“Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por
vosotros vivo,
por vosotros estoy dispuesto incluso a dar mi vida” Don Bosco.
(Rufino Domingo, Crónica del Oratorio. ASC 110, ms,
5,10)
PREAMBULO
Desde 1994 la Familia salesiana
camina hacia una mayor sintonía con la solución de los problemas humanos de los
jóvenes del continente americano, desde su carisma, recogido inicialmente por
Don Bosco y enriquecido por hombres y mujeres fieles al llamado del Señor
Jesús. Como punto de partida en este camino está la realización del Primer
encuentro de Cumbayá - “Proceso educativo salesiano y culturas emergentes” -
del 15 al 25 de Mayo de 1994 y su proceso posterior.
Cumbayá se articula a los planes del
ámbito de la Pastoral Juvenil de las FMA y del DPGS de los SDB para los años
1996-2001, lo que conlleva una orientación específica para un trabajo conjunto.
Por eso en el año 1997 las FMA fortalecieron la Comisión Continental de Educación
(encuentro en Santa fé de Bogotá) y las comisiones
(CICSAL,CIB,CIANDES,CIMAC,USA). Los SDB constituyeron los Grupos Regionales
Norteamérica, Mesoamérica, Andino, Brasil, Sepsur y realizan sus primeros
encuentros en Guatemala y en Santa Fé de Bogotá.
En Santa Fé de Bogotá, el 22 de
Septiembre de 1997, se realiza el Primer encuentro, se ratifica esta
orientación, se precisa la finalidad, y se definen los criterios para ir
construyendo progresivamente este camino conjunto, dentro de la autonomía y la
reciprocidad; de allí, se derivó el grupo Andino de los SDB y las comisiones
CIC, CIANDES, que después se unirán formando la comisión CINAB de las FMA.
A NIVEL ANDINO CINAB
En 1998 en Cumbayá Ecuador, del 12
al 14 de Agosto se llevó a cabo el primer encuentro con la participación de
FMA, SDB, y laicos, en el que se analizaron los compromisos del grupo Andino
asumidos en 1997.
Se profundizó el tema de fondo “La
identidad de las Escuelas y Centros Profesionales salesianos, en vista de una
relectura del carisma, a partir de las culturas emergentes: realidad juvenil,
cultura del trabajo, inculturación, para una mayor incidencia en la realidad de
marginación.” Las conclusiones más sobresalientes de la reflexión fueron:
-El trabajo conjunto exige cultivar
actitudes de fondo: fraternidad, autonomía, esfuerzo por leer juntos la
realidad juvenil y popular, colaboración y corresponsabilidad, flexibilidad,
capacidad para compartir un proyecto común, complementariedad y subsidiariedad,
respeto y equidad.
-Se concretó mejor el camino a
seguir juntos(as) SDB – FMA – laicos - otros grupos de la Familia Salesiana.
-A partir de la lectura y análisis
de la Carta de Comunión del Rector Mayor y la Madre General, se definieron
criterios y núcleos de atención conjunta y se decidió involucrar los otros
grupos de la Familia Salesiana que están presentes en las escuelas y Centros
Profesionales.
En 1999 nuevamente en Cumbayá,
Ecuador, del 22 al 24 de Agosto, se realizó el Segundo Encuentro con
participación de FMA, SDB, HHSSCC, Laicos. Allí se revisaron los compromisos
del encuentro de1998. Se estudiaron las conclusiones del Congreso de la CIEC 99
( realizado en Lima Perú ) y las orientaciones de Chaclacayo 99, y se definió
la manera de asumirlas, especialmente en lo relacionado con el tema para Cumbayá II.
Tema de fondo: “La visión femenina
del Sistema Preventivo”.
En las conclusiones, entre otros
aspectos, quedó clara la inquietud por hacer una Relectura del Sistema
Preventivo.
Con base en las cuatro prioridades
de Chaclacayo, Cumbayá II se ubica en la prioridad sobre el Carisma Salesiano
que se propone “Como Familia salesiana hacer una relectura del Sistema
Preventivo desde la realidad latinoamericana”. Se precisa la temática así:
“Relectura del Sistema Preventivo de Don Bosco desde una antropología de la
reciprocidad”.
Se decide que, con base en una guía
orientadora, cada Equipo Nacional de la Familia Salesiana de la Región Andina
prepararía un estudio sobre el tema. Fue elegida Bolivia como sede del
siguiente encuentro.
En Cochabamba (Bolivia), entre el 27
y 29 de Agosto de 2000, se realiza el Cuarto Encuentro ANDINO - CINAB. Allí se
reafirma como tema central del Encuentro de Cumbayá 2001 el RELANZAMIENTO DE LA ESCUELA SALESIANA EN EL
CONTINENTE AMERICANO PARA UNA CULTURA DE LA SOLIDARIDAD
El presente trabajo es, pues, la
reflexión hecha por el Grupo ANDINO - CINAB de la Familia Salesiana como aporte
al Encuentro Continental Cumbayá II.
CONTENIDO
TEMA PAGINA
PREÁMBULO 2
INTRODUCCION
6
Capítulo I.
1.
MARCO
SITUACIONAL. 9
Capítulo II.
2.
HACIA UNA
COMPRENSIÓN DEL TERMINO 13
2.1.
ITER
HISTORICO DEL TERMINO. 13
2.1.1.
Del
diccionario al sentido común. 14
2.1.2. De la vida cotidiana a las obras educativas. 16
2.2. Fundamentos interdisciplinarios de la
Reciprocidad. 17
2.2.1. Antropología, Sociología y Reciprocidad. 17
2.2.2. Filosofía y Reciprocidad. 20
2.2.2.1. Enfoque Filosófico de la Reciprocidad desde
la Lógica Andina. 21
2.2.3. Psicología y Reciprocidad. 25
2.2.4. Pedagogía y Reciprocidad. 27
2.2.5.. Biblia,
Teología y Reciprocidad 32
Capítulo III.
3. CARISMA SALESIANO: UNA VOCACION A LA
RECIPROCIDAD. 35
3.1. María Mazzarello: una experiencia de
Reciprocidad en el Sistema Preven
tivo. 43
3.2. El Padre Luis Variara, al abrir el siglo XX,
resignifica la Reciprocidad
salesiana en la expresión del carisma victimal. 47
3.3. De la escuela de Don Bosco a la escuela
salesiana de hoy. 50
3.4. Escuela y Obras Educativas a la luz del nuevo
Sistema Preventivo. 54
3.5. La Preventividad y los principios del Sistema
Preventivo. 55
3.5.1. Razón. 56
3.5.2. Religión. 57
3.5.3. La Amorevolezza. 59
3.6. La Reciprocidad en la praxis del Sistema
Preventivo. 63
3.6.1. En diálogo con las diferencias. 66
3.6.2. Formación al diálogo recíproco. 67
Capítulo IV
4. la reciprocidad en el tercer siglo del sistema
preventivo será familiari
dad. 70
CONCLUSIONES. 78
Líneas operativas para el relanzamiento de la
escuela salesiana en Améri
ca. 78
CITAS. 80
Capítulo III
3. EL CARISMA SALESIANO, UNA VOCACIÓN A LA
RECIPROCIDAD.
Con este capítulo buscamos hacer un ejercicio de
relectura del Sistema Preventivo, tomando las experiencias educativas de los
fundadores, para extraer, desde sus raíces, la esencia de aquel espíritu y de
aquella metodología que hace significativo y actual el carisma salesiano en este
cambio de época caracterizado por la globalización y la cultura
planetaria, que facilitan la circulación de los valores y la participación
corresponsable en la construcción de una cultura solidaria. La
episteme en la cual Don Bosco produce su breve pero sabia propuesta pedagógica,
es la culminación de un movimento de doscientos años que se expresa en
personalidades de la pedagogía tales como: Juan Amos Comenio y su ideal de la
caridad como mediadora en todas las relaciones, incluidas las escolares; Kant y
su propuesta radical de ponerse siempre en el lugar del otro obrando en
consecuencia; Pestalozzi y la generosidad del maestro con los niños y los
colegas. Después de Don Bosco floreció una tradición que se manifiesta en:
Cousinet y la importancia del trabajo grupal en la vida escolar; Freinet y la
cooperación; Makarenko y el efecto regenerador de la colectividad en el trabajo
educativo; Freire y la relación dialógica; Rogers y la no directividad, en fin,
y además, la plusvalía de generosidad producida por la Iglesia Católica, aún
dentro del régimen de cristiandad, que se expresa en el ethos solidario y
comunicativo de sus ejecutorias.
En el momento histórico que vivimos,
cuando se habla de relaciones internacionales de interdependencia, de
confrontación entre las culturas, de la paz y la convivencia entre los pueblos,
necesitamos tomar conciencia de que todo esto es un proceso de humanización que
comienza por reconocer en cada persona un interlocutor, un otro que entra a la
propia vida. Es otro con toda la diversidad de su riqueza la cual es fuente de
diálogo entre las generaciones y posibilidad de intercambios que nutren la
inteligencia y el corazón para vivir unidos y construir juntos una nueva
sociedad caracterizada esencialmente por una vida sana, feliz y solidaria.
En
esta perspectiva surge inmediatamente la idea de reciprocidad, de igualdad, de
comunión.
La
reciprocidad puede concebirse como un sano reconocimiento del propio yo y de un
tú como otro diferente de sí, con características distintas, pero en
condiciones de apertura y reconocimiento mutuo. Ni el yo ni el tú son
superiores o inferiores el uno del otro; sencillamente son distintos y como
tales con diversidad de pensamientos, de sentimientos y de acciones para
realizar. La reciprocidad se da precisamente cuando en el respeto a la
diferencia, se generan la valoración, la aceptación mutua y el consenso; cuando
en igualdad de condiciones cada uno se sitúa desde el otro y se funden sus
horizontes en la búsqueda del bien común.
En
el mundo de la vida esto remite a la cultura que es la vida misma y que se
caracteriza por el cambio permanente. Precisamente en la historia de la especie
hay una conciencia progresiva acerca de la peculiaridad de la diferencia entre
sus miembros vista desde muy distintas perspectivas; sobresaliendo hoy una de
ellas, la que tiene que ver con el papel de la mujer en la construcción de la
realidad social.
El
mundo y la historia marcados por el machismo y el patriarcalismo excluyeron de
hecho a la mujer y, lo que es más grave aún, lo consignaron en el imaginario
colectivo hasta llegar a inhabilitar a las mismas mujeres quienes, en el
proceso de socialización, encontraron como algo natural dejar la iniciativa en
todo a los hombres.
Sólo
en los últimos cien años empieza a emerger la mujer como interlocutora válida
de los hombres e inclusive como copartícipe en la construcción de la cultura.
No obstante en este horizonte queda abierto el camino a la reflexión.
Ya
se vislumbra en múltiples campos teóricos y prácticos lo que podríamos
denominar la orientación hacia la armonización de los quehaceres.
Por
eso, desde el punto de vista antropológico, hay que entender la reciprocidad
como una relación de igualdad entre hombres y mujeres porque esta relación toca
el núcleo más íntimo de las relaciones interpersonales, pues la diferencia de
género caracteriza al ser humano desde el principio. En su reciprocidad el
hombre remite a pensar en la mujer y en su unidad nos remiten al Creador de
quien son imagen; se entiende entonces como sana dialéctica entre el yo y el tú
que da amplitud y sabor a la vida de relación. [1]
Desde
el punto de vista cristiano y salesiano son evidentes la comunión de intereses
y responsabilidades con la sociedad, la educación y las escuelas. Ello
manifiesta un aspecto del carisma de esta gran familia que se ha caracterizado
por la caridad o reciprocidad. Y en la base de las relaciones recíprocas están:
1.
LA
AUTOESTIMA, por la cual se tiene una sana percepción de sí mismo, de su
autonomía, de sus posibilidades y de sus límites; así se evita absorber la vida
en el otro, borrando la propia identidad; por ella, los dos sujetos se ponen en
relación y diálogo evitando la dependencia. El enfoque salesiano ha hecho esta
previsión. En palabras del profesor Guy Avanzini, el Sistema Preventivo,
apoyado en la razón y en el afecto, le da o le devuelve al
muchacho el gusto por vivir y la confianza en sí mismo dinamizando grandemente
su personalidad – quizás ya herida - para darle el coraje de querer y de
gestionar su propia autonomía.[2]
En el campo educativo se requieren
personas que estén en condiciones de poner a circular el tesoro que cada uno
lleva en sí, para despertar la riqueza interior y ponerla en evidencia;
“...educadores capaces de hacer espacio al otro, recorriendo un camino que,
hecho en conjunto, no deja de mostrarse nuevo y fecundo de perspectivas
inéditas”.[3] Educadores que generan una relación
convincente (amigable) que excluye los moralismos y suscita la responsabilidad
y la autonomía.
Hoy se valora altamente la noción de
mediación. ¿No se podría, tal vez, leer el pensamiento de Don Bosco como la
anticipación de una pedagogía de mediación, de una praxis que pone, una y otra
vez, al sujeto en relación con la cultura, con la sociedad, e incluso con Dios,
porque sobre todo, lo pone en relación consigo mismo, es decir, lo reconcilia
con sí mismo? ¿Y cómo un ser humano herido por la vida podría reconciliarse
consigo mismo sin la mediación de aquel junto al cual percibe suficiente afecto
en sus relaciones como para encontrar o recuperar la estima de sí mismo?[4]
2.
EL
CUIDADO DEL OTRO que consiste en trascenderse a sí mismo y aceptar el llamado
del otro a estar con él para establecer relaciones interpersonales de
entendimiento, de amistad, de amor, las cuales exigen confianza, reencuentro,
novedad. El cuidado del otro, se sitúa entre la atención a las exigencias de
los demás y la valorización de las propias posibilidades; el yo pierde la
autoestima no solamente si no recibe amor, sino también si no lo da en
relaciones de circularidad. La educación de las nuevas generaciones es, ante
todo, un ocuparse de ellas, es aceptar el imperativo de su llamada para
entablar un diálogo capaz de desarrollar el sinnúmero de posibilidades que
contemplan en sí mismas y en el entorno tendientes al reconocimiento de la
diferencia a la restauración de la confianza y a fortalecer los ideales de
comunión.
