Cultura familiar y cultura escolar en la formación de la identidad . ¿Realidad o utopía?

1. Cultura familiar e identidad

2. Cultura escolar e identidad

3. Cultura e identidad

4. Enfoque social

5. Bibliografía

El nuevo milenio emerge signado de la globalización de los mercados y de las comunicaciones y de la resolución de los conflictos a través de las relaciones de fuerza entre individuos, grupos e instituciones así como, del intento de la homologación de las culturas que pone en el centro de la educación, la crisis de las identidades individuales y culturales.

Se han registrado cambios en el modo de percibir y vivir la realidad provocando crisis en las concepciones tradicionales de la identidad, de manera tal, que el asunto de la identidad, tanto individual como colectiva, requiere repensar de manera urgentes las formas más complejas de resolverla.

En medio de este contexto, la cuestión no se soluciona solo en el plano operativo sino también en el plano teórico , en tanto demanda de la discusión de problemática de la identidad y su formación y la relación con la cultura.

En qué medida las identidades personales y de las instituciones se transforman por la cultura y las culturas

Cómo los nuevos paradigmas culturales pudieran cuestionar la formación inicial y permanente

Cómo enfrentar los éxitos de la revolución tecnológica que dan al traste con los modelos tradicionales de enseñanza y aprendizaje y de formación de valores

Cómo manejar las nuevas formas de convivencia amenazada por la invasión y fascinación de la realidad virtual

Sin pretender dar respuestas a estas interrogantes reflexionamos en torno a la problemática de la identidad personal y el impacto de las culturas familiar y escolar en su formación en la actualidad.

En el trabajo presentamos teóricamente los conceptos de Cultura Familiar ,Cultura Escolar e Identidad personal. A lo largo de ese recorrido, destacamos como en el contexto actual representa un desafío respetar la unidad y la diversidad de esas culturas sin desconocer los nuevos fenómenos socio-culturales y apostar por la legitimidad de las identidades y la aceptación de lo diferente.

CULTURA FAMILIAR E IDENTIDAD

- Cultura Familiar Nos referimos a los patrones, normas costumbres, mitos, ritos que caracterizan los vínculos intersubjetivos entre los miembros del grupo familiar Esta cultura es experiencial constituye un momento clave en la formación de los significados de los que se nutre la identidad.

Dentro de la cultura experiencial en la familia, los mecanismos que entran en la construcción de significados son: observación e imitación, experiencia directa y comunicación interactiva.

Para la formación de la identidad personal no resulta suficiente el conocimiento adquirido, las representaciones y percepciones de la realidad que deviene de los vínculos familiares y que le permiten orientarse en la realidad. Además de esta dimensión cognitiva debe existir una dimensión afectiva, y es en esa unidad de lo cognitivo y lo afectivo que la cultura familiar cobra significado a través de las vivencias que provocan las experiencias intrafamiliares reconociéndose como diferente. aunque aparecen los sentimientos de pertenencia ,la identificación con los padres y siente que comparte tradiciones, costumbres y patrones que lo identifican como miembro de esa familia ,

El niño que interactúa saludablemente en un clima familiar adecuado adquiere valores de sociabilidad y se ve favorecido para el desarrollo cognitivo en el proceso de aprendizaje. Todo ello condiciona formaciones como el autoconcepto y la autoestima, la concepción del si mismo, la valoración de sus posibilidades personales y que se propone alcanzar en el futuro. Las vivencias de un individuo marcan la inteligencia, la orientan a un fin lo hacen aceptarse como parte de un entorno particular, comienza el proceso de formación de su identidad.

La cultura familiar como potenciadora de la identidad personal. puede contribuir a una cultura para la convivencia no solo en el ámbito familiar sino que lo trascienda y se exprese en cualquier escenario social.

En este sentido, la cultura familiar formaría valores tales como la tolerancia, que es la aceptación de la diferencia y la negativa a imponer criterios por la fuerza de la autoridad, ello demanda la creación de normas familiares consensuadas y delimitación de las responsabilidades y el reconocimiento de los derechos de todos.

Educar es desarrollar plenamente las potencialidades de la persona. A la familia como primer ámbito de encuentro con la cultura le corresponde un lugar destacado en el proceso de socialización que ha de discurrir desde la heteronomía hasta alcanzar, al finalizar de su adolescencia, la autonomía, la diferenciación y la capacidad de tomar decisiones y responsabilizarse de sus consecuencias y definir su propia identidad.

