Sabiduría China 

 

Del ensayo "Mochono y su enigma filosófico", que se encuentra completo en este mismo sitio web, he extractado su parte final, pues allí se encuentran valiosos aportes de la milenaria cultura china, en especial del taoísmo y del budismo, que tambien alcanzó desarrollo en China. Me parece valioso remarcar esta antigua y riquísima fuente de sabiduría, que al ser luego confrontada con la revolución cultural de Mao Tse Tung produjo un nuevo orden en plena evolución, crecimiento y expansión, tanto que actualmente, con el principio de reconocimiento de la propiedad privada dentro de un sistema socialista, asistimos a una apertura económica, social y cultural inédita, que sin duda ha de depararnos aún grandes sorpresas. El estudio de las religiones comparadas y la filosofía oriental nos posibilitará lograr una apertura mental a un vasto  panorama humanístico que nos proveerá de nuevas herramientas para pensar y cambiar la conflictiva realidad que hoy nos afecta. 

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El ser humano es plenamente humano cuando es capaz de ir mas allá  de donde es “impulsado” y llegar al  ámbito en que es “libre y responsable”, donde decide. El ser humano se deshumaniza cuando deja de ser responsable.

La ética implica un libre obrar, elegir con libertad un curso de acción o conducta, pero esta libertad se ve completada por la responsabilidad, por el responder por los propios actos.

Esta libre elección conlleva el acceso al universo de valores, estos son universales, cualidades o normas de conducta que pueden ayudar a tomar oportunamente una mejor decisión.

El ser humano, como integridad bio-psico-socio-espiritual, obra éticamente al elegir en libertad y con responsabilidad, moralmente iluminado por un horizonte de valores trascendentales.  

Esta imbricación entre la ética, la moral, la libertad, la responsabilidad y los valores, nos da  la idea de la íntima relación y la necesaria interconexión existente entre dichos conceptos, y sirve para entender la crisis ética que vivimos actualmente. El estilo de vida posmoderno precipitó una caída de valores, de la moral normativa.

La posmodernidad, con su pragmatismo materialista ha llevado a la ética del todo vale, donde todo esta  permitido, todo es igual, lo mismo un burro que un gran profesor, no hay valores, modelos ni reglas, sólo se adora al becerro de oro. Pero considerando al modelo social capitalista carente de valores humanos, criticado tanto por Juan Pablo II como por George Soros, debemos recordar aquí la sabia sentencia bíblica: “de qué vale al hombre conquistar el mundo si pierde su alma”.

Hoy a esta sociedad con crisis de valores se la llama la sociedad pluralista. Se caracteriza por un gran conglomerado de gente, mucho más que en la antigüedad; se vive diferente al pequeño círculo de la familia, el barrio, el pueblo. Hay una gran mezcla de gente, de etnias raciales y de culturas. El pluralismo es pues cuantitativo y cultural.

En la sociedad pluralista no hay una unidad moral desde el punto de vista normativo, mientras que en la vieja sociedad había una relación mas estrecha de los padres con los hijos, con valores religiosos más importantes y enraizados.

Esta sociedad pluralista, entonces nos plantea una exigencia mayor para tener un comportamiento ético y ser morales.

Aunque los valores tradicionales hayan desaparecido o estén en retirada, sin embargo, aparece ahora la enorme importancia de la conciencia individual como guía interna ante la falta de guía externa. Es prioritaria entonces una buena educación dirigida a formar la conciencia de responsabilidad, a inculcar sanos valores, a fomentar el surgimiento de la intuición en la conciencia individual como instrumento que permita descubrir la jerarquía de valores trascendentales que guíen éticamente nuestra acción.

Así, aunque los valores tradicionales hayan caído, esta madurez de conciencia permite igual al hombre descubrir los sentidos únicos de la existencia y cumplir su misión en el mundo.

En una sociedad pluralista se vive en un relativismo. Existe pluralismo cultural pero no debe confundirse con pluralismo ético que no debe existir. La moral no puede ser relativa, toda moral reclama absolutez, lo que debe ser, debe ser (sin entender esto como rigidez).

Es cuestión de encontrar algo absoluto en la sociedad pluralista que permita ser moral en dicha sociedad; algún valor que reconozca todo el mundo.

Existe eso absoluto que no hace diferencias de raza, culturas, religiones y que esta en todos: la común condición humana (que en potencia y esencia es espiritual y divina).

Todos somos mortales y compartimos las mismas penurias, miserias y alegrías humanas en el camino hacia la perfección espiritual.