Una
de las dimensiones típicas de la salesianidad, que es a la vez expresión de
auténtica reciprocidad, es la de CUIDAR DE. Esta es una categoría conceptual
que define con precisión a la Madre Mazzarello, educadora y madre. Más que
actividad, es un particular modo de ser que incluye la integralidad de la
persona: es acoger y cuidar la vida, es ponerse en la misma situación que el
otro; es ser madre, es ayudar a vivir, es ser recíproco olvidándose de sí para
ayudar a que el otro sea, es amar sin poseer, es servir sin dominar, es dejar
libre sin endeudar.
CUIDAR DE es una
auténtica metodología de una verdadera espiritualidad salesiana, definida como
espiritualidad de la comunicación y de la solidaridad. Donde el educador tiene
a la persona como el centro del quehacer educativo. Por eso con ella comparte,
vive en continua comunicación e interés por sus necesidades, gustos e
inquietudes; va más allá de lo que
puede esperar, porque está con la mirada atenta, con la PRESENCIA
SIGNIFICATIVA, expresada en una ASISTENCIA distinta, donde logra llegar al otro
y compartir con él su vida misma y así ayudarle a ser la persona que sueña y,
más aún, la que la sociedad necesita.
CUIDAR
DE, entendida como ASISTENCIA salesiana, implica una actitud de acercamiento,
es un estar ahí, un estar tú a tú que propicia la confianza, acompaña, da
seguridad, ayuda al otro y provoca el diálogo que estrecha las relaciones y
favorece el espacio pedagógico como el ambiente propicio para ser persona. Este
es el resultado de todo el acto educativo, que no se queda en el aula, sino que
toca la vida y la transforma.
CUIDAR DE la persona, es ayudarle a
ubicarse en su puesto, esto es, permitirle realizarse asumiendo
responsablemente su propia tarea en la vida, desarrollando sus riquezas
personales en auténtica libertad, para ser ella misma.
3.
LA
DIMENSIÓN SOCIAL. Esta se refiere a todo aquello que el yo y el tú reciben
desde afuera y que de alguna manera contribuye para el cambio porque se recibe,
se apropia y se revierte modificado a la sociedad. Las comunidades en la
sociedad son como una tercera dimensión entre el yo y el tú. Aquí la
reciprocidad aparece como el resorte oculto que mueve a la creación de
instituciones que respeten las relaciones interpersonales. “La institución hace
posible llegar también allá donde la relación interpersonal no puede llegar”[5]
Así, la Escuela Salesiana se presentará
como un ambiente abierto que promueve el paso desde un ambiente que presenta un
único modelo, a uno que educa a sujetos en crecimiento inmersos en más mundos
culturales con modelos antropológicos y religiosos diversificados; desde una
escuela que se “funda” en los saberes, a una escuela que acoge una nueva
epistemología abierta a la búsqueda en todas las direcciones.[6]
En
el plano de los valores, la reciprocidad implica la convergencia hacia la
comunión de ideales y, en el plano jurídico, ésta se mide por el compromiso y
apoyo a proyectos de solidaridad social.
Aquí
la educación juega el papel más importante en orden a promover el desarrollo de
personas que, sin perder su mismidad sean capaces de abrirse a los otros,
ocuparse de ellos y comprometerse en acciones solidarias; de ahí que la
comunidad educativa tenga que identificarse como un proyecto político y social
si quiere ser fiel al momento histórico y a su contexto. [7]
Hablando
en clave salesiana la reciprocidad no es otra cosa que entablar una relación
educativa caracterizada por la simplicidad y la familiaridad; la atención a sí
mismo y a los otros; la alegría de ser ciudadanos de este mundo con la mirada
puesta en el paraíso.
En
esas condiciones se fue plasmando desde los orígenes la misión salesiana: Don
Cafasso, director espiritual de Don Bosco, empezó a llevarlo a visitar las
cárceles. Decía Don Bosco: “Me horroricé al contemplar turbas de jovencitos de
doce a dieciocho años, sanos, robustos, de ingenio despierto, que estaban allí
ociosos, roídos por los insectos, carentes de pan espiritual y material. En
estos infelices estaban personificados el oprobio de la patria, el deshonor de
la familia y la infamia de sí mismos. Pero ¡cuál fue mi asombro y mi sorpresa
cuando me di cuenta de que muchos de ellos salían con el propósito firme de una
vida mejor, y luego volvían a ser conducidos al lugar de castigo de donde
habían salido hacía pocos días!
...Quién
sabe, decía para mí, si estos jovencitos tuvieran fuera un amigo que se
preocupase de ellos, les instruyese o asistiese religiosamente en los días
festivos, quién sabe si no se mantendrían alejados de su ruina o al menos se
reduciría el número de los que vuelven a la cárcel!. Comuniqué mi pensamiento a
Don Cafasso, y con su consejo y su luz, me puse a estudiar la manera de
llevarlo a cabo, dejando el fruto a la gracia del Señor...”[9]
Don
Bosco ve allí seres humanos con su dignidad original encubierta por las
etiquetas sociales que hablan de condenados, de seres irredimibles, de
generación perdida. Y, vistos bajo otra luz, la luz de la caridad, los
considera en reciprocidad como hijos, sujetos de salvación, susceptibles de la
donación.
Apenas
Don Bosco recién ordenado entró al colegio eclesiástico de San Francisco de
Asís para estudiar moral y predicación, enseguida se encontró con bandadas de
jovencitos que lo acompañaban por las calles y hasta en la misma sacristía de
la iglesia del colegio. Pero no podía cuidar de ellos por falta de local. Un
caso providencial le ofreció la ocasión para llevar a la práctica el proyecto a
favor de los jovencitos errantes por las calles de la ciudad, especialmente los
salidos de las cárceles: fue el diálogo con Bartolomé Garelli, el 8 de
Diciembre de 1841. Después de los insultos y el maltrato del sacristán, por no
saber ayudar a la misa, Don Bosco consigue ganarse el corazón del muchacho y en
un diálogo finamente pedagógico logra, no solo captar la clave del problema (la
necesidad apremiante de afecto, comprensión y promoción), sino delinear los
trazos esenciales de la que será su inmediata y futura propuesta educativa.
Me
levanté – continúa Don Bosco - e hice la señal de la cruz para empezar, pero mi
alumno no la hacía porque la había olvidado... después rezamos el Ave María...
A este primer alumno se unieron otros jóvenes salidos de la cárcel, “entonces
palpé que, si los jóvenes salidos de los lugares de castigo encontraran una
mano bienhechora que se preocupara de ellos, les asistiera en los días
festivos, les buscara colocación y los visitara durante la semana, estos
jóvenes se entregaban a una vida honrada, olvidaban el pasado y resultaban
buenos cristianos y honrados ciudadanos. Este es el origen de nuestro oratorio
que por la bendición del Señor, tomó tal incremento como yo ciertamente nunca
hubiera podido imaginar”.[10]
Hay
una lección inolvidable en los diálogos y gestos arquetípicos presentados allí,
para todos los miembros de la familia salesiana y que tienen que ver con saber
llegar al corazón de los otros, para suscitar las relaciones recíprocas y
favorecer la circularidad desde un diálogo amistoso.
-
Ese “sabes silbar”, que le arranca al muchacho
una sonrisa, es acercarse a él partiendo de la situación vital en que se
encuentra. La propuesta educativa de Don Bosco se inicia descubriendo las
potencialidades de cada joven y, en un clima de mutua confianza y optimismo, se
desarrolla respetando el paso de cada uno.
- “Saber silbar” es la expresión espontánea
de alegría en el juego, en el canto, la música y el teatro. Es, en síntesis el
PATIO salesiano, primer espacio pedagógico del Sistema Preventivo.
-
Ese “con mucho gusto” de Bartolomé Garelli es la
expresión de un corazón conquistado por la sencillez, la bondad y la cercanía;
es despertar el interés del joven para acoger la propuesta de nuevas
oportunidades para su vida. “Sentirse a gusto” es entrar en sintonía, es haber
encontrado la persona y el ambiente adecuados; es haber eliminado barreras y
distancias sicológicas y sentirse en familia...
- Ese “ahora mismo”, es actuar enseguida,
respondiendo inmediata y oportunamente a las expectativas concretas y
apremiantes del muchacho; es la capacidad de leer los signos de los tiempos que
lleva el Sistema Preventivo para vislumbrar y afrontar los retos de cada
cultura y de cada época para presentarse siempre como propuesta “nueva” y
significativa. Ese “ahora mismo” es un referente pedagógico salesiano que
genera un clima humano de comprensión capaz de idear procesos de largo alcance:
mientras satisface la preocupación del primer encuentro, el educador imagina
proyectos estables y permanentes que favorezcan la circulación constante de
valores en una relación recíproca y familiar. Equivale a aquello de “soñar
largo, caminar corto”, actuar de inmediato en los pequeños pasos de cada día,
pero impulsado y orientado por los grandes sueños.
Cuántos
hechos en la vida de Don Bosco y de Madre Mazzarello lo atestiguan y gracias a
ellos y a la continuidad y actualización circunstancial, el carisma educativo
está vivo y pujante en la iglesia.
- ¿Por qué José Buzzetti “se aficionó de tal
manera a Don Bosco y a aquellas reuniones dominicales que renunció a volver a
su casa con la familia como lo hacían sus otros hermanos y amigos.”? [11]
¿No fue acaso porque encontró en Don Bosco un amigo con quien podía compartir
sus penas y sus alegrías?.
- Cocinar, preparar la mesa, barrer, cortar y
hacer camisas, pantalones, chalecos... eran cosas que tenían su ventaja moral,
ya que así Don Bosco podía dirigir a los jóvenes con más facilidad un consejo o
una palabra amiga mientras les daba el pan, la sopa u otra cosa”.[12]
Eran estos, momentos privilegiados para cultivar las relaciones educativas por
excelencia. Eran los momentos propios de la intimidad de una familia, cuando se
está pronto para admitir la reconvención y la recomendación, para la
construcción de la confianza imperecedera.
- Mamá Margarita fue una verdadera madre para
los jóvenes internos; en tantos años que vivió con ellos sólo tuvo un momento
de desfallecimiento y lo compartió con su hijo sacerdote: fue cuando las
travesuras de los muchachos le querían hacer perder la cabeza y quiso dejar el
Oratorio. Mientras la madre expresaba su angustia Don Bosco la escuchaba.”[13]
La profunda relación entre madre e hijo no necesitaba de tantas palabras para
llegar a un encuentro profundo y convincente. Y desde tal posición avanzar
hasta arropar a los demás, los niños y jóvenes cercanos, y por mediación de
toda la familia salesiana a multitudes que trascienden el tiempo, la geografía
y la cultura.
- Y qué decir del gesto de Don Bosco con Rúa,
ese muchachito pálido de ocho años que se acercó a él para recibir una
medallita? “Toma Miguelito, toma. Toma
qué?. Aquel extraño sacerdote que veía por vez primera no le daba nada,
solamente le tendía la mano izquierda y con la derecha hacía señal como de
quererla cortar en dos. El chiquillo alzó unos ojos preguntones. Y el sacerdote
le dijo: nosotros dos lo compartiremos todo...”[14] Habrá un hecho más elocuente que éste para
entender que la vocación salesiana es una vocación a la reciprocidad?. ¿No
empezó Don Bosco su Congregación con muchachos de apenas 15 y 16 años y
compartió con ellos todas las responsabilidades de organización, consolidación
y desarrollo de la misma? ¿No fueron sus mismos muchachos del Oratorio los
primeros directores de las nuevas obras
y sus primeros misioneros en América? ... Todo compartido entre
educadores/as y educandos/as con la garantía de una amistad sincera, porque “la
educación es cuestión del corazón”.
- Son necesarias relaciones profundas para un
entendimiento tal que pueda llevar adelante grandes proyectos: así sucedió en
el nacimiento del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Es el encuentro
de María Dominga Mazzarello con Don Bosco el 7 de Octubre de 1864, en Mornese.
Allí intuyó al santo y al visionario que había en Don Bosco y resultó
interpelada. Desde entonces se dispuso a continuar realizando entre las niñas
la misma misión educativa que Don Bosco realizaba entre los muchachos. Es el
carisma que se enriquece cuando se da el encuentro de ideales: atender a las
niñas y niños más pobres.[15]
Hoy
la Familia Salesiana se dedica a prolongar este encuentro de ideales que cristalizaron
el carisma salesiano. Después de ellos, muchos hombres y mujeres, en fidelidad
dinámica, lo han proseguido y completado. Es, por tanto, necesario para
salesianos y salesianas redescubrir, de cara a los nuevos tiempos, su carisma e
identidad congregacional, como vocación a la reciprocidad.
Desde
esta perspectiva, presentamos las figuras paradigmáticas de Santa María
Mazzarello y del Venerable Luis Variara, fundador de la primera comunidad
religiosa en el espíritu salesiano en América.
Don Bosco y la Madre Mazzarello
depositarios de un carisma al servicio de los jóvenes, crecieron en un ambiente
de reciprocidad hogareña. Fuerte fue la incidencia de las intervenciones de
Mamá Margarita en la vida de Juanito. Admirable, cercana y elocuente la
cercanía de José Mazzarello en la formación de la pequeña Maín.
José
hacía todo lo posible por acompañar con el ejemplo, con la palabra y con sus
actitudes la formación humana y espiritual de su hija. En casa, en los viñedos,
en los paseos por el mercado del pueblo él estaba atento a sus conversaciones
sencillas e infantiles, leía en ellas la actitud investigativa e inquieta de
quien se abre al mundo, a los otros y a Dios intentando comprender el misterio
que esconden. Explica con la pedagogía del amor el estilo de relaciones que se
tejen entre los obreros y los mercaderes e inmediatamente le sugiere cómo deben
ser las suyas con ellos.
