Los nuevos desheredados globales

POR MARÍA LAURA AVIGNOLO (*)

 

23/12/12 - 00:35

Los argentinos que asaltaron un supermercado en Bariloche y partieron con un plasma en un carrito no sabían que tenían algo más que la pobreza en común con los británicos que sumergieron al Reino en la desobediencia civil y los saqueos en 2010. Unos y otros eran los nuevos desheredados del “Estado de bienestar”. El mismo que el gobierno kirchnerista hizo florecer con los subsidios para lograr imponerse en las elecciones, sin sacarlos de su miseria, y el primer ministro británico David Cameron cortó de un plumazo en la crisis europea.
La explosión social argentina es hoy la crisis de los planes sociales, que la inflación carcomió mientras los pobres de los pobres perdían su dignidad y su conducta en el camino. No es otra cosa que el escenario tan temido y negado por el Gobierno, que ha debido recurrir a las fuerzas de seguridad estigmatizas para poder controlarlos.
Los kirchneristas enfrentan hoy su propia contradicción. Cuando los funcionarios de Cristina Kirchner “criminalizan” los saqueos, acusan de conspiraciones a sus ex aliados sindicales peronistas para embarrar la cancha en un intento de salvarse, y se olvidan de sus convicciones pseudoprogresistas para analizar las verdaderas causas de esta temeraria crisis social. Las razones están en un informe de Econométrica. La raíz profunda de esta ola de violencia, saqueos y ataques a los vecinos para robarles el fruto de su trabajo es la inflación del 25%, que ha devorado el poder de sobrevivencia otorgado por los planes sociales a los más pobres y marginados, su clientela política.
Los planes sociales ya no les alcanzan para vivir ni para comprar lo mismo que en la Navidad de 2011. El salario real cayó un promedio del 3,5% entre diciembre de este año y el del año pasado. Pero el peor impuesto a los pobres de los pobres no es exactamente la presión tributaria de la AFIP ni el impuesto a las Ganancias. “Es la inflación, idiota”, hubiera dicho Bill Clinton, parafraseándose a sí mismo. Con tasas de crecimiento chino después del default, el 30% de los niños argentinos son pobres, según la Cepal. Y lo seguirán siendo. Más que combatir la pobreza, el régimen kirchnerista usufructuó a los pobres con todo el riesgo que tal conducta implica.
En Gran Bretaña, los saqueos fueron el espejo de la desintegración social británica, la implosión de los más pobres sin futuro, el resentimiento y la frustración, la desjerarquizacion de la familia en la estructura de la sociedad, el odio a la autoridad en una juventud que no tiene oportunidades de empleo, se droga y ha crecido sin límites. Un largo proceso que comenzó con el posthatcherismo y que en los saqueos tuvo como objetivos principales a los inmigrantes, sus vecinos, que habían conseguido construir su pequeño capital, su mercadito, su local, con enorme esfuerzo (en Argentina, el objetivo fueron los chinos y sus supermercados por segunda vez, en otro acto de xenofobia de los marginales).
En la ola de violencia británica, los jóvenes elegían qué boutique asaltar, qué ropa llevarse, hasta se probaban el talle o descartaban aparatos electrónicos para elegir un televisor más grande o el último modelo de computadora. Después, destruían o quemaban lo que no podían llevarse, en un ataque a la sociedad consumista a la que aspiran y no pueden pertenecer. Las imágenes mostraban no sólo una incontrolada desobediencia civil sino una escalofriante revancha consumista y violenta, sin el menor valor reivindicativo o arenga política.
No fue diferente en Argentina.La conducta de los saqueadores fue evolucionando desde Bariloche al conurbano bonaerense, donde la violencia en San Fernando y en Rosario alcanzó proporciones inauditas, con dos muertos y pobladores aterrorizados dispuestos a defender sus casas y sus propiedades a los balazos, como en el Far West de los saqueos durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Al contagio se sumaba el miedo, la paranoia de ser atacados, la sospecha mutua con una policía que, como en Londres, no estaba autorizada a reprimir inicialmente.
La tragedia social y la corrupción en las más altas esferas del Estado marchan juntas en Argentina. El día que estallaron los saqueos argentinos fue el mismo que el vicepresidente Amado Boudou sufrió su revés judicial por sospechas de enriquecimiento ilícito en el caso Ciccone, aumentó el transporte y la Presidenta le quitó el predio a la Sociedad Rural, en un intento de tapar dos malas noticias con otra provocación. En la escala de valores de los saqueadores, ¿cuál es la diferencia entre robarse un plasma si un funcionario puede robarse una empresa? Son delitos graves, con penas severas pero el Gobierno demonizó a los ricos para utilizar y mantener a los pobres bajo su ala y ahora los está perdiendo. Peligrosamente.


