Hay más cosas en el Cielo y en la
Tierra, Horacio, que las que has
podido soñar en tu filosofía.
Hamlet, Shakespeare.
El corazón tiene razones que la
razón no comprende. Pascal
Lo esencial es invisible a los
ojos. Saint Exupery
Mi enseñanza no es mía sino de
aquél que me envió. Cristo
Bienvenida, ultramodernidad!, y todo lo
que siempre me
asombró sobre las insólitas vueltas
calesita del inefable
conejo Mochono. (Breve Ensayo).
Licenciado en
Psicología (UBA)
Desempeño en
Consultorios Externos de Psicología Médica del
Hospital de
Clínicas José de San Martín
Docente de la
Cátedra de Psicología Médica de la Facultad de
Medicina
(UBA)
Docente de la
Cátedra de Orientación Psicológica de la
Facultad de
Psicología (UBA)
Participante
en Jornadas, Seminarios, Conferencias y Cursos de
Especialización
Estudios en
Religiones Comparadas y Filosof¡a Oriental
Formación
Logoterapeuta Bianual Fundación Argentina de Logoterapia
Posgrado
Trianual en Logoterapia Universidad Católica Argentina
Cursante
Doctorado Universidad del Salvador
Santos Lugares, Noviembre
1997
El
que las éticas clásicas se hayan referido a todas las cuestiones de la vida
buena (la distinción entre el Bien y el
Mal, y la búsqueda del Summum Bonum,
el Supremo Bien de Platón), y las
éticas modernas principalmente a los problemas relativos a la acción correcta o
justa, hace pensar inevitablemente en lo acertado de la frase “todo tiempo pasado fue mejor”.
Podemos
considerar a la ética emparentada más directamente con la facticidad normativa,
la acción y la conducta, con el modo de obrar, el cómo viven moralmente los
hombres en la actualidad. La ética es la moral vivida, encarnada en la persona;
es la forma en que se manifiesta la conciencia moral.
La
moral se refiere primordialmente a lo codificado, lo establecido, lo normado.
Cada individuo y cada pueblo tienen su moral diferente; una moral (cristiana,
budista, musulmana) es un
código
moral, una normativa.
Son características
básicas del ser hombre su libertad y responsabilidad; aunque sin libertad no
hay responsabilidad, la responsabilidad agrega algo nuevo a la libertad, pues
uno puede ser libre sin ser responsable.
Si
bien existen valores relativos (subjetivos, individuales) acordes para cada
sujeto según el marco de su propia escala valorativa, también existen valores absolutos comunes a todos los
hombres y por ellos buscados y aceptados: los valores absolutos, ideales o
trascendentales, que son los que persiguen la perfección ontológica de todo ser
humano y encierran la intencionalidad axiológica del mismo (ej: unidad de la
humanidad, amor, verdad, bondad, belleza).
Filosóficamente
existen básicamente dos tipos de teorías sobre los valores: las teorías relativistas y las teorías
absolutistas. Para las teorías relativistas mi deseo de algo hace que ese
algo tenga un valor para mi. Para las teorías absolutistas el valor es una cualidad intrínseca del Ser, que es valioso por si mismo,
y cuyo valor me atrae, apela a mí para realizarlo.
Por
otra parte, la biología, psicología y sociología han efectuado un
cuestionamiento reduccionista sobre los sentidos y valores, arguyendo en forma
simplista que no son mas que
fabricaciones que se pueden tipificar como sublimaciones, mecanismos de
defensa, patrones de conducta heredados o formas de pensamiento de la clase
social que se introyectan por la fuerza de la ideología dominante en el momento
histórico.
Si
bien no se pueden negar las influencias medioambientales, también puede
establecerse claramente la esencial capacidad de autodeterminación del ser humano ante tales condicionamientos, que
no son determinismos absolutos.
Esta
autodeterminación se opera por la intrínseca libertad del ser humano que toma
actitud ante las situaciones específicas.
El
problema de fondo es operar con frecuencia una objetivación de lo que hay de
subjetivo en el ser humano y una subjetivacion de lo que es objetivo en el
mundo.
Por
eso si al ser humano lo objetivamos en lo que tiene de subjetivo -su
espiritualidad, libertad y responsabilidad- obtendremos nada mas que una
cosificacion del mismo, que le des-personaliza, le niega y quita su radical
capacidad de autodeterminación en el mundo.
Así,
el ser humano pierde su calidad de sujeto que se-decide-ante y pasa a ser un
objeto-que-es-impulsado-y-movido-por sus pulsiones. Incluso la voluntad que
busca un sentido es negada.