José
enseña a Maín el diálogo con Dios y con María Santísima en la oración
cotidiana. Y ante la pregunta sorprendente y profunda de la niña: “Papá, ¿qué
hacía Dios antes de crear el mundo?”, él le responde con una sabiduría
insospechable: “Se amaba a sí mismo, se contemplaba a sí mismo”. ¿No sería éste
el comienzo de la actitud contemplativa que acompaña la vida entera de la joven
Maín y de la Hija de María Auxiliadora que inaugura una corriente de
reciprocidad, de esa reciprocidad en la cual el yo toma conciencia de sí y se
abre a los otros para darles la oportunidad de sentirse reconocidos y favorecer
la circulación de dones personales, tesoros de la sociedad actual?[16]
De
adolescente, Maín siente la necesidad de una confidente de su edad con quien
hablar amigablemente de todo. Su apertura a la relación entre las niñas que
frecuentaban el catecismo o la misa diaria, se concretó con una con quien
sentía que podía más fácilmente ponerse de acuerdo para ayudarse a practicar la
virtud. Es así como decide hacerse amiga de Petronila, quien atestigua: “La encontré
una vez antes del Ave María de la mañana en la puerta de la iglesia, aún
cerrada. Me llamó y me dijo: “... ¿Por qué no me has invitado nunca a rezar
juntas? Recemos unidas, porque la oración hecha en común tiene más valor”. Desde aquel momento puede decirse que las
dos jovencitas entablaron aquella amistad que, basada en la virtud, fue
perfeccionándose y sobrevivió hasta la muerte de María”.[17]
Qué
importante es para la Familia Salesiana la orientación de los niños/as y los/as
jóvenes hacia auténticas relaciones de amistad!, de aquella amistad que
favorece el crecimiento y la madurez. Es muy grande la sensibilidad de la
juventud por cultivar aquellas relaciones que le permitirán sentir un
interlocutor, un otro u otra que camina paso a paso por su vida; una relación
entre iguales que propicia la expresión de su identidad. Y esta dimensión
educativa la podemos aprender de aquella intuición preventiva de los
fundadores.
Tejer
relaciones circulares, implica una generosidad a toda prueba; son fruto del don
recíproco que se hace capaz de reorientar la vida cuando las circunstancias lo
requieren.
Precisamente,
esa santa amistad entre María y Petronila cambia el rumbo de la vida de María
Mazzarello, cuando el tifus la deja en una debilidad física tal que no puede
realizar los trabajos del campo. “Petronila, no me siento ya apta para los
trabajos del campo y he decidido aprender el oficio de modista. También tú
tienes poca salud y no eres muy hábil para las labores de las viñas; vente
conmigo y aprenderemos a coser con el sastre del pueblo (Valentín Campi)...,
luego abriremos un pequeño taller, recibiremos las chicas y les enseñaremos a
coser, pero con el fin principal de hacerlas buenas cristianas y preservarlas
de tantos peligros.”[18]
Así se deciden a poner
en común cuanto son y también el fruto de su trabajo. Es así como de la
reciprocidad en las relaciones entre dos amigas surge la maravillosa obra de
las Hijas de María Auxiliadora dedicada a la educación de las niñas pobres. Una
obra que pasa por un ENCUENTRO DE AMISTAD, por un grupo que pone todo en común
y trabaja codo a codo en la Asociación de las Hijas de la Inmaculada y en el
cual la autoridad no requiere de títulos porque se ejerce desde una actitud
moral, pues Don Pestarino, su párroco, quería que entre ellas fueran todas
iguales.[19]
Allí,
en ese grupo, encuentran acogida, afecto y familiaridad; allí la diferencia de
habilidades y caracteres eran una verdadera riqueza compartida y celebrada en
el encuentro y en el servicio a las niñas más necesitadas.[20]
Ya
en Mornese, en los inicios de la vida del Instituto de las Hijas de María
Auxiliadora, la armonía en las relaciones fue aprendida por Sor María
Mazzarello y sus compañeras mirándose en el espejo de la primera comunidad
cristiana, enraizada en Cristo, tendiendo hacia la plena realización del
proyecto del Padre, conducida por la fuerza del Espíritu. Es una comunidad que
tiene “un solo corazón y un alma sola.” (Hech.4,32).
Unión
profunda que no lleva a la uniformidad, anulando la diversidad, sino que se abre
a la universalidad; no está dirigida por la legalidad externa, sino animada
desde dentro por el amor. Cuando se vive con un solo corazón y un alma sola, la
armonía es más rica y más dinámica.[21]
De
una pequeña comunidad apostólica que, en Cristo y en el don a las muchachas,
encuentra el elemento unificador, surge el rostro lozano y juvenil del
compromiso educativo vivido como maternidad. Por eso, esa primera comunidad de
Hijas de María Auxiliadora se configura como “CASA DE EDUCACIÓN” y su
espiritualidad lleva una impronta pedagógica y comunitaria. Es una familia
abierta, seno fecundo de otras comunidades que cada año se van abriendo. De
aquí, la imagen del NIDO donde se nos forma, se crece unidos, juntos el uno con
el otro porque han nacido del mismo amor. Después se levanta el vuelo partiendo
hacia lugares lejanos y desconocidos. Y aún lejos, se sigue viviendo y actuando
con el mismo espíritu, bajo cualquier cielo. Así escribía María Mazzarello a
las primeras hermanas que vinieron a América: “Aunque nos separe el mar
inmenso, podemos vernos y estar juntas en el Corazón de Jesús, podemos pedir
las unas por las otras, así nuestros corazones estarán siempre unidos.”[22]
La
dimensión COMUNITARIA y EDUCATIVA acompaña la génesis y el desarrollo de la
primera comunidad cristiana; tampoco podría existir el espíritu de Mornese sin
esta condición. El estilo con el cual se practica el Sistema Preventivo es la
FAMILIARIDAD. De ésta surge el potencial educativo de la amabilidad cuya
expresión privilegiada es un tipo de relaciones interpersonales y comunitarias
serenas y constructivas. Jesús, el Maestro, por algo tomó la decisión de enviar
a sus discípulos de dos en dos a predicar.
El
rostro de la comunidad en Mornese es la expresión de aquello que se
respiraba: familiaridad, apertura,
gozo. Familiaridad y gozo, porque en ese hogar reinan la confianza y el vigor
de una maternidad que las conoce a todas, que se preocupa por todas con humilde
amor y verdadero espíritu de servicio. La Madre sabe comprender a quien es
tímida e insegura, lo mismo a quien es orgullosa y busca ayudar a todas a
progresar en la santidad, sin maternalismo ni espíritu de superioridad.
María
Mazzarello, mujer sabia que se preocupa por escuchar y comprender. A ella las
hermanas podían hablarle en cualquier momento. Y así es el llamado al educador
y a la educadora salesianos de hoy: estar siempre atentos a la escucha, a
favorecer en la comunidad educativa aquel clima benéfico en el cual cada
persona se siente acogida y amada. “Hay que estudiar la manera de ser de cada
hermana y saberlas llevar; para conseguir algo, hay que inspirar confianza.”[23]
Don
Bosco y la Madre Mazzarello aprendieron en la escuela del Espíritu Santo el
arte de HACER BROTAR LOS TALENTOS, de descubrir LA CUERDA QUE VIBRA y ponerla
en condiciones de tocar la melodía. Nadie es tan pequeño y pobre que no tenga
al menos una cuerda que pueda vibrar.
Hay
que volver al PATIO, en donde el encuentro es espontáneo, en donde puede
resonar una PALABRITA AL OIDO, en donde el educador se hace AMIGO porque de tú
a tú renace la reciprocidad y porque con la pedagogía del UNO POR UNO el joven
y la joven se sienten amados, respetados y, sobre todo, tienen el espacio para
ser EL MISMO y ELLA MISMA, porque del educador y de la educadora nace el
respeto a la diferencia.
Se
reitera, entonces, el llamado a la reciprocidad educativa. Sin ésta es
imposible despertar las fuerzas latentes en el corazón del joven y de la joven
y, más imposible aún, ser respuesta a sus expectativas, intereses, deseos e
ideales.
3.2. El Padre Luis Variara, al abrir
el siglo XX, resignifica la Reciprocidad Salesiana en la expresión del Carisma
Victimal.
Puede decirse que el Padre Luis Variara representa, en
la primera generación de salesianos en Colombia, uno de los más connotados pioneros
del sistema educativo de Don Bosco, ya sea en sus recursos pedagógicos
personales o instrumentales, sea en la diafanidad de sus metas; en la capacidad
de seguimiento personal y grupal, más allá de los muros institucionales. El
Padre Luis vivió con y para los/las niños/as enfermos/as del Lazareto,
acercándose a ellos/as a través del juego y la catequesis. Empezó con el
oratorio festivo los domingos en la tarde. Lo hacía en el atrio de la Iglesia,
pues no había otro sitio; con esto aportaba una inmensa alegría y abría un
cauce de expresión a las voces infantiles que rompían la monotonía y el
silencio habitual de la “Ciudad del Dolor”, (Agua de Dios – Colombia)
El narra cómo la aparición de la lepra destruye el
hogar del niño. “El niño no puede, ya como antes mezclarse libremente en los
juegos con sus hermanitos; se teme el contagio; es preciso aislarlo dentro de
su propia casa, el niño está leproso. Su madre es la única que vela como el
ángel custodio. Como amigo y hermano de aquellas criaturas, conozco los males
que padecen, palpo sus miserias, sé lo que hay oculto en ellos y que martiriza
sus corazones que aún no se han formado para la lucha de la vida y esto me hace
estremecer y lastima hondamente”,[24]
decía el Padre Variara.
Luis Variara no hacía distinción entre niños/as
enfermos/as y sanos/as; al fundar la banda de música no mostraba ninguna
repugnancia al llevar a la boca los instrumentos que antes habían utilizado los
enfermos, con ello demostraba el cariño llevado al extremo.
Simultáneamente con la dirección del oratorio, la
banda y la catequesis atendía su preparación próxima al sacerdocio; en el curso
de la misma, en diálogo con un enfermo, éste le dice: “Padre, soy el hombre más
feliz de la tierra; sí, créame Padre, soy el hombre más feliz de la tierra; si
Dios no se hubiera acordado de mí y me hubiera mandado esta enfermedad, hoy
sería quizás un gran pecador, más tarde un réprobo; ahora no; siento que Dios
me quiere, que soy hijo de Dios y tengo confianza que lo seré eternamente. Por
esto todos los días de mi vida le doy gracias a Dios porque en su gran
misericordia, me ha visitado con este mal”.[25]
Es dentro de este contexto que debe leerse la preparación de Luis Variara al
sacerdocio y el gran amor y entrega a los enfermos.
“El Padre Luis Variara, vivía de continuo pensando en
los niños enfermos, desviviéndose por ellos y siempre rodeado de ellos,
compenetrándose íntimamente de sus penas y necesidades, lo que lo llevó al
convencimiento de la necesidad que había de establecer un asilo en donde recogerlos
para poderles prodigar sus cuidados y hacer más eficaz su influjo bienhechor”.[26]
Un domingo mientras estaba en su Ministerio se le
acercó una pobre mujer que llevaba a su hijo enfermo. Llorando le dijo: “Padre,
hace un año le traje otro de mis hijos, enfermo de lepra y no supe más de él,
hoy tengo que dejar a éste mi segundo hijo, yo se lo dejo a Ud., padre, para
que haga con él las veces de padre y madre... Estas palabras conmovieron
profundamente al joven clérigo; consoló a la angustiada madre y en su corazón
nació el proyecto de construir un asilo para los niños enfermos”.[27]
“Era proverbial en el Lazareto la eficacia con la cual
el padre Luis sabía llevar a todos el consuelo, con la ternura de sus actitudes
y palabras. Un rasgo de su personalidad que siempre admiraron y agradecieron
los enfermos fue el de la espontánea sencillez con que trataba a todos,
cordialmente, procurando contentarlos hasta en sus menores deseos a toda costa.
Sabía gozar de los triunfos de los demás, disculpar toda clase de ofensa.
Igualmente manifestaba su amor en el ministerio del
ejercicio sacerdotal, entregándose del todo al cuidado de los enfermos y
especialmente de los que, por su avanzado estado, necesitaban más ayuda. Ni aún
después de intensas y fatigosas jornadas, se negaba a acudir, a veces a altas
horas de la noche, a la cabecera del enfermo que lo necesitaba.
Esta misma caridad fue la que lo llevó al
convencimiento de la necesidad que había de proveer a estos niños de almas
buenas y abnegadas que hicieran con ellos las veces de madres lo que se
constituyó en el primer impulso que lo movió a la fundación de la Congregación
de las Hijas de los Sagrados Corazones”.[28]
En su Epistolario encontramos rasgos de verdadera
paternidad espiritual: “Como padre vuestro, me habéis de permitir no sólo que
os demuestre mi agradecimiento, sino que juntando en uno solo los lazos que nos
unen, os digo la palabra amor, que debe ser la expresión sincera de los afectos
que os profeso. Por mi parte, y antes que vosotras, yo os debo amar; en Jesús
yo os debo querer, con Jesús trabajar por vosotras hasta conduciros a El. (…)
Mis fuerzas, mis consejos, mis oraciones son para
vosotras para alcanzar tantos beneficios: Deseo que la caridad reine entre
vosotras, que os améis en Jesús y que la misma. caridad os una”.56
“Como es imposible pensar en un sol que no alumbre y
caliente, así es imposible pensar escoger una víctima sin la caridad. Esta es
la caridad que obligó al Hijo de Dios a venir sobre la tierra y qué más quiere
este Hijo, dice San Pablo, sino que prenda este fuego y se extienda.”[29]
(…) “En vuestras hermanas procurad ver
todo lo bueno y cerrar los ojos para no ver lo malo. Si alguna vez viereis
realmente defectos graves o que lo podrían ser más tarde, avisadle con caridad.
Todo esto bien pensado fomentará entre vosotras la unión, la corrección
fraterna y de todo redundará la paz de la conciencia y de la casa.” Para el
Padre Luis la caridad encierra lo más dulce que se puede decir y el
remedio de todos los males. La caridad es paz y en la paz se vive feliz.
El carisma salesiano se ha prodigado por toda la
américa y es así como congregaciones y devotos simpatizantes han extendido los
efectos del mismo generando una cultura de fraternidad que bien se puede
homologar con solidaridad y reciprocidad.
