El Papa, que llevaba la casulla y la mitra de Juan Pablo II, pronunció la solemne fórmula en latín a través de la cual elevó a la gloria de los altares a su predecesor, con quien colaboró durante 23 años.
"Concedemos que el venerado Siervo de Dios Juan Pablo II, papa, sea de ahora en adelante llamado beato", proclamó.
Un largo aplauso y gritos como en el día de los funerales de "Santo subito" (Santo ya) estallaron en la plaza, llena de gente que enarbolaba banderas de numerosas nacionalidades, entre ellas polacas, españolas y brasileñas.
La emoción reinó entre los representantes de 86 delegaciones de países extranjeros y sobre todo en aquellos que lo conocieron de cerca, como el cardenal polaco Stanislao Dziwisz, secretario por más de 40 años de Juan Pablo II.
"Percibíamos el perfume de su santidad", reconoció durante su homilía el Papa alemán, quien elogió "la fuerza de un gigante" que logró "invertir" la tendencia de "la sociedad, la cultura y los sistemas políticos y económicos" a abandonar el cristianismo.
Una inmensa fotografía de 1995 de un sonriente y saludable Karol Wojtyla, desplegada en el balcón central de la basílica, fue desvelada en el momento de la proclamación.
La ceremonia, que se celebró bajo un sol templado, en la que el Papa usó también el cáliz que Juan Pablo II empleó en los últimos años, fue transmitida en directo a numerosos países, en particular Polonia, donde miles de polacos salieron masivamente a las calles para seguir la beatificación en directo en pantallas gigantes.
El culto litúrgico del nuevo beato será celebrado el 22 de octubre de cada año, en el aniversario del comienzo del pontificado de Juan Pablo II en 1978.
La beatificación del primer Papa polaco de la historia, quien falleció el 2 de abril de 2005 a los 84 años tras una larga enfermedad, es el paso previo a la canonización y se llevó a cabo en un tiempo récord, "de razonable rapidez", reconoció Benedicto XVI, al ser inferior a los cinco años habitualmente necesarios para iniciar el proceso.
La policía de Roma calcula que más de un millón de personas llegaron a la capital, la mayoría de ellas para asistir a la beatificación, pero también al tradicional concierto que se celebra en la capital por el día internacional trabajo.
El nuevo beato, entre los papas que más tiempo han ocupado el trono de Pedro, transformó el rostro de la Iglesia en casi 27 años de pontificado.
En total 22 jefes de Estado y de Gobierno asistieron al evento, entre ellos los presidentes de México, Felipe Calderón, de Honduras, Porfirio Lobo, y el controvertido presidente de Zimbabue, Robert Mugabe.
Casi todos los países latinoamericanos enviaron importantes delegaciones para rendir homenaje al pontífice que recorrió la región de punta a punta.
Ante el féretro de Juan Pablo II y una preciosa reliquia con su sangre, expuestos dentro de la basílica para la veneración, desfilan desde hace varias horas cientos de fieles.
Benedicto XVI abrió la procesión y se recogió para orar en silencio ante el féretro de su predecesor.
Las puertas de la basílica permanecerán abiertas hasta "el último peregrino", indicó la Santa Sede, lo que ocurrirá probablemente al amanecer.
Unas 280 personas sufrieron malestares y desmayos. El cardenal español Agustín García Gasco Vicente, de 80 años, ex arzobispo de Valencia, falleció este domingo en Roma de un infarto poco antes de la ceremonia.
La sepultura definitiva de los restos de Juan Pablo II se realizará sucesivamente en forma privada en la basílica de San Pedro, en la capilla de San Sebastián, al lado de la capilla en donde se encuentra la célebre estatua La Piedad de Miguel Ángel, en el ala derecha del templo.
beato Juan Pablo II
La beatificación de uno de los pontífices más populares de la historia reciente, que viajó por todos los rincones del planeta y utilizó todo tipo de medios de comunicación para llevar su mensaje al mundo, convierte su papado en uno de los emblemas de la Iglesia de la era moderna.
El pontífice juvenil, deportivo, accesible, que escalaba montañas, esquiaba y bromeaba, fue inflexible hasta el final sobre temas como el control de la natalidad, el aborto y el divorcio.
El Vaticano tendrá que atribuir otro milagro a Juan Pablo II tras su beatificación antes de declararlo santo.
"Que emoción estar aquí, no me imaginaba poder asistir", confesó la monja colombiana Patricia Fajardo, quien acudió con otros compatriotas.