(*)Corresponsal en Londres. Cubrió los saqueos de 2010 en Gran Bretaña, en Argentina en 1989 y en Francia en 2005.

El debut de los hijos de la pobreza estructural

POR SUSANA VIAU

23/12/12

Julio De Vido debió haber preferido quedarse callado el jueves, cuando criticó la marcha convocada el día anterior por las centrales opositoras. Lo hizo con una frase desdeñosa: a diferencia de este 19, dijo, en diciembre de 2001 “no se pedía que se eleve el piso de Ganancias, estaban pidiendo de comer”. Poco después estallaban los saqueos en Bariloche y se extendían a Villa Gobernador Gálvez, a Rosario, a Posadas, a Campana, a San Fernando. Con las Fiestas a la vuelta de la esquina, De Vido había invocado la tempestad. La llamó y la tuvo. El razonamiento del ministro, sin embargo, no se apartaba un milímetro de la lógica con que se maneja el kirchnerismo: preocuparse más por castigar al adversario que por auscultar elestado de ánimo de los ciudadanos . De haber mostrado interés por quienes en definitiva son parte sustancial de su electorado, de haber tomado en cuenta que las cifras del INDEC no son sino la ilusión que mantiene con vida al “modelo”, hubiera advertido que un malestar profundo se gestaba entre los sectores arrojados a la marginación . La desesperanzada locura del jueves y el viernes se veía venir . Lo cuentan los mismos referentes de las organizaciones sociales, los que van y vienen todos los días de la miseria a la pobreza rigurosa. Hace meses, dicen esos dirigentes, que los bolsones de comida se redujeron en cantidad y calidad mientras que las demandas aumentaron al ritmo de la inflación. Los mismos comedores populares que algunas de esas organizaciones sostienen han tenido que limitar su actividad a tres días a la semana. Esos merenderos comunitarios son apenas un atajo, una solución precaria y, por cierto, problemática. Los militantes de las organizaciones barriales prefieren la opción de los bolsones: que cada jefe de familia pueda comer en su casa, lo que quiera dentro del limitadísimo menú y sin tener siempre sentado a su lado el estigma del asistencialismo. ¿Qué contiene cada bolsón? Harina, yerba, arroz, tomate en lata, corned beef, fideos de pésima calidad y, en progresiva disminución, aceite, azúcar y leche. Sólo la Ciudad de Buenos Aires agrega a esa dieta alimentos frescos: algo de carne, pollo, frutas o verduras. Junto con el aceite, el azúcar y la leche –cuentan los coordinadores del Movimiento Socialista de los Trabajadores ( MST, de Vilma Ripoll y Alejandro Bodart) y de Barrios de Pie (de Humberto Tumini)– se han esfumado las changas . En blanco o en negro, es en la industria de la construcción donde más se percibe la crisis; el desempleo se ensaña con los jóvenes y la inflación devasta a los viejos y sus jubilaciones mínimas, a los precarizados y a los beneficiarios de planes. Al descontento se ha sumado, como un ingrediente de alto poder explosivo, la indignación. “Cuando escuchan que pueden comer con seis pesos o que si reclaman son caranchos les hierve la sangre –explica Ripoll–. Hay bronca, una bronca que el año pasado a estas alturas no se manifestaba . Al contrario, se podía escuchar decir que “el Gobierno algo está haciendo”. La situación ha cambiado considerablemente”. Es un listado penoso: los planes están congelados y los de Argentina Trabaja son los únicos que lograron un aumento porque los llevaron a 1.750 pesos. Una lluvia de verano: quienes los perciben no tienen aguinaldo ni vacaciones. Son una caricatura del salario.