3.3. De la Escuela de Don Bosco a la
Escuela Salesiana de hoy
El modelo educativo de Don Bosco, pues, se basa en las
relaciones de reciprocidad. La actitud de éste con todos y, especialmente con
sus hijos en religión, configura una relación humana, serena y acogedora. De
allí pasa, sin ruido, a sus seguidores y devotos. El encuentro del educador con
los muchachos se hace en un auténtico ambiente de familia, de calor humano de
manera “que todos con quienes hables se hagan amigos tuyos”, recomienda Don
Bosco. A Don Rúa le dice, insistentemente, “procura hacerte querer”: es la
pedagogía del amor del buen pastor que persigue la unidad a toda prueba entre
educador y educando. La carta de 1.884 es el código de vida de los
salesianos...”no basta amar”, es necesario que el niño, el joven, se sientan
amados. Don Bosco legó una certeza a los maestros y a la pedagogía una
proposición indescartable: “la educación es cosa del corazón.” El espíritu salesiano tiene como centro y
síntesis la caridad pastoral. Por eso el salesiano es abierto y cordial y está
dispuesto a dar el primer paso y a acoger siempre con bondad, respeto y
paciencia. Su afecto es el de un padre, hermano y amigo capaz de suscitar
correspondencia de amistad...[30]
En El Sistema Preventivo en la Educación de la
Juventud se dice: “el alumno tendrá siempre respeto a su educador, recordará
complacido la dirección de él recibida, y considerará, en todo tiempo, a sus
maestros y superiores como a padres y hermanos. Dondequiera que van alumnos así
educados son, por lo general, consuelo de su familia, útiles ciudadanos y
buenos cristianos.” La reciprocidad es una relación siempre presente en un
horizonte sobrenatural. Hay allí mucho más que los principios teóricos y los
artilugios de una pedagogía secular. Circula, sin duda, la gracia que proviene
de una pedagogía divina que transita con la aquiescencia de quienes se
esfuerzan desde una radical opción de fe por vivenciarla en la educación y la
escuela. “En verdad, Don Bosco, en 1.877, bajo el título ‘Sistema Preventivo’,
predica una pedagogía de la caridad, término francés, que refiere a la
‘amorevolezza’, expresión italiana; o, puede ser más bien, una pedagogía de la
amistad, que está bajo los consejos de lo Alto (del cielo), y que él había
buscado practicar con los jóvenes mucho antes que apareciera su obra...La
comprensión y la afección son allí determinantes. Pues la comprensión del joven
reclama la ‘prevención’ de parte del educador, mientras que la llamada
prevención no entraña necesariamente su comprensión.”[31]
Si Don Bosco no quiso ser un teórico de la educación,
o si, por lo menos, no formuló en la educación una doctrina según los cánones
académicos, él sin embargo, con la noción de “Sistema Preventivo” identificó y
definió una concepción específica. Esta, por lo menos indica, quiérase o no,
las condiciones sin las que no existe una verdadera educación.[32]
María Mazzarello, en la simplicidad de su vida,
encarnó en femenino el espíritu salesiano. Desde el comienzo de la vida
consagrada su relación se caracteriza por una finísima humanidad que la hace
percibir por las demás siempre cercana, atenta a los detalles, de relaciones
profundas. Tenía el arte de hacerse toda para todos, conocía a cada una y las
sabía unir a pesar de la diversidad, más aun, gracias a la diversidad. La Madre
trata a todas con extrema familiaridad en la que las relaciones son fraternas y
no solo filiales... Es un ejemplo vivo de lo que deben ser las relaciones
fraternas, el encuentro, la escucha, el sentido de Dios que es la fuerza de
unidad y de amor entre las Hermanas y con las niñas y personas que se acercan.
“Como todo buen hijo de Don Bosco, el padre Luis
Variara, aprendió el arte de educar por contagio personal, dentro de la vida
normal de la casa salesiana.”[33]
Y como él, por todo el mundo, miríadas de salesianos, que hacen sus ofertas de
una nueva buena vida desde su cotidianidad, con la originalidad de la peculiar
circunstancia. Don Variara, apóstol de los leprosos de Agua de Dios decía:
“quiero, pues, que el oratorio, pues esto es lo que pienso fundar, sea dos: un
asilo hospitalario para todos los niños enfermos, un segundo hogar para los más
abandonados,...”[34]
En la carta del 10 de mayo de 1.884, Don Bosco
preocupado porque hay indicios en el horizonte que revelan desentendimiento y
descuido con respecto a las mejores tradiciones del oratorio como la intensa
vida en común y el acompañamiento, sugiere en el espíritu suyo del “venid y
veréis” la cercanía, el cuidado responsable, en fin, como acertadamente se lo
propone allí Valfré: “vea cómo la familiaridad engendra afecto, y el afecto,
confianza.” A continuación, sobre esta base, Don Bosco comenta: “esto es lo que
abre los corazones, y los jóvenes lo manifiestan todo sin temor a los maestros,
a los asistentes y a los superiores. Son sinceros en la confesión y fuera de
ella, y están fácilmente disponibles a todo lo que les quiera mandar aquel a
quien perciben que los ama.”[35]
De no ser así y obrar de conformidad con esta condición se seguirá la
destrucción del ambiente rico en propuestas, y por eso auténticamente
pedagógico, acerca del buen vivir. Don Bosco, alarmado, en el mismo sueño le
pregunta al antiguo alumno José Buzzetti qué hacer para evitar la debacle del
oratorio. Este, taxativamente, responde: LA CARIDAD. Don Bosco con autoridad
explica que ya él y sus salesianos han aplicado ésta en la vida diaria. Y se
abre un nuevo diálogo revelador. Dice Buzzetti: “Todo eso lo veo y lo sé; pero
no basta; falta lo más importante.
-¿Qué falta, entonces?
-Que los jóvenes no sean solamente amados, sino que
perciban que son amados.
-Pero, ¿no tienen ojos para ver? ¿No tienen cabeza
para pensar? ¿No se dan cuenta de que lo que se hace por ellos se hace porque
los amamos?
-No, se lo repito. Eso no basta.
-¿Qué hay que hacer, entonces?
-Que se les demuestre el amor amando lo que a ellos
les gusta, de suerte que en esas cosas vean que sí se les ama, y, a su vez,
aprendan a ver que se les ama también al proponerles lo que a ellos les cueste,
como son: la disciplina, el estudio, el dominio de sí mismo; y comprendan que
hay que hacerlas con amor.”[36]Aparece
con toda claridad el gran regulador de las obras de Don Bosco: el amor.
Familiaridad y amor son una misma cosa. Por eso, el
maestro al cual sólo se le ve en la cátedra y en los asuntos administrativos es
solamente maestro y nada más; pero si participa del recreo de los jóvenes, se
involucra en todas las acciones de éste en la vida escolar, se convierte
también en hermano. Actualiza la realidad familiar, la crea donde faltaba y le
da un nuevo tono a la que había perdido su color.
Como lo subraya el Papa Juan Pablo II: “El educador
auténtico, pues, participa en la vida de los jóvenes, se interesa por sus
problemas, procura entender cómo ven ellos las cosas, toma parte en sus
actividades deportivas y culturales, en sus conversaciones; como amigo maduro y
responsable, ofrece caminos y metas de bien, está pronto a intervenir para
esclarecer problemas, indicar criterios y corregir con prudencia y amable
firmeza valoraciones y comportamientos censurables. En tal clima de presencia
pedagógica el educador no es visto como ‘superior’ sino como padre, hermano y
amigo. (Don Bosco, Carta de Roma, 1.884; Juan Pablo II 1.988).
Entre la memoria (siglos XIX y XX) y
el sueño (siglo XXI) hay continuidad. Cambian las formas, pero el contenido, el
amor de amistad, la caridad, subsiste. En la escuela salesiana de comienzos del tercer milenio no se
puede dejar de considerar las características más sobresalientes de esta forma
de socialización y habilitación para la vida y el trabajo, a saber:
·
Punto de encuentro, es decir,
centro de convergencia de la comunidad barrial, rural, con todos sus miembros,
independientemente de la edad, el género, la condición laboral. Es una especie
de oratorio renovado en sus actores y en la temporalidad, pues la escuela ha de
permanecer abierta luego de las actividades propiamente escolares que embargan
la atención de niños y jóvenes. En este período hay que crear las condiciones
para verse y tratarse mutuamente, a favor de sus intereses más sentidos y sobre
todo para generar la posibilidad de acceso al pan, el trabajo y el paraíso.
·
Proyecto cultural, o sea,
realidad en marcha de la comunidad en lo referente a la preservación y
recreación de sus expresiones vitales, comunitarias, concretadas en formas
económicas, sociopolíticas, lúdicas, linguísticas, en pocas palabras, en formas
de ser y aparecer.
·
Incubadora profesional y empresarial,
vale decir, local dotado adecuadamente para la preparación para el trabajo, las
ocupaciones, los oficios, y las profesiones. Todavía más, lugar para incentivar
la propia iniciativa hasta el punto de crear el propio nicho laboral.
·
Kant de los pobres, que según
la afortunada expresión de José Joaquín Bruner remite al poder formativo de la
escuela en la dimensión cognoscitiva de sus usuarios o más exactamente de la
formación para la mayoría de edad a los más pobres que devienen en su clientela
abundante y fiel en América Latina y el Caribe.
·
Palestra de la nueva ciudadanía,
o sitio para aprender viviendo la actividad pública, el bien común, bajo la
forma de gestión o de fiscalización, hasta configurar al ciudadano pleno.
·
Campo de cultivo del nuevo asociacionismo,
esto es, lugar para enseñar y aprender en la práctica la vida grupal
comprometida a favor de todos incrementando por esta vía el capital social de
la comunidad.
·
Zona sagrada. Espacio de
encuentro con Dios y los hermanos.
3.4.
Escuela y Obras Educativas a la luz del Nuevo Sistema Preventivo.
La
novedad del Sistema Preventivo, del cual Don Bosco no es el creador pero sí un
gran promotor y sobre todo experimentador, radica en su fidelidad a las fuentes
inspiradoras que tienen que ver con la pedagogía perenne, con la preocupación
por hacer realidad la plena humanidad del niño/a y el joven a partir del
reconocimiento de su perfectibilidad, de la educabilidad, en clave evangélica.
Aquí resuena, con sentido, el “sed perfectos como mi Padre es perfecto”, en
todos los órdenes de la biografía y de la historia (llamado, pues, que
involucra tanto a los individuos como a la especie) optando por la educación
formal, no formal e informal como camino para hacer ello posible.
Don
Bosco al hablar de Sistema Preventivo dice que este “consiste en dar a conocer
las prescripciones y reglamentos de un instituto, y vigilar después de manera
que los alumnos tengan siempre sobre sí el ojo solícito del director y de los
asistentes, los cuales como padres amorosos, hablan, sirven de guía en toda
circunstancia, dan consejos y corrigen con amabilidad; que es como decir poner
a los alumnos en la imposibilidad de faltar".[37]
El
acento lo pone Don Bosco en la presencia “amorosa” de los educadores entre los
niños y jóvenes para guiarlos y corregirlos a tiempo. Y cuando se dirige a
ellos les dice: “Persuádanse que sus superiores son conscientes de la grave
obligación que tienen de promover lo mejor para el adelanto de ustedes, y que
cuando les dan un aviso o les corrigen no tienen más miras que su bien.
Respétenlos, ámenlos, ábranles el corazón con la certeza de que solo desean la
felicidad de ustedes, respeten a sus compañeros porque son hermanos y procuren
estimularse recíprocamente con el buen ejemplo.”[38]
Desde
una visión integralmente cristiana Don Bosco hace su oferta para todos e
implica en su obra a la mujer, valorando sus riquezas y potencialidades
formativas a la vez que reconoce en María Mazzarello el arte de vivir en clave
femenina el Sistema Preventivo cuando, al pedirle Don Cagliero consejos para
orientar a las hermanas en la formación del espíritu religioso, él responde
poniendo el acento en el plano pedagógico:
"Tú
conoces el espíritu de nuestro Oratorio, nuestro sistema preventivo y el
secreto de hacerse querer, escuchar y obedecer por los jóvenes, amando a todos
y no mortificando a ninguno, y asistiéndolos día y noche con vigilancia paterna,
caridad paciente y benignidad constante. Bueno, pues esos requisitos los posee
la buena Madre Mazzarello y por tanto podemos confiar en el gobierno del
Instituto y en el gobierno de las hermanas. Ella no tiene más que hacer y no
hace más que uniformarse al espíritu y carácter propio de nuestro Oratorio, de
las Constituciones y deliberaciones salesianas; su Congregación es semejante a
la nuestra, tiene el mismo fin y los mismos medios, que ella inculca con el
ejemplo y con la palabra a las hermanas, las cuales a su vez, siguiendo el
modelo de la Madre, más que superioras, directoras o maestras son madres
tiernas hacia sus jóvenes educandas."[39]
Aquí,
como en Don Bosco, no es el Sistema Preventivo lo que define la posición
existencial sino que es ésta, marcada por la opción fundamental por el Reino,
que es Jesús, y la puesta en acción de los valores evangélicos lo que determina
la conversión en acción de tales sistemas teóricos.
La
primera comunidad de las FMA se modela en una relación de sincera familiaridad
en la que las relaciones son fraternas y no sólo filiales. El modelo es
circular y no piramidal, caracterizado por la complementariedad y reciprocidad
de tareas, por relaciones sinceras y ampliadas, no formales sino auténticas y
afectuosamente ricas. La Madre trata a todas con extrema familiaridad, pide
consejo a una hermana o a una joven, dando a cada una la certeza de que su
aporte es válido. Así constatamos que comunicar, para María Mazzarello, no es
solo hablar, sino poner en común, dar y recibir a través de las antenas
sensibles del corazón [40].
Por eso María Mazzarello no teme confrontarse una con otra, sino al contrario,
favorece y provoca el diálogo.[41]Este
ambiente es de sólida coherencia interna sobre todo por el gran sentido de
pertenencia y protagonismo que posee cada miembro de la comunidad.
3.5. La Preventividad y los Principios del Sistema
Preventivo.
El Sistema Preventivo de Don Bosco, tiene como pilares
la razón, la religión y la “amorevolezza”, realidades que se interrelacionan
entre ellas, sea a nivel de fines y contenidos, como de métodos y medios. Estos
tres elementos son una síntesis original de los elementos necesarios para el
desarrollo integral del niño y del joven: físico, intelectual, moral, social,
religioso, afectivo. Metodológicamente activan una serie de intervenciones
educativas para ayudar al joven a desarrollar sus potencialidades.[42]
3.5.1. Razón
“El término "razón" destaca, según la visión
auténtica del humanismo cristiano, el valor de la persona, de la conciencia, de
la naturaleza humana, de la cultura, del mundo del trabajo y del vivir social,
o sea, el amplio cuadro de valores que es como el equipo que necesita el hombre
en su vida familiar, civil y política.”[43]
La razón es sinónimo de “conforme a razón” y
persuasión (contrario a constricción e imposición). La razón valora a las
personas en su creciente proceso de personalización y socialización, y valora
las realidades terrenas con sentido crítico, respetando su autonomía y
dignidad. Don Bosco daba mucha importancia a la formación integral del joven,
teniendo en cuenta la formación para la libertad, la preparación para la vida y
para una profesión, la asunción de las responsabilidades civiles en clima de
alegría y de generoso servicio al prójimo.
