billete de un trillón de dólares, billete que Castro termina robándole a Burns.

El descubrimiento lo realizó 'The New York Times' y diversos blogs retomaron la idea.

 

Publicado por Yoani Sanchez en su blog  GENERACIÓN  Y     :   http://www.desdecuba.com/generaciony/

PROMESA ROTA

Me juré que nunca más hablaría de ese señor de barba cuidada y uniforme verde olivo que capó * copó cada día de mi infancia con su permanente presencia. Con más de un argumento, apuntalé mi decisión de no referirme a Fidel Castro: él representa el pasado; hay que mirar hacia delante –a esa Cuba donde él ya no estará– y en medio de los retos del presente, aludirlo me parecía una distracción imperdonable. Pero hoy se coló de nuevo en mi vida con uno de sus característicos exabruptos. Me siento obligada a enfocarlo nuevamente después de sus declaraciones de que “el sistema cubano no funciona ni para nosotros mismos”, dichas al periodista Jeffrey Goldberg.

Si no recuerdo mal, por frases menores o similares expulsaron a muchos militantes del Partido Comunista y purgaron largas condenas innumerables cubanos. El dedo índice de quien fuera el Máximo Líder se dirigió sistemáticamente contra los que intentaron explicarle que el país no marchaba. Pero no sólo el castigo acompañó a los inconformes, sino que la máscara se nos convirtió en ardid de sobrevivencia en una isla que él intentaba hacer a su imagen y semejanza. Simulación, susurros, dobleces, todo para ocultar la misma opinión que ahora el “resucitado” comandante lanza precipitadamente frente a un periodista extranjero.

Quizás se trate de un arranque de sinceridad que asalta a los ancianos a la hora de valorar su vida. Incluso puede ser otro intento desesperado por llamar la atención, como su vaticinio de una inminente debacle nuclear o el tardío mea culpa por la represión a homosexuales que hizo hace unas semanas. Al verlo reconocer el fracaso de “su” modelo político, tengo la sensación de que asisto a una puesta en escena donde un actor gesticula y eleva la voz para que el público no deje de mirarlo. Pero mientras Fidel Castro no tome el micrófono y nos anuncie que su obsoleta criatura será desmontada, nada ha pasado. Si no dice esa misma frase hacia el interior de Cuba y además se compromete a no interferir  los cambios necesarios, estamos en las mismas.

Nota:

Ayer, al enterarme de la noticia, escribí un breve tweet: “Fidel Castro pasa a la oposición al decirle al periodista Jeffrey Goldberg que el modelo cubano ni siquiera funciona para nosotros”. Un rato más tarde me llamó un amigo disidente a quien le había mandado el mismo texto por SMS. Sus palabras fueron irónicas, pero certeras: “si Él se pasó a la oposición, yo me cambio ahora mismo al oficialismo”.

*Error de transcripción. Texto recibido por teléfono.

Fidel Castro: “El modelo cubano ya ni siquiera funciona para nosotros”

26/09/10 - 01:23

El sorprendente encuentro de un periodista estadounidense con el líder cubano. La cena en la que admitió que su política está agotada. Y su pronóstico sobre la tensa relación entre Occidente e Irán.

PorJeffrey Goldberg. The Atlantic Monthly


 

Hace un par de semanas, mientras estaba de vacaciones, sonó mi celular. Era Jorge Bolaños, titular de la Sección de Intereses Cubanos en Washington. “Tengo un mensaje para ti de Fidel”, me dijo. Me incorporé en la silla. “Leyó tu artículo de The Atlantic sobre Irán e Israel. Te invita a La Habana el domingo para hablar de la nota.” Yo estoy siempre deseoso de interactuar con los lectores, así que llamé a una amiga del Consejo de Relaciones Exteriores, Julia Sweig, destacada especialista en Cuba y América Latina: “Tenemos un viaje de locos”, le dije.
 