Tumini cuenta que su organización realiza un relevamiento sistemático de precios. Recorren 250 barrios y localidades sólo en el Gran Buenos Aires y “planilla en mano visitan almacén por almacén, súper por súper. Nuestro cálculo es que los productos esenciales tuvieron un aumento promedio del 30 por ciento ”. Un estudio de peso y talla llevado a cabo por ese mismo espacio sobre 2.000 niños del conurbano dejó un saldo desolador: la mayoría está por debajo de los parámetros establecidos para su edad . Ni qué hablar de los jóvenes y los adolescentes, los “ni-ni”, actores de primer orden en los ataques a los supermercados. Sin presente y sin futuro han elaborado, según creen tanto Tumini como Ripoll, una cultura propia. Lo único propio: una manera de vivir que los atrinchera en la marginación y abre un foso entre ellos y el resto de la sociedad . Durante las dos jornadas de saqueos ingresaron a supermercados chinos y mercaditos insignificantes, se llevaron comida, pañales, productos de limpieza. Dado que igual tenían que poner el cuerpo y la pena no aumenta por los rubros, también marcharon las bebidas y los electrodomésticos: los benditos plasmas, tan mencionados por la prensa y hasta por algún abogado laboralista, microondas, tostadoras, planchas y licuadoras. En fin, lo que pudieron. Y, lo más significativo, destruyeron lo que encontraban a su paso. Estaban cegados por la ira, el sentimiento que alguna vez fue definido como “ el deseo de devolver el daño ”. Tenían cinco o diez años al asumir Néstor Kirchner el gobierno. Luego de una década, son lo que son y están como están.

Los hijos de una abrumadora pobreza estructural hacen su debut en sociedad .

Asustados por los acontecimientos de Bariloche, el viernes, de apuro, el Gobierno bonaerense y la ministra de Desarrollo Social Alicia Kirchner hicieron llover provisiones sobre La Matanza , San Martín, Merlo, Florencio Varela, José C. Paz.

“Eso muestra que sabían cuál era la razón profunda de lo que ocurría . En cambio, de acuerdo a su costumbre, prefirieron echarnos la culpa a nosotros”, concluye Tumini con cierta amargura. Hasta los hombres de José Alperovich se comunicaron de urgencia con las organizaciones sociales para avisarles que recibirían lo que se les adeudaba y más . Por fin, los miserables y los pobres tendrían sus “bolsones de Navidad”: un turrón, garrapiñadas y un pan dulce.

Generosidades de una jefa de Estado exitosa . O quizás, un modo de enterrar a Papá Noel, ese perverso forastero promotor del consumo, y reemplazarlo por austeras Nochebuenas nac&pop.

Lo dijo la Presidente: es mejor creer en Los Reyes Magos.

 

Una sociedad donde crecen los talibanes

POR MARCELO A. MORENO

 

23/12/12

¿Qué le parece el nivel de discusión política en la Argentina?

-Me recuerda al de Afganistán.

La respuesta la dio el periodista Jon Lee Anderson, de la revista “New Yorker”, en una charla que dio hace un tiempo en Buenos Aires.

Jon Lee Anderson es un maestro de la crónica, famoso corresponsal de guerra , especializado en Latinoamérica y en los conflictos en Asia.

La contestación asombró, ya que Afganistán es un país con décadas y décadas de guerras internas y externas. Pero tiene su asidero si se nota la progresiva instalación y expansión de talibanes en la sociedad argentina .

Llamo “talibanes” a aquellos fervorosos que sostienen una posiciónpor completo extrema respecto del kirchnerismo.

Como los talibanes afganos, son fanáticos. Y fanático es quien incendia con los fuegos de su fe cualquier duda razonable.

