JAVIER DEL REY MORATO: SOCIOLOGO, PROFESOR
DE CIENCIAS DE LA INFORMACION
"Los políticos siguen enredados en los viejos juegos de
lenguaje"
Internet, dice este académico
español, cambió los modos de la comunicación política, pero
no todavía los contenidos y maneras de argumentar y vincular
a los ciudadanos con la vida política.Fabián Bosoer.
fbosoer@clarin.com Las nuevas tecnologías
de la comunicación y sus usos -páginas web, blogs y bloggers,
foros y redes virtuales, correo electrónico, chat y chateos,
Facebook y ahora Twitter- abren nuevos espacios y canales de
participación, y también nuevos campos de expresión y de
disputas. Vemos replicadas, en ese ciber-espacio o "blogósfera"
las cuestiones y debates clásicos de la democracia: nuevas
formas de libertad, pretensiones de control y una
interminable oferta de evasión y entretenimiento. Javier del
Rey Morato, doctor en Ciencias de la Información de la
Universidad Complutense de Madrid, lo llama "la tríada de la
posmodernidad internáutica". Mientras las sociedades se
deslizan de la teledemocracia a la
ciberdemocr@cia, dice,
los políticos siguen jugando los viejos juegos de lenguaje y
simulacro.
Del Rey Morató, uruguayo de nacimiento, español y
rioplatense cosmopolita por adopción, es además de
catedrático, autor de varios libros, entre ellos "La
comunicación política", "Democracia y posmodernidad", "El
juego de los políticos" y "El naufragio del periodismo en la
era de la televisión". No tiene blog propio, pero dedica su
tiempo a navegar, escribir y debatir en foros virtuales.
Estuvo en Buenos Aires, invitado por el Instituto
Universitario Ortega y Gasset al seminario "Comunicación
política para gobiernos locales".
¿De qué modo cambió la comunicación y la participación
política el uso de Internet?
La comunicación política está llegando quizás un poco tarde
y tímidamente, en algunos países un poco más tarde que en
otros, a la transformación que significó este nuevo espacio
de interacción social como lo es el mundo de Internet, la "blogósfera"
y sus múltiples usos. Y como llega con retraso, lo hace
predominantemente utilizando las tecnologías de finales del
siglo XX y principios del siglo XXI con las rutinas de ayer.
Lo vemos en cómo comunican la mayoría de las instituciones.
Se sigue utilizando Internet y la web más como un tablón de
anuncios electrónico o una vidriera, como quien pega una
noticia en la pared o monta una vistosa cartelera, y son
páginas muchas veces estáticas, no siempre puestas al día,
de escaso interés semántico y poco atractivas estéticamente.
Lo mismo pasaba al principio con los partidos políticos,
aunque se fueron despabilando más; crearon páginas más
dinámicas, con salas de prensa interactivas en las que el
internauta puede participar, con chat, informes y dossiers,
materiales que pueden interesar al periodista, selección de
buenas fotografías, además de la propaganda, claro.
Estamos hablando de una herramienta que ofrece otras maneras
de comunicar, ¿cambian también los contenidos y mensajes?
Es una herramienta que es una suma de tecnologías: más que
un medio es una plataforma multimedia, en la que hay de
todo. Están los antiguos medios y las nuevas expresiones,
está el comercio lícito e ilícito, las buenas ideas y las
peores. Y no vienen jerarquizadas, es uno quien frente a la
pantalla tiene que construir su escala de intereses y
relevancias cada vez que aprieta su mouse o elige por dónde
navegar, dónde detenerse y dónde intervenir con su mensaje.
Quizás lo que marca aún más el cambio es la generalización
del video como herramienta de comunicación. Tenemos allí en
ciernes un cambio tal vez tan radical como el provocado por
la irrupción de la televisión. Alguien dijo alguna vez que
la televisión no instaura abstracciones en nuestra mente
sino personajes en nuestro corazón. E Internet yo creo que
lleva a una mayor personalización de la política, porque se
ofrecen videos, se expresa en un lenguaje de cierta
intimidad, como si hablara con una sola persona, en tu
propio despacho, en tu ordenador; es una situación de
recepción nueva, sobre cuya eficacia en cuanto a los efectos
es difícil sacar conclusiones. Pero es novedosa y está
destinada seguramente a producir cambios también en los
contenidos y los mensajes.
Algunos oficios también cambian, periodistas y políticos,
por ejemplo?
Obviamente, los periodistas deben ser mucho más dúctiles,
echando mano a múltiples recursos y con una mayor
competencia y exigencia en esa realidad que fluye como
torrente y que deben jerarquizar en tiempo real. El oficio
de político también va a tener que cambiar. Van a tener que
idear nuevas formas expresivas y yo diría, retomando una
categoría de Wittgenstein, "nuevos juegos de lenguaje" para
nuevos auditorios. Porque cuando surgen nuevos auditorios en
la historia necesariamente tienen que surgir nuevos tipos de
emisores y de mensajes. La actual generación de dirigentes
políticos todavía no está suficientemente familiarizada con
Internet: aprenden a través de sus hijos o su personal y
siguen enredados en los viejos juegos de lenguaje.
¿Cómo concebir el ciberespacio en clave de comunicación
política: un ágora virtual, mercado libre de ideas e
intercambios, un nuevo "Tercer Estado" de la posmodernidad,
apertura a una democracia más participativa o simple
extensión de los espacios tradicionales de la comunicación
social?