Rápidamente partí de la República Popular de Martha’s Vineyard rumbo al más tropical paraíso socialista de Fidel. Pese a la contraproducente prohibición estadounidense de los viajes a Cuba, Julia y yo, por ser periodistas e investigadores, reuníamos los requisitos para ser exceptuados por el Departamento de Estado. El vuelo charter desde Miami estaba lleno de cubanoamericanos que cargaban televisores de pantalla plana y computadoras para sus familias hambrientas de tecnología. Cincuenta minutos después de despegar, llegamos a un Aeropuerto Internacional José Martí casi desierto. La gente de Fidel nos recibió en la pista de aterrizaje. Pronto nos depositaron en una “casa de protocolo”, en un complejo gubernamental cuya arquitectura me recordó las comunidades cerradas de Boca Ratón. El único huésped del lugar, aparte de nosotros, era el presidente de Guinea-Bissau.
 

Yo sabía que a Castro le preocupaba la amenaza de un enfrentamiento militar en Oriente Medio entre Irán y los Estados Unidos (e Israel, el país que él llama el “gendarme” de los EE. UU. en Oriente Medio). Desde que salió de su reclusión de cuatro años por razones médicas a principios del verano —diversas afecciones gastrointestinales se combinaron para ponerlo al borde de la muerte—, Castro, actualmente de 84 años, habla sobre todo de la catastrófica amenaza de una guerra que considera inevitable.
 

Me daba curiosidad saber por qué el conflicto le parecía inevitable y naturalmente me preguntaba si su experiencia personal —la crisis de los misiles cubanos de 1962 que casi causa la aniquilación de la mayor parte de la humanidad— influía en su visión de que un conflicto entre Estados Unidos e Irán escalaría hasta convertirse en una guerra nuclear. Pero mayor curiosidad aún me daba conocer al gran hombre. Pocos lo han visto desde que enfermó en 2006, y su estado de salud es motivo de muchas especulaciones. Me preguntaba respecto del papel que tiene ahora en el gobierno. En lo formal, entregó el poder a su hermano menor, Raúl, hace dos años, pero no es claro cuántos hilos sigue manejando Fidel.
 

A la mañana siguiente de nuestra llegada a La Habana, un auto nos condujo a un centro de convenciones cercano, donde nos escoltaron escaleras arriba hasta una oficina amplia y despojada. Un frágil y anciano Fidel se puso de pie para saludarnos. Vestía una camisa roja, un pantalón de jogging y zapatillas New Balance negras. La habitación estaba colmada de funcionarios y familiares: su mujer Dalia y su hijo Antonio, así como un general del Ministerio del Interior, un traductor, un médico y varios guardaespaldas, que parecían haber sido reclutados entre los integrantes del equipo nacional de lucha libre. Dos de estos guardaespaldas sostenían a Castro de los codos.
 

Nos dimos la mano y Fidel saludó a Julia afectuosamente: se conocen desde hace más de veinte años. Fidel se dejó caer suavemente en su sillón e iniciamos una conversación que se prolongaría, entrecortadamente, por tres días. Puede que su cuerpo sea endeble pero su mente es aguda, su nivel de energía alto, y no sólo eso: este Fidel Castro tardío se ríe de sí mismo con gran sentido del humor. Cuando, durante el almuerzo, le pregunté ¿su enfermedad le ha hecho cambiar de opinión respecto de la existencia de Dios?, me contestó: “Disculpe, sigo siendo un materialista dialéctico”. En otro momento, nos mostró una serie de fotografías suyas recientes, en una de las cuales aparecía con una expresión feroz. “Así se veía mi cara cuando me enojé con Khruschev”, explicó.
 

Castro inició nuestro primer encuentro contándome que había leído mi artículo y que éste confirmaba su opinión de que Israel y Estados Unidos se dirigían precipitada y gratuitamente a un enfrentamiento con Irán. Esta interpretación no es de sorprender, por supuesto: Castro es el abuelo del antiamericanismo global y ha sido un duro crítico de Israel. Su mensaje a Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, dijo, era simple: Israel sólo tendrá seguridad si renuncia a su arsenal nuclear, y el resto de las potencias nucleares del mundo sólo tendrán seguridad si ellas también renuncian a sus armas.
 