La principal sombra que pesa hoy en día sobre su papado es que no haya usado contra los curas condenados por pedofilia, entre ellos el fundador de los Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel, la misma intransigencia que aplicó a los sectores más progresistas de la Iglesia, como la teología de la Liberación, que apartó sin titubear de América Latina.
Una monja muestra una fotografía del papa Juan Pablo II entre la multitud de fieles asistentes a su beatificación, el 1 de mayo de 2011 en la Plaza de San Pedro, en Ciudad del Vaticano.
Un retrato del papa Juan Pablo II es desvelado en la Plaza de San Pedro, en Ciudad del Vaticano, este 1 de mayo de 2011, durante su ceremonia de beatificación.
Fechas clave del pontificado y del proceso de beatificación de Juan Pablo II, que culminará el domingo 1 de mayo de 2011, con una ceremonia presidida por el papa Benedicto XVI.
Juan Pablo II y la Argentina
01/05/11 - Por Sergio Rubín
Una relación que comenzó cuando apenas Karol Wojtyla llevaba dos meses como pontífice y una inminente conflagración con el país trasandino llevó a que interviniera a sólo horas de su comienzo.
No era una decisión fácil la del papa. Inmiscuirse en el conflicto podría ocasionarle un severo revés diplomático a poco de llegar al trono de Pedro. Su decisión de intervenir –que tropezó con la resistencia de importantes sectores del Vaticano- mostró desde el vamos de su papado su audacia. Como era previsible, no le resultó fácil detener la guerra y mucho menos que su mediación por la disputa de límites alcanzara el éxito.
Debieron pasar varios años y que el país volviera a la democracia. Pero la historia tuvo un final feliz y desde entonces la Argentina contrajo una deuda de gratitud con un pontífice que evitó un enfrentamiento que hubiera tenido consecuencias de una gravedad difícil de imaginar.
Menos de cuatro años después, la guerra por las islas Malvinas volvería a requerir la atención de Juan Pablo II sobre la Argentina. Esta vez no sería una gestión mediadora, pero sí contenedora.
Como tenía previsto una visita a Gran Bretaña desde antes de que estallara la conflagración, el papa decidió realizar también un viaje relámpago al país para rezar con los argentinos por la paz.
Y allí estuvo en el monumento de los españoles, proponiéndole a la impresionante multitud que hiciera “una cadena de oración más fuerte que las cadenas de la guerra. La respuesta no se hizo esperar: los cientos de miles de almas comenzaron a corear “¡queremos la paz, queremos la paz!”.
Pocos días después, se produciría la dolorosa derrota argentina que precipitaría la vuelta a la democracia de un país que comenzaba a salir de la más sangrienta dictadura de su historia, que no sólo había perdido una guerra y casi comenzado otra, sino que había encarado una cruel represión interna con miles y miles de desaparecidos, torturado y exilados.
Recién en 1987 Juan Pablo II podría concretar la visita pastoral al país. Fue allá por abril, cuando tocó Viedma, Mendoza, Córdoba, Salta, Tucumán, Corrientes, Paraná y Rosario. Y Buenos Aires, donde encabezó en la avenida 9 de Julio la Jornada Mundial de la Juventud, les habló a los empresarios, a los obreros, al mundo cultural.
El fervor que suscitó su visita se vio rápidamente desplazado por la rebelión carapintada de Semana Santa, que inició un ciclo de alzamientos castrenses que jaquearon al gobierno democrático de Raúl Alfonsín y terminaron limitando los juicios a los militares que violaron derechos humanos durante la última dictadura.
Después vendría el gobierno de Carlos Menem y su alineamiento con la posición contra el aborto en los foros internacionales del vaticano. Menos plácida, la relación entre el gobierno de Néstor Kirchner con la Santa Sede se tensó luego de que el fallecido mandatario echara unilateralmente al entonces obispo castrense Antonio Baseotto por una crítica desafortunada a un ministro.
Más allá de los vaivenes de la política, la cercana relación de la Argentina con Juan Pablo II no registra antecedentes entre el país y un pontífice. Y los argentinos deben estarle agradecidos por su contribución a la paz.
Tras la beatificación de Juan Pablo II, se inicia el camino para convertirlo en santo
01/05/11 - 17:13
El cardenal Tarciso Bertone, el número dos del Vaticano, dijo que "en unos años" podrían declararlo santo. Más temprano, Benedicto XI lo había proclamado beato ante un millón de fieles.
Preguntado por la cadena RAI Uno sobre la posible canonización de Juan Pablo II, el cardenal Bertone respondió que para ello se necesita dar "un milagro científicamente demostrado y juzgado como tal (una curación) considerada inexplicable desde el punto de vista científico por la comisión médica, la comisión teológica y los cardenales y obispos miembros de la Congregación por la Causa de los Santos".