Aquí están los que enarbolan el discurso K sin medias tintas. Son los que sostienen que Kirchner y señora produjeron una revolución inédita en la Argentina, realizando una genuina redistribución de la riqueza, organizando a las masas de desposeídos , expandiendo y democratizando la salud y la educación públicas, todo en lucha a brazo partido contra los poderes económicos concentrados, el periodismo y la Justicia al servicio de ellos.

Y están los que consideran a los K una mafia instalada en el poder mediante el peor populismo clientelista , cuyo único fin verdadero es el de eternizarse en gobierno, que está saqueando al Estado de manera salvaje y que mantiene con la llamada asistencia social a millones de vagos e inútiles, mientras destroza a la prensa independiente, deshace los mecanismos de control gubernamental y ataca con todo al último baluarte que le queda a la República: el Poder Judicial.

Algunos de los talibanes K creen estar siguiendo el camino del Che Guevara en una en una senda que marcará al país para siempre.

Algunos de los talibanes anti K creen que el país apenas sobreviviráluego de que termine el ciclo kirchnerista, en medio de tempestades cosechadas luego de sembrar tantos vientos.

Que se multipliquen los fanáticos en una sociedad no constituye un síntoma para celebrar .

Pero el problema mayor es que desde el Gobierno se alienta sin disimulo esta confrontación. Para que los talibanes propios se templen, se necesitan talibanes contrarios. De la mano del fallido pensamiento del filósofo Laclau, desde la Presidenta hasta el último camporista están creídos de que el choque significa avance y la imposición, victoria .

En un brindis que compartió con el tan sospechado vicepresidente Amado Boudou, el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, calificó como “una Cámara de mierda” a la que falló a favor de la postura de Clarín en el pleito que mantiene con el Gobierno por la ley de medios.

Que el ministro más importante del Ejecutivo rebaje a estos niveles de lodo los términos de una discusión habla de un gobierno no preocupado por gobernar sino por cambiar de cuajo la historia.

Y esa música de gesta es la que enciende y propaga a los talibanes de uno y otro bando, lo que no es para el bien de nadie sino para el mal de todos.

 

El modelo y el relato K están en crisis

POR EDUARDO VAN DER KOOY

 

23/12/12

Conspiración y supuestos enemigos. Esa fue la pobre conclusión que extrajo el cristinismo de los desórdenes sociales que prologan las Fiestas. Juan Manuel Abal Medina, el jefe de Gabinete, apuntó como grandes responsables de la violencia y los saqueos a Hugo Moyano y Luis Barrionuevo. Invirtió, incluso, el orden de la prueba: desafío a los sindicalistas a demostrar que no tuvieron injerencia en aquellos incidentes. Y fue demasiado previsible: ese par de dirigentes, junto a Pablo Micheli, de la CTA, protagonizaron el miércoles una marcha de protesta en la Plaza de Mayo donde, sobre todo, se reclamó por la inflación y la inseguridad.

Disparó al final en los talones del propio Gobierno: el cegetista K Antonio Caló se solidarizó con el camionero.

La pobre conclusión tiene que ver también, desde hace rato, con la pobre gestión de Cristina Fernández . La SIDE tenía información acopiada sobre la posibilidad de que ocurrieran brotes de violencia social en Buenos Aires y el interior.

Nadie sabe a dónde fue a parar esa información y por qué razón, en ningún caso, se tomaron previsiones . El secretario de Seguridad, Sergio Berni, voló de apuro con 400 gendarmes no bien estallaron los saqueos en Bariloche. Allí los policías se defendieron con gomeras de la gente que embestía contra un supermercado. El gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, pasó más de un díaintentando comunicarse, sin fortuna, con Florencio Randazzo, el ministro del Interior, y con Nilda Garré, la ministra de Seguridad. A esa altura dos personas ya habían muerto en varios intentos de saqueos que sufrió Rosario. Daniel Scioli supuso que la violencia en Campana había sido apenas un hecho aislado en su misterioso territorio. Del error no lo sacó el cristinismo sino el intendente de Tigre, Sergio Massa. La Policía bonaerense estuvo casi a tiempo en un gran supermercado de San Fernando, desmantelado como pocos en la crisis del 2001, no bien los grupos de saqueadores ingresaron a su depósito.