Pero el mensaje de Castro a Mahmud Ahmadinejad, el presidente de Irán, no fue tan abstracto. A lo largo de esta primera conversación de cinco horas, Castro repetidas veces volvió a su crítica al antisemitismo. Denostó a Ahmadinejad por negar el Holocausto y explicó por qué el gobierno iraní sería más útil a la causa de la paz si reconociera la historia “única” del antisemitismo y tratara de entender por qué los israelíes temen por su vida.
 

Comenzó su discurso describiendo sus primeros encuentros con el antisemitismo siendo todavía un niño. “Me acuerdo de cuando era pequeño —hace mucho tiempo—, cuando tenía cinco o seis años y vivía en el campo”, dijo, “y me acuerdo del Viernes Santo. ¿Qué clima respiraba un niño? ‘Silencio, Dios ha muerto’. Dios moría todos los años entre el jueves y el sábado de la Semana Santa, y eso dejaba una profunda impresión en todos. ¿Qué pasó? Me decían: ‘Los judíos mataron a Dios’. ¡Culpaban a los judíos de matar a Dios! ¿Se da cuenta?”
 

Luego continuó: “Pues bien, yo no sabía lo que era un judío. Conocía un pájaro al que llamaban ‘judío’ y entonces, para mí, los judíos eran esos pájaros. Esos pájaros tenían una gran nariz. Ni siquiera sé por qué los llamaban así. Eso es lo que recuerdo. Así de ignorante era toda la población.”
 

Explicó que el gobierno iraní debía entender las consecuencias del antisemitismo teológico. “Esto duró quizá dos mil años”, dijo. “No creo que nadie haya sido calumniado más que los judíos. Yo diría que mucho más que los musulmanes. Han sido calumniados mucho más que los musulmanes porque se los culpa y se los difama por todo. A los musulmanes nadie los culpa de nada.” El gobierno iraní debería comprender que los judíos “fueron expulsados de su tierra, perseguidos y maltratados en todo el mundo, por ser los que mataron a Dios. A mi juicio, esto es lo que les pasó: selección inversa. ¿Qué es selección inversa? A lo largo de dos mil años, fueron sometidos a una terrible persecución y luego a los pogroms. Uno podría haber supuesto que desaparecerían. Creo que su cultura y su religión los mantuvieron unidos como nación.” Castro prosiguió: “Los judíos han llevado una vida mucho más difícil que la nuestra. No hay nada que pueda compararse al Holocausto.” Le pregunté si le diría a Ahmadinejad lo que me estaba diciendo a mí. “Digo esto para que usted pueda comunicarlo”, respondió.
 

Castro entonces pasó a analizar el conflicto entre Israel e Irán. Dijo entender los temores iraníes a una agresión israelo-estadounidense y agregó que, a su modo de ver, las sanciones estadounidenses y las amenazas israelíes no disuadirían a la dirigencia iraní de intentar poseer armas nucleares. “El problema no se va a resolver porque los iraníes no van a retroceder ante las amenazas. Esa es mi opinión”, señaló. Luego destacó que, a diferencia de Cuba, Irán es un “país profundamente religioso” y dijo que los líderes religiosos están menos dispuestos a hacer concesiones.
 

Le pregunté si su temor a un enfrentamiento entre Occidente e Irán estaba coloreado por sus experiencias durante la crisis de los misiles de 1962, cuando la Unión Soviética y Estados Unidos casi van a la guerra por la presencia de misiles con cabeza nuclear en Cuba (misiles instalados por invitación de Fidel Castro, naturalmente). Le mencioné a Castro la carta que le escribió a Khruschev, el premier soviético, en el momento de mayor tensión de la crisis, en la que le recomendaba que los soviéticos evaluaran lanzar un ataque nuclear contra los Estados Unidos si los norteamericanos atacaban Cuba. “Este sería el momento para eliminar tal peligro para siempre a través de un acto de legítima defensa”, escribió Castro en aquel momento.
 

