"Esta música ha ayudado a la gente a salirse de la
granja propia", dice Gurbachan Singh Sachdev, palabra
por palabra, en un inglés con un timbre típico y
reconocible. "Una nota a la vez", sentencia y la
metáfora se vuelve piel. El maestro flautista de la
India, que ha llegado a convertirse en el cultor de una
de las músicas más antiguas de la historia del hombre,
de visita por unos días en Buenos Aires, habla de todo:
del hombre en sí mismo, de la lucha por los territorios,
del arte de la flauta de bambú y la universalidad del
lenguaje musical que le ha permitido romper las barreras
entre Oriente y Occidente.
Mitad de un lado y mitad del otro, con jeans, camisa
típica, descalzo y con medias deportivas, Sachdev espera
paciente ante cada pregunta. Habla con la simpleza con
la que
alguna vez el New York Times describió su música.
"El sonido de su flauta resuena con pureza
indescifrable". "Pero una nota a la vez", repite él,
sonríe y explica: "Porque la música clásica de la India
(Hindustani Shastrya Sangit) es una forma melódica. No
como la Occidental, que es de naturaleza armónica. Por
eso cada nota es tan importante para nosotros".
Radicado en California, Estados Unidos, desde 1970,
Sachdev, alumno de Vijay Raghava Rao y del famoso Ravi
Shankar, hoy con 75 años, ya ha recorrido más de 50
países con sus giras. Grabó 16 discos y hasta llegó a
negarle la invitación al guitarrista de jazz John
Mclaughlin, que lo convocó para hacer fusión. Comenzó a
tocar la flauta
bansuri (del sánscrito
baos,
bambú, y ovar,
nota) a los 14 por su cuenta, a
partir de la música folklórica que escuchaba, y todavía
recuerda cómo llegó a ese instrumento: "Cuando era niño,
en verano, y había vacaciones en la escuela por dos
meses, mis padres me llevaban a la estación de la
colina, conocida como Shimla. Íbamos a hacer caminatas,
y en el valle fue donde escuché a los pastores tocar la
flauta. El sonido me pegó directo en el corazón. Allí
sentí que ese era el instrumento que quería tocar".
Pero las historias se repiten de un lado y del otro del
globo. "Debes convertirte en doctor". Ese fue el
precepto de sus padres. Sachdev decidió entonces seguir
medicina para satisfacerlos. Hizo la preparatoria de la
carrera e ingresó a la universidad, pero no pudo
tolerarlo. "No podía tocar mi instrumento. No podía
practicar. Lo odié y tuve que dejarlo", cuenta. Pero la
decepción de su padre que había sido
Patwari
(recolector oficial de impuestos) lo obligó a intentarlo
de nuevo: "Estudié ciencias políticas y economía, y
ambos se pusieron contentos. Pero, bueno, llegó un
momento en que dije 'ya está, dedicación completa'", y
así comenzó su historia.
"Somos afortunados de tener a este excelente músico
entre nosotros", reconoció George Harrison años después.
Luego de escuchar su música, según palabras del maestro,
el Beatle le pidió que grabara junto a Ravi Shankar y la
Orquesta de Bangladesh. El maestro Sachdev vino cerca de
15 veces a la Argentina y con el "espiritu zen" que
ronda el mundo y llegó hace tiempo para quedarse entre
los porteños, cordobeses, rosarinos y tucumanos -entre
el yoga, los centros de meditación, de retiros
espirituales y los
ashrams- suma cada vez más
seguidores. "Es como estar delante de un Piazzolla", se
entusiasma Rasikananda Das, tablista, que va a acompañar
a Sachdev en sus presentaciones en Buenos Aires, junto
con Ariel Chab-Tarab, sitarista, los dos argentinos y
fieles representantes de la música oriental en el país.
Para Rasikananda Das, "la moda de la espiritualidad" es
otra historia. "Se está haciendo cada vez más conocida
la música India. Pero hay mucho esnobismo. Por suerte
cada vez son más los que llegan por la música y la toman
como algo serio". Y desde esa seriedad adyacente la
explican dos alumnos argentinos que vinieron a escuchar
a Sachdev: "Los ragas son formas melódicas que
transmiten un sentimiento o momento del día. Hay
masculinos, los
ragas, y femeninos, los
ragini.
Pero son importantes los ciclos del universo para que un
raga suene con su mejor intensidad".
A pesar del "zen universalizado", el mundo está divido,
y Sachdev lo recuerda con el ejemplo de su tierra natal.
"Pakistán e India fueron uno. Tienen la misma música. La
gente es la misma. La cultura es la misma. Hasta la
comida es igual", relata con cierta nostalgia. "Hay que
entrar más en profundidad para entender el
enfrentamiento", dice y prefiere no hacerlo. Los dos
países están entre los diez más poblados del mundo y
cada uno por su lado ha bregado desde siempre por el
territorio. "Una nota a la vez", repite y reza:
"la
música de la India ayudará a detener el conflicto". Para Sachdev hay una conexión en ese lenguaje universal que
ya ha roto las fronteras. Así lo cuenta y la voz resuena
siempre a tono: "estamos en un mundo, la música también
es una".