Una cultura familiar mediada por estilos de relaciones de sobreprotección excesiva daña el equilibrio y la formación de una personalidad fuerte. Asimismo, la falta de atención o el abandono crearán disfunciones en el crecimiento y desarrollo de nuestros hijos.

En este sentido, una cultura familiar efectiva supone la existencia de la tolerancia que implica aceptar y también saber renunciar. En las familias que los valores, los patrones y las normas no promueven una cultura desarrolladora pudiera manifestarse lo que han acuñado como el complejo de Peter Pan, que se manifiesta como el miedo de algunos niños y niñas, a crecer y a convertirse en adultos, lo que les hace refugiarse en sus actitudes infantiles que no estimulan la aparición de la necesidad de independencia, ni la búsqueda de identidad característico de la adolescencia. Por otra parte,en los padres en ocasiones se observa el miedo a ver crecer a sus hijos , a afrontar el momento de la ruptura de los vínculos de dependencia y la construcción de su proyectos futuros y la toma de decisiones de los hijos que genera mucha angustia y temor en los adultos.Es comprensible entender ese miedo en los padres que por demás, ha existo siempre ,no en todos pero si en muchos.

Hoy a la luz de la aparición de nuevos agentes socializadores que son hasta más atractivo en la manera de comunicarse el miedo puede aumentar y la sensación de pérdida de ese control sobre los hijos se torna cada día más complejo. Los jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus padres han sentenciado, sería ingenuo cerrar los ojos o intentar educar a nuestros hijos en una cámara al vacío aislado de todo aquello que pensamos lo pueda contaminar y nos escandalizamos al escucharlos renegar de costumbres, normas y tradiciones de la familia ,de su nación y soñar con los sueños que le ofertan en mensajes enlatados y adoptar modelos ajeno a nuestra cultura que pudiera significar la asimilación o la integración o la pérdida de los elementos distintivos de propia identidad.

En consecuencia, los padres responsables propician espacios para que sus hijos e hijas vayan adquiriendo una libertad y autonomía gradual, para que puedan defenderse en la vida sin depender ni económica, ni emocionalmente de otras personas, Saber renunciar progresivamente al control sobre nuestros hijos es un signo favorable de tolerancia. Saber crear un clima o ambiente familiar donde las decisiones se tomen tras dialogar y tras escuchar las razones de todos. En el grupo familiar, la tolerancia se manifiesta en las situaciones y conflictos que dinamizan la convivencia cotidiana y no solo en las decisiones importantes

Valdría la pena insistir en que el proceso de autonomía y de formación de la identidad está aparejado a una responsabilidad creciente sin lo cual sería difícil alcanzar su proyecto vital.

Los aprendizajes que se logren en la vida cotidiana en familia resultan ser fundamental para el desarrollo de la personalidad.

La cultura familiar no es la única influencia en la formación de la identidad, con el ingreso del niño a la escuela, la cultura que le es propia a esta institución también impacta en la conformación de esta formación.

CULTURA ESCOLAR E IDENTIDAD

Podríamos definir a la cultura escolar como aquellos aprendizajes que se dan dentro de la institución escolar, las pautas de relaciones que se establecen así como, los significados y comportamientos .Estos aprendizaje se pretenden provocar a las nuevas generaciones a través de la institución escolar.

La escuela debería convertirse en un espacio de encuentro donde se revelen los elementos de la cultura y donde se conozca la cultura experiencial de los alumnos derivada de los escenarios sociales en los que hasta el momento del ingreso a la escuela han constituido los principales espacios de aprendizaje, principalmente en la familia, y de esta forma brindar los conocimientos académicos relacionados y abiertos a la cultura vivencial del individuo.

La escuela es el centro donde se realiza esta interacción entre la cultura experiencial adquirida en la familia y la cultura escolar.

La escuela va a hacer visible la cultura escolar en el alumno a través del currículum que es la forma de organizar los conocimientos que se adquieren de manera planificada y formal, por medio de textos, elaboración docente, etc.). Existen alumnos que demuestran ser muy capaces de aprender en la cultura experiencial. Sin embargo, en la escuela no revelan la misma capacidad, ¿por que se produce esa ruptura entre vida cotidiana y escuela? ¿cómo repercuten estas culturas en la formación de la identidad?

Uno de las dificultades radica en la dicotomía entre los contenidos de la escuela con la vida cotidiana, al presentar tal grado de abstracción que carecen del valor práctico para ser utilizados en el día a día. El sujeto aprende las estrategias para solucionar los problemas en la escuela, pero el objetivo es enseñar aprendizajes significativos, conectados con la realidad social. Son estos contenidos los que nutren, los verdaderos desarrolladores de la identidad personal.

