·          

 

 

3.4. Escuela y Obras Educativas a la luz del Nuevo Sistema Preventivo.

 

 

La novedad del Sistema Preventivo, del cual Don Bosco no es el creador pero sí un gran promotor y sobre todo experimentador, radica en su fidelidad a las fuentes inspiradoras que tienen que ver con la pedagogía perenne, con la preocupación por hacer realidad la plena humanidad del niño/a y el joven a partir del reconocimiento de su perfectibilidad, de la educabilidad, en clave evangélica. Aquí resuena, con sentido, el “sed perfectos como mi Padre es perfecto”, en todos los órdenes de la biografía y de la historia (llamado, pues, que involucra tanto a los individuos como a la especie) optando por la educación formal, no formal e informal como camino para hacer ello posible.

 

Don Bosco al hablar de Sistema Preventivo dice que este “consiste en dar a conocer las prescripciones y reglamentos de un instituto, y vigilar después de manera que los alumnos tengan siempre sobre sí el ojo solícito del director y de los asistentes, los cuales como padres amorosos, hablan, sirven de guía en toda circunstancia, dan consejos y corrigen con amabilidad; que es como decir poner a los alumnos en la imposibilidad de faltar".[1]

 

El acento lo pone Don Bosco en la presencia “amorosa” de los educadores entre los niños y jóvenes para guiarlos y corregirlos a tiempo. Y cuando se dirige a ellos les dice: “Persuádanse que sus superiores son conscientes de la grave obligación que tienen de promover lo mejor para el adelanto de ustedes, y que cuando les dan un aviso o les corrigen no tienen más miras que su bien. Respétenlos, ámenlos, ábranles el corazón con la certeza de que solo desean la felicidad de ustedes, respeten a sus compañeros porque son hermanos y procuren estimularse recíprocamente con el buen ejemplo.”[2]

Desde una visión integralmente cristiana Don Bosco hace su oferta para todos e implica en su obra a la mujer, valorando sus riquezas y potencialidades formativas a la vez que reconoce en María Mazzarello el arte de vivir en clave femenina el Sistema Preventivo cuando, al pedirle Don Cagliero consejos para orientar a las hermanas en la formación del espíritu religioso, él responde poniendo el acento en el plano pedagógico:

"Tú conoces el espíritu de nuestro Oratorio, nuestro sistema preventivo y el secreto de hacerse querer, escuchar y obedecer por los jóvenes, amando a todos y no mortificando a ninguno, y asistiéndolos día y noche con vigilancia paterna, caridad paciente y benignidad constante. Bueno, pues esos requisitos los posee la buena Madre Mazzarello y por tanto podemos confiar en el gobierno del Instituto y en el gobierno de las hermanas. Ella no tiene más que hacer y no hace más que uniformarse al espíritu y carácter propio de nuestro Oratorio, de las Constituciones y deliberaciones salesianas; su Congregación es semejante a la nuestra, tiene el mismo fin y los mismos medios, que ella inculca con el ejemplo y con la palabra a las hermanas, las cuales a su vez, siguiendo el modelo de la Madre, más que superioras, directoras o maestras son madres tiernas hacia sus jóvenes educandas."[3]

 

Aquí, como en Don Bosco, no es el Sistema Preventivo lo que define la posición existencial sino que es ésta, marcada por la opción fundamental por el Reino, que es Jesús, y la puesta en acción de los valores evangélicos lo que determina la conversión en acción de tales sistemas teóricos.

La primera comunidad de las FMA se modela en una relación de sincera familiaridad en la que las relaciones son fraternas y no sólo filiales. El modelo es circular y no piramidal, caracterizado por la complementariedad y reciprocidad de tareas, por relaciones sinceras y ampliadas, no formales sino auténticas y afectuosamente ricas. La Madre trata a todas con extrema familiaridad, pide consejo a una hermana o a una joven, dando a cada una la certeza de que su aporte es válido. Así constatamos que comunicar, para María Mazzarello, no es solo hablar, sino poner en común, dar y recibir a través de las antenas sensibles del corazón [4]. Por eso María Mazzarello no teme confrontarse una con otra, sino al contrario, favorece y provoca el diálogo.[5]Este ambiente es de sólida coherencia interna sobre todo por el gran sentido de pertenencia y protagonismo que posee cada miembro de la comunidad.

 

3.5. La Preventividad y los Principios del Sistema Preventivo.

 

 

El Sistema Preventivo de Don Bosco, tiene como pilares la razón, la religión y la “amorevolezza”, realidades que se interrelacionan entre ellas, sea a nivel de fines y contenidos, como de métodos y medios. Estos tres elementos son una síntesis original de los elementos necesarios para el desarrollo integral del niño y del joven: físico, intelectual, moral, social, religioso, afectivo. Metodológicamente activan una serie de intervenciones educativas para ayudar al joven a desarrollar sus potencialidades.[6]

 

 

 

3.5.1. Razón

 

 

“El término "razón" destaca, según la visión auténtica del humanismo cristiano, el valor de la persona, de la conciencia, de la naturaleza humana, de la cultura, del mundo del trabajo y del vivir social, o sea, el amplio cuadro de valores que es como el equipo que necesita el hombre en su vida familiar, civil y política.”[7]

 

La razón es sinónimo de “conforme a razón” y persuasión (contrario a constricción e imposición). La razón valora a las personas en su creciente proceso de personalización y socialización, y valora las realidades terrenas con sentido crítico, respetando su autonomía y dignidad. Don Bosco daba mucha importancia a la formación integral del joven, teniendo en cuenta la formación para la libertad, la preparación para la vida y para una profesión, la asunción de las responsabilidades civiles en clima de alegría y de generoso servicio al prójimo.

 

Lo original en Don Bosco es que formula los objetivos de esta formación integral con palabras sencillas tomadas de la realidad del joven, tales como "alegría", "estudio", "piedad", "trabajo". Logra unir lo esencial y lo contingente de cada día, por esto podemos decir que su programa de educación sin dejar de ser profundo es sencillo y está al alcance de todos; lo sintetiza en: ser ciudadano ejemplar, porque se es buen cristiano[8].

Cuando Don Bosco afirma que su método es el de la razón, quiere decir que la estructura interna del educador se basa en la racionalidad, el buen sentido, en el equilibrio espiritual; que la razón se manifiesta en su modo de proceder e informa sus relaciones; que propone cosas razonables y las propone racionalmente. No se trata de pura lógica, sino de una comprensión global que implica saber captar la belleza de un modelo de vida.[9]

Esto hace del Sistema Preventivo un sistema abierto, rico de esperanzas en la persona y capaz de adaptarse a todas las situaciones culturales. Por eso exige en cada contexto una lectura previa de la situación juvenil y una articulación de las actuaciones educativas mediante la formulación del Proyecto Educativo Pastoral.[10]

 

“El sistema preventivo dispone y persuade de tal modo al alumno, que el educador podrá, en cualquier ocasión, ya sea cuando se educa, ya después, hablarle con el lenguaje del amor. Conquistado el corazón del discípulo, el educador puede ejercer sobre él gran influencia y avisarle, aconsejarle y corregirle, aun después de colocado en empleos, en cargos o en ocupaciones comerciales.”[11]

 

Hace más de 100 años Don Bosco, hace hincapié en la importancia de la razón para educar al joven y a la joven. Hoy, se habla mucho de la urgencia de educar en la criticidad y en la libertad, para lograrlo necesitamos apelar a la capacidad cognitiva de la persona, porque sólo quien conoce (razón) puede ver objetivamente la realidad y tomar libre y responsablemente sus decisiones que implican una opción de vida. Corremos el peligro de que, por una mal llamada “excelencia educativa”, nos preocupemos sólo del aspecto de contenidos que pide el currículo (para que nuestros jóvenes ingresen a la universidad o al trabajo) dejando de lado el aspecto valorativo; nos cuesta interrelacionar lo cognitivo con lo actitudinal. La razón en Don Bosco no es saber más contenidos que los demás, sino que es un medio para la formación integral de la persona como cristiano y como ciudadano porque le permite optar sobre una base.