Pero
se debe tener presente que hay situaciones que tienen un denominador común y en
consecuencia hay sentidos que son
compartidos por los seres humanos en las sociedades a través de la historia.
Estos
sentidos, en lugar de estar referidos a una situación vital única, se refieren
a la condición humana. Estos sentidos se comprenden entonces como Valores. Así pues los Valores pueden ser
definidos como aquellos significados o
sentidos universales que una
sociedad o la humanidad entera encarna porque ellos se cristalizaron en
situaciones especificas o típicas de la historia (V.Frankl, G.Pareja).
La
conciencia de tener una jerarquía natural de valores no me dispensa de la
necesidad de tomar decisiones. Mi postura ante los valores es libre y me siento
atraído por ellos para encarnarlos en el mundo, en el presente histórico.
Los valores me atraen,
las pulsiones me impulsan. Y la
atracción de los valores va mas allá de ser atracción pues ante ella me decido.
La
moral, la ética tradicional y las convenciones sociales guardan estrecha
relación con los valores, en cuanto los canalizan en la practica social. Sin
embargo, toda esa estructura ha de someterse a la prueba de la conciencia del ser humano, que siempre
tendrá la ultima palabra (G.Pareja).
Según
Viktor Frankl (eminente neurólogo, psicólogo y filosofo, creador de la tercera
escuela vienesa de psicología: la Logoterapia),
el hombre es libre para dar una
respuesta personal ante los condicionamientos, es responsable para responder ante cada circunstancia, y mediante la autotrascendencia (que es su condición
fundamental) redimensiona permanentemente su realidad básicamente mediante la realización de valores, que pueden ser
de tres tipos: a) Creativos, o lo
que un ser humano le da al mundo en forma de trabajo, obra, creación,
transformación; b) Vivenciales o de
Experiencia, lo que un ser humano recibe gratuitamente del mundo en forma de
vivencia estética, contemplación de la naturaleza, y el encuentro humano
amoroso; c) de Actitud, la que se
asume ante las situaciones límite (las tipificadas por su irreparabilidad,
irreversibilidad y fatalidad), el sufrimiento, la culpa, la muerte.
La ética moderna secular,
al centrarse en la racionalidad y dejar de lado el primordial enfoque sobre los
valores (mores), abandona
en verdad el campo de la
moral y se transforma en in-moral.
Esto
ha tenido una acabada demostración en la actual posmodernidad, donde asistimos a una caída y retroceso de los
valores tradicionales, al auge de una ética light, superficial y consumista
caracterizada por el “todo vale”, donde ya no hay normas, reglas ni parámetros
morales validos.
En
una palabra, al no aportar la ética moderna secular ninguna solución, forma
parte del problema.
Es
que la racionalidad por si sola no puede dar cuenta de que conductas son buenas
o malas, solo tenderá a justificar ilusoriamente lo que es correcto o
incorrecto, considerándolo como una guía para la acción práctica y otros
subterfugios, queriendo así auto-engañarse y evitar tomar posición sobre los
valores absolutos (como el Bien Supremo de Platon) que son los que en realidad
manifestarán con su presencia o ausencia en la situación si una conducta es
correcta o no.
La
ética moderna secular adscribe a la
teoría relativista de los valores,
en tanto considera que es valioso aquello que yo deseo, al contrario de la ética espiritual-religiosa que postula
que existen valores absolutos,
trascendentales, valiosos por si mismos, que apelan a mi y despiertan mi atracción para que yo intente
realizarlos.
Por
considerar al deseo como definidor
de lo valioso y los valores, la ética moderna secular sostiene posiciones
afines al psicoanálisis freudiano-lacaniano ateo, cuya pobre conceptualizacion
antropológica del ser humano como movido básicamente por sus instintos, es
determinista y reduccionista: el ser humano es poco mas que un títere llevado
de aquí para allá por sus impulsos, desde un inasible inconsciente.
Como
orientación básica apunta a la búsqueda del placer y el equilibrio; la
orientación hacia el sentido y el valor está fuera de su horizonte de
referencia, no capta la intencionalidad de la dimensión existencial-espiritual.
Para
el psicoanálisis el ser humano esta confrontado con el peso de sus
pulsiones, con su inconsciente y no con los valores; considera que la dimensión
humana es básicamente una dinámica psíquica impulsiva y desconoce una dinámica
de la dimensión existencial-espiritual.