La vía de asimilación de la cultura es el aprendizaje significativo

Vigotsky y Bruner destacan la importancia de crear espacios de diálogo, de significados compartidos, entre lo que el alumno trae y lo que el docente tiene para ofrecerle del conocimiento de su disciplina.

El aula debe ser un ámbito donde se vincula la cultura escolar con la experiencial y viceversa, lo ideal es que cuando el individuo termina su ciclo de enseñanza institucional, interprete la realidad con la mezcla de los aprendizajes escolares y los experienciales.

Todo esto se podrá llevar a cabo, si el docente tiene en cuenta, los conocimientos, intereses y preocupaciones que tiene el adolescente; y por sobre todas las cosas si tiene presente que el alumno es un ser social que actúa fuera de la Institución Educativa.

Dentro de la escuela se ponen de manifiesto las contradicciones, conflictos y exigencias de los distintos sectores de la sociedad y por tanto el escolar va a aprender a vivir dentro de una sociedad de contradicciones. La escuela no existe cual una isla separada de la realidad política, económica y social.

En la actualidad influye en la escuela y en la familia una cultura con valores deseables, universales y humanistas y antivalores (consumo, individualismo extremo, absoluto poder del mercado), que pueden también incidir en la construcción de significados y en la formación de la identidad.

En la edad juvenil el/la joven que ingresa en la Escuela para cursar estudios superiores trae consigo las experiencias vividas, integradas a una identidad personal y cultural definida. En el encuentro con nuevas identidades tratará de re-definir la propia identidad y de dar respuesta a cuestionamientos esenciales ¿Quién soy yo? y alcanzar una cierta estabilidad de su identidad que no cambia en cada ambiente, relación o situación en que se encuentre.

La identidad personal madura es expresión de la posibilidad del sujeto de establecer relaciones maduras y de la toma de una opción de vida estable y una opción de valores significativos; y la definición y autodeterminación profesional completan la formación de la identidad al estar en capacidad de responder a las preguntas: ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿En qué dirección debo orientar mi existencia? ¿Por quién y por qué empeñar mis esfuerzos?

Negar el papel de la escuela hoy a pesar de los cantos de sirena de un mundo globalizado y del poder de los medios masivos de comunicación y de las nuevas técnicas de la información y proponer que los individuos pueden aprender y desarrollarse solos, que las trabas y éxitos están marcados por las condicionantes naturales, resulta algo inoperante, seria incompleta la formación desconociendo la dimensión social de la educación como proceso de interacción interpersonal.

Juegan un papel preponderante los medios masivos de comunicación, que en la actualidad constituyen una competencia para la escuela, ya que estos son un canal mucho más poderoso y atractivo de proveer información (cultura de la imagen). El estudiante llega a la escuela no sólo con la cultura familiar sino también con un fuerte influjo cultural, proveniente no solo de la cultura local sino internacional, producto de la globalización en la que estamos insertos.

CULTURA E IDENTIDAD

La identidad personal se construye en una cultura particular que representa el ambiente privilegiado para definir la especificidad de cada individuo. La identidad deviene de un proceso complejo de una historia personal, construida en el interior de la trama de relaciones interpersonales y de interacciones múltiples con el ambiente, partiendo de la elaboración de los modelos de los adultos en primer lugar madres, padres y los maestros como agentes sociales de las culturas familiar y escolar.

La formación de la identidad personal transita por diferentes procesos

La identificación, el sentimiento de afirmación, de pertenencia y de valoración del grupo familiar, territorial al que pertenecen los sujetos constituye el primer momento en este recorrido. Los indicadores de este componente son: el orgullo en relación con ese grupo, la importancia dada a tal pertenencia y su participación de sus tradiciones culturales.

La exploración, o sea, la actividad de búsqueda y valoración de las posibles alternativas identificativas, por medio de la propia cultura o a través de actividades diferentes permiten la comprensión y al aprecio de la propia familia territorio Eso supone tanto una exploración, un conocimiento de las características del propio grupo de pertenencia y de las características de otros grupos.

El compromiso tiene en cuenta la significación que la pertenencia a un grupo familiar o territorial reviste para la elaboración de la imagen de sí.

A la par, con estos procesos hay que considerar la confrontación social y cultural con los demás grupos. Un indicador de análisis importante se manifiesta en las actitudes de favor o en contra ante las relaciones con personas pertenecientes a otros grupos.