 

La razón, por lo tanto, invita a los jóvenes a compartir los valores asumidos libremente, implica toda nuestra capacidad de comprensión, de diálogo y de paciencia sin límites.

 

En el nuevo siglo se sabe que la razón de occidente fracasó, en parte, y que se necesitan nuevas formas de aproximación y comprensión de la realidad. No obstante, se impone el buen juicio de los educadores para admitir que hay un aspecto “bueno” de la razón que es necesario formar y hacer circular, sobre todo en América, donde en este momento de la historia parecen dominar los intereses particulares, calculadores, egoístas, sin compasión. Si algo hace falta, ahora, en América, es razón.

 

 

3.5.2. Religión

 

 

El término "religión" “indica que la pedagogía de Don Bosco es, por naturaleza, trascendente, en cuanto que el objetivo último de su educación es formar al creyente. Para él, el hombre formado y maduro es el ciudadano que tiene fe, pone en el centro de su vida el ideal del hombre nuevo proclamado por Jesucristo y testimonia sin respeto humano sus convicciones religiosas.”[12]

 

Los "pilares del edificio de la educación" son la Eucaristía y la Penitencia, la devoción a la Santísima Virgen, el amor a la Iglesia y a sus Pastores. La educación del joven es un itinerario de oración, de liturgia, de vida sacramental, de dirección espiritual. Estos “pilares” están tan tejidos en lo ordinario de la vida del oratorio que cuando los jóvenes salen de él, pasan a ser “pilares” de su vida personal. Don Bosco tiene un seguimiento familiar con los jóvenes que ya no están en el oratorio, haciendo hincapié en que la religión es lo único que los va a sostener en medio de las vicisitudes de la vida, como podemos apreciar en la siguiente carta:

 

“Muy querido Turco:

 

Tu carta me ha dado mucha alegría y me resultó muy grata porque en ella me hablas con la antigua confianza, que para don Bosco es lo más querido en el mundo. Tomando tu carta solamente bajo un punto de vista, doy gracias al Señor que, en medio de los años más difíciles de la vida, te ha ayudado a conservar los sanos principios de la religión. Puede decirse que la edad más peligrosa ya ha pasado; cuanto más adelantes en años, más se desvanecerán las ilusiones que el hombre se hace del mundo y más se confirmará aquello que me dijiste, que solamente la religión es estable y puede en todo tiempo hacer feliz al hombre en esta vida y en la eternidad.

 

Después de este poco de filosofía, te aconsejo que continúes con la profesión de agrimensor en que trabajas, que practiques la religión, especialmente la confesión frecuente que para ti es un verdadero bálsamo, pero que con todas tus fuerzas y con todos los medios posibles, asistas y consueles a tu buen padre en su vejez, etc., que, gracias a Dios, puede decirse es floridísima.

 

En el pasado te he recomendado al Señor en la santa misa y lo haré con más gusto en el porvenir, puesto que me lo pides. También tú rogarás por mí, ¿no es verdad?” [13]

 

Cuando Don Bosco habla de religión, no la reduce sólo al ámbito del oratorio sino que la presenta como base para la formación de cualquier persona. Lo constatamos en las siguientes frases: “Si se educa rectamente, habrá orden y moral; por el contrario, sólo vicio y desorden”, y “La religión es capaz de comenzar y realizar la gran obra de una verdadera educación.” [14]

 

Don Bosco afirma: “Religión y razón son los dos resortes de todo mi sistema educativo. El educador debe persuadirse de que todos o casi todos estos queridos muchachos tienen una natural inteligencia para conocer el bien que se les hace personalmente y al mismo tiempo están dotados de un corazón sensible, fácilmente abierto al reconocimiento. Cuando se haya obtenido, con la ayuda del Señor, hacer penetrar en sus almas los principales misterios de nuestra santa Religión, que, todo amor, nos recuerda el inmenso amor que Dios ha tenido con el hombre; cuando se llegue a hacer vibrar en su corazón la cuerda de la gratitud, que se le debe en correspondencia a los beneficios que tan abundantemente nos ha otorgado; cuando, finalmente, con el resorte de la razón se hayan persuadido de que la verdadera gratitud al Señor debe manifestarse cumpliendo su querer, respetando sus mandamientos, especialmente los que inculcan la observancia de nuestros recíprocos deberes, crea ciertamente que gran parte del trabajo educativo ya se ha cumplido. La religión en este sistema hace el oficio del freno colocado en la boca del fogoso corcel, que lo domina y gobierna; la razón hace de brida que oprime las fauces y produce el efecto que se pretende conseguir. Religión auténtica, religión sincera que gobierne los actos de la juventud, razón que rectamente aplique los santos dictámenes como norma de todas sus obras, he aquí sintetizado en dos palabras el sistema que yo empleo.” [15]

 

Si la razón nos ayuda a actuar libre y responsablemente, la religión nos educa en la fraternidad porque nos hace tomar conciencia que todos somos hijos del mismo Padre; nos permite aportar en la construcción del mundo desde nuestra originalidad, porque nos sabemos colaboradores de Dios en la tarea de conservar y mejorar el mundo, para que se haga realidad el Reino de Dios. “Como Don Bosco y Madre Mazzarello, queremos formar al hombre completo impregnando de fe lo humano y encarnando la fe en la realidad humana, a través de un itinerario educativo capaz de llevar a los jóvenes a la santidad.” [16]

 

“La religión enseña la caridad que combate la soberbia, el egoísmo, hace sociables, agradables y respetuosos a los unos con los otros, obedientes espontáneamente a los que tienen derecho y obligación de mandar, y adorna con cierta belleza hasta a los más rudos, porque excluye el temor.”[17].

 

 

 

3.5.3. La “Amorevolezza”.

 

 

“... desde el punto de vista metodológico, el "amor". Se trata de una actitud cotidiana, que no es simple amor humano ni sólo caridad sobrenatural. Denota una realidad compleja e implica disponibilidad, criterios sanos y comportamientos adecuados.”[18]

La amorevolezza es la marca salesiana. Es su rostro, su identidad. Es una energía espiritual conquistada diariamente que nace de la mística del amor de Dios hacia los jóvenes. Amor que se expresa en una convivencia gozosa, en un clima corresponsable de diálogo, amistad, comunicabilidad, alegría por el don de la vida.[19]

 

La caridad pastoral se plasmó en el "contacto con los jóvenes", en el esfuerzo de ayudarlos a valorizar la vida, implicándolos en su crecimiento. Por eso tanto Don Bosco como María Mazzarello entablan una relación educativa basada en la amistad y la confianza. El afecto o bondad (amorevolezza) se convirtió en lo esencial de la caridad de estos dos educadores. Se trata de suscitar la correspondencia del joven. El afecto, al hacer que acepte la propuesta educativa y que se sienta amado, lo anima a dar lo mejor de sí.[20]

 

La amorevolezza empeña al educador a desarrollar en plenitud su capacidad de ser "humano", de ser sensible al corazón de las personas, de tejer relaciones solidarias. Remite a comprometerse a ir al encuentro del otro en una disponibilidad incondicional a la escucha y al diálogo. La mirada del otro exige de mí la renuncia a la indiferencia para mirarlo con bondad y ver especialmente sus posibilidades.