Contrasta
esto con las conceptualizaciones de otras corrientes psicológicas como por
ejemplo la logoterapia de Viktor Frankl, el análisis existencial de Ludwig
Biswanger, la psicología comprensiva de Dilthey y Karl Jaspers, para las cuales
el ser humano es una integridad bio-psico-socio-espiritual, abierto a la
trascendencia, en
relación con el mundo triple del ambiente, de los otros y de si mismo.
Estas
corrientes tienen una orientación básica hacia el sentido y la búsqueda de valores originarios y descubren en todo lo
espiritual su dimensión de intencionalidad; no sólo ven la impulsividad sino
sobre todo el sentido. Descubren que delante del querer hay una urgencia, un deber que la persona descubre en su
vida, en su conciencia, en el momento histórico social concreto. Conciben el ser humano como confrontado
fundamentalmente ante los valores y atraído por ellos mas no impulsado.
La
realización de los valores supone la actitud libre y responsable del ser
humano, y esta actitud esta lejos de la pura impulsividad, ha de verse dentro
del contexto de una dinámica de lo existencial-espiritual donde la impulsividad
tiene un papel que puede llamarse de energía alimentadora (G.Pareja).
Vemos
entonces que la ética moderna secular responde a una paupérrima concepción atea
del ser humano, a una antropología materialista, a una filosofía nihilista de
la cual Sartre es un acabado representante. El pesimismo y desesperanza de
Sartre con su Ser para la Nada, con su conceptualizacion cosificante del ser
humano
(explicitada por ejemplo en que la mirada del otro me cosifica y es diabólica,
en lugar de pensar que también puede haber una mirada amorosa, comprensiva y
compasiva), rebaja a este
a
la in-trascendencia, a la desesperanza, a la falta de sentido de su vida, al
negro pesimismo existencial, a la ausencia de verdaderos valores por los cuales
vivir y compartir solidariamente el humano destino; remite, simbólica y
prácticamente en fin, al mal, las huestes lucifericas, los ángeles
caídos, a la gran herejía de la separatividad.
El
otro no deja de ser una cosa, un otro apto para ser utilizado en la
satisfacción de mis propias necesidades.
En
cambio, para otros filósofos existencialistas teistas el otro llega a
transformarse en un tú mediante una
relación responsable, igualitaria y reciproca basada en el valor absoluto del amor, que permite asimismo abrirse al TU mayor (Martin Buber).
También
la ética racionalista de Kant denota un déficit notorio para dar respuestas
validas a la grave problemática moral contemporánea. Esto queda patentizado en
la siguiente anécdota. Cuenta Kant que una vez un amigo suyo se refugia en su
casa huyendo de un asesino. El criminal llega hasta la puerta, golpea y cuando
Kant abre y lo atiende, le pregunta si allí se ha refugiado un hombre al que
persigue para matarlo. Kant postula que su deber es decir la verdad, pues el
imperativo moral categórico le indica decir la verdad en todo momento y bajo
toda circunstancia, aunque como en este caso, su amigo fuera asesinado. Apenas
analizamos con un poco de minuciosidad esta postulación advertimos que se
comete un grave error de conceptualizacion. Kant parte de realizar un juicio
racional parcial acerca de si una acción es correcta (decir la verdad) o no. Se
sitúa en el plano de la ética aplicada y escamotea plantearse el verdadero
dilema moral, el que se define como una situación de conflicto en la que entran
a jugar valores o principios que se contradicen entre sí. Si hubiera hecho
esto, habría ponderado los valores en juego, los hubiera jerarquizado y hubiera
optado en consecuencia. En esta anécdota surge claro la oposición nítida de dos
valores: el de decir siempre la verdad y el de preservar la vida humana.
Al
optar, es evidente que preservar o defender la vida humana es un valor superior
jerárquicamente al de decir siempre la verdad, por lo que podemos observar que
la decisión que tomó Kant fue moralmente incorrecta e incluso gravísima y
deleznable pues costaría la vida de su amigo.
Además
de ver en forma patética a que tremendos errores nos puede conducir un racionalismo
exacerbado en sus intríngulis metodológicos, también podemos captar en esta
anécdota cuan poco se usó el sentido
común (que lamentablemente suele ser el menos común de los sentidos) y como
no se respetó el esencial valor de la vida humana.
La
ética moderna secular esta basada en el materialismo nihilista sartriano y en
el absurdo e inhumano racionalismo kantiano que no toma en cuenta los valores o
normas morales que deberían guiar nuestra conducta, pretendiendo además asumir
una ficticia autonomía moral (regularnos por normas autodefinidas y
autoimpuestas), que al no tener respaldo o fundamento valorativo suprapersonal
o supraterrenal alguno quedan libradas al relativo arbitrio de cada cual, con
una escasa posibilidad de acatamiento generalizado de las mismas (concreción de
las expectativas de cumplimiento reciproco).