"Así, que yo diría ciertamente que dentro de unos años" podría completarse la canonización de Juan Pablo II, agregó el secretario de Estado del Vaticano.
Por la mañana, en cuanto se oyó la fórmula de beatificación pronunciada en polaco por Benedicto XVI, se alzaron las voces en la plaza San Pedro que gritaban "Santo Subito" (Santo Ya), tal como lo habían hecho durante los funerales de Karol Wojtyla en abril de 2005.
Y no es de extrañar que eso suceda ya que el proceso de beatificación de Juan Pablo II, que dirigió a la Iglesia católica desde 1978 hasta 2005, se llevó a cabo de forma acelerada, sólo seis años después de su muerte.
El papa Benedicto XVI proclamó hoy "beato" a su antecesor en una imponente y multitudinaria ceremonia celebrada en la plaza de San Pedro ante cerca de un millón de personas provenientes de todo el mundo.
El Papa, que llevaba la casulla y la mitra de Juan Pablo II, pronunció la fórmula en latín: "Concedemos que el venerado Siervo de Dios Juan Pablo II, Papa, sea de ahora en adelante llamado beato".
Un largo aplauso y gritos como en el día de los funerales de "Santo subito" estallaron en la plaza, llena de gente que enarbolaba banderas de numerosas nacionalidades.
La emoción reinó entre los representantes de 86 delegaciones de países extranjeros; entre los presentes estaba el cardenal polaco Stanislao Dziwisz, secretario por más de 40 años de Juan Pablo II.
"Percibíamos el perfume de su santidad", reconoció durante su homilía el Papa alemán, quien elogió "la fuerza de un gigante" que tuvo para "invertir" la tendencia de "la sociedad, la cultura y los sistemas político y económicos" de abandonar el cristianismo.
Una inmensa fotografía de 1995 de un sonriente y saludable Karol Wojtyla, desplegada en el balcón central de la basílica, fue develada en el momento de la beatificación.
Para no perderse el gran día algunos peregrinos reservaron habitaciones en hoteles de lujo de Roma, pero otros pasaron la noche en una bolsa de dormir, en las calles de la hermosa Ciudad Eterna.
Al evento
asistió una
multitud que
siguió de
cerca todas
las fases de
la
beatificación.
Pero también
fueron
muchos los
que en el
momento de
la
beatificación,
precisamente
a raíz de la
muchedumbre,
se
encontraban
a un
kilómetro de
distancia
del corazón
de la
fiesta.
No faltó quien enviaba las imágenes de San Pedro vía iPhone o quien, como le ocurrió a un grupo de peregrinos procedentes de Milán, en el norte de Italia, logró instalarse en las sillas dispuestas por los organizadores a las puertas del Vaticano.
"Lo importante es estar y sentir el clima que hay hoy en la Santa Sede", dijo uno de los fieles de Milán, mientras que a su alrededor circulaba gente de diversos países y razas.
Podían verse mujeres africanas con atuendos multicolores, algunas de las cuales llevaban los retratos de Juan Pablo II, religiosas de la India, muchísimos polacos con las banderitas de su país en la mano, jóvenes de Francia, España y, lógicamente, muchos de Italia.
Por doquier se escuchaban decenas de idiomas, una diversidad que pareció fusionarse en el gigantesco aplauso que estalló tras la proclamación de Juan Pablo II como beato, mientras abundaban la emoción y las lágrimas en los rostros de muchos fieles.
Los peregrinos comenzaron a llegar y a instalarse en los alrededores de San Pedro en la noche del sábado, abarrotando incluso los barrios aledaños, como el que los romanos llaman "il Borgo".
Hacia las dos de la mañana, con tres horas de anticipación a la ceremonia, fueron abiertos los accesos a la Vía de la Conciliación que llevan a la Plaza, mientras las medidas de seguridad se iban reforzando bajo la atenta mirada de la Policía.
Frente a tanta gente, no faltó quien se sintiera mal y se desplomara agobiado por la falta de aire. También hubo malhumor y algún que otro empujón. En total, precisaron fuentes oficiales, un centenar de personas fueron atendidas por el personal médico.
No faltaron las protestas, y más de un peregrino se quejó de la desorganización: "Esto es una pesadilla", dijo un joven, mientras no muy lejos de él una señora se hacía atender tras recibir un fuerte golpe en un pie. "He estado en Fátima y en muchos santuarios. La verdad -subrayó- nunca me pasó nada: hoy no hay una buena organización".