Esa ausencia de previsión tendría vínculo con la brecha que parece ampliarse con peligro entre el relato kirchnerista y la realidad. El Gobierno nunca prestó atención a la cantidad de episodios con violencia fuera de cauce que se han venido sucediendo. Por la política, por la injusticia y hasta en celebraciones deportivas. La semana pasada, a metros del Obelisco, hubo un enfrentamiento entre dos bandas por la ocupación de una casa y un supuesto negocio con drogas. Cristina quedó convencida, además, que las protestas populares del 13S y del 8N fueron sólo expresiones de clasismoacicateadas por la oposición y las corporaciones. Un rótulo similar le estampó a la sucesión de marchas sindicales.

El reflejo de la justificación sencilla suele provocar contagio en situaciones apremiantes.

Es indiscutido que la Argentina no tiene hoy el mapa social del 2001 . Es cierto también que los desórdenes y saqueos se vienen produciendo en contextos que, en casos, ayudarían a explicarlos. Bariloche fue afectada por la erupción de un volcán chileno que dañó la actividad turística. Esta constituye el motor de su economía. Pero su intendente kirchnerista demoró la entrega de planes sociales.

La plata de la Nación le llega menos y con demora . Bariloche, en ese aspecto, no es una excepción. Rosario sufrió la semana pasadala peor tormenta del siglo que hasta dejó bajo el agua a barrios residenciales. A eso se añadieron algunos apagones. Y un comportamiento policial que siempre está bajo sospecha , al que la administración socialista no le encuentra la vuelta. Claro que los saqueos o conatos, se desparramaron también en el conurbano. Algunos sin tantos argumentos: Tigre tuvo tres focos que fueron aplacados antes de que tomaran fuerza.

Un informe de una entidad empresaria dio auténtica dimensión a lo sucedido: comunicó que existieron 292 comercios robados y destruidos en 40 ciudades.

Hubo datos que llamaron mucho la atención en la sucesión de desórdenes. La mayoría de los participantes fueron jóvenes . Incluso menores de edad y pocas veces mayores de treinta años. El kirchnerismo y otras fuerzas políticas afectadas –el socialismo– hicieron un diagnóstico parecido. Hablaron de grupos organizados, de delincuentes, del efecto contagio y hasta de la posible irrupción de narcotraficantes.

Como si esa degradación no representara también un fenómeno social, en calidad y cantidad, que no se estaría condiciendo con el modelo de inclusión con que machaca Cristina.

Sería en este punto donde el relato kirchnerista entraría en crisis. Quedaría al desnudo. La Argentina ha tenido una década de fuerte crecimiento económico. Incluso por encima de otros países de la región, como Brasil y Chile.

Pero aquel crecimiento no tuvo correspondencia con un cambio de raíz de la estructura social.

El núcleo duro de pobreza y marginalidad que derivó de la crisis del 2001 y que representa un 25% (según el Observatorio de Deuda Social de la UCA y SEL Consultores) se habría consolidado en estos años. Son 10 millones de personas. Hay otros 6 millones que están sostenidos con asistencialismo. Parte de esos sectores parecen haber buscado amparo en el delito y el narcotráfico. No por antojo la sociedad ubica la cuestión de la inseguridad como su reclamo prioritario.

También incide ahora una economía estancada y una inflación que hace estragos . Los comercios minoristas, sobre todo en los barrios humildes, han vuelto a vender productos de primera necesidad –aceite, arroz o azúcar– de modo fraccionado. Guillermo Moreno no cesa de mentir, pero las previsiones inflacionarias para el año que viene oscilan entre un 25% y un 30% . Desde el 2011 ha caído también la creación de empleo y el Estado se convirtió en la fuente más importante de oferta laboral. Tampoco el empleo informal declina. Y algunos motores clave del crecimiento se enfriaron. El Banco Ciudad concedió este año sólo un 30% de créditos hipotecarios, en comparación con el 2011. La construcción en la Capital cayó en un porcentaje similar.