Le pregunté: “En cierto momento, parecía lógico que usted recomendara a los soviéticos bombardear Estados Unidos. ¿Lo que usted recomendó sigue pareciendo lógico ahora?” Me respondió: “Después de haber visto lo que vi y sabiendo lo que ahora sé, no valía la pena en absoluto.”
 

Tras esta primera reunión, le pedí a Julia que me explicara el significado de la invitación que me había hecho Castro y de su mensaje a Ahmadinejad. “Fidel está en las primera etapas de su reinvención como estadista, no como jefe de Estado, en la escena nacional pero sobre todo en la internacional, algo que siempre fue una prioridad para él”, dijo. “Las cuestiones de la guerra, la paz y la seguridad internacional son un punto central: la proliferación nuclear, el cambio climático, esos son los grandes temas para él. Esto es sólo el comienzo, y está usando toda plataforma mediática posible para comunicar sus puntos de vista. Ahora tiene un tiempo que no esperaba tener. Y vuelve sobre la historia y sobre su propia historia.”
 

Hubo muchas cosas extrañas en mi reciente escala en Habana (además del espectáculo con delfines, del que hablaré en un momento), pero una de las más inusuales fue el nivel de introspección de Fidel Castro. Lo más sorprendente fue algo que dijo en el almuerzo el primer día que nos reunimos. Estábamos sentados alrededor de una mesa más bien pequeña Castro, su mujer, Dalia, su hijo, Antonio; Randy Alonso, una figura importante de los medios estatales y Julia Sweig, la amiga que llevé conmigo para asegurarme, entre otras cosas, de no decir algo demasiado estúpido (integra el Consejo de Relaciones Exteriores). En un primer momento, lo que me interesó fue ver cómo comía Fidel. Fue, precisamente, una combinación de problemas digestivos lo que conspiró al punto de matarlo y por eso pensé en hacer un poco de Kremlinología gastrointestinal y observar atentamente qué ingería (para que conste, ingirió pequeñas cantidades de pescado y ensalada y un trozo de pan bastante grande empapado en aceite de oliva, además de una copa de vino tinto). Pero durante la conversación en general animada (acabábamos de pasar tres horas hablando sobre Irán y Oriente Medio) le pregunté si creía que valía la pena exportar el modelo cubano.
 

“El modelo cubano ya ni siquiera funciona para nosotros”, dijo.
 

Me pareció la madre de los momentos de revelación. ¿El líder de la Revolución acababa de decir, en esencia, “Eso es así. Pierda cuidado”?
Le pedí a Julia que me hiciera una interpretación de esta sorprendente declaración. Ella dijo: “No estaba rechazando las ideas de la Revolución. Yo lo tomé como un reconocimiento de que en ‘el modelo cubano’ el Estado tiene un papel demasiado grande en la vida económica del país”.
 

Julia señaló que uno de los efectos de ese sentimiento podría ser generar un espacio para que su hermano, Raúl, que ahora es presidente, lleve a cabo las reformas necesarias que seguramente serán resistidas por los comunistas ortodoxos dentro del Partido y la burocracia. Raúl Castro ya está aflojando la fuerza del Estado en la economía. Hace poco anunció, de hecho, que ahora pueden operar empresas pequeñas y que los inversores extranjeros podrían de aquí en más comprar propiedades inmobiliarias cubanas. Lo gracioso de este nuevo anuncio, por supuesto, es que los estadounidenses no pueden invertir en Cuba, no debido a la política cubana, sino a la política estadounidense. En otras palabras, Cuba está empezando a adoptar el tipo de ideas económicas que Estados Unidos le viene pidiendo desde hace tiempo que adopte, pero los estadounidenses no pueden participar en el experimento de libre mercado por la política de embargo hipócrita y estúpidamente autodestructiva de nuestro gobierno. Lo lamentaremos, por supuesto, cuando los cubanos se asocien con los europeos y los brasileños para comprar todos sus mejores hoteles.
 