 

La experiencia de Dios que cultivo día a día me re - envía al encuentro del rostro del otro, del más sufrido, del marginado, del excluido. Aquí la amorevolezza adquiere un compromiso social, toma el rostro de la solidaridad y de la justicia.

 

El Sistema Preventivo, pues, es básicamente relación, y cuando esta falla se le quita al mismo su fuerza de persuasión. Don Bosco en la carta de 1884 dice a sus muchachos: "me parecía estar en el antiguo oratorio a la hora del recreo. Era una escena viva donde todo era alegría... se cantaba, se reía, y en todas partes había clérigos y sacerdotes y con ellos jóvenes que compartían alegremente.  Se veía que entre jóvenes y superiores reinaba la más grande cordialidad y confianza".

La característica de Don Bosco, de María Mazzarello es dar el primer paso, eliminar barreras y suscitar el deseo de restablecer la relación cuando ésta se ha debilitado. "Tal ejercicio de caridad nos hace pensar en dos fenómenos actuales: la lejanía física de muchos jóvenes y la distancia psicológica de otros que están cerca, pero de los que nos separan temas, lenguajes, gustos y pertenencias. Lo que nos da idea de la carga mística y ascética que supone entablar diálogo con ellos."[21]

 

El amor educativo abre el corazón y la inteligencia del joven al educador, lo estimula a ser protagonista de su formación, a crecer en iniciativa y creatividad. “... la razón y la experiencia demuestran que, sin verdadero cariño, es inútil el ministerio del educador. La primera alegría de un muchacho es saber que se le quiere. Él corresponde a este cariño, se persuade de lo que el maestro asegura, ama todo lo que él enseña, le gusta lo que a él le gusta, se aficiona para toda la vida a las verdades y a la doctrina de él aprendidas, y hasta se siente inclinado a la misma profesión, aún sacerdotal o religiosa, de su educador, y lo ama como al padre de su alma.” [22]

 

El corazón de la espiritualidad de la relación educativa es la amorevolezza. Es un amor intensamente pedagógico que hace del educador un caminante con el educando, ambos en dirección al bien, a la libertad, a Dios. El lenguaje pedagógico más profundo es el de la verdadera acogida, de la confianza, de la ternura; es colaborar, animar, guiar, acompañar, escuchar, es ayudar al educando a adquirir los instrumentos para vivir con efectiva seguridad cuando deba caminar solo[23]

 

En el testimonio de la amorevolezza que devuelve la alegría y las ganas de vivir intuimos el camino para una propuesta de espiritualidad típicamente salesiana. Para salesianas y salesianos la amorevolezza es claridad de amor, confianza recíproca, atención a los más débiles, comunicación que potencia la comunión, transparencia de relaciones.[24]

 

La amistad profunda entre educadores y jóvenes nace de la acogida y la familiaridad que crean una relación educativa auténtica que ayuda a crecer porque se llega a la esencia de la persona. Esta amistad tiene su expresión concreta en la "asistencia salesiana" que desemboca en la paternidad/maternidad como responsabilidad afectuosa que ofrece guía y enseñanza vital porque "sabe hablar al corazón de manera personalizante", porque se tratan las cuestiones que ocupan vida, mente y corazón del joven. Es padre/madre quien enseña al joven, a través de la relación diaria sencilla y familiar, el arte de vivir en cristiano.[25]

 

Desde esta perspectiva propositiva, la amorevolezza es la traducción salesiana de aquel amor solícito, gozoso y desinteresado que acoge a los jóvenes y abre su vida a un futuro solidario.[26]

 

El Capítulo General XXIV de los SDB ha escuchado a laicos y a jóvenes, ellos tienen grandes deseos de relación. Somos conscientes de que en nuestras Congregaciones abundan experiencias que nos hacen confiar en la posibilidad de crecer en esa dirección, manifestando en plenitud las riquezas del afecto salesiano y del espíritu de familia a que da origen.

 

Dicho afecto, para que no corra el riesgo de reducirse a un simple instrumento técnico de captación y manipulación de la personalidad del otro, debe estar lleno de caridad y ser expresión de una auténtica espiritualidad relacional. Su fruto y signo es una castidad serena que mantiene el equilibrio afectivo y la fidelidad oblativa. Así la relación educativa se convierte en auténtico encuentro personal.[27]

La amorevolezza impregnada de verdad, de fortaleza al servicio del bien es la condición privilegiada para que religiosas/os y jóvenes progresen en el amor. Es un tipo de educación que se impone por la fuerza de la autenticidad. La pureza del corazón y la verdadera capacidad de amorevolezza educativa dejan de lado cualquier forma de imposición y agresividad y al mismo tiempo toda compensación afectiva, parcialidad o preferencia. El amor educativo es vigoroso, libre, imparcial y gratuito.

 

Razón y amorevolezza son actitudes del educador, de la educadora que evita imponerse, más bien dialoga, propone, persuade, pide a cada uno lo que puede dar y lo pide en una relación de afecto verdadero y profundo.

 

Razón y amorevolezza son los caminos privilegiados que María Mazzarello elige para la formación de educadoras y jóvenes en el sentido del ser y no solo del aparecer o del hacer. Enemiga del formalismo exterior adopta los caminos de la interioridad personal: la educación de las motivaciones y del corazón, allí donde maduran las opciones vitales. Y esto lo puede hacer porque primero se ha ganado el amor de quienes le rodean, y entonces los corazones se abren sin dificultad.

 

“Una nueva lectura de la amorevolezza como camino educativo nos conduce a María, ella nos precede en el esfuerzo de ser transparencia del amor. La caridad es el fundamento del sistema preventivo. Don Bosco ha amado, ha querido el bien con la fuerza del amor y de la razón, en los horizontes de la religión. La amorevolezza es el estilo educativo salesiano. Don Bosco educa porque ama; lo primero que los jóvenes nos piden es que los amemos. En el sistema preventivo el ofrecimiento del amor está íntimamente unido al ofrecimiento de un horizonte de significado de la vida.” [28]

 

De la memoria hay que pasar a la iluminación de la nueva circunstancia. Por eso el nuevo Sistema Preventivo deberá desplegarse así:

·         El mismo de siempre, el aplicado por Don Bosco y los salesianos de la primera hora, pero con un nuevo espíritu, con un ardor renovado.

·         Buscando incorporar los nuevos temas generadores de la cultura (nuevos contenidos) como: el nuevo asociacionismo y su incidencia en la generación de capital social; la educación de la nueva pareja y su influencia en la conformación de la nueva familia; La renovada visión de la afectividad; El entronque con las nuevas pedagogías.

·         El saber hacer para reconstruir el mundo y generar uno nuevo.

 

 

3.6. La Reciprocidad en la praxis del Sistema Preventivo.

 

 

La reciprocidad existe cuando las personas entran en relación como sujetos portadores de una dignidad igual desde la cual comparten y de una diversidad que es y que se hace cada vez más riqueza.

 

La “reciprocidad” que se ha usado y se usa de diferentes maneras y en distintos contextos, según Gannon es ante todo una actitud que se aprende y que es poco a poco interiorizada. Si se toma como una categoría antropológica hará referencia al personalismo. En su base está la valorización de la diferencia y la especificidad. La reciprocidad como categoría interpretativa fundamenta la responsabilidad y ayuda a conjugar la diversidad y la paridad en la relación humana.