Recién ahora Cristina, en medio del perceptible descontento, comenzó a mechar en sus discursos el problema de la inseguridad. Hasta hace poco afirmaba que ese flagelo correspondía a cada provincia y no a su Gobierno. Meses atrás aseguró que nunca más enviaría gendarmes al interior para sofocar conflictos sociales. Los gendarmes fueron despachados de apuro la semana que pasó. La Presidenta va y viene.

Su preocupación por la inseguridad, sin embargo, quedó expuesta de una manera peculiar . Ha comenzado a criticar a los jueces que, con demasiada liviandad, liberan a presos que enseguida retornan al delito, la violencia y el crimen. ¿Radica allí sólo el problema? ¿O sería una parábola presidencial para disparar, en verdad, sobre el Poder Judicial? Los jueces constituyen ahora su desvelo. Quizá, como dijo, aquellos ayudan poco en el combate contra el delito. Seguro, en cambio, los magistrados involucrados con la ley de medios, son su enfermiza obsesión. La obsesión de Cristina se ha derramado como una orden entre su tropa. Fue llamativo oír que cada diputado K que expuso cuando fue aprobada la Ley de Trata de Personas concluyó con una arenga sobre la necesidad de democratizar la Justicia .

Raúl Zaffaroni afirmó que la Corte Suprema no sufre presiones por la ley de medios. Tal vez haya hablado a título personal. El ministro de Justicia, Julio Alak, planteó la semana pasada otro per saltum para que el máximo Tribunal se expida, salteando a la Sala I de la Cámara Civil y Comercial, sobre la extensión de la cautelar al Grupo Clarín y sobre la constitucionalidad de dos artículos (161 y 45) objetados por la empresa. Los jueces, en su última intervención, habían opinado que la causa –como cualquiera otra– debe atravesar las dos instancias judiciales ordinarias (primera instancia, ya dictaminada por el juez Horacio Alfonso y la Cámara) y que las cautelares no competerían a la Corte.

Los cortesanos han sabido convivir desde hace algunos años con las presiones kirchneristas. Pero ciertos episodios empiezan asobrepasar el color castaño oscuro . El cristinismo le adjudica a Ricardo Lorenzetti, el titular de la Corte, aspiraciones presidenciales que se incubaron sólo por unas infortunadas declaraciones del juez Carlos Fayt. El dueño de un grupo mediático kirchnerista, durante un brindis, le anticipó a Lorenzetti sobre una nota crítica que sería publicada en una revista de su propiedad. Pero intentó deslindar responsabilidades: “Es por pedido expreso del Gobierno. ¿Sabe doctor?” , se disculpó. El juez lo tomó sólo como un mal trago. Pero atinó a empalidecer cuando descubrió que el centro porteño y los alrededores de Tribunales habían sido empapelados con la portada de aquella revista. Sospechó de la sombra de la SIDE o de la mano de la maquinaria camporista.

El cristinismo supone que vulnerando al Poder Judicial habría terminado de domesticar a los poderes institucionales. En ese tránsito podría también lograr el objetivo de limitar al periodismo no adicto y devolverle consistencia a un relato que parece deflecarse. ¿Por qué no soñar entonces con una reforma y con la re-reelección? Antes de eso estaría el examen popular de las legislativas del año que viene.

Mientras la tormenta merodea, el Gobierno ensaya distracciones. El alboroto, luego del papelón, por el regreso de la Fragata Libertad. O el anuncio de la captura por decreto del predio de la Sociedad Rural, justo en el momento en que empezaba a arreciar el desorden social. La simulación encerraría una novedad: el Gobierno empezaría a cambiar las apropiaciones legales, como fue la de YPF, por las de facto . Soslayando resguardos elementales de la Constitución. La próxima presa podrían ser los terrenos de Parque Norte. ¿Una prueba para el futuro?

Para ir por todo, como le agrada pregonar a Cristina, también valdría todo.