La común condición humana es un valor absoluto, no idealmente abstracto sino tremendamente concreto, encarnado en el semejante que tengo delante de mí.

Cuando se empieza a descubrir lo que nos hermana a todos en la sociedad pluralista, comienza entonces a haber más solidaridad y fraternidad, se va afinando el sentimiento moral.

La común condición humana es un valor absoluto porque es algo que nos trasciende, no depende de nosotros.

Descubrimos que su condición de valor absoluto, trascendente, lo hermana espiritualmente con los más puros valores cristianos: “ama a tu prójimo como a ti mismo” es entonces el paradigma a imitar. Hallamos de esta manera un anclaje absoluto de la nueva moral, esta  fundada en un valor absoluto que es la común condición humana, a la vez terrestre y celeste, todos los hombres son iguales porque son mortales, con sus bondades y maldades. Ser moral implica respetar la condición humana del otro, dar la mano, ayudar. Debemos percibir lo común, lo que nos fraterniza: todos somos hombres finitos, abiertos a la trascendencia infinita.

Hay que ser solidarios, ver lo que aflige al otro.

En esta sociedad pluralista el individuo está aislado, solo, a veces entregado a si mismo, no cuenta como antes con la ayuda del otro.

Hay problemas y necesidades comunes, a veces se persigue el consumo desenfrenado, hay falencias en la salud, la alimentación,

la educación, la seguridad jurídica.

La vida es difícil, hay angustias y temores que se deben vencer.

Es posible ser moral ayudando al hermano, al semejante, respondiendo a ese reclamo y esperando que también nos ayude.

Hay que buscar una solución a la crisis de la ética contemporánea. No basta con el imperativo racional categórico de Kant dirigido a la subjetividad del individuo, con su postulado voluntarioso que dice:”obra únicamente según la máxima que hace que puedas querer al mismo tiempo que ella sea una ley universal”; ya que cualquier energúmeno de mala conciencia pregonaría entonces que la ley de la selva es ley universal.

El imperativo de hoy es revalorizar la ética, hay que infundirle nuevamente valores espirituales a esta ética actual tan vacía, light y superficial; debemos recuperar los valores trascendentales que guían la conciencia moral, que nos permitan distinguir el bien del mal. Solo en la medida que podamos dilucidar claramente esto nos encaminaremos a una conciencia moral esclarecida.

Un adecuado equilibrio entre la imaginación provista por los sentimientos y el conocimiento propio de la razón, no solo permite superar el viejo enfrentamiento Romanticismo-Racionalismo

sino que se convierte en el instrumento adecuado para accionar correctamente en la realidad.

De ahí la importancia de fortalecer no solo la actitud racional sino básicamente toda enseñanza espiritual (sea o no estrictamente religiosa) y moral que, haciendo hincapié, en los principios y valores cristianos privilegie el valor del amor a la familia, al prójimo, a Dios, y busque realizar el supremo Bien.

Asimismo, desde un punto de vista psicológico, los beneficios se multiplican geométricamente, ya que una persona que accede al universo de los valores y dedica su tiempo y ajusta su conducta a

realizarlos, encuentra un significado, un sentido a su vida; ya no vive en vano, supera la triada neurótica de nuestro tiempo posmoderno (la violencia-agresion, la depresion-suicidio, y las adicciones, alcohol-drogas-poder) plenificando así su existencia individual y su participación comunitaria a través de su trabajo y obras, haciéndose útil y solidario para si mismo y la comunidad.

Este enfoque permite así recuperar la iniciativa, creatividad y responsabilidad individual, el hombre vuelve a ser artífice de su propio destino; ni caerá en el conformismo consumista de hacer lo que otros hacen ni en el totalitarismo masificante de hacer lo que otros exigen que haga.

También resulta valioso escudriñar el enfoque que las principales religiones  (del latín re-ligare, re-unir al hombre con Dios) tienen sobre la dimensión espiritual del ser humano, ya que podremos descubrir una gran riqueza conceptual y practica.

En el famoso poema épico hindú Baghavad Gita (Canto Celestial o Canto del Bienaventurado) situado históricamente unos 1400 años antes de Cristo, teniendo como excusa el desarrollo de una gran batalla, se describe el elevadisimo diálogo espiritual entre Krishna (como la encarnación de Dios) y su fiel discípulo Arjuna.

Es el Baghavad Gita un compendio de profundisimas enseñanzas espirituales de la filosofía hinduista y alcanza en Oriente la estatura de la Biblia en Occidente.      