 

La reciprocidad es también un modelo de existencia que facilita una vida común hecha de relaciones maduras en las que se favorece la circulación de ideas, se promueva la diversidad, la interacción y la colaboración. En este sentido la reciprocidad es modelo de compromiso mutuo en un proceso de renegociación de la relación para la integración de la unidad con la diversidad.

 

La reciprocidad es, igualmente, considerada como proceso y camino; es una dirección de tendencia ideal y normativa de las relaciones humanas, que van de un mínimo de interacción a un máximo de comunión. Es un proceso de integración que no nivela la originalidad y la creatividad de hombre y mujer sino que estimula hacia nuevos encuentros que llevan a descubrir la riqueza de la pluralidad.

 

La reciprocidad es una vía de aceptación de sí mismo y de las diversidades de los demás y es también un camino en la toma de conciencia de que la confrontación con la diversidad es fundamental para las relaciones interpersonales. La esencia de la reciprocidad está dentro del ser de la persona, en la relación entre personas, relación que implica gratuidad, correspondencia y comunión. La reciprocidad exige entonces la dinámica de un dialogo circular.

 

De Nicola, considera la reciprocidad como sinónimo de mutualidad; ésta evoca la integración tanto entre hombre - mujer como en el sentido de una integración social más amplia que implica el mutuo intercambio en una relación paritaria, la responsabilidad de mutua apertura y acogida. Subraya que la mayor dificultad de educar en la reciprocidad es saber combinar la igualdad y la diferencia sin reducirlas la una a la otra.

 

En todo grupo de personas y, más aún en una comunidad educativa que ha elegido vivir al servicio de los jóvenes, si no existe una relación recíproca, habrá una relación vertical, autoritaria, que no toma en cuenta la opinión de los demás y mucho menos respetará las decisiones tomadas en conjunto.

 

Asumir la espiritualidad salesiana significa vivir la reciprocidad de cada relación para llegar a cada persona, especialmente a cada joven y acompañarla en su camino personal. Hoy la educación requiere de este diálogo y relación recíproca para dar respuestas adecuadas. El diálogo vertical e impositivo no funciona más en la actualidad.

Piaget afirma que la equidad es aquella forma superior de reciprocidad en la que la relación con los otros se fundamenta en la consideración de la real y particular situación de cada persona.  Esto supone la capacidad de no exigir lo que “debe ser”, sino el considerar la situación de cada persona, de encontrar respuestas diferenciadas a situaciones distintas. Esta habilidad cognitiva permite realizar comportamientos de reciprocidad. (Stevani).

 

En una relación recíproca no hay quien manda y quien obedece, o quien domina y quien es dominado, o quien se sienta más o menos que los otros, tampoco consiste en imitar a los demás. Por el contrario hay un dar y recibir afecto, ternura, comprensión, sonrisa, acogida, se intercambian valores, competencias, ayuda, perdón. Se mira al otro con los ojos paternos/maternos de Dios que nos ayuda a fortalecer nuestra identidad personal a partir de la identidad del otro a quien debemos respetar siempre.

 

Las relaciones de reciprocidad ayudan a desarrollar y potenciar los recursos individuales y esto, sin duda, mejora la calidad de la vida social, familiar, educativa... y ayuda a las personas a reconocerse semejantes y distintas

 

Para que la reciprocidad ayude a tejer redes de comunión en la Comunidad Educativa es necesario aprender a dar y a recibir con libertad. No sólo dar ni sólo recibir, sino ambas actitudes que equilibran el ser en la libertad, fuera de leyes rígidas que pretenden regular todo. Madre Mazzarello nos recuerda que es importante "hacer con libertad lo que la caridad requiere".

 

Es preciso una gran capacidad de escucha para ser recíprocos en el diálogo y en todo gesto que construye la vida de familia. Quien es recíproco sabe reír y llorar, alegrarse y sufrir, confiarse y recibir confianza porque tiene una seguridad de base, sabe quién es y qué aporte puede y debe dar para la consecución de los objetivos comunes.

 

Para crecer en reciprocidad es necesario considerar las diferencias como riqueza, como posibilidad de comunicación y de aprendizaje constante. Es indispensable, pues, una educación para la reciprocidad y para la convivencia serena dentro de las diferencias.

 

Para construir la reciprocidad, la ética exige respetar la autonomía del otro. Esto elimina la tentación de imponer propios puntos de vista para evitar así cualquier manipulación.

 

La dinámica del amor en el estilo salesiano exige amar y estar presentes, no para hacer a los demás a nuestra imagen y semejanza sino para acogerlos como son y acompañarlos en su crecimiento. Cuando uno está seguro de ser amado por lo que es, más allá de los límites y faltas, tiene el valor de ser sí mismo y es entonces cuando la relación puede ser recíproca, al mismo nivel, desde lo que cada uno es, donde ninguno busca imponer, sino confrontar con serenidad para retomar la vida siempre con mayor plenitud.

 

La educación tiene entonces una doble misión: enseñar la diversidad de la persona humana y ayudar a tomar conciencia de las semejanzas y la interdependencia entre todos los seres humanos. [29]. Cuando alguien entra en esta dinámica ya no necesita dominar o querer ser el centro o tener siempre la razón, sino que, sabiendo sus posibilidades y límites, es capaz de aportar y aprender en cada momento[30].

 

 

3.6.1. En diálogo con las diferencias

 

 

Vivimos un tiempo que nos convoca a una "ética de la convivencia capaz de universalidad. Y el principio dialógico es una evidencia antropológica de la convivencia" con las diferencias en su sentido más amplio. Acoger lo "diferente" del otro, del mundo, implica dirigir una mirada fraterna al rostro del otro. Lo que da dignidad a esa mirada es la palabra, es el lenguaje que abre a la comunicación profunda de los rostros. El lenguaje se convierte en casa común en la que las relaciones crecen y se iluminan de sentido hasta llegar al espacio de responsabilidad por el otro que está delante mío. Es la casa común para la conciencia de los seres humanos, es el espacio en el cual se cualifica éticamente el encuentro entre el "YO" y el "TÚ". El diálogo se vuelve el sacramento de la ética de la responsabilidad y de la reciprocidad. En el centro de ese diálogo está el respeto "a lo diferente" del otro, dentro de la pluralidad de las culturas.

 

Dialogar con las diferencias requiere la proximidad del otro. Ese encuentro con el rostro diverso del otro es una experiencia ética cotidiana que necesitamos tejer como personas, como educadores. El diálogo supone interlocutores, por lo tanto, una pluralidad. Esa proximidad es capaz de lanzar luz sobre las diferencias y conferirle autenticidad en la relación.[31]

 

Madre Antonia, Superiora General de las FMA, en su circular de septiembre de 1997 recuerda que en el diálogo confiado se refuerzan y profundizan las relaciones interpersonales, se descubre la riqueza de las diferencias y se armonizan como recursos al servicio de la única misión.

 

La diferencia no puede ser concebida como elemento conflictivo respecto a la igualdad y a la conciencia de pertenecer a la misma especie humana, con la misma dignidad. El personalismo filosófico cristiano considera que la diferencia es siempre relacional y la relación es siempre entendida como reciprocidad.

 

Nuestro fundadores no hablaron de reciprocidad, de "convivir con las diferencias", de considerarlas como riqueza, pero optaron por estar en medio de las personas y de las situaciones, hacerse cargo de ellas y hacerlas progresar. Esto nos lleva pues a hacer nuestro el estilo de escucha de la diversidad propio de María Mazzarello y de Don Bosco, porque decir comunidad supone solidaridad y reciprocidad de presencias.[32].