Lo original en Don Bosco es que formula los objetivos
de esta formación integral con palabras sencillas tomadas de la realidad del
joven, tales como "alegría", "estudio", "piedad",
"trabajo". Logra unir lo esencial y lo contingente de cada día, por
esto podemos decir que su programa de educación sin dejar de ser profundo es
sencillo y está al alcance de todos; lo sintetiza en: ser ciudadano ejemplar,
porque se es buen cristiano[44].
Cuando Don Bosco afirma que su método es el de la
razón, quiere decir que la estructura interna del educador se basa en la
racionalidad, el buen sentido, en el equilibrio espiritual; que la razón se
manifiesta en su modo de proceder e informa sus relaciones; que propone cosas
razonables y las propone racionalmente. No se trata de pura lógica, sino de una
comprensión global que implica saber captar la belleza de un modelo de vida.[45]
Esto hace del Sistema Preventivo un sistema abierto,
rico de esperanzas en la persona y capaz de adaptarse a todas las situaciones
culturales. Por eso exige en cada contexto una lectura previa de la situación
juvenil y una articulación de las actuaciones educativas mediante la
formulación del Proyecto Educativo Pastoral.[46]
“El sistema preventivo dispone y persuade de tal modo
al alumno, que el educador podrá, en cualquier ocasión, ya sea cuando se educa,
ya después, hablarle con el lenguaje del amor. Conquistado el corazón del
discípulo, el educador puede ejercer sobre él gran influencia y avisarle,
aconsejarle y corregirle, aun después de colocado en empleos, en cargos o en
ocupaciones comerciales.”[47]
Hace más de 100 años Don Bosco, hace hincapié en la
importancia de la razón para educar al joven y a la joven. Hoy, se habla mucho
de la urgencia de educar en la criticidad y en la libertad, para lograrlo
necesitamos apelar a la capacidad cognitiva de la persona, porque sólo quien
conoce (razón) puede ver objetivamente la realidad y tomar libre y
responsablemente sus decisiones que implican una opción de vida. Corremos el
peligro de que, por una mal llamada “excelencia educativa”, nos preocupemos
sólo del aspecto de contenidos que pide el currículo (para que nuestros jóvenes
ingresen a la universidad o al trabajo) dejando de lado el aspecto valorativo;
nos cuesta interrelacionar lo cognitivo con lo actitudinal. La razón en Don
Bosco no es saber más contenidos que los demás, sino que es un medio para la
formación integral de la persona como cristiano y como ciudadano porque le
permite optar sobre una base.
La razón, por lo tanto, invita a los jóvenes a
compartir los valores asumidos libremente, implica toda nuestra capacidad de
comprensión, de diálogo y de paciencia sin límites.
En el nuevo siglo se sabe que la razón de occidente
fracasó, en parte, y que se necesitan nuevas formas de aproximación y
comprensión de la realidad. No obstante, se impone el buen juicio de los
educadores para admitir que hay un aspecto “bueno” de la razón que es necesario
formar y hacer circular, sobre todo en América, donde en este momento de la
historia parecen dominar los intereses particulares, calculadores, egoístas,
sin compasión. Si algo hace falta, ahora, en América, es razón.
3.5.2. Religión
El término "religión" “indica que la
pedagogía de Don Bosco es, por naturaleza, trascendente, en cuanto que el
objetivo último de su educación es formar al creyente. Para él, el hombre
formado y maduro es el ciudadano que tiene fe, pone en el centro de su vida el
ideal del hombre nuevo proclamado por Jesucristo y testimonia sin respeto
humano sus convicciones religiosas.”[48]
Los "pilares del edificio de la educación"
son la Eucaristía y la Penitencia, la devoción a la Santísima Virgen, el amor a
la Iglesia y a sus Pastores. La educación del joven es un itinerario de
oración, de liturgia, de vida sacramental, de dirección espiritual. Estos
“pilares” están tan tejidos en lo ordinario de la vida del oratorio que cuando
los jóvenes salen de él, pasan a ser “pilares” de su vida personal. Don Bosco
tiene un seguimiento familiar con los jóvenes que ya no están en el oratorio,
haciendo hincapié en que la religión es lo único que los va a sostener en medio
de las vicisitudes de la vida, como podemos apreciar en la siguiente carta:
“Muy querido Turco:
Tu carta me ha dado mucha alegría y me resultó muy
grata porque en ella me hablas con la antigua confianza, que para don Bosco es
lo más querido en el mundo. Tomando tu carta solamente bajo un punto de vista,
doy gracias al Señor que, en medio de los años más difíciles de la vida, te ha
ayudado a conservar los sanos principios de la religión. Puede decirse que la
edad más peligrosa ya ha pasado; cuanto más adelantes en años, más se
desvanecerán las ilusiones que el hombre se hace del mundo y más se confirmará
aquello que me dijiste, que solamente la religión es estable y puede en todo
tiempo hacer feliz al hombre en esta vida y en la eternidad.
Después de este poco de filosofía, te aconsejo que
continúes con la profesión de agrimensor en que trabajas, que practiques la
religión, especialmente la confesión frecuente que para ti es un verdadero
bálsamo, pero que con todas tus fuerzas y con todos los medios posibles,
asistas y consueles a tu buen padre en su vejez, etc., que, gracias a Dios,
puede decirse es floridísima.
En el pasado te he recomendado al Señor en la santa
misa y lo haré con más gusto en el porvenir, puesto que me lo pides. También tú
rogarás por mí, ¿no es verdad?” [49]
Cuando Don Bosco habla de religión, no la reduce sólo
al ámbito del oratorio sino que la presenta como base para la formación de
cualquier persona. Lo constatamos en las siguientes frases: “Si se educa
rectamente, habrá orden y moral; por el contrario, sólo vicio y desorden”, y
“La religión es capaz de comenzar y realizar la gran obra de una verdadera
educación.” [50]
Don Bosco afirma: “Religión y razón son los dos
resortes de todo mi sistema educativo. El educador debe persuadirse de que
todos o casi todos estos queridos muchachos tienen una natural inteligencia
para conocer el bien que se les hace personalmente y al mismo tiempo están
dotados de un corazón sensible, fácilmente abierto al reconocimiento. Cuando se
haya obtenido, con la ayuda del Señor, hacer penetrar en sus almas los
principales misterios de nuestra santa Religión, que, todo amor, nos recuerda
el inmenso amor que Dios ha tenido con el hombre; cuando se llegue a hacer
vibrar en su corazón la cuerda de la gratitud, que se le debe en
correspondencia a los beneficios que tan abundantemente nos ha otorgado;
cuando, finalmente, con el resorte de la razón se hayan persuadido de que la
verdadera gratitud al Señor debe manifestarse cumpliendo su querer, respetando
sus mandamientos, especialmente los que inculcan la observancia de nuestros
recíprocos deberes, crea ciertamente que gran parte del trabajo educativo ya se
ha cumplido. La religión en este sistema hace el oficio del freno colocado en
la boca del fogoso corcel, que lo domina y gobierna; la razón hace de brida que
oprime las fauces y produce el efecto que se pretende conseguir. Religión
auténtica, religión sincera que gobierne los actos de la juventud, razón que
rectamente aplique los santos dictámenes como norma de todas sus obras, he
aquí sintetizado en dos palabras el sistema que yo empleo.” [51]
Si la razón nos ayuda a actuar libre y
responsablemente, la religión nos educa en la fraternidad porque nos hace tomar
conciencia que todos somos hijos del mismo Padre; nos permite aportar en la
construcción del mundo desde nuestra originalidad, porque nos sabemos
colaboradores de Dios en la tarea de conservar y mejorar el mundo, para que se
haga realidad el Reino de Dios. “Como Don Bosco y Madre Mazzarello, queremos
formar al hombre completo impregnando de fe lo humano y encarnando la fe en la
realidad humana, a través de un itinerario educativo capaz de llevar a los
jóvenes a la santidad.” [52]
“La religión enseña la caridad que combate la
soberbia, el egoísmo, hace sociables, agradables y respetuosos a los unos con
los otros, obedientes espontáneamente a los que tienen derecho y obligación de
mandar, y adorna con cierta belleza hasta a los más rudos, porque excluye el
temor.”[53].
“... desde el punto de vista metodológico, el
"amor". Se trata de una actitud cotidiana, que no es simple amor
humano ni sólo caridad sobrenatural. Denota una realidad compleja e implica
disponibilidad, criterios sanos y comportamientos adecuados.”[54]
La
amorevolezza es la marca salesiana. Es su rostro, su identidad. Es una energía
espiritual conquistada diariamente que nace de la mística del amor de Dios
hacia los jóvenes. Amor que se expresa en una convivencia gozosa, en un clima
corresponsable de diálogo, amistad, comunicabilidad, alegría por el don de la
vida.[55]
La
caridad pastoral se plasmó en el "contacto con los jóvenes", en el
esfuerzo de ayudarlos a valorizar la vida, implicándolos en su crecimiento. Por
eso tanto Don Bosco como María Mazzarello entablan una relación educativa
basada en la amistad y la confianza. El afecto o bondad (amorevolezza) se
convirtió en lo esencial de la caridad de estos dos educadores. Se trata de
suscitar la correspondencia del joven. El afecto, al hacer que acepte la propuesta
educativa y que se sienta amado, lo anima a dar lo mejor de sí.[56]
La
amorevolezza empeña al educador a desarrollar en plenitud su capacidad de ser
"humano", de ser sensible al corazón de las personas, de tejer
relaciones solidarias. Remite a comprometerse a ir al encuentro del otro en una
disponibilidad incondicional a la escucha y al diálogo. La mirada del otro
exige de mí la renuncia a la indiferencia para mirarlo con bondad y ver
especialmente sus posibilidades.
La
experiencia de Dios que cultivo día a día me re - envía al encuentro del rostro
del otro, del más sufrido, del marginado, del excluido. Aquí la amorevolezza
adquiere un compromiso social, toma el rostro de la solidaridad y de la
justicia.
El Sistema Preventivo, pues, es básicamente relación,
y cuando esta falla se le quita al mismo su fuerza de persuasión. Don Bosco en
la carta de 1884 dice a sus muchachos: "me parecía estar en el antiguo
oratorio a la hora del recreo. Era una escena viva donde todo era alegría... se
cantaba, se reía, y en todas partes había clérigos y sacerdotes y con ellos
jóvenes que compartían alegremente. Se
veía que entre jóvenes y superiores reinaba la más grande cordialidad y
confianza".
La
característica de Don Bosco, de María Mazzarello es dar el primer paso,
eliminar barreras y suscitar el deseo de restablecer la relación cuando ésta se
ha debilitado. "Tal ejercicio de caridad nos hace pensar en dos fenómenos
actuales: la lejanía física de muchos jóvenes y la distancia psicológica de
otros que están cerca, pero de los que nos separan temas, lenguajes, gustos y
pertenencias. Lo que nos da idea de la carga mística y ascética que supone
entablar diálogo con ellos."[57]
El amor educativo abre el corazón y la inteligencia
del joven al educador, lo estimula a ser protagonista de su formación, a crecer
en iniciativa y creatividad. “... la razón y la experiencia demuestran que, sin
verdadero cariño, es inútil el ministerio del educador. La primera alegría de
un muchacho es saber que se le quiere. Él corresponde a este cariño, se
persuade de lo que el maestro asegura, ama todo lo que él enseña, le gusta lo
que a él le gusta, se aficiona para toda la vida a las verdades y a la doctrina
de él aprendidas, y hasta se siente inclinado a la misma profesión, aún
sacerdotal o religiosa, de su educador, y lo ama como al padre de su alma.” [58]
El
corazón de la espiritualidad de la relación educativa es la amorevolezza. Es un
amor intensamente pedagógico que hace del educador un caminante con el
educando, ambos en dirección al bien, a la libertad, a Dios. El lenguaje
pedagógico más profundo es el de la verdadera acogida, de la confianza, de la
ternura; es colaborar, animar, guiar, acompañar, escuchar, es ayudar al
educando a adquirir los instrumentos para vivir con efectiva seguridad cuando
deba caminar solo[59]
En
el testimonio de la amorevolezza que devuelve la alegría y las ganas de
vivir intuimos el camino para una propuesta de espiritualidad típicamente
salesiana. Para salesianas y salesianos la amorevolezza es claridad de amor,
confianza recíproca, atención a los más débiles, comunicación que potencia la
comunión, transparencia de relaciones.[60]
La
amistad profunda entre educadores y jóvenes nace de la acogida y la
familiaridad que crean una relación educativa auténtica que ayuda a crecer
porque se llega a la esencia de la persona. Esta amistad tiene su expresión
concreta en la "asistencia salesiana" que desemboca en la
paternidad/maternidad como responsabilidad afectuosa que ofrece guía y
enseñanza vital porque "sabe hablar al corazón de manera
personalizante", porque se tratan las cuestiones que ocupan vida,
mente y corazón del joven. Es padre/madre quien enseña al joven, a través de la
relación diaria sencilla y familiar, el arte de vivir en cristiano.[61]
Desde
esta perspectiva propositiva, la amorevolezza es la traducción salesiana de
aquel amor solícito, gozoso y desinteresado que acoge a los jóvenes y abre su
vida a un futuro solidario.[62]
El
Capítulo General XXIV de los SDB ha escuchado a laicos y a jóvenes, ellos
tienen grandes deseos de relación. Somos conscientes de que en nuestras
Congregaciones abundan experiencias que nos hacen confiar en la posibilidad de
crecer en esa dirección, manifestando en plenitud las riquezas del afecto
salesiano y del espíritu de familia a que da origen.
Dicho
afecto, para que no corra el riesgo de reducirse a un simple instrumento
técnico de captación y manipulación de la personalidad del otro, debe estar
lleno de caridad y ser expresión de una auténtica espiritualidad relacional. Su
fruto y signo es una castidad serena que mantiene el equilibrio afectivo y la
fidelidad oblativa. Así la relación educativa se convierte en auténtico
encuentro personal.[63]
La
amorevolezza impregnada de verdad, de fortaleza al servicio del bien es la
condición privilegiada para que religiosas/os y jóvenes progresen en el amor.