En el momento que el sujeto se inserta en el contexto de otras culturas pone en práctica la integración o la inmersión en la cultura de su propia época:

La asimilación como tendencia privilegia la cultura hospedante y no la de origen, lo que propiciaría aculturación y la integración. De forma tal, que el sujeto tiende a adecuarse a las expectativas del contexto cultural en que debe insertarse. Lo más dañino es hiperbolizar todo lo que proviene de una cultura diversa, olvidar su propia cultura, aprender y adoptar la lengua del lugar y hacer lo que hacen los demás. El peligro mayor radica en la pérdida de la identidad para adaptarse a la repercusión que los otros y los cambios tienen en el sujeto.

La integración se produce en el intento de insertase a ese estilo de vida del ambiente cultural renace el reconocimiento de su propia identidad, el no abandono total y la aceptación tolerante de las diferencias entre culturas.

En la separación a diferencia de los procesos anteriores se privilegia la pertenencia a la cultura de origen y, por consiguiente, el sujeto se margina, que aislado le provoca un empobrecimiento espiritual en lo afectivo, lo relacional y lo que pudiera conllevar a conflictos destructivos.

Para una mejor comprensión de este asunto hay que considerar el carácter interactivo y dinámico de la identidad, así como el papel del otro en la representación de la identidad cultural. En este sentido, conservando la propia originalidad, inevitablemente en la interacción se modifican y se transforman los rasgos distintivos y significativos Por tanto en el encuentro con otras culturas se reorganizan los rasgos distintivos identificadores. En consecuencia, al asumir las diversidades las podrían aceptar acríticamente homologándose o rechazarlas.

En la formación y reaprobación de la identidad, se destacan tres referentes implicados que habría que cuidar: el espacio geográfico, el espacio corpóreo y el lingüístico el niño las modificaciones en estos tres ámbitos:

- El espacio geográfico donde se inscribe el espacio ambiental, en particular el familiar. En este caso se inscribe la significación de la cultura familiar con sus simbolizaciones e imaginaciones;

- El espacio del cuerpo asociado a la experiencia del sí corpóreo. Toda cultura familiar, territorial posee su propia forma de concebir el espacio corpóreo, los límites de la intimidad, las condiciones de la conversación, las maneras de recibir, de comer, de cuidar la higiene del propio cuerpo: ésta dimensión es difícil de modificar y elaborar;

-El espacio lingüístico incluye junto a la lengua, los sistemas de comunicación no verbales y de significados. La cultura familiar en los primeros momentos del desarrollo humano y a partir del ingreso del niño en la escuela, la cultura escolar repercuten decisivamente en la conformación de este espacio.

Un adecuado proceso de individuación y de reelaboración de la identidad personal y cultural de cada persona se puede lograr si se atiende a los tres espacios. De no considerarlos favorecería la ocurrencía de alteraciones de la identidad que en ocasiones no son catalogadas como tales. En la actualidad hemos observado en los adolescentes en sentimientos de frustración, o de inferioridad al no responder a las exigencias lingüísticas o geográficas, asociada a menudo a prejuicios y estereotipos. Asimismo, el desconocimiento del espacio corpóreo provoca problemas en la esfera emocional, afectiva y sexual, además de las alteraciones de la esfera alimentaria, como la anorexia o la bulimia por la aceptación de su imagen corporal y el deseo de asimilar otros patrones de belleza corporal que promueven los medios masivos de comunicación y que al incorporarla el joven decide emprender las acciones necesarias que lo acerquen al modelo a imitar.

La identidad no permanece estable sino que en su dinámica devienen distintos recorridos;

Es importante el momento de reapropiación de la identidad que ocurre por la sucesiva consciencia de la propia identidad personal y cultural tanto a nivel cognitivo como a nivel afectivo (las vivencias, las experiencias, la memoria), y relacional.

La apertura a los otros y a otras culturas favorece una interacción adecuada. El sujeto aprende a convivir en el respeto de las diversidades de cultura, de edad y de formación, y se eleva su autoestima al reconocer sus valores y apreciar sus raíces.

La cultura escolar desempeña un papel importante en este proceso ya que se le concede atención a la simbolización de las experiencias, o lo que lo mismo al grado de elaboración cognitiva y de consciencia de sí mismos y de las propias experiencias, de los hechos y de los acontecimientos, de los símbolos y de los códigos de la cultura propia. Este proceso requiere de la maduración de un pensamiento lógico formal, que le permita trascender lo concreto y de lo visible, para atrapar el núcleo del sentido las experiencias y encontrar el tronco que une a su historia.