En su parte VII, titulada Discernimiento Espiritual, dice Krishna:

“Escucha ahora mis palabras, ­oh Arjuna!, y sabrás como con la mente fija en Mi y observando las enseñanzas del Yoga llegarás a conocerme.

Pero, entre los millones de hombres de la raza, pocos tienen suficiente discernimiento para desear la perfección.

Y de los pocos que la desean, resultan muy raros los que la alcanzan, pues son contados los que conocen mi naturaleza esencial.

Tierra, agua, fuego, aire, eter, mente, razón y equidad representan la óctuple modalidad de mi naturaleza inferior.

Pero, además, poseo mi naturaleza superior, que es el principio que mantiene en el universo la matriz de la creación.

Porque soy el Creador y al mismo tiempo el Destructor del universo.

Todos los objetos del universo dependen de Mí, y los sustento como sostiene el hilo a la sarta de perlas en que están enhebradas.

Oh príncipe pandava! Soy humedad en las aguas; refulgencia en el   

sol y la luna; en monosílabo sagrado, AUM en los Vedas; sonido en el aire; virilidad en los hombres; llama en el fuego; vida en todos los seres, y el Yoga de los yoguis.

Reconóceme, Arjuna, por eterna semilla de todos los seres. Soy la

sabiduría del sabio y el esplendor del héroe.

Soy la fortaleza del fuerte; el amor a la recta acción en quienes sirven por medio de rectas acciones.

 

Las tres cualidades de armonía, actividad e inacción están en Mi, aunque Yo no estoy en ellas.

Sugestionados los hombres por la ilusión de estas tres cualidades, no comprenden que las trasciendo, inmutable e imperecedero, aún en medio de sus innúmeros cambios y vicisitudes.

Difícil es que la vista humana trascienda la densa ilusión producida por las cualidades; pero vendrán directamente a Mi los capaces de ver la luz de mi llama.

Los que no pueden trascender la ilusión no llegaran a Mi, porque no Me conocen, sino que adoran a los dioses del mundo material y sensorio, que son los únicos reales para ellos.

Los que me adoran son de cuatro clases oh príncipe!: los desgraciados, los investigadores de la Verdad, los vanidosos y los sabios.

El mejor de todos es el sabio que reconoce al Uno, vive en el mundo del Uno y obra iluminado por el conocimiento.

Muchísimo me ama el sabio y yo lo amo aún más.

Lo amo como a Mi mismo, porque se ha identificado conmigo y sólo vive en Mí.

Después de muchas vidas, el sabio llega a Mi y me reconoce como el Todo.

Difícil es para los hombres ordinarios hallar uno de estos sabios, llamado mahatmas.

Los que, faltos de conocimientos, adoran a tal o cual dios con variedad de ritos y ceremonias, hallan aquello que es conforme con su naturaleza.

Pero sabe, Arjuna, que aunque los hombres adoren muchos dioses e imágenes y forjen muchos conceptos de la Divinidad, de modo que parecen en contradicción unos con otros y conmigo, en el fondo todos me presuponen.

Su fe en los dioses e imágenes es el alborear de la fe en Mi, y al adorarlos solo desean adorarme, si bien lo ignoran.

En verdad te digo que cuando con sincera fe adoran, alcanzan de

Mi los beneficios que de su dios impetran.

Tal es mi amor, mi sabiduría y justicia.

Pero advierte, oh príncipe!, que la recompensa de los deseos finitas es también finita.

Los hombres de corto entendimiento piden cosas perecederas, y, por lo tanto, se les han de dar en recompensa cosas igualmente perecederas.

Los que adoran a los falsos dioses van a los sombríos mundos regidos por los sombríos dioses.

Pero los sabios que Me conocen en esencia ,como siendo el Todo en el Uno, vienen a Mí, a mi mundo de Realidad, donde no hay sombras, donde todo es real como luz que disipa las tinieblas.

Los faltos de discernimiento espiritual creen que Yo, el Inmanifestado, me manifiesto visiblemente a sus ojos.

Pero has de saber, Arjuna, que en mi esencia no soy visible a los ojos de los hombres.

Tras las formas por Mi emanadas, permanezco invisible para el ignorante.

No he nacido y no moriré jamás, aunque el obcecado mundo lo ignore, porque toma la sombra por la substancia.

Yo conozco, Arjuna, los innumerables seres que han pasado ante mis ojos por el ancho campo del universo.

También conozco a los que ahora están en el campo.