Es un tipo de educación que se impone por la fuerza de la autenticidad. La
pureza del corazón y la verdadera capacidad de amorevolezza educativa dejan de
lado cualquier forma de imposición y agresividad y al mismo tiempo toda
compensación afectiva, parcialidad o preferencia. El amor educativo es
vigoroso, libre, imparcial y gratuito.
Razón
y amorevolezza son actitudes del educador, de la educadora que evita imponerse,
más bien dialoga, propone, persuade, pide a cada uno lo que puede dar y lo pide
en una relación de afecto verdadero y profundo.
Razón
y amorevolezza son los caminos privilegiados que María Mazzarello elige para la
formación de educadoras y jóvenes en el sentido del ser y no solo del aparecer
o del hacer. Enemiga del formalismo exterior adopta los caminos de la
interioridad personal: la educación de las motivaciones y del corazón, allí
donde maduran las opciones vitales. Y esto lo puede hacer porque primero se ha
ganado el amor de quienes le rodean, y entonces los corazones se abren sin
dificultad.
“Una
nueva lectura de la amorevolezza como camino educativo nos
conduce a María, ella nos precede en el esfuerzo de ser transparencia del amor.
La caridad es el fundamento del sistema preventivo. Don Bosco ha amado, ha
querido el bien con la fuerza del amor y de la razón, en los horizontes de la
religión. La amorevolezza es el estilo educativo salesiano. Don
Bosco educa porque ama; lo primero que los jóvenes nos piden es que los amemos.
En el sistema preventivo el ofrecimiento del amor está íntimamente unido al
ofrecimiento de un horizonte de significado de la vida.” [64]
De la memoria hay que pasar a la iluminación de la
nueva circunstancia. Por eso el nuevo Sistema Preventivo deberá desplegarse así:
·
El mismo de siempre, el aplicado por Don Bosco y
los salesianos de la primera hora, pero con un nuevo espíritu, con un ardor
renovado.
·
Buscando incorporar los nuevos temas generadores
de la cultura (nuevos contenidos) como: el nuevo asociacionismo y su incidencia
en la generación de capital social; la educación de la nueva pareja y su
influencia en la conformación de la nueva familia; La renovada visión de la
afectividad; El entronque con las nuevas pedagogías.
·
El saber hacer para reconstruir el mundo y generar
uno nuevo.
3.6.
La Reciprocidad en la praxis del Sistema Preventivo.
La
reciprocidad existe cuando las personas entran en relación como sujetos
portadores de una dignidad igual desde la cual comparten y de una diversidad
que es y que se hace cada vez más riqueza.
La
“reciprocidad” que se ha usado y se usa de diferentes maneras y en distintos
contextos, según Gannon es ante todo una actitud que se aprende y que es poco a
poco interiorizada. Si se toma como una categoría antropológica hará referencia
al personalismo. En su base está la valorización de la diferencia y la
especificidad. La reciprocidad como categoría interpretativa fundamenta la
responsabilidad y ayuda a conjugar la diversidad y la paridad en la relación
humana.
La
reciprocidad es también un modelo de existencia que facilita una vida común
hecha de relaciones maduras en las que se favorece la circulación de ideas, se
promueva la diversidad, la interacción y la colaboración. En este sentido la
reciprocidad es modelo de compromiso mutuo en un proceso de renegociación de la
relación para la integración de la unidad con la diversidad.
La
reciprocidad es, igualmente, considerada como proceso y camino; es una
dirección de tendencia ideal y normativa de las relaciones humanas, que van de
un mínimo de interacción a un máximo de comunión. Es un proceso de integración
que no nivela la originalidad y la creatividad de hombre y mujer sino que
estimula hacia nuevos encuentros que llevan a descubrir la riqueza de la
pluralidad.
La
reciprocidad es una vía de aceptación de sí mismo y de las diversidades de los
demás y es también un camino en la toma de conciencia de que la confrontación
con la diversidad es fundamental para las relaciones interpersonales. La
esencia de la reciprocidad está dentro del ser de la persona, en la relación
entre personas, relación que implica gratuidad, correspondencia y comunión. La
reciprocidad exige entonces la dinámica de un dialogo circular.
De
Nicola, considera la reciprocidad como sinónimo de mutualidad; ésta evoca la
integración tanto entre hombre - mujer como en el sentido de una integración
social más amplia que implica el mutuo intercambio en una relación paritaria,
la responsabilidad de mutua apertura y acogida. Subraya que la mayor dificultad
de educar en la reciprocidad es saber combinar la igualdad y la diferencia sin
reducirlas la una a la otra.
En
todo grupo de personas y, más aún en una comunidad educativa que ha elegido
vivir al servicio de los jóvenes, si no existe una relación recíproca, habrá
una relación vertical, autoritaria, que no toma en cuenta la opinión de los
demás y mucho menos respetará las decisiones tomadas en conjunto.
Asumir
la espiritualidad salesiana significa vivir la reciprocidad de
cada relación para llegar a cada persona, especialmente a cada joven y
acompañarla en su camino personal. Hoy la educación requiere de este diálogo y
relación recíproca para dar respuestas adecuadas. El diálogo vertical e
impositivo no funciona más en la actualidad.
Piaget
afirma que la equidad es aquella forma superior de reciprocidad en la que la
relación con los otros se fundamenta en la consideración de la real y
particular situación de cada persona.
Esto supone la capacidad de no exigir lo que “debe ser”, sino el
considerar la situación de cada persona, de encontrar respuestas diferenciadas
a situaciones distintas. Esta habilidad cognitiva permite realizar
comportamientos de reciprocidad. (Stevani).
En
una relación recíproca no hay quien manda y quien obedece, o quien domina y
quien es dominado, o quien se sienta más o menos que los otros, tampoco
consiste en imitar a los demás. Por el contrario hay un dar y recibir
afecto, ternura, comprensión, sonrisa, acogida, se intercambian valores,
competencias, ayuda, perdón. Se mira al otro con los ojos paternos/maternos de
Dios que nos ayuda a fortalecer nuestra identidad personal a partir de la
identidad del otro a quien debemos respetar siempre.
Las
relaciones de reciprocidad ayudan a desarrollar y potenciar los recursos
individuales y esto, sin duda, mejora la calidad de la vida social, familiar,
educativa... y ayuda a las personas a reconocerse semejantes y distintas
Para
que la reciprocidad ayude a tejer redes de comunión en la Comunidad Educativa
es necesario aprender a dar y a recibir con libertad. No sólo dar ni sólo
recibir, sino ambas actitudes que equilibran el ser en la libertad, fuera de
leyes rígidas que pretenden regular todo. Madre Mazzarello nos recuerda que es
importante "hacer con libertad lo que la caridad requiere".
Es
preciso una gran capacidad de escucha para ser recíprocos en el diálogo y en
todo gesto que construye la vida de familia. Quien es recíproco sabe reír y
llorar, alegrarse y sufrir, confiarse y recibir confianza porque tiene una
seguridad de base, sabe quién es y qué aporte puede y debe dar para la
consecución de los objetivos comunes.
Para
crecer en reciprocidad es necesario considerar las diferencias como riqueza,
como posibilidad de comunicación y de aprendizaje constante. Es indispensable,
pues, una educación para la reciprocidad y para la convivencia serena dentro de
las diferencias.
Para
construir la reciprocidad, la ética exige respetar la autonomía del otro. Esto
elimina la tentación de imponer propios puntos de vista para evitar así
cualquier manipulación.
La
dinámica del amor en el estilo salesiano exige amar y estar presentes, no para
hacer a los demás a nuestra imagen y semejanza sino para acogerlos como son y
acompañarlos en su crecimiento. Cuando uno está seguro de ser amado por lo que
es, más allá de los límites y faltas, tiene el valor de ser sí mismo y es
entonces cuando la relación puede ser recíproca, al mismo nivel, desde lo que
cada uno es, donde ninguno busca imponer, sino confrontar con serenidad para
retomar la vida siempre con mayor plenitud.
La
educación tiene entonces una doble misión: enseñar la diversidad de la persona
humana y ayudar a tomar conciencia de las semejanzas y la interdependencia
entre todos los seres humanos. [65].
Cuando alguien entra en esta dinámica ya no necesita dominar o querer ser el
centro o tener siempre la razón, sino que, sabiendo sus posibilidades y
límites, es capaz de aportar y aprender en cada momento[66].
3.6.1.
En diálogo con las diferencias
Vivimos
un tiempo que nos convoca a una "ética de la convivencia capaz de universalidad.
Y el principio dialógico es una evidencia antropológica de la convivencia"
con las diferencias en su sentido más amplio. Acoger lo "diferente"
del otro, del mundo, implica dirigir una mirada fraterna al rostro del otro. Lo
que da dignidad a esa mirada es la palabra, es el lenguaje que abre a la
comunicación profunda de los rostros. El lenguaje se convierte en casa común en
la que las relaciones crecen y se iluminan de sentido hasta llegar al espacio
de responsabilidad por el otro que está delante mío. Es la casa común para la
conciencia de los seres humanos, es el espacio en el cual se cualifica
éticamente el encuentro entre el "YO" y el "TÚ". El diálogo
se vuelve el sacramento de la ética de la responsabilidad y de la reciprocidad.
En el centro de ese diálogo está el respeto "a lo diferente" del
otro, dentro de la pluralidad de las culturas.
Dialogar
con las diferencias requiere la proximidad del otro. Ese encuentro con
el rostro diverso del otro es una experiencia ética cotidiana que necesitamos
tejer como personas, como educadores. El diálogo supone interlocutores, por lo
tanto, una pluralidad. Esa proximidad es capaz de lanzar luz sobre las
diferencias y conferirle autenticidad en la relación.[67]
Madre
Antonia, Superiora General de las FMA, en su circular de septiembre de 1997
recuerda que en el diálogo confiado se refuerzan y profundizan las relaciones
interpersonales, se descubre la riqueza de las diferencias y se armonizan como
recursos al servicio de la única misión.
La
diferencia no puede ser concebida como elemento conflictivo respecto a la
igualdad y a la conciencia de pertenecer a la misma especie humana, con la
misma dignidad. El personalismo filosófico cristiano considera que la
diferencia es siempre relacional y la relación es siempre entendida como
reciprocidad.
Nuestro
fundadores no hablaron de reciprocidad, de "convivir con las
diferencias", de considerarlas como riqueza, pero optaron por estar en
medio de las personas y de las situaciones, hacerse cargo de ellas y hacerlas
progresar. Esto nos lleva pues a hacer nuestro el estilo de escucha de la
diversidad propio de María Mazzarello y de Don Bosco, porque decir comunidad
supone solidaridad y reciprocidad de presencias.[68].
3.6.2.
Formación al diálogo recíproco
A
este respecto surge entonces una necesidad vital de formación no separada de
los otros miembros de la Comunidad Educativa. En la programación del sexenio
que hizo el Consejo general de las FMA en junio de 1997 se dice que
"advertimos la necesidad de activas etapas de formación con
y para los mismos laicos. Consideramos esto un signo de los
tiempos que nos refuerza en la convicción de que la formación es una realidad
de comunidad educativa". Y como prioridades en este camino se señala la reciprocidad
de las relaciones... que no sólo acoge sino que favorece la diversidad y la
vive como riqueza. Esta es la línea dorsal del Capítulo General XXIV de los
SDB.
Dentro
de la comunidad educativa el encuentro es el espacio legítimo para educarnos al
diálogo recíproco. El gesto visible que realiza el encuentro es acompañado por
un símbolo significativo de una realidad espiritual, invisible. Es todo nuestro
bagaje humano interior puesto al servicio, a disposición del otro. Es apertura
recíproca para acoger los dones que el otro me ofrece. Es una actitud
permanente de acogida para confrontar nuestras riquezas personales,
integrándolas. El diálogo recíproco requiere de los educadores un amplio
aprendizaje de la verdad, de la confrontación serena, no obstante la diversidad
de mentalidad, del discernimiento personal y comunitario, de la esperanza.
Se
necesita, pues, revitalizar la herencia recibida, escribir un nuevo Sistema
Preventivo tal como lo sugirió, en su momento, Don Egidio Viganó. El Sistema se
ha de actualizar renovándolo. Eso significa fundamentarlo sobre parámetros
antropológicos, a su vez, renovados y orientados a valorar la reciprocidad
hombre/mujer, educador/educadora, educadores/educandos/as,
religiosos/as,laicos/as.
Así,
una comunidad educativa que obra en convergencia de intentos, en un clima de
auténtica alegría, donde reina el diálogo en todo esfuerzo por acercar a las
personas, podrá asegurar la eficacia de cada intervención educativa.[69]
Don
Bosco implica en su obra a:
·
La mujer y el hombre, reconociendo sus riquezas
y potencialidades formativas a la vez que percibe su aporte recíproco,
·
los educadores/as laicos/as, valorando su aporte
desde su específica competencia,
·
los/las jóvenes, haciéndolos responsables
también del caminar de la comunidad,
·
a toda persona interesada en la educación de los
jóvenes.
Ser
fieles a Don Bosco hoy significa valorar la reciprocidad basada en la
aceptación gozosa de las diferencias que enriquecen todo grupo humano
haciéndolo más activo, interdisciplinar, capaz de acoger el aporte de cada uno
en vista del único fin: la salvación integral del joven y la joven.
Ser
fieles a Don Bosco y a Madre Mazzarello hoy significa vivir el esfuerzo de
trabajar juntos/as unificando fuerzas para el bien común, renovando criterios
de trabajo educativo y nuevas formas de presencia. Valorando el aporte
diferente de cada uno que es válido en cuanto está orientado a la consecución
del único fin.[70]
En
el camino hacia la serena convivencia de las diferencias nos sentimos llamados,
como Comunidad Educativa, a superar distancias y prejuicios, a ir al corazón de
las personas y de las culturas y a librarnos de la lógica de la superioridad y
de dominio.[71].
La Comunidad educativa es el lugar privilegiado para
educarnos juntos/as y pacientemente en la reciprocidad. Ya desde sus inicios
nuestras Familias religiosas, tanto religiosos, religiosas, jóvenes en
formación, educandos y educandas pasaban gran parte de la jornada en los mismos
locales y por eso tejían relaciones profundas, intensas, recíprocas. Cada una y
cada uno sabe que su aporte es necesario a la comunidad, sin hacer
comparaciones inútiles con los otros miembros de la misma, se siente parte viva
de la familia y por eso participa desde lo que es.