Pero esto es una digresión. Hacia el final de este almuerzo largo y relajado, Fidel nos demostró que realmente estaba semi-retirado. El día siguiente era lunes, cuando se supone que los máximos líderes están ocupados manejando sin la ayuda de nadie sus economías, encarcelando a disidentes y cosas por el estilo. Pero la agenda de Fidel era abierta. Nos preguntó: “¿Les gustaría ir al acuario conmigo a ver el espectáculo con delfines?”
 

No estaba seguro de haberle entendido bien. Esto me pasó muchas veces durante mi visita. “¿El espectáculo con delfines?”
 

“Los delfines son animales muy inteligentes”, dijo Castro.
 

Señalé que teníamos una reunión programada para la mañana siguiente, con Adela Dworin, presidente de la comunidad judía de Cuba.
 

“Que venga”, dijo Fidel.
 

Alguien en la mesa mencionó que el acuario estaba cerrado los lunes. Fidel dijo: “Mañana estará abierto”.
 

Y así fue. A la mañana siguiente, temprano, después de pasar a buscar a Adela por la sinagoga, nos encontramos con Fidel en la escalinata de la casa de los delfines. Él le dio un beso a Dworin, no por casualidad frente a las cámaras (otro mensaje para Ahmadinejad, quizá). Entramos todos juntos en una habitación grande, con luz azulada, que da a un enorme acuario de delfines cercado con vidrio. Fidel explicó, largamente, que el espectáculo con delfines del Acuario de La Habana era el mejor del mundo, “totalmente único”, de hecho, porque es un espectáculo submarino. Tres buzos humanos se meten en el agua, sin equipo de aire, y llevan a cabo intrincadas acrobacias con los delfines. “¿Le gustan los delfines?” me preguntó Fidel.
 

“Me encantan los delfines”, dije.
 

Fidel llamó a Guillermo García, el director del acuario (todos los empleados del acuario se presentaron a trabajar como corresponde “voluntariamente”, me dijeron) y le dijo que se sentara con nosotros.
 

“Goldberg”, dijo Fidel, “Hágale preguntas sobre los delfines”.
 

“¿Qué clase de preguntas?” pregunté.
 

“Usted es periodista, haga buenas preguntas”, dijo y él mismo se interrumpió. “De todas maneras, no sabe mucho de delfines”, dijo, señalando a García. “En realidad es físico nuclear”.
 

“¿Cierto?” pregunté.
 

“Sí”, dijo García, como disculpándose.
 

“¿Por qué está dirigiendo un acuario?” pregunté.
 

“Lo pusimos aquí para mantenerlo alejado de fabricar bombas nucleares”, dijo Fidel y se echó a reír.
 

“En Cuba, utilizaríamos la energía nuclear sólo con fines pacíficos”, dijo García con honestidad.
 

“No pensé que estaba en Irán”, respondí.
 

Fidel señaló una alfombra pequeña debajo de la silla plegable que transportan para él sus guardaespaldas.
 

“¡Es persa!” dijo, y volvió a reírse. Luego dijo, “Goldberg, hágale sus preguntas sobre los delfines”.
 

Ahora en la encrucijada, me volví hacia García y le pregunté: “¿Cuánto pesan los delfines?”
 

“Entre 100 y 150 kilos”, dijo.
 

“¿Cómo adiestran a los delfines para hacer lo que hacen?” pregunté.
 

“Esa es una buena pregunta”, dijo Fidel.
 

García llamó a una veterinaria del acuario para que le ayudaran a responder la pregunta. Su nombre es Celia. A los pocos minutos, Antonio Castro me dijo el apellido: Guevara.
 

“¿Es hija del Che?” pregunté.
 

“Sí”, dijo.
 

“¿Y es veterinaria de delfines?”
 

“Me ocupo de los habitantes del acuario”, dijo.
 

“Al Che le gustaban mucho los animales”, acotó Antonio Castro.
 

Estaba por empezar el espectáculo. Se atenuaron las luces y entraron al agua los buzos. Sin describirlo demasiado a fondo, diré que una vez más, para mi gran sorpresa, volví a coincidir con Fidel: el acuario en La Habana presenta un espectáculo con delfines fantástico, el mejor que he visto en mi vida y como padre de tres hijos, he visto montones. También diré esto: nunca he visto a nadie disfrutar tanto de un espectáculo con delfines como disfrutó ése Fidel Castro.
 