 

 

3.6.2. Formación al diálogo recíproco

 

 

A este respecto surge entonces una necesidad vital de formación no separada de los otros miembros de la Comunidad Educativa. En la programación del sexenio que hizo el Consejo general de las FMA en junio de 1997 se dice que "advertimos la necesidad de activas etapas de formación con y para los mismos laicos. Consideramos esto un signo de los tiempos que nos refuerza en la convicción de que la formación es una realidad de comunidad educativa". Y como prioridades en este camino se señala la reciprocidad de las relaciones... que no sólo acoge sino que favorece la diversidad y la vive como riqueza. Esta es la línea dorsal del Capítulo General XXIV de los SDB.

 

Dentro de la comunidad educativa el encuentro es el espacio legítimo para educarnos al diálogo recíproco. El gesto visible que realiza el encuentro es acompañado por un símbolo significativo de una realidad espiritual, invisible. Es todo nuestro bagaje humano interior puesto al servicio, a disposición del otro. Es apertura recíproca para acoger los dones que el otro me ofrece. Es una actitud permanente de acogida para confrontar nuestras riquezas personales, integrándolas. El diálogo recíproco requiere de los educadores un amplio aprendizaje de la verdad, de la confrontación serena, no obstante la diversidad de mentalidad, del discernimiento personal y comunitario, de la esperanza.

 

Se necesita, pues, revitalizar la herencia recibida, escribir un nuevo Sistema Preventivo tal como lo sugirió, en su momento, Don Egidio Viganó. El Sistema se ha de actualizar renovándolo. Eso significa fundamentarlo sobre parámetros antropológicos, a su vez, renovados y orientados a valorar la reciprocidad hombre/mujer, educador/educadora, educadores/educandos/as, religiosos/as,laicos/as.

 

Así, una comunidad educativa que obra en convergencia de intentos, en un clima de auténtica alegría, donde reina el diálogo en todo esfuerzo por acercar a las personas, podrá asegurar la eficacia de cada intervención educativa.[33]

 

Don Bosco implica en su obra a:

·         La mujer y el hombre, reconociendo sus riquezas y potencialidades formativas a la vez que percibe su aporte recíproco,

·         los educadores/as laicos/as, valorando su aporte desde su específica competencia,

·         los/las jóvenes, haciéndolos responsables también del caminar de la comunidad,

·         a toda persona interesada en la educación de los jóvenes.

Ser fieles a Don Bosco hoy significa valorar la reciprocidad basada en la aceptación gozosa de las diferencias que enriquecen todo grupo humano haciéndolo más activo, interdisciplinar, capaz de acoger el aporte de cada uno en vista del único fin: la salvación integral del joven y la joven.

 

Ser fieles a Don Bosco y a Madre Mazzarello hoy significa vivir el esfuerzo de trabajar juntos/as unificando fuerzas para el bien común, renovando criterios de trabajo educativo y nuevas formas de presencia. Valorando el aporte diferente de cada uno que es válido en cuanto está orientado a la consecución del único fin.[34]

 

En el camino hacia la serena convivencia de las diferencias nos sentimos llamados, como Comunidad Educativa, a superar distancias y prejuicios, a ir al corazón de las personas y de las culturas y a librarnos de la lógica de la superioridad y de dominio.[35].

 

La Comunidad educativa es el lugar privilegiado para educarnos juntos/as y pacientemente en la reciprocidad. Ya desde sus inicios nuestras Familias religiosas, tanto religiosos, religiosas, jóvenes en formación, educandos y educandas pasaban gran parte de la jornada en los mismos locales y por eso tejían relaciones profundas, intensas, recíprocas. Cada una y cada uno sabe que su aporte es necesario a la comunidad, sin hacer comparaciones inútiles con los otros miembros de la misma, se siente parte viva de la familia y por eso participa desde lo que es.

 

En la primera conferencia que como superiora dio a la Comunidad María Mazzarello dice a las hermanas que "no sólo ella debería llevar adelante la casa... sino que cada una de las hermanas podía ayudarla y aconsejarla; y que, por lo tanto, cada una debía y podía manifestar sus propios puntos de vista y sus opiniones, a fin de que todo procediese mejor en todo sentido"[36].

 

“Don Bosco mandaba llamar muchas veces a los asistentes, a los maestros, al jefe de estudios... y se entretenía con ellos hablando de lo que habían observado en la casa. Este continuo cambio de ideas y observaciones animaba a los que habían de estar con los muchachos y tenía al superior informado de todo...”[37].

 

La relación educativa exige repensar continuamente nuestro ser frente al otro, redefinir nuestra identidad a partir del otro. Nos invita a 'inaugurar', a tejer relaciones nuevas que implican:

 

·         relaciones intensas: pasando de la falta de comunicación personal y profesional a la información e intercambio de vida en lo cotidiano;

 

·         relaciones profundas: en el empeño de todos en la búsqueda del sentido de la vida (de la propia y de la de los destinatarios) hacer IRRUMPIR LA VIDA que hoy se siente amenazada por la soledad, el anonimato, el individualismo, por las relaciones impersonales y distantes generadas por los medios masivos de comunicación.

 

Estas relaciones nuevas se pueden dar:

 

·         a través de la participación: que implica hacer parte de algo o tomar partido por alguien, que es una fuerza que se construye a partir del interior de cada uno. Se propone un  camino en el que todos están llamados/as a confrontarse y a hacer elecciones vitales. Creer en la participación significa aceptar la diversidad de las personas y de las ideas.

 

·         a través de la animación: que es tarea de todos. Cuida la creación de una verdadera familia en la que jóvenes y adultos/as, padres y educadores/as compartan el mismo proyecto y aporten su propia originalidad y se acompañen recíprocamente en el propio crecimiento humano y cristiano.[38]. Es el principio, el motor de todo, generador de vida, soplo, aliento, creación. Asegura la circulación de la vida. La animación pone en el centro a la persona, considerada en su unidad, valoriza el grupo y la sincera búsqueda común.

 

·         a través de la formación permanente: los cuestionamientos existenciales necesitan estar a la orden del día; estar atentos y tener sensibilidad a los cambios sociales, culturales, religiosos, políticos, económicos... a actualizarnos en el campo profesional y personal; a abrirnos a los retos del mundo posmoderno siendo capaces de intervenir con propuestas transformadoras.

 

Capítulo IV

 

4. LA RECIPROCIDAD EN EL TERCER SIGLO DEL SISTEMA PREVENTIVO SERÁ “FAMILIARIDAD”

 

 

El espíritu salesiano que circuló en parte del siglo XIX fue marcado por la idea y realidad educativa del oratorio y la educación popular; durante el siglo XX se expandió y formalizó en un sistema pedagógico, conocido como el Sistema Preventivo. Y en el siglo XXI, que se barrunta, hay indicios que confirman el valor de la FAMILIARIDAD como el predominante en la familia Salesiana y su entorno de influencia.