Y además (formidable misterio este para los hombres)oh príncipe!

conozco a todos los que en adelante hollarán el campo.

Pero de todos ellos -pasados, presentes y futuros-, nadie me conoce totalmente.

Los tengo a todos en mi mente, pero sus mentes no pueden contenerme en esencia.

Los hombres están ofuscados por la ilusión de los pares de opuestos, y en vez de la Unidad ven las antitéticas formas de atracción y repulsión .

Pero algunos están ya libres de la ilusión de los pares de opuestos y saben que soy Todo en Uno.

Quienes así Me conocen, se acogen a Mi como lactantes al pecho de la madre.

Se esfuerzan por librarse de la rueda de nacimientos y muertes. Conocen al Eterno. Me conocen. Conocen mis obras, mi sabiduría, mi Señorío universal.

Saben que toda vida es mi Vida; que toda adoración recae en Mi

Con la mente armonizada y el corazón henchido de amor, me conocen en vida y en la hora de la muerte”.

 

Cuando 600 Años antes de Cristo, el León de la Ley y la Misericordia, el Príncipe Siddartha Gautama (Buda) salió de su palacio a ver por primera vez el mundo, descubrió la vejez, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Perplejo por esa visión decidió a sus 29 años hollar los polvorientos caminos de la India en busca de respuestas a los enigmas de la existencia. Convertido en asceta trashumante peregrinó de sitio en sitio sin hallar la verdad, hasta que decidió sentarse a meditar bajo la sombra del  árbol Bo, proponiéndose permanecer allí¡ hasta alcanzar el supremo conocimiento. Tras largo y fecundo tiempo de meditar, alcanzó la suprema luz, transformándose en Buda, el Iluminado.

Entonces, la Luz de Asia, el Señor de Compasión y Amigo de la Humanidad, decidió transmitir al mundo el néctar de su sabiduría y reuniendo a sus discípulos les dijo:

“Presten atención a estas cuatro Nobles Verdades:

El existir como una personalidad separada condena al sufrimiento y al dolor.

La causa suprema de la miseria es el deseo de poseer y conservar lo poseído.

La liberación se logra desechando todos los deseos salvo el de recto conocimiento.

El Sendero de la Liberación y de la cesación de todos los opuestos es el Octuple Noble Sendero, el sendero de la inmortalidad”.

Las ocho santas virtudes, perfecciones o senderos de iluminación del Sakhyamuni(Buda) son: la recta creencia, la recta aspiración, la recta palabra, la recta conducta, el recto medio de vida, el recto esfuerzo, la recta atención, la recta meditación. Mediante estos ocho senderos de iluminación se alcanza la suprema perfección y se entra en el Nirvana, que no significa ningún aniquilamiento sino todo lo contrario: la expansión de la estrecha conciencia de la personalidad hasta abarcar el espíritu universal y unificarse con el núcleo espiritual subyacente a todas las criaturas.

Como perenne legado (y quizás previendo el error kantiano), el Tathágata dejó a sus más cercanos y fieles discípulos su más preciado tesoro espiritual en estas palabras:

“sabed que si bien la doctrina del Buda es una, ésta se desdobla en dos: la doctrina del Ojo, la externa, basada en las palabras y los conceptos racionales, dirigida a las masas y los eruditos; y la doctrina del Corazón, la interna, basada en la suprema compasión y caridad, en la íntima comunión espiritual; a esta última debéis prestar especial atención, pues aún la ignorancia misma es preferible a la Sabiduría de la Cabeza si ésta no tiene la Sabiduría del Alma para iluminarla y dirigirla”.

Cuenta la leyenda que encontrábase un día el Buda sentado en compañía de un discípulo muy cerca de la orilla de un lago, vecino a las altas cumbres. En ese momento, lentamente se acercó a la orilla del lago un elefante, y tras observar su imagen reflejada en las tranquilas y cristalinas aguas, se alejó.

Al poco tiempo, vieron acercarse un caminante a la misma orilla. Tras mirar su imagen reflejada en el calmo espejo de agua, señalando la misma este hombre exclamo :­soy yo, soy yo!.

Dijo entonces Buda a su fiel discípulo: “mira, el elefante ha resultado ser el mas sabio de los dos pues luego de mirarse en el espejo de agua no se reconoció y se alejó, mientras que el hombre

en su ignorancia creyó reconocerse, sin darse cuenta de su error,

pues has de saber, amado discípulo, que el verdadero Yo está  más

allá  de los lazos de la maya (ilusión)”.