Hoy por hoy, me quedo con la metáfora del caos. Es una suma
de individuos que se acercan al ordenador a tomar sus
decisiones, la mayoría de las cuales, no nos engañemos, son
irrelevantes desde el punto de vista político. La relevancia
de esa forma de participación ocurre por momentos, irrumpe
en la escena en determinadas situaciones, cuando se crea el
imaginario de un "mini populus" informado, activo, una masa
crítica audaz, que no tiene por qué identificarse con la
totalidad de la sociedad pero se muestra como minoría
organizada. Algo de eso hubo con el fenómeno Obama y sirvió
para sacudir y renovar a la anquilosada política de
partidos.
¿Le puede ahora pasar a Obama lo mismo desde la derecha, con
el movimiento del "Tea party"?
Creo que el "Tea Party", tal y como lo vemos funcionar en
estos días en EE.UU. pone de manifiesto también cómo las
nuevas formas de participación no significan necesariamente
un avance en el mundo de las ideas o deban llevar de por sí
una marca progresista. Lo que hace la tecnología de Internet
es actualizar el debate sobre la moderna poliarquía, abierta
a la movilización ciudadana, con todos los beneficios y
riesgos que ello comporta: desestabilización, incapacidad
del sistema para absorber los nuevos "inputs" -las demandas,
que encuentran otra puerta de entrada en el sistema-,
participación no prevista por los partidos, ni los
gobiernos. Ofrece perspectivas para aproximar a la
poliarquía hacia los ideales de la democracia, y también es
una puerta abierta para los desestabilizadores, que no
quieren que esa sociedad abierta se abra a los más
necesitados. Paradójicamente, la sociedad abierta da poderes
a los que defienden formas menos cualificadas de sociedad
abierta, pues pretenden cerrarla a nuevos actores y
demandas. Hoy por hoy, no sabemos el alcance de esa vía
abierta por la tecnología a otras formas de intervenir en
política, de la que podemos esperar tanto formas inéditas de
democratización como otras no menos inéditas y sofisticadas
de control político. Entre una posibilidad y la otra, vemos
cómo se insinúa una nueva forma de hacer oposición, en
defensa de intereses que no siempre ven con simpatía que el
Estado haga suyos algunos problemas de los individuos -la
sanidad, por ejemplo-, y administre con más justicia un bien
que debería ser accesible a todos.
¿Y qué hay de estas otras formas de control por parte de los
Gobiernos, que pasan por promover la proliferación de voces
en las redes, con el objetivo de anular o neutralizar a los
medios opositores y voces críticas que tienen más fuerza?
El paso más novedoso en esto es la peculiar iniciativa de
Hugo Chávez de crear "guerrillas comunicacionales",
destinadas a sembrar en el espacio internáutico versiones
interesadas, unas veces para contrarrestar rumores que
circulan por la sociedad, otras para anticiparse a ellos, y
en ocasiones, para luchar con algo tan incontrovertible como
la información, y tan áspero y contradictorio con la
realidad -la de la economía, la de la energía, la de la
propia incompetencia de los gobernantes-, con el recurso de
siempre: la palabra. Aquí también, el recurso es antiguo,
aunque nueva es la circunstancia tecnológica. Esas
Guerrillas Comunicacionales, tienen un encargo claro,
inequívoco: introducir ruido en el mundo de la comunicación,
sembrar confusión, para que, en el medio del ruido y de la
confusión de fondo, surja la voz de Chávez aclarándolo todo.
Por eso las llama "brigadas comunicacionales"; son eso,
guerrillas, que distraen la atención de la gente,
especialistas en tender cortinas de humo, para focalizar la
atención en asuntos laterales, ficticios, creados por el
poder, para que la realidad siga quedando fuera del marco de
lo que debe interesar a la gente. Las palabras "guerrilla
comunicacional" no dejan lugar a dudas: se trata de una
acción militar de inteligencia, que persigue sus objetivos
mediante la palabra. Chávez no consiente que lo cuestionen,
y tiende un manto de confusión en torno a la realidad.
Copyright Clarín, 2010.
Señas particulares
Nacionalidad: español
Actividad: profesor de Ciencias de la Información,
Universidad Complutense de Madrid.
Autor de varios libros, entre ellos, "Comunicación Política,
Internet y Campañas Electorales" (Tecnos, Madrid)
Las múltiples fisonomías de los
internautas
¿Es posible distinguir el perfil
característico de los cibernautas políticos que intercambian
mensajes en los blogs, opinan en los foros, comentan notas y
noticias? Podemos encontrar allí contestatarios compulsivos,
indignados crónicos, anarquistas pasivos, divulgadores
incontinentes, idealistas lúdicos . Le preguntamos a Javier
del Rey Morató, profesor de teoría de la comunicación de la
Universidad Complutense y habitante de la blogósfera ¿cuál
es la fisonomía del Internauta?: "Sin estar seguros de que
Internet lo invente o lo potencie, yo pienso que si algo
puede definir de alguna forma al internauta es un cierto
distanciamiento e incredulidad frente al sistema político
formal, que puede ser más crítico y activo o más pasivo e
indiferente, según el caso, y eso alcanza también a los
grandes medios de comunicación. Lo que es difícil de
determinar es hasta qué punto esa transversalidad e
incredulidad contestataria puede ser una mera pataleta
individual de muchedumbre de soledades o puede transformarse
en una fuente de nuevas tendencias y corrientes de opinión
en la sociedad. Hay allí mucho de espontaneidad y libertad y
mucho de manipulación, como en la política misma".