Traducción de Cristina Sardoy

Es la batalla de fondo entre conservadores y aperturistas

26/09/10

PorMarcelo Cantelmi

Cuba es una roca que, con un mayor ritmo a cada instante, parece balancear su futuro entre la Perestroika, el proceso que estuvo en el umbral del estallido soviético, o añorando una suave reforma con burbuja capitalista como las economías mixtas de Asia. Encerrado en la urgencia por lograr un giro radical para un estilo de hacer las cosas que ya lleva más de medio siglo y que se ha agarrotado peligrosamente, el desafio del régimen cubano, como la historia insiste en confirmar, no es tanto el destino como el camino.

Las formas de una mudanza no son de traducción sencilla en la cumbre del poder donde tampoco hay claridad si no será un paso suicida. Es parte de lo que intentó despejar el legendario Fidel Castro utilizando todo su prestigio cuando le dice al periodista de The Atlantic, que escribe estas páginas, que “el modelo ya no funciona ni para nosotros”. Lo que busca esa frase, medida a veces con exageración por sus críticos o seguidores, es salvar el último metro para unas reformas que si no se dan sólo quedará el abismo y que fueron duramente saboteadas desde la cumbre del poder cubano cuando Raúl Castro las intentó aplicar. Mucho habrá que averiguar en algún momento sobre la extraña muerte del ayunante preso Orlando Zapata Tamayo en febrero en lo que implicó un portazo brutal para las intenciones de abrir el país al mundo.

Desde entonces hubo algunos cambios, pero no se avanzó mucho. Es que las contradicciones siguen siendo tan agudas en la cima del régimen, que todo ha tomado formas de tablas como en un gran ajedrez que disputan dos ejércitos derrotados, los conservadores octogenarios fundadores de la Revolución y los reformistas, también con esos años al hombro, pero un poco más temerosos de una historia que leen con más claridad. Tablas son pequeñas aperturas, insignificantes negocios privados, liberación de a cuotas de disidentes: gestos al mundo para mostrar que existe otra actitud y convocar inversiones. Demasiado poco, demasiado tímido.

La “autocrítica” de Fidel no ha sido la única frase que enmarcó estos años las cejas de aliados o críticos de la isla. En julio de 2009, Raúl bramó desde el podio: “No es cuestión de gritar patria o muerte o abajo el imperialismo”. La cuestión es ir a trabajar al campo, dijo.

Antes de eso en 2007, otra vez el Castro menor desafiado por una economía desbaratada por ciclones y crisis mundiales que mataron las exportaciones de níquel y la venida de turistas, advirtió con durísimo realismo: “habrá que introducir los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios”. Para quienes creyeron que los hermanos desentonaban entre ellos, fue Fidel quien en 2006 movió la primera piedra al sostener que “estamos marchando hacia un cambio total de nuestra sociedad”.

A Cuba le ha sucedido de todo. Su economía se complicó por razones externas pero que engarzaron con una gestión burocratizada y una población con menores niveles de conciencia. Nada parece andar como debería. La mitad de las tierras están ociosas porque se las reparte en parcelas pequeñas y los rindes no entusiasman y además es difícil conseguir maquinaria. El salto será con una ampliación, obscena para los valores del modelo, de los campos, lo que acabará por hacer ricos a unos y empleados a otros. Como en China, dicen quienes en la isla citan a Den Xiao Ping, padre del “libre mercado comunista” en el gigante asiático, quien sostenía que los millonarios son el costo a pagar por la riqueza.

Es un destino que se destroza contra el idealismo. Y Cuba es Caribe donde el idealismo tiene precios muy altos. Aún así y hasta ahora los Castro han retomado la iniciativa. La clave es el 6to Congreso del Partido Comunista que no se reúne desde 1997. Esa cumbre pendiente será la definitiva que resuelva si la isla agoniza en su identidad o da un salto a una apertura que se convierta, quizá, en una victoria.