Con este se vuelve la mirada a las fuentes y al mismo tiempo, con un claro sentido prospectivo, se responde al mundo de la complejidad. En efecto, la familiaridad que para el DRAE (Diccionario Real Academia Española) en su primera acepción es “llaneza, sencillez y confianza en el trato”, en la vida diaria tiene que ver con hacer familiar o común una cosa. Sus sinónimos, que le agregan valor, son: intimidad, amistad, compañerismo. Don Bosco con sentido común y, además, sobrenatural había propuesto ésta como el hilo conductor de su puesta en escena educativa: Valdocco se organizó y funcionó como una familia con una madre, mamá Margarita (aunque María Auxiliadora también funge como tal pero sin límite en el tiempo), un padre, Don Bosco; y después de él sus hijos, los salesianos y la pléyade de jóvenes que habrán de crecer allí y convertirse en personas. Como en toda familia, las cosas no están suficientemente hechas y por eso hay que porfiar en la construcción diaria de la misma. Don Bosco ya lo había previsto al decirle a alguno de sus colaboradores: “vosotros completaréis la obra que yo comienzo, yo hago el esbozo, vosotros le pondréis los colores.” La familia y, su derivado, la familiaridad se constituyen en tarea. La familia será, pues, el conjunto de adultos/as significativos que ayudan al niño y a la niña y al joven y a la joven en su proceso de convertirse en personas completas: en buenos cristianos/as y ciudadanos/as. Allí caben padres y madres biológicos, más tíos y tías, abuelos y abuelas, vecinos y vecinas concernidos, maestros y maestras, en fin, todos aquellos que asuman el compromiso de hacer ofertas formativas mediadas por el amor de cercanía.

 

La consigna, para los tiempos que corren, en América será, entonces: RELANZAR LA FAMILIA Y LA FAMILIARIDAD SALESIANAS HACIA EL TERCER MILENIO POR MEDIO DEL SISTEMA PREVENTIVO EN LA EDUCACIÓN Y LAS ESCUELAS.

 

Esta consigna funciona en consonancia con la idea de pensar globalmente y actuar localmente. Sentir con todo el mundo desde la realidad primigenia de la casa. Las primeras comunidades de la Familia Salesiana están formadas por rostros diversos, por historias diferenciadas con un patrimonio de gozo y de dolor, de marginación y de libertad, de debilidad y de fuerza. Se encuentran en ella una pluralidad de funciones, de personalidades, de caracteres que no sin dificultad tratan de hallar la convergencia y la capacidad de compartir.

 

Ellos, ayer, salieron al encuentro de los excluídos: los jóvenes encarcelados, los aborígenes de América, los leprosos y hoy los niños, y niñas de la calle, drogadictos, víctimas del sida, los desplazados por la violencia etc y con propuestas educativas se integran en comunidades que se constituyen en espacios de crecimiento y formación.

 

El estilo comunitario salesiano, donde viene puesto en práctica con fidelidad creativa, promueve el espíritu de familia y de fraternidad, pero no nivela ni masifica, sino que favorece la expresión de la riqueza personal en la participación y en la corresponsabilidad. La diversidad de funciones y de obligaciones es esencial para la armonía comunitaria. El espíritu de Valdocco, Mornese o Agua de Dios, y tantos otros escenarios de la salesianidad da origen, por su naturaleza, a una serie de lazos interpersonales diferenciados en cuanto a la edad, la formación, la función, las expectativas, la sensibilidad...

 

El don más precioso que podemos hacer a los demás es el de ayudarlos a ser cada vez más ellos/as mismos/as...

 

Es misión del Espíritu generar en nosotros la capacidad de comunión, pero El se sirve de nuestra humanidad para actuar. Por esto las relaciones cotidianas son el mejor taller de santidad, una continua Escuela de amor... Valdocco, Mornese, Agua de Dios, por la calidad de su vida y de sus relaciones recíprocas es casa - madre, ambiente rico en fecundidad generativa por la exquisita finura humana y cristiana que lo llena. Por esto se convierte en seno fecundo de futura vitalidad de la Familia Salesiana.[39]

 

Ayer se hablaba de compartir, de delegar, de interactuar… Hoy se habla de “empoderamiento”, es decir, compartir el poder a todo nivel, lo que hace posible la aplicación y la vivencia de sus propios roles de liderazgo, el aporte de lo mejor de las propias capacidades para bien de todos/as, y el implicar realmente a cada uno en la marcha de todo.

 

Parece que nuestros fundadores, un siglo antes, hubieran tenido ya la filosofía del empoderamiento. Esto lo dice el ambiente que se respiraba en nuestras casas, donde la participación, la creatividad y el sentido de pertenencia hablaban del clima de reciprocidad aplicado en la sencillez del auténtico “espíritu de familia” propio de nuestro carisma.

 

Nadie más que Don Bosco implicó certera y audazmente a sus muchachos: codo a codo trabajó con ellos, los acompañó, los orientó y los responsabilizó, les dejó amplio espacio para innovar; cada uno de ellos imprimió a la obra su estilo. Por eso hoy la Familia Salesiana tiene solidez y sigue causando impacto social, después de un largo siglo de existencia.

 

Igualmente, la Madre Mazzarello supo hacer esto realidad con las hermanas y jóvenes: ninguna pasaba desapercibida, cada una sentía que su aporte era necesario en la marcha de la casa, unas en la huerta, otras con las niñas que llegaban, otras desde las clases y otras desde el servicio de autoridad: todas sentían que todo era de todas, se contaba con la realidad de una reciprocidad viva y comprometedora.

 

Por esto la vivencia del implicar a todos en Don Bosco, en la Madre Mazzarello, en el Padre Luis Variara y muchos otros miembros de la Familia salesiana fue garantía de visiones y de grandes sueños; de maravillosas creaciones, que les dieron la posibilidad de vislumbrar el futuro y de lanzarse con audacia en su realización. A cada uno de sus hijos e hijas les dieron alas para volar, les permitieron ser ellos y ellas mismos y vieron en cada uno un líder capaz de llevar adelante las Obras en que se empeñaban. Nuestros fundadores nunca trabajaron solos: siempre creyeron en las capacidades y en las energías de sus hijos e hijas.

 

Su mayor empeño estuvo en favorecer las condiciones necesarias para que cada quien aportara y viera el impacto positivo que provocaba con lo que realizaba. Nuestros santos estimularon la autoestima, dieron seguridad a sus muchachos y muchachas, los lanzaron confiando en ellos y en ellas, dejaron que cada uno (a) se demostrara a sí mismo(a) las propias capacidades.

 

Su actitud nos demuestra una vez más que el poder, el auténtico poder, está en saber delegar, en permitir ser. Sólo así el otro se siente corresponsable y las obras crecen. Basta volver a mirar el ambiente de Valdocco, de Mornese y de Agua de Dios, en fin, para intuír cómo se vivía ya el auténtico liderazgo: aquellos líderes que no excluyen sino que incluyen y estimulan, que favorecen el surgir de nuevos líderes con energía y con creatividad que, reconociendo la responsabilidad y el compromiso, se implicaban con verdadera pasión en el sueño de todos.

 

El ambiente educativo salesiano, por lo tanto, está fuertemente influenciado por la calidad de las relaciones entre educadores/as y educandos/as; cuando éstas son recíprocas, el ambiente entero se beneficia, se logra el inconfundible clima de familia, donde el acto educativo es, ante todo, el acompañamiento individual de la persona dentro de un colectivo que llega a ser FAMILIA.

 

Para Don Bosco en primera instancia la familiaridad se constituye sobre las bases mínimas de unas normas de convivencia o más claramente sobre la estricta observancia del reglamento de la casa. Aquí y ahora la legalidad es construída por todos los interesados, recíprocamente. El acatamiento de la ley  tiene que convertirse en una manera natural de vivir cotidianamente. Su aprendizaje ha de lograrse desde las primeras fases de la vida, con la familia, es decir, con el conjunto de adultos significativos que pululan en torno a los niños. Entre ellos están esa suerte de padres sustitutos que son los maestros/as. No se trata de llenarse de leyes, de normas. Pocas y claras son suficientes. Más aún, corresponde a los adultos/as constituirse en modelos irreprochables.