La aceptación de la historia propia, las personas encontradas, las relaciones establecidas, las experiencias, de los problemas resueltos, los significados y reflexiones sobre los mismos, lo que hemos logrado, lo no alcanzado. Todo ello representa la identidad personal.

Enfoque social

En un mundo donde predomina un modelo social que se caracteriza por el conformismo; la apatía; la ausencia de valores; el individualismo exacerbado; la anomia, entendida como desvertebración social, incumplimiento de las normas y la negativa a aceptar y asumir los deberes cívicos; la intolerancia; y la manifestación de actitudes y acciones violentas, racistas y xenófobas nuestra realidad social y las voces de muchas personas abogamos por aunar los esfuerzos porque impere una sociedad más justa en la cual la diversidad cultural signifique el enriquecimiento de todos y no la relación jerárquica de unas culturas superiores e inferiores. Donde no haya espacio para los prejuicios, los dogmatismos y la intolerancia que están presentes en el comportamiento social de todos y cada uno de nosotros.

En este empeño es preciso el reconocimiento de la diferencia como derecho y de que la convivencia con quienes son diferentes supone un enriquecimiento personal y promover una visión integradora a la comunidad en que vivimos y ello sea característico de las culturas familiar y la escolar.

No sería oportuno el aislamiento, permanecer distante a los cambios, mientras más cerrada sea una comunidad más densa será la capa impermeable que genere para protegerse de las influencias externas, dividiendo de forma simplista el mundo entre un nosotros perfecto y respetuoso con la tradición y un ellos contaminador y degradante. El más universal de los cubanos José Martí dice en el comienzo de su libro «Nuestra América»: «Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea». Desgraciadamente, pese a la universalización que caracteriza el siglo XXI, la descripción de Martí sigue siendo actual.

A tenor con el respeto a todas las culturas vale manifestar aunque ofenda a algún postmoderno, que ese respeto no puede ser ajeno a la exigencia del cumplimiento de los derechos humanos y a la dignidad inalienable de todas las personas, a las identidades, sin excepción. Esto es, que las identidades personales prevalezcan sobre las pautas culturales de sus comunidades.

La Tolerancia, aunque pueda parecer paradójico, va intrínsecamente vinculada a otros valores y fundamentalmente a la autonomía. Difícilmente alguien heterónomo será tolerante. Quien sepa autocontrolarse, dominarse y posea una identidad definida estará en condiciones de abrirse a otras perspectivas y de establecer relaciones personales y sociales con quienes, siendo diferentes, son iguales en derechos.

El grado de tolerancia y la convivencia en la Escuela lo descubriremos mucho más atendiendo al curriculum oculto que al expreso.

En la familia no solo los mensajes explícitos sino los contenidos latentes en los discursos y en los comportamientos pudieran indicar cuanto estimulamos una cultura para la convivencia y la cotidianidad.

Por otra parte,resulta relevante si los padres y madres, profesores o profesoras establecen relaciones de paridad en el trato y la exigencia con los hijos e hijas, o los y las estudiantes. Desde esas conductas en el hogar y en la escuela podemos observar como se diseñan la aceptación, o el rechazo el sentimiento de pertenencia o no hacia la identidad de género u otras identidades.

Desde estas páginas proponemos más diálogo y tolerancia en las relaciones familiares y escolares, mayor protagonismo de los escolares en el proceso de enseñanza aprendizaje en función de un proceso de educación desarrollador que afecte también al curriculum oculto, el desarrollo de Escuelas de Padres y Madres abiertas a la colaboración con la escuela y la comunidad en la búsqueda de potenciar nuestros impactos en la formación de la identidad de las nuevas generaciones de este mundo complejo y hermoso en el que vivimos comprometidos porque ellos y nosotros contribuyamos a un desarrollo social sostenible.

BIBLIOGRAFIA:

· Ainsa F. (1997) El desafío de la identidad múltiple en la sociedad globalizada. Cuadernos americanos 63, Nueva Epoca, vol. 3, pag. 61-78.

· De la Torres C. (2001) Identidades. Una mirada desde la Psicología. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura cubana Juan Marinello.

· García M. y Baeza C. (1996). Modelo teórico para la identidad culatural. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura cubana Juan Marinello.

· Ibarra L. (2002). Educar en la Escuela, Educar en la Familia: Realidad o Utopía. Departamento de Publicaciones, Fac. de Ciencias Psicológicas, Univ. Guayaquil Ecuador.

 

Dra. Lourdes Ibarra Mustelier

Facultad de Psicología, Universidad de La Habana, Cuba

lourdesi@psico.uh.cu