En
la primera conferencia que como superiora dio a la Comunidad María Mazzarello
dice a las hermanas que "no sólo ella debería llevar adelante la casa...
sino que cada una de las hermanas podía ayudarla y aconsejarla; y que, por lo
tanto, cada una debía y podía manifestar sus propios puntos de vista y sus
opiniones, a fin de que todo procediese mejor en todo sentido"[72].
“Don
Bosco mandaba llamar muchas veces a los asistentes, a los maestros, al jefe de
estudios... y se entretenía con ellos hablando de lo que habían observado en la
casa. Este continuo cambio de ideas y observaciones animaba a los que
habían de estar con los muchachos y tenía al superior informado de todo...”[73].
La
relación educativa exige repensar continuamente nuestro ser frente al otro,
redefinir nuestra identidad a partir del otro. Nos invita a 'inaugurar', a
tejer relaciones nuevas que implican:
·
relaciones intensas: pasando
de la falta de comunicación personal y profesional a la información e
intercambio de vida en lo cotidiano;
·
relaciones profundas:
en el empeño de todos en la búsqueda del sentido de la vida (de la propia y de
la de los destinatarios) hacer IRRUMPIR LA VIDA que hoy se siente amenazada por
la soledad, el anonimato, el individualismo, por las relaciones impersonales y
distantes generadas por los medios masivos de comunicación.
Estas
relaciones nuevas se pueden dar:
·
a través de la participación:
que implica hacer parte de algo o tomar partido por alguien, que es una fuerza
que se construye a partir del interior de cada uno. Se propone un camino en el que todos están llamados/as a
confrontarse y a hacer elecciones vitales. Creer en la participación significa
aceptar la diversidad de las personas y de las ideas.
·
a través de la animación: que
es tarea de todos. Cuida la creación de una verdadera familia en la que jóvenes
y adultos/as, padres y educadores/as compartan el mismo proyecto y aporten su
propia originalidad y se acompañen recíprocamente en el propio crecimiento
humano y cristiano.[74].
Es el principio, el motor de todo, generador de vida, soplo, aliento, creación.
Asegura la circulación de la vida. La animación pone en el centro a la persona,
considerada en su unidad, valoriza el grupo y la sincera búsqueda común.
·
a través de la formación permanente: los
cuestionamientos existenciales necesitan estar a la orden del día; estar
atentos y tener sensibilidad a los cambios sociales, culturales, religiosos,
políticos, económicos... a actualizarnos en el campo profesional y personal; a
abrirnos a los retos del mundo posmoderno siendo capaces de intervenir con
propuestas transformadoras.
Capítulo
IV
4. LA RECIPROCIDAD EN EL TERCER SIGLO DEL
SISTEMA PREVENTIVO SERÁ “FAMILIARIDAD”
El
espíritu salesiano que circuló en parte del siglo XIX fue marcado por la idea y
realidad educativa del oratorio y la educación popular; durante el siglo XX se
expandió y formalizó en un sistema pedagógico, conocido como el Sistema
Preventivo. Y en el siglo XXI, que se barrunta, hay indicios que confirman el
valor de la FAMILIARIDAD como el predominante en la familia Salesiana y su
entorno de influencia.
Con
este se vuelve la mirada a las fuentes y al mismo tiempo, con un claro sentido
prospectivo, se responde al mundo de la complejidad. En efecto, la
familiaridad que para el DRAE (Diccionario Real Academia Española) en su
primera acepción es “llaneza, sencillez y confianza en el trato”, en la vida
diaria tiene que ver con hacer familiar o común una cosa. Sus sinónimos, que le
agregan valor, son: intimidad, amistad, compañerismo. Don Bosco con sentido
común y, además, sobrenatural había propuesto ésta como el hilo conductor de su
puesta en escena educativa: Valdocco se organizó y funcionó como una familia
con una madre, mamá Margarita (aunque María Auxiliadora también funge como tal
pero sin límite en el tiempo), un padre, Don Bosco; y después de él sus hijos,
los salesianos y la pléyade de jóvenes que habrán de crecer allí y convertirse
en personas. Como en toda familia, las cosas no están suficientemente hechas y
por eso hay que porfiar en la construcción diaria de la misma. Don Bosco ya lo
había previsto al decirle a alguno de sus colaboradores: “vosotros completaréis
la obra que yo comienzo, yo hago el esbozo, vosotros le pondréis los colores.”
La familia y, su derivado, la familiaridad se constituyen en tarea. La familia
será, pues, el conjunto de adultos/as significativos que ayudan al niño y a la
niña y al joven y a la joven en su proceso de convertirse en personas
completas: en buenos cristianos/as y ciudadanos/as. Allí caben padres y madres
biológicos, más tíos y tías, abuelos y abuelas, vecinos y vecinas concernidos,
maestros y maestras, en fin, todos aquellos que asuman el compromiso de hacer
ofertas formativas mediadas por el amor de cercanía.
La
consigna, para los tiempos que corren, en América será, entonces: RELANZAR LA
FAMILIA Y LA FAMILIARIDAD SALESIANAS HACIA EL TERCER MILENIO POR MEDIO DEL
SISTEMA PREVENTIVO EN LA EDUCACIÓN Y LAS ESCUELAS.
Esta
consigna funciona en consonancia con la idea de pensar globalmente y actuar
localmente. Sentir con todo el mundo desde la realidad primigenia de la casa.
Las primeras comunidades de la Familia Salesiana están formadas por rostros
diversos, por historias diferenciadas con un patrimonio de gozo y de dolor, de
marginación y de libertad, de debilidad y de fuerza. Se encuentran en ella una
pluralidad de funciones, de personalidades, de caracteres que no sin dificultad
tratan de hallar la convergencia y la capacidad de compartir.
Ellos,
ayer, salieron al encuentro de los excluídos: los jóvenes encarcelados, los
aborígenes de América, los leprosos y hoy los niños, y niñas de la calle,
drogadictos, víctimas del sida, los desplazados por la violencia etc y con
propuestas educativas se integran en comunidades que se constituyen en espacios
de crecimiento y formación.
El
estilo comunitario salesiano, donde viene puesto en práctica con fidelidad
creativa, promueve el espíritu de familia y de fraternidad, pero no nivela ni
masifica, sino que favorece la expresión de la riqueza personal en la
participación y en la corresponsabilidad. La diversidad de funciones y de
obligaciones es esencial para la armonía comunitaria. El espíritu de Valdocco,
Mornese o Agua de Dios, y tantos otros escenarios de la salesianidad da
origen, por su naturaleza, a una serie de lazos interpersonales diferenciados
en cuanto a la edad, la formación, la función, las expectativas, la
sensibilidad...
El don más precioso que podemos hacer a
los demás es el de ayudarlos a ser cada vez más ellos/as mismos/as...
Es
misión del Espíritu generar en nosotros la capacidad de comunión, pero El se
sirve de nuestra humanidad para actuar. Por esto las relaciones cotidianas son
el mejor taller de santidad, una continua Escuela de amor... Valdocco, Mornese,
Agua de Dios, por la calidad de su vida y de sus relaciones recíprocas es casa
- madre, ambiente rico en fecundidad generativa por la exquisita finura
humana y cristiana que lo llena. Por esto se convierte en seno fecundo de
futura vitalidad de la Familia Salesiana.[75]
Ayer se hablaba de
compartir, de delegar, de interactuar… Hoy se habla de “empoderamiento”,
es decir, compartir el poder a todo nivel, lo que hace posible la aplicación y
la vivencia de sus propios roles de liderazgo, el aporte de lo mejor de las
propias capacidades para bien de todos/as, y el implicar realmente a cada uno
en la marcha de todo.
Parece
que nuestros fundadores, un siglo antes, hubieran tenido ya la filosofía del
empoderamiento. Esto lo dice el ambiente que se respiraba en nuestras casas,
donde la participación, la creatividad y el sentido de pertenencia hablaban del
clima de reciprocidad aplicado en la sencillez del auténtico “espíritu de
familia” propio de nuestro carisma.
Nadie
más que Don Bosco implicó certera y audazmente a sus muchachos: codo a codo
trabajó con ellos, los acompañó, los orientó y los responsabilizó, les dejó
amplio espacio para innovar; cada uno de ellos imprimió a la obra su estilo.
Por eso hoy la Familia Salesiana tiene solidez y sigue causando impacto social,
después de un largo siglo de existencia.
Igualmente,
la Madre Mazzarello supo hacer esto realidad con las hermanas y jóvenes:
ninguna pasaba desapercibida, cada una sentía que su aporte era necesario en la
marcha de la casa, unas en la huerta, otras con las niñas que llegaban, otras
desde las clases y otras desde el servicio de autoridad: todas sentían que todo
era de todas, se contaba con la realidad de una reciprocidad viva y
comprometedora.
Por
esto la vivencia del implicar a todos en Don Bosco, en la Madre Mazzarello, en
el Padre Luis Variara y muchos otros miembros de la Familia salesiana fue
garantía de visiones y de grandes sueños; de maravillosas creaciones, que les
dieron la posibilidad de vislumbrar el futuro y de lanzarse con audacia en su
realización. A cada uno de sus hijos e hijas les dieron alas para volar, les
permitieron ser ellos y ellas mismos y vieron en cada uno un líder capaz de
llevar adelante las Obras en que se empeñaban. Nuestros fundadores nunca
trabajaron solos: siempre creyeron en las capacidades y en las energías de sus
hijos e hijas.
Su
mayor empeño estuvo en favorecer las condiciones necesarias para que cada quien
aportara y viera el impacto positivo que provocaba con lo que realizaba.
Nuestros santos estimularon la autoestima, dieron seguridad a sus muchachos y
muchachas, los lanzaron confiando en ellos y en ellas, dejaron que cada uno (a)
se demostrara a sí mismo(a) las propias capacidades.
Su
actitud nos demuestra una vez más que el poder, el auténtico poder, está en
saber delegar, en permitir ser. Sólo así el otro se siente corresponsable y las
obras crecen. Basta volver a mirar el ambiente de Valdocco, de Mornese y de
Agua de Dios, en fin, para intuír cómo se vivía ya el auténtico liderazgo:
aquellos líderes que no excluyen sino que incluyen y estimulan, que favorecen
el surgir de nuevos líderes con energía y con creatividad que, reconociendo la
responsabilidad y el compromiso, se implicaban con verdadera pasión en el sueño
de todos.
El
ambiente educativo salesiano, por lo tanto, está fuertemente influenciado por
la calidad de las relaciones entre educadores/as y educandos/as; cuando éstas
son recíprocas, el ambiente entero se beneficia, se logra el inconfundible
clima de familia, donde el acto educativo es, ante todo, el acompañamiento
individual de la persona dentro de un colectivo que llega a ser FAMILIA.
Para
Don Bosco en primera instancia la familiaridad se constituye sobre las bases
mínimas de unas normas de convivencia o más claramente sobre la estricta
observancia del reglamento de la casa. Aquí y ahora la legalidad es construída
por todos los interesados, recíprocamente. El acatamiento de la ley tiene que convertirse en una manera natural
de vivir cotidianamente. Su aprendizaje ha de lograrse desde las primeras fases
de la vida, con la familia, es decir, con el conjunto de adultos significativos
que pululan en torno a los niños. Entre ellos están esa suerte de padres
sustitutos que son los maestros/as. No se trata de llenarse de leyes, de
normas. Pocas y claras son suficientes. Más aún, corresponde a los adultos/as
constituirse en modelos irreprochables.
En
la actualidad, el procedimiento por excelencia de la modernidad es el diálogo
público y libre. La conversación, la vía argumentativa apoyada en la razón.
Como bien dice Don Bosco en un horizonte de máximos, con un valor incalculable
a futuro: “pongámonos, pues, todos de acuerdo: la caridad de los
que ejercen la autoridad y la caridad de los que obedecen, hagan reinar entre
todos el espíritu de San Francisco de Sales”.[76]
La familiaridad se concreta en la
contemporaneidad en afecto y amistad. Este es el ámbito más productivo y
proclive a la formación de nuevas generaciones de latinoamericanos solidarios y
participativos desde lo local hasta lo global porque son la realización gradual
de la persona que se convierte en aquel “buen cristiano y honesto ciudadano”
soñado por Don Bosco, reclamado por la sociedad de todos los tiempos y razón de
ser de nuestro carisma.
No podemos desconocer, entonces, la
importancia de la comunicación y de las relaciones en el acto educativo, como
espacio propicio para crecer, madurar y ser uno mismo.
Hoy, cuando pensamos en el relanzamiento
de la escuela para América, nos toca interiorizar, ahondar aún más en las
implicaciones de unas relaciones más humanizantes y enriquecedoras por el arte
de quienes en la escuela tenemos el compromiso de ayudar a nuestros alumnos(as)
a crecer y a desarrollar armónicamente su personalidad: Para ser en la sociedad los ciudadanos honestos y
útiles en la transformación de la historia de hoy. Sólo así, seremos fieles a
nuestro Sistema Preventivo y a nuestro carisma; sólo así podremos hacer
presentes a nuestros fundadores, sólo así podremos entrar con vigencia, validez
y significatividad en este nuevo milenio que espera nuestra respuesta.
A la conformación de este discurso han
aportado sucesivas generaciones de miembros de la Familia Salesiana. Los
salesianos de esta hora, ante la inquietud acerca de la forma de concebir a Don
Bosco en la perspectiva del nuevo milenio, a la pregunta: ¿de qué forma los
salesianos del 2000 podrán ser educadores según el corazón de Don Bosco?
respondieron así y han dejado unas pistas para continuar el camino, en la
fidelidad creativa:[77]
·
En
consonancia con el corazón de Don Bosco, que es:
- Abierto a todo cambio e innovación; a toda persona
sin fijarse en su piel, posición social, sexo o inteligencia.
- Incondicional de los pequeños.
- Observador de los acontecimientos del mundo y que
elige para sus muchachos no sólo lo necesario, sino lo mejor.
- Es decir, ser un educador que encarna de modo
ejemplar el camino del amor de Jesús por los jóvenes, especialmente por los más
necesitados.
·
Para ser
educadores en el nuevo milenio debemos renovar nuestra decisión de ser de Dios
y para Dios, con toda la riqueza y la fragilidad de nuestra humanidad. También
estar con los jóvenes, superar el miedo de estar con ellos, con los de hoy, tan
diversos a nosotros y a nuestros modelos educativos. Volver al patio, para
estar físicamente con ellos, captar cómo piensan, cómo razonan, dialogar y
sobre todo para quererlos.