 

En la actualidad, el procedimiento por excelencia de la modernidad es el diálogo público y libre. La conversación, la vía argumentativa apoyada en la razón. Como bien dice Don Bosco en un horizonte de máximos, con un valor incalculable a futuro: “pongámonos, pues, todos de acuerdo: la caridad de los que ejercen la autoridad y la caridad de los que obedecen, hagan reinar entre todos el espíritu de San Francisco de Sales”.[40]

La familiaridad se concreta en la contemporaneidad en afecto y amistad. Este es el ámbito más productivo y proclive a la formación de nuevas generaciones de latinoamericanos solidarios y participativos desde lo local hasta lo global porque son la realización gradual de la persona que se convierte en aquel “buen cristiano y honesto ciudadano” soñado por Don Bosco, reclamado por la sociedad de todos los tiempos y razón de ser de nuestro carisma.

 

No podemos desconocer, entonces, la importancia de la comunicación y de las relaciones en el acto educativo, como espacio propicio para crecer, madurar y ser uno mismo.

 

Hoy, cuando pensamos en el relanzamiento de la escuela para América, nos toca interiorizar, ahondar aún más en las implicaciones de unas relaciones más humanizantes y enriquecedoras por el arte de quienes en la escuela tenemos el compromiso de ayudar a nuestros alumnos(as) a crecer y a desarrollar armónicamente su personalidad: Para ser en la sociedad los ciudadanos honestos y útiles en la transformación de la historia de hoy. Sólo así, seremos fieles a nuestro Sistema Preventivo y a nuestro carisma; sólo así podremos hacer presentes a nuestros fundadores, sólo así podremos entrar con vigencia, validez y significatividad en este nuevo milenio que espera nuestra respuesta.

 

A la conformación de este discurso han aportado sucesivas generaciones de miembros de la Familia Salesiana. Los salesianos de esta hora, ante la inquietud acerca de la forma de concebir a Don Bosco en la perspectiva del nuevo milenio, a la pregunta: ¿de qué forma los salesianos del 2000 podrán ser educadores según el corazón de Don Bosco? respondieron así y han dejado unas pistas para continuar el camino, en la fidelidad creativa:[41]

 

·         En consonancia con el corazón de Don Bosco, que es:

- Abierto a todo cambio e innovación; a toda persona sin fijarse en su piel, posición social, sexo o inteligencia.

- Incondicional de los pequeños.

- Observador de los acontecimientos del mundo y que elige para sus muchachos no sólo lo necesario, sino lo mejor.

- Es decir, ser un educador que encarna de modo ejemplar el camino del amor de Jesús por los jóvenes, especialmente por los más necesitados.

 

·         Para ser educadores en el nuevo milenio debemos renovar nuestra decisión de ser de Dios y para Dios, con toda la riqueza y la fragilidad de nuestra humanidad. También estar con los jóvenes, superar el miedo de estar con ellos, con los de hoy, tan diversos a nosotros y a nuestros modelos educativos. Volver al patio, para estar físicamente con ellos, captar cómo piensan, cómo razonan, dialogar y sobre todo para quererlos.

 

·         Nuestra Congregación ha realizado esfuerzos para traducir la experiencia personal de Don Bosco a cada época y a cada contexto, para comprender la educación con estilo salesiano desde el Sistema Preventivo. Todas ellas tienen un denominador común: la fidelidad dinámica. Esto significa:

- La presencia entre los/las jóvenes.

-          La tensión educativa – pastoral, caracterizada fundamentalmente por la caridad pastoral.

-          La prioridad de la Evangelización: tendremos futuro en la medida en que seamos fieles a la educación en la fe de los jóvenes

-          La vigilancia sobre las nuevas pobrezas juveniles: Don Bosco nos interpela siempre sobre los/las jóvenes más pobres.

 

·         La frase de Don Bosco “hazte amar más que temer”, conserva toda su actualidad. El amor sigue siendo el fundamento del sistema educativo salesiano. ¿Cómo amar educativamente a esta generación? Este amor tiene cinco características:

- Un amor que exige la presencia física: la inserción en el mundo juvenil, el ESTAR CON que permite conocer, comprender ese mundo y descubrir sus necesidades. Para el/la joven es la certeza de que cuenta con nuestra ayuda sobre todo en los momentos delicados y difíciles.

- Un amor creativo que inventa, propone, reformula actividades significativas, para ayudar a los/las jóvenes a formarse una escala de valores testimoniados por la propia vida del salesiano.

- Un amor evangélico que es capaz de crear solidaridad y justicia.

- Un amor exigente que ayude a crecer en la responsabilidad, haga pensar, favorezca el diálogo y sea capaz de construir el Reino de Dios.

- Un amor santo que lleve a los/las jóvenes a experimentar el amor paterno – materno de Dios.

 

·         “Tiene que ser astuto como serpiente y sencillo como paloma” (Mt 10, 16), esto lo debió pensar Don Bosco para el ser “buen cristiano y honrado ciudadano.”

- Sencillo en el trato con Dios y en la relación con los otros, cordialidad, amabilidad, rostro alegre, corazón en la mano, he ahí un salesiano/a, pero “astuto” con fundamentos profundos y disciplina razonada, en el crear condiciones estructurales y la elección de personas sin caer en favoritismos afectivos y donde el criterio sea regido por la justicia. ¿Cómo será posible esto? Preguntó Juanito. “Yo te daré la maestra” le respondió.

 

·         Hoy la educación va alrededor de la persona; debe comenzar en la familia, nos encontramos con una auténtica crisis, los hijos abandonados, es aquí donde entra el papel del educador/a salesiano/a. Su presencia debe ser una acogedora y positiva presencia de amistad. Deberá ser un padre, practicando la pedagogía de la paciencia generosa; debe ofrecer confianza y un ambiente de compartir basado en el amor.

 

En la Familia salesiana todo esto remite a una vivencia de la reciprocidad en la vida diaria de las comunidades teniendo en cuenta que:

 

1.       La reciprocidad nace cuando se cultivan relaciones de igualdad y de respeto, relaciones que brotan por la fuerza del Espíritu cuando en una comunidad se aspira a tener “un solo corazón y un alma sola” (Hech. 4,32).

 

2.       Los consensos comunitarios son posibles cuando se experimenta el amor recíproco y se tiende a la unidad que no significa uniformidad, sino comunión y apertura a la universalidad.

 

3.       La reciprocidad en las relaciones empieza cuando se permite que cada uno sea él mismo, cuando se da amplio espacio a la creatividad, al diálogo y a la confrontación de criterios; cuando se descubre en los otros la cuerda que vibra y se ponen en condiciones de tocar la melodía.

 

4.       El carisma salesiano es una llamada a la reciprocidad, por la cual se tejen relaciones de fraternidad, que induce a superar barreras, fragmentaciones y desentonos en la familia salesiana y en su misión educativa.

 

5.       Tejer redes de reciprocidad en el seno de la familia salesiana es asegurar a las generaciones del 2000 que somos una familia abierta, seno fecundo y nido donde nos formamos, donde crecemos unos junto a los otros y se nos permite alzar el vuelo para cruzar los amplios espacios de la educación reconociendo que en lejanos y desconocidos lugares, se sigue viviendo y actuando el mismo espíritu de Valdocco y de Mornese.

 

6.       El Sistema Preventivo es esencialmente  reciprocidad en las relaciones que brotan del espíritu de familia, del potencial educativo de la amabilidad salesiana y se expresan en la sencillez del trato interpersonal y comunitario.