Más allá de estas quejas, la organización global de esta gigantesca celebración terminó siendo positiva. Para muchos, una gran ayuda la puso el clima. Según el servicio meteorológico, debería haber llovido hoy sobre el Vaticano, pero al final la lluvia siguió de largo y los paraguas e impermeables quedaron en casa. Para algunos fervientes adoradores de Juan Pablo II se trató de otro milagro del Santo Padre que supo conquistar a sus seguidores durante un papado que duró más de 26 años.
El pontífice más popular y universal
02/05/11
Defendió la ortodoxia. Pero con su carisma amplió los confines del catolicismo.
por Julio Algañaraz
Sus posiciones en los temas morales fueron inflexibles: condenó el divorcio, el aborto, la inseminación artificial, la homosexualidad, la eutanasia y los experimentos con embriones. También fue un enemigo implacable de la Teología de la Liberación que se había popularizado en América Latina desde los años 60-70. En 1984 aprobó un documento de condena elaborado por la mente teológica y brazo derecho de su pontificado, el cardenal alemán Joseph Ratzinger.
Esta intransigencia es criticada por los alicaídos sectores progresistas, que también le reprochan su protección de la cultura de ocultamiento de los pedófilos, especialmente del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, pese a los esfuerzos de su sucesor Ratzinger que lo condenó al ostracismo en 2006.
Su carisma le permitió defender y ampliar los confines del catolicismo, que logró mantener un 17-18% de fieles en el mundo. Mil doscientos cincuenta millones de bautizados pudieron ver al Papa peregrino en sus 106 viajes. En América Latina peregrinó en 26 ocasiones.
Educado en Cracovia, logró sobrevivir a la persecución nazi durante la ocupación de su amada Polonia. Ordenado sacerdote, mostró una personalidad brillante, excepcional inteligencia, buen humor y capacidad para influenciar a los jóvenes. Con sólo 38 años fue consagrado obispo y Pablo VI lo hizo cardenal en 1967. En el Cónclave de octubre de 1978, que sufría el trauma de la muerte de Juan Pablo I, Karol Wojtyla fue elegido Papa. Tenía 58 años.
El 264° pontífice, primer no italiano en 455 años, produjo grandes temores en el mundo comunista europeo. El 13 de mayo de 1981, el turco Mehmet Ali Agca disparó contra él en plaza San Pedro. Una operación salvó a Wojtyla cuando estaba por morir desangrado. En 1992 se recuperó de un cáncer de colon, pero en esos años comenzaron a aparecer los síntomas del Parkinson, que lo convirtió en un testimonio de sufrimiento y voluntad.
Un gesto histórico de Juan Pablo II fue la reconciliación con los judíos. En 1986 visitó la Gran Sinagoga de Roma y llamó a los hebreos “nuestros hermanos mayores”. Visitó Jerusalén en el 2000 y pidió perdón a los judíos por las persecuciones. Y convocó en Asis una oración común de todas las religiones, que hasta hoy representa un salto gigantesco en favor del ecumenismo universal.
El paso previo a la santidad
02/05/11
Una locomotora que empuja a la Iglesia
02/05/11 Por Sergio Rubin
Curiosamente, los primeros que sintieron la fuerza de su arrollador carisma, sus gestos audaces y su infatigable espíritu viajero fueron los regímenes comunistas de la Europa del Este y, en particular, de su Polonia natal. Su elección y su primer viaje a su tierra, más el aliento a la rebelión libertaria de su compatriota Lech Walesa, significaron el disparador del desmembramiento de un imperio que parecía imbatible. Esa misma personalidad multifacética –actor, poeta, deportista– y, sobre todo, la fuerza espiritual que trasuntaba permitió un, si se quiere, relanzamiento de un catolicismo que parecía retraído, casi vergonzoso de testimoniar su fe, como dijo ayer en la homilía Benedicto XVI. Porque mientras el Concilio Vaticano II sentó las bases en los 60 de la nueva relación de la Iglesia con el mundo –y con las otras religiones–, en gran medida el Papa polaco las puso en acto sin temer los riesgos.
Es cierto que hubo sectores católicos ultraortodoxos que criticaron su pontificado por demasiado moderno, y otros, de izquierda, por “combatir” a los teólogos de la liberación y ser muy conservador. Pero no es ése el sentir de las grandes masas católicas. El riesgo de la Iglesia ahora es que el peso de la figura de Juan Pablo II termine petrificando a una institución que necesita plantearse los desafíos de cara al futuro. En definitiva, él fue su gran conductor en el paso de un milenio a otro.
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