·
Nuestra
Congregación ha realizado esfuerzos para traducir la experiencia personal de
Don Bosco a cada época y a cada contexto, para comprender la educación con
estilo salesiano desde el Sistema Preventivo. Todas ellas tienen un denominador
común: la fidelidad dinámica. Esto significa:
- La presencia entre los/las jóvenes.
-
La tensión
educativa – pastoral, caracterizada fundamentalmente por la caridad pastoral.
-
La prioridad
de la Evangelización: tendremos futuro en la medida en que seamos fieles a la
educación en la fe de los jóvenes
-
La vigilancia
sobre las nuevas pobrezas juveniles: Don Bosco nos interpela siempre sobre
los/las jóvenes más pobres.
·
La frase de
Don Bosco “hazte amar más que temer”, conserva toda su actualidad. El amor
sigue siendo el fundamento del sistema educativo salesiano. ¿Cómo amar
educativamente a esta generación? Este amor tiene cinco características:
- Un amor que exige la presencia física: la inserción
en el mundo juvenil, el ESTAR CON que permite conocer, comprender ese mundo y
descubrir sus necesidades. Para el/la joven es la certeza de que cuenta con
nuestra ayuda sobre todo en los momentos delicados y difíciles.
- Un amor creativo que inventa, propone, reformula
actividades significativas, para ayudar a los/las jóvenes a formarse una escala
de valores testimoniados por la propia vida del salesiano.
- Un amor evangélico que es capaz de crear
solidaridad y justicia.
- Un amor exigente que ayude a crecer en la
responsabilidad, haga pensar, favorezca el diálogo y sea capaz de construir el
Reino de Dios.
- Un amor santo que lleve a los/las jóvenes a
experimentar el amor paterno – materno de Dios.
·
“Tiene que
ser astuto como serpiente y sencillo como paloma” (Mt 10, 16), esto lo debió
pensar Don Bosco para el ser “buen cristiano y honrado ciudadano.”
- Sencillo en el trato con Dios y en la relación con
los otros, cordialidad, amabilidad, rostro alegre, corazón en la mano, he ahí
un salesiano/a, pero “astuto” con fundamentos profundos y disciplina razonada,
en el crear condiciones estructurales y la elección de personas sin caer en
favoritismos afectivos y donde el criterio sea regido por la justicia. ¿Cómo
será posible esto? Preguntó Juanito. “Yo te daré la maestra” le respondió.
·
Hoy la
educación va alrededor de la persona; debe comenzar en la familia, nos
encontramos con una auténtica crisis, los hijos abandonados, es aquí donde
entra el papel del educador/a salesiano/a. Su presencia debe ser una acogedora
y positiva presencia de amistad. Deberá ser un padre, practicando la pedagogía
de la paciencia generosa; debe ofrecer confianza y un ambiente de compartir
basado en el amor.
En la Familia salesiana todo esto remite a una
vivencia de la reciprocidad en la vida diaria de las comunidades teniendo en
cuenta que:
1.
La
reciprocidad nace cuando se cultivan relaciones de igualdad y de respeto,
relaciones que brotan por la fuerza del Espíritu cuando en una comunidad se
aspira a tener “un solo corazón y un alma sola” (Hech. 4,32).
2.
Los
consensos comunitarios son posibles cuando se experimenta el amor recíproco y
se tiende a la unidad que no significa uniformidad, sino comunión y apertura a
la universalidad.
3.
La
reciprocidad en las relaciones empieza cuando se permite que cada uno sea él
mismo, cuando se da amplio espacio a la creatividad, al diálogo y a la
confrontación de criterios; cuando se descubre en los otros la cuerda que
vibra y se ponen en condiciones de tocar la melodía.
4.
El
carisma salesiano es una llamada a la reciprocidad, por la cual se tejen
relaciones de fraternidad, que induce a superar barreras, fragmentaciones y
desentonos en la familia salesiana y en su misión educativa.
5.
Tejer
redes de reciprocidad en el seno de la familia salesiana es asegurar a las
generaciones del 2000 que somos una familia abierta, seno fecundo y nido donde
nos formamos, donde crecemos unos junto a los otros y se nos permite alzar el
vuelo para cruzar los amplios espacios de la educación reconociendo que en
lejanos y desconocidos lugares, se sigue viviendo y actuando el mismo espíritu
de Valdocco y de Mornese.
6.
El
Sistema Preventivo es esencialmente reciprocidad en las relaciones que brotan del espíritu de
familia, del potencial educativo de la amabilidad salesiana y se expresan en la
sencillez del trato interpersonal y comunitario.
7.
La
fecundidad educativa de nuestra misión apostólica sigue la trayectoria de la
comunión a la comunidad y a la evangelización; por eso el individualismo no
cabe pues atenta contra la fraternidad evangélica.
8.
La
reciprocidad en la misión educativa salesiana no nivela ni masifica, sino que
favorece la expresión de la riqueza personal en la participación y en la
corresponsabilidad.
9.
El
encuentro con los jóvenes “uno por uno” como lo concibió Don Bosco invita a la
familia salesiana a volver al patio; aquel espacio en donde la libre expresión,
la jovialidad, la alegría y el juego, se convierten en el lugar privilegiado
para esa relación educativa que permite al joven sentirse amado,
escuchado y acogido.
10.
La
Escuela Salesiana no puede ser otra cosa que la Palestra de la Reciprocidad.
De otra manera está traicionando un carisma surgido de un trabajar a medias
y de aquella preciosa idea de María Mazzarello:”... abriremos juntas un pequeño
taller, recibiremos en él a las chicas... pondremos en común lo que ganemos y
podremos emplear toda nuestra vida en el bien de las jóvenes.”[78]
CONCLUSIONES
LÍNEAS
OPERATIVAS PARA EL RELANZAMIENTO DE LA ESCUELA SALESIANA EN AMERICA
1. - Ante una Escuela “instruccionista” y
academicista... la Escuela Salesiana en América se propone ser:
·
“Espacio Educativo para aprender a convivir”, lo
cual hace que la escuela salesiana sea CASA que acoge, hogar de convivencia,
familia que forma comunidad. Al mismo tiempo es el ambiente que construye
identidad en un proyecto de ciudadanía activa y solidaria...
·
“Espacio Educativo para aprender a creer”, lo
cual convierte a la escuela salesiana en “PARROQUIA” que evangeliza en un clima
de valores, ética y compromiso cristiano...
·
“Espacio Educativo para aprender a aprender”,
que hace de la casa salesiana una “ESCUELA” en la que se favorece el desarrollo
armónico, libre y original de las potencialidades personales del joven desde un
proyecto de calidad.
·
“Espacio Educativo para aprender a ser” que, en
términos salesianos se vive típicamente en el PATIO, como ambiente que
privilegia y desarrolla la reciprocidad en el “encuentro”, la “amistad”, la
“cercanía”...
·
“Espacio Educativo para aprender a hacer”, que
en la Escuela Salesiana se expresa particularmente en el TALLER. Allí se
aprende la espiritualidad del trabajo y se desarrollan las habilidades para una
tecnología de avanzada....
2.
- Ante una sociedad que privilegia el mercado, el lucro y la competencia
capitalista... la Escuela Salesiana en América se compromete – desde la
PREVENTIVIDAD – a formar en la cultura de la solidaridad en un modelo de
desarrollo sostenible a escala humana.
4. - Ante a los nuevos tipos de familia y
de relaciones humanas y sociales... la Escuela Salesiana en América resignifica
la “FAMILIARIDAD” como la expresión contemporánea de la reciprocidad en el
Sistema Preventivo.
5.
– Ante el creciente individualismo, incertidumbre e indiferencia de la
posmodernidad, la Escuela Salesiana en América se propone fortalecer la
experiencia de comunidad educativa pastoral en la cual se naturalicen los roles
de liderazgo, pertenencia y empoderamiento.
6.
Ante la tendencia al tecnicismo y profesionalismo contemporáneos, la Escuela
Salesiana en América requiere educadores que desde la identidad pedagógica del
Sistema Preventivo garanticen la calidad de la formación y la calidad de la
presencia.
8.
- Ante un mundo de múltiples culturas... la Escuela Salesiana en América se
propone formar en el respeto a las diferencias de cultura, de raza, de grupos
étnicos... en torno a los valores de la vida y la paz...
9.
- Ante al desarrollo científico y técnico ... la Escuela Salesiana en América
forma en y para el trabajo, abierto a la investigación científica y a las
nuevas tecnologías.
CITAS:
[1] De Nicola, Julia P. La antropología de la reciprocidad. Pag. 4.
[2] ANS MAG, No. 46 del 15 de diciembre.1999,Pag.2
[3] De Nicola, Julia P. La antropología de la reciprocidad. Pag. 14
[4] ANS MAG, No. 46 del 15 de diciembre.1999,Pag.2
[5] Ibid. Pag. 20
[6] Comisión Escuela y CFP de FMA y SDB de Europa, ANS MAG, No. 46 del 15 dic.1999, Pag. 9
[7] De Nicola, Julia P. La antropología de la reciprocidad. Pag. 4
[8] Dicasterio de Pastoral Juvenil, La Pastoral Juvenil Salesiana, Edit. CCS., Madrid 1998, Pag.72
[9] Fierro Torres, Rodolfo. Memorias del Oratorio, Pag 148
[10] Ibid. Pag. 146-150
[11] Ibid., Pag.152
[12] Ibid., Pag 203
[13] Ibid., Pag247
[14] Bosco, Teresio, Don Bosco una biografía nueva, Pag. 126
[15] Ibid. Pags. 134-139
[16] Ibid, o.c., Pags. 21-23
[17] Ibid, o.c. Pag. 26
[18] Ibid, o.c., Pag.83
[19] Cronohistoria, vol.I, Pags. 63-66
[20] Ibid, o.c. Pag.92
[21] Cavaglia, Piera. De Jerusalén a Mornese y a todo el mundo, Pags.102-104
[22] Carta 22,1
[23] Carta 20,5
[24] Ibid. Pags.97-98
[25] Ibid. Pags.125 y 126
[26] Castano, Luis. Causa de Beatificación y Canonización del P. Luis Variara, Pag.26
[27] Fierro Torres, Rodolfo. El P. Luis Variara, Ed. Ibérica, Pag.67
[28] Castano, Luis. o.c., Pags. 26-28
[29] Carta No.10 del 26 de julio de 1911
[30] Constituciones Sdb., art.15
[31] Cardona, Hernán, SDB, El Sistema Preventivo en la Educación de los Jóvenes, Pag.10
[32] Avanzini, Guy, ANS MAG, 46 del 15 de diciembre de 1999, Pag.2
[33] Una Pastoral de impacto en el tercer milenio. Instituto de las HH.SS.CC. Experiencias Pedagógicas No.2, Santafé de Bogotá, 2000, Pag.1
[34] Ibid, o.c. Pag. 4
[35] Peraza, Fernando. Seis Escritos de Don Bosco. Escrito VI, Pag.54
[36] Idem. Pag.55
[37] MB, IV, 420
[38] MB, IV, 576-577
[39] Cavagliá, Piera. El Sistema Preventivo en la educación de la mujer. CCS, Madrid, 1999. Pág. 40-41
[40] Ibid, pág. 13
[41] Ko,M.; Cavagliá, P.; Colomer, J. De Jresusalén a Mornese y a todo el mundo. CCS, Madrid, 1997, pág244
[42] Cfr. Braido, Pietro. Prevenire non reprimere. Il Sistema Educativo di Don Bosco. LAS, Roma 1999 pag. 291.
[43] Juan Pablo II. Iuvenum Patris 1988 N° 10
[44] Cfr. Ibid.
[45] Cfr. Equipo Sistema Preventivo FMA. Op cit pag. 51
[46] Cfr. EIE. La espiritualidad del Educador Salesiano. Ed. Salesiana Lima 1998 pag 17 - 18
[47] MB VII, pag 649
[48] Juan Pablo II. Iuvenum Patris N° 11
[49] MB, VIII, 883
[50] MB, III, 463
[51] MB, XIII, 762
[52] FMA, Proyecto de Pastoral Juvenil Unitaria, Roma 1985 pag. 25
[53] MB, XIII, 778
[54] Juan Pablo II Iuvenum Patris N° 12
[55] Cf. Scaramusa, Tarcisio e Silva, Genésio Zeferino. Pedagogía do Amor. CESAP. Centro Salesiano de Apoyo Pastoral. Bello Horizonte 1995.
[56] Cf. Viganó, Egidio, Indicaciones para un camino de espiritualidad salesiana. En actas del Consejo General, octubre – diciembre 1995, N° 354, pág. 27
[57] Ibid, pág 27-28
[58] MB, IV, 418
[59] cf. Scurat, Cesare. Riscopriamo la pedagogia, in Il delfino 19 (1994) 2, 19-20.
[60] cf. Actas CGXX FMA, 44 y 50
[61] cf. Viganó, idem.
[62] cf. Actas CG FMA, 68
[63] cf. Actas CGXXIV SDB, 93
[64] cf. Colombo, Antonia. La profecía a la que está llamada la educación salesiana hoy. Escuela salesiana, en Memoria y profecía del carisma. Congreso de Educación. Colombia 1997
[65] cfr. La Educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI presidida por Jacques Delors.
[66] Cf. Rossi, María. ¿Reciprocidad como problema?. En DMA N° 3-4, marzo-abril 1997, pág 31-33
[67] cf. Mancini, Roberto. Comunicazione come ecumene. Il significato antropologico e teológico dell'etica comunicativa. Queriniana, Brescia
[68] Actas CGXX FMA, 64
[69] Posada M. Esther. Attuale perché vera. LAS. Roma. 1987. Pag. 176.
[70] cf. Propuesta Educativa Salesiana. Fundamentos Pedagógicos. Colombia 1997 pág. 24ss.
[71] cf. Actas CGXX FMA, 68
[72] Cronohistoria del Instituto de las FMA, II, 10
[73] Cian Luciano, op.cit, p. 28
[74] cfr. Doménech, Antonio. La animación de la comunidad educativo-pastoral, en Actas del Consejo General. Julio-setiembre 1997, N° 360, pág 47.
[75] Cavaglia, Piera. De Jerusalén a Mornese y a todo el mundo, Pags. 234-251
[76] Idem.,Pag.60
[77] ANS MAG, No.46 del 15 de diciembre de 1999
[78] Maccono, F. Santa María Dominga Mazzarello. Pag. 86.