 

7.       La fecundidad educativa de nuestra misión apostólica sigue la trayectoria de la comunión a la comunidad y a la evangelización; por eso el individualismo no cabe pues atenta contra la fraternidad evangélica.

 

8.       La reciprocidad en la misión educativa salesiana no nivela ni masifica, sino que favorece la expresión de la riqueza personal en la participación y en la corresponsabilidad.

 

9.       El encuentro con los jóvenes “uno por uno” como lo concibió Don Bosco invita a la familia salesiana a volver al patio; aquel espacio en donde la libre expresión, la jovialidad, la alegría y el juego, se convierten en el lugar privilegiado para esa relación educativa que permite al joven sentirse amado, escuchado y acogido.

10.   La Escuela Salesiana no puede ser otra cosa que la Palestra de la Reciprocidad. De otra manera está traicionando un carisma surgido de un trabajar a medias y de aquella preciosa idea de María Mazzarello:”... abriremos juntas un pequeño taller, recibiremos en él a las chicas... pondremos en común lo que ganemos y podremos emplear toda nuestra vida en el bien de las jóvenes.”[42]

 

 

CONCLUSIONES

 

LÍNEAS OPERATIVAS PARA EL RELANZAMIENTO DE LA ESCUELA SALESIANA EN AMERICA

 

 

1. - Ante una Escuela “instruccionista” y academicista... la Escuela Salesiana en América se propone ser:

·         “Espacio Educativo para aprender a convivir”, lo cual hace que la escuela salesiana sea CASA que acoge, hogar de convivencia, familia que forma comunidad. Al mismo tiempo es el ambiente que construye identidad en un proyecto de ciudadanía activa y solidaria...

·         “Espacio Educativo para aprender a creer”, lo cual convierte a la escuela salesiana en “PARROQUIA” que evangeliza en un clima de valores, ética y compromiso cristiano...

·         “Espacio Educativo para aprender a aprender”, que hace de la casa salesiana una “ESCUELA” en la que se favorece el desarrollo armónico, libre y original de las potencialidades personales del joven desde un proyecto de calidad.

·         “Espacio Educativo para aprender a ser” que, en términos salesianos se vive típicamente en el PATIO, como ambiente que privilegia y desarrolla la reciprocidad en el “encuentro”, la “amistad”, la “cercanía”...

·         “Espacio Educativo para aprender a hacer”, que en la Escuela Salesiana se expresa particularmente en el TALLER. Allí se aprende la espiritualidad del trabajo y se desarrollan las habilidades para una tecnología de avanzada....

 

2. - Ante una sociedad que privilegia el mercado, el lucro y la competencia capitalista... la Escuela Salesiana en América se compromete – desde la PREVENTIVIDAD – a formar en la cultura de la solidaridad en un modelo de desarrollo sostenible a escala humana.

 

4. - Ante a los nuevos tipos de familia y de relaciones humanas y sociales... la Escuela Salesiana en América resignifica la “FAMILIARIDAD” como la expresión contemporánea de la reciprocidad en el Sistema Preventivo.

 

5. – Ante el creciente individualismo, incertidumbre e indiferencia de la posmodernidad, la Escuela Salesiana en América se propone fortalecer la experiencia de comunidad educativa pastoral en la cual se naturalicen los roles de liderazgo, pertenencia y empoderamiento.

 

6. Ante la tendencia al tecnicismo y profesionalismo contemporáneos, la Escuela Salesiana en América requiere educadores que desde la identidad pedagógica del Sistema Preventivo garanticen la calidad de la formación y la calidad de la presencia.

8. - Ante un mundo de múltiples culturas... la Escuela Salesiana en América se propone formar en el respeto a las diferencias de cultura, de raza, de grupos étnicos... en torno a los valores de la vida y la paz...

 

9. - Ante al desarrollo científico y técnico ... la Escuela Salesiana en América forma en y para el trabajo, abierto a la investigación científica y a las nuevas tecnologías.

 

 

CITAS:



[1] MB, IV, 420

[2] MB, IV, 576-577

[3] Cavagliá, Piera. El Sistema Preventivo en la educación de la mujer. CCS, Madrid, 1999. Pág. 40-41

[4] Ibid, pág. 13

[5] Ko,M.; Cavagliá, P.; Colomer, J. De Jresusalén a Mornese y a todo el mundo. CCS, Madrid, 1997, pág244

[6] Cfr. Braido, Pietro.  Prevenire non reprimere.  Il Sistema Educativo di Don Bosco.  LAS, Roma 1999  pag. 291.

[7] Juan Pablo II. Iuvenum Patris 1988  N° 10

[8] Cfr. Ibid.

[9] Cfr. Equipo Sistema Preventivo FMA.  Op cit pag. 51

[10] Cfr. EIE. La espiritualidad del Educador Salesiano. Ed. Salesiana Lima 1998  pag 17 - 18

[11] MB VII, pag 649

[12] Juan Pablo II. Iuvenum Patris N° 11

[13] MB, VIII, 883

[14] MB, III, 463

[15] MB, XIII,  762

[16] FMA, Proyecto de Pastoral Juvenil  Unitaria, Roma 1985 pag. 25

[17] MB, XIII, 778

[18] Juan Pablo II Iuvenum Patris N° 12

[19] Cf. Scaramusa, Tarcisio e Silva, Genésio Zeferino. Pedagogía do Amor. CESAP. Centro Salesiano de Apoyo Pastoral. Bello Horizonte 1995.

[20] Cf. Viganó, Egidio, Indicaciones para un camino de espiritualidad salesiana. En actas del Consejo General, octubre – diciembre 1995, N° 354, pág. 27

[21] Ibid, pág 27-28

[22] MB, IV, 418

[23] cf. Scurat, Cesare. Riscopriamo la pedagogia, in Il delfino 19 (1994) 2, 19-20.

[24] cf. Actas CGXX FMA,  44 y 50

[25] cf. Viganó, idem.

[26] cf. Actas CG FMA,  68

[27] cf. Actas CGXXIV SDB, 93

[28] cf. Colombo, Antonia. La profecía a la que está llamada la educación salesiana hoy.  Escuela salesiana, en Memoria y profecía del carisma.  Congreso de Educación.  Colombia 1997

[29] cfr. La Educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI presidida por Jacques Delors.

[30] Cf. Rossi, María. ¿Reciprocidad como problema?. En DMA N° 3-4, marzo-abril 1997, pág 31-33

[31] cf. Mancini, Roberto. Comunicazione come ecumene. Il significato antropologico e teológico dell'etica comunicativa. Queriniana, Brescia

[32] Actas CGXX FMA, 64

[33] Posada M. Esther. Attuale perché vera. LAS. Roma. 1987. Pag. 176.

[34] cf. Propuesta Educativa Salesiana. Fundamentos Pedagógicos. Colombia 1997 pág. 24ss.

[35] cf. Actas CGXX FMA, 68

[36] Cronohistoria del Instituto de las FMA, II, 10

[37] Cian Luciano, op.cit, p. 28

[38] cfr. Doménech, Antonio. La animación de la comunidad educativo-pastoral, en Actas del Consejo General. Julio-setiembre 1997, N° 360, pág 47.

[39] Cavaglia, Piera. De Jerusalén a Mornese y a todo el mundo, Pags. 234-251

[40] Idem.,Pag.60

[41] ANS MAG, No.46 del 15 de diciembre de 1999

[42] Maccono, F. Santa María Dominga Mazzarello. Pag. 86.