 

Contemporáneamente a Buda, en China floreció una doctrina, el Taoísmo, que implica realizaciones en el orden metafísico, relacionada mas con el mito y la cosmogonia que con la historia; por eso el simbolismo y las imágenes tienen mayor importancia que los hechos históricos a que aluden.

Lao Tse, en realidad elaboró el Tao Te King en base a antiquísimos aportes culturales (entre ellos el I Ching, Libro de los Cambios) siendo su idea rectora concebida en primera instancia como principio del orden universal impersonal, que en sus sucesivas elaboraciones metafísicas, sociales, políticas y morales dio vida a todo el pensamiento chino, tanto el de Confucio como el de Lao Tse. Así es de una extraordinaria riqueza la concepción del Yin -Yan, principios polares complementarios, mas que opuestos, donde el desequilibrio entre ellos determina la falta de armonía.

Para el taoísmo la conciencia del “yo” se adueña de la acción, la estropea y la malogra, porque la subordina -más o menos claramente- a sus propios fines.

La aceptación receptiva (y no pasiva) de la voluntad del Cielo es la que está  representada repetidamente en el Tao, mediante el símbolo del “valle” y el “espíritu del valle” (Ku Shen); es la ley del sabio, y el actuar de acuerdo a esta ley -sin tener en cuenta los deseos particulares o la voluntad propia- es el camino trazado por el Cielo, es llegar al Tao, puesto que la ley de la tierra es el Cielo, y la ley del Cielo es el Tao.

En su capítulo XVI, Volver a la Raíz, el Tao dice:

“Sea tu meta el máximo de vacío.

Conserva la firmeza de la paz.

Nacen las cosas y entran en la existencia, pero desde allí¡ las vemos regresar a su reposo.

Mira todo lo que florece: cada una vuelve a su raíz.

Volver a la raíz es encontrar el descanso.

Este descanso significa regresión al destino.

Regresar al destino significa durar constantemente.

Conocer lo constante es estar iluminado.

Pero no conocer lo constante es caer en la ceguera y el desastre.

Quien conoce lo constante, lo abarca todo.

El que todo lo abarca es justo con todos.

Siendo justo con todos es universal.

Lo universal es el ritmo del Cielo.

Y lo que está  en ritmo con el Cielo, lo está  con el Tao.

Y lo que está  en ritmo con el Tao perdura eternamente.

Aunque su cuerpo muera, nunca perecerá".

 

Aquí el texto manifiesta una visión de desapego propia del sabio que sabe que las cosas del mundo tienen su ciclo vital y que luego retornan a su propia esencia (a lo no manifestado). También el I Ching dice: el Cielo es el antepasado y rector de todo lo que existe.

 

En las primitivas enseñanzas judías, en el santuario oculto de los hebreos, el oficiante decía en ciertos días al Sumo Sacerdote: Schem-Ham-Phoras?, que significa cuál es su nombre? (el nombre de Dios). Y el Sumo Sacerdote contestaba: Yod-He-Vau-He, o en una sola palabra: YEV o YOH, lo que significaba Dios, la naturaleza y el hombre, o bien lo indecible e inexpresable, Yo humano y Divino. Es merced a ese yo inefable, inexpresable e incomunicable, como el hombre se eleva por encima de todos los demás seres terrestres, de todos los animales y de toda la creación. Y es gracias a él como el hombre mismo se comunica con el Yo Infinito, con Dios mismo. Así Dios le dice a Moisés en el monte Sinaí¡: “Yo soy el que es”.

 

Cuando Jesucristo, el humilde carpintero de Galilea, la más sublime expresión del amor divino que pisó la tierra, comenzó su prédica continuadora y superadora de las primitivas enseñanzas hebreas, destacó la cualidad divina fundamental: ”Dios es amor por sobre todas las cosas”, y propuso al hombre obrar a su imagen y semejanza: ”amáos los unos a los otros como hermanos que sois; esta es la Ley y los profetas”.

Los inapreciables valores transmitidos por el Señor de Amor y Sacrificio han resistido la prueba del tiempo y ayudan al ser humano a cruzar este valle de lagrimas en su camino evolutivo espiritual.

Así la Fe, el Amor, la Esperanza, la Solidaridad, la Caridad constituyen el corazón de la enseñanza cristiana y una normativa moral adecuada a toda época y lugar (“He aquí, Yo estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos”).

Más allá  de las humanas falencias al transmitir los preceptos del Salvador del Mundo, y excesos dogmáticos que se produjeron a lo largo de la historia y que ahora están en sana revisión, las enseñanzas cristianas son esencialmente buenas en su espíritu y están llamadas a perdurar en el corazón de la humanidad (“Si vosotros permaneciéreis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará  libres”).

 

A esta altura del ensayo, sé que el lector se ha de preguntar....

¿y el conejo?... El conejo que me supo acompañar ya no está  físicamente entre nosotros.

Se llamaba Mochono, era blanco con lunares negros en el lomo, las orejas y el hocico.

Por supuesto, sólo le faltaba hablar; veía la tele en el sofá  con mi esposa y las nenas, degustaba los cables que quedaran a su alcance, y tenía un extraño comportamiento que siempre nos intrigó. Cuando nos parábamos en el medio del pequeño patio posterior de la casa en que vivíamos, él comenzaba una rara danza circular alrededor de uno, daba vueltas y vueltas cual una calesita sin ningún objetivo aparente que mas no fuera demostrar su interés y agrado ante la presencia humana.

¿Por qué haría esto Mochono?.

Adonde se marcha la llama cuando apagamos la vela? (Koan, pensamiento simiente  -que produce un choque mental-  del Budismo Zen japonés).

Quizás el extraño comportamiento de Mochono permanezca como uno más de los insondables misterios que nos acompañan durante la vida, o quizás algún día nos sea permitido develarlo .

Aún lo mas ínfimo y en apariencia pueril esta  en relación con todo (“Así como es arriba es abajo”, Hermes Trimegisto): el pequeño enigma de Mochono nos remite al Todo mayor, al Gran Interrogante.

Lo importante es no olvidar, es estar despierto, es emprender el camino.

Lo más importante no es la meta que siempre retrocede infinitamente, sino la búsqueda; es ahí donde se aprende, se encuentra el sentido de la vida y se forja la conciencia espiritual.

 

Muy interesantes investigaciones se hallan en curso actualmente en referencia a la dimensión espiritual del hombre y sus consecuencias éticas y morales, tanto en el aggiornamiento de las principales religiones (son realmente importantes las recientes manifestaciones del Papa Juan Pablo II en "Cruzando el umbral de la esperanza", y la Declaración Mundial de Etica elaborada por el Parlamento Mundial de las religiones -Chicago,1995-), como en otros campos filosofico-espirituales, por ejemplo las realizadas por la Universidad de los Siete Rayos en New Jersey, EEUU, y las de la Fundación Lucis en Londres, Inglaterra, ambas respondiendo básicamente a las enseñenzas de la destacada espiritualista Alice A. Bailey : "servicio a la humanidad es servicio a Dios"(que sin esfuerzo reconocemos coincidente con el pensar y obrar de la Madre Teresa de Calcuta).

Grandes cambios espirituales comienzan a esbozarse en el mundo: en medio de la lucha contra las iniquidades de un capitalismo salvaje carente de valores humanos e incapaz de promoverlos, hay un renacer del sentimiento religioso en los pueblos , conscientes que no basta con solo acceder al consumo digno y propio de la vida moderna sino que también es primordial encontrar una respuesta al enigma de la existencia y  un sentido trascendente a la propia vida.  

Está  agonizando la posmodernidad, se perciben los últimos estertores de su moral hueca y su fracasada ética racional secular, vacía y superficial.

Allende la estéril posmodernidad ya alborea la ultramodernidad;

resuena la voz del silencio y el grito lejano del espíritu :

¡el Hombre ha muerto, vive Dios!.

Perece la idea reduccionista del homunculismo, del hombre ficticiamente autónomo y libertino. Crece la conciencia de una libertad situada, condicionada-incondicionada, con responsabilidad para decidirse ante los valores, realizarlos y trascender hacia el Absoluto.

Renace purificada la esencia espiritual del Ser humano y a través de la oración y meditación (hacia adelante y hacia arriba) se le abren los portales del quinto reino y del camino de evolución superior (“Nadie puede venir a Mi, si no lo atrae el Padre que me envió”); siéndole posible acceder a la Vida más abundante y alcanzar la Iluminación (“Yo soy la Luz del Mundo, quien a Mi venga no andará  entre tinieblas”).

Le es factible entonces al Ser humano sintonizar su pequeña voluntad con la del Creador colaborando con la obra divina, pudiendo al fin exclamar: “¡hágase Tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo!”.

Que así sea.

 

                                                           Licenciado en Psicología  Juan Martín Nuñez

 

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