Se
pretende escindir erróneamente lo personal de la dimensión moral, ignorando que
lo personal de un modo u otro siempre se manifiesta en relación con los demás
de modo que la dimensión moral siempre esta presente.
Es
posible asumir una forma de vida y desarrollar una identidad, pero como vivimos
en sociedad, el derecho de uno termina donde empieza la libertad del otro (por
ejemplo los travestis escandalosos que quieren que respeten sus derechos, pero
que no respetan los de los demás, alterando las buenas costumbres y la
tranquilidad en la vía pública molestando con su conducta promiscua a los
vecinos).
Así
lo postulaban desde los antiguos griegos con la noción de Kosmos u orden
universal -opuesto al kaos-, hasta Heidegger concibiendo al ser humano como un
Dasein o Ser-Ahi, arrojado como proyectum a la existencia, en relación siempre
con el triple mundo de las cosas, de los otros y del si mismo
(Mitwelt-Umwelt-Eigenwelt).
Al
dejar al arbitrio de cada cual el inventar sus propias normas morales sin el
sustento de ningún valor, cae entonces la ética moderna secular en un
relativismo y escepticismo moral y queda pedaleando en el aire, sin base de
sustentación, de ahí esa ridícula manía actual de buscar un reaseguro o guía en
las frías normas jurídicas sin comprender que en la medida que tampoco están
inspiradas en genuinos valores sólo generarán desconfianza y transgresiones.
El
problema básico de la ética moderna secular es que desconoce que vivimos en un mundo múltiple, en donde miles de
millones de personas aún ajustan sus conductas a auténticos valores religiosos
y espirituales que más allá de que seguramente sean susceptibles de
perfeccionamiento en su captación e instrumentación, no por eso dejan de ser
eficaces guías para sus comportamientos y practicas cotidianas, ya que en el
fondo responden a la esencial e intrínseca condición espiritual del ser humano,
a su autotrascendencia.
Al
elevarse paulatinamente sobre la falibilidad humana mediante la realización de
esos valores, se le posibilita entonces al ser humano encarnar la moralidad y
comportarse en forma realmente ética, generando una gozosa convivencia (“amaos
los unos a los otros como hermanos que sois”) en el marco de un destino supramundano, trascendente.
Dadas
las explicitaciones precedentes, el tomar la ética como objeto de estudio
aislado de un contexto normativo moral que le da sustento o priorizarla
indebidamente por sobre la dimensión moral, equivale al viejo error de “poner
el carro delante del caballo”.
Para
V.Frankl como para Max Scheler (autor de”El puesto del hombre en el cosmos”) la
persona esta abierta a la trascendencia, y esta apertura radical se
da a través de la conciencia.
La
conciencia en cuanto fenómeno no se queda ni se agota en si misma sino que va
mas allá de la persona. La persona, como ser dialogal esta
básicamente abierta al encuentro interpersonal y por eso la conciencia es la voz de la
trascendencia.
La conciencia posibilita
a la persona el sentir la presencia de una instancia supra-humana y la hace ser
consciente de su ser contingente, es decir, no necesario, creado.
La
conciencia no agota su propio significado en su dimensión de hecho psicológico
sino que es sólo un aspecto de un fenómeno básicamente trascendente o metapsicologico. Scheler indica que la
conciencia es la voz de la trascendencia y que por ella la persona capta la
presencia, en la fe, de un juez
invisible e infinito, o Dios. El
material psicológico posibilita el paso a una presencia que se manifiesta y esa
presencia es Dios.
Nikolai
Hartmann reflexiona sobre las diferencias ontológicas en el ser humano, que él
caracteriza como estratos (en número de cuatro), que son: el físico, el
orgánico, el anímico y el del espíritu. Así quien quiera comprender la
conciencia a partir de fenómenos psíquicos o el ethos del hombre mediante una ley que rija los actos psíquicos,
tropezará con la ley de jurisdicción de los estratos, pues introduce categorías
de otro estrato existencial en lo que es propio de un estrato de constitución
más elevada. El mundo real tiene unidad, pero no la de un principio, sino la de
un ordenamiento, surgido en un plano superior.
Por
eso, la fundamentacion de una acción,
cada vez más humana, requiere la previa asimilación de una personal cosmovision.
Esta cosmovision
esta formada por elementos tan valiosos como una filosofía de la vida,
una antropología filosófica, ética, valores, que como conjunto, apunta a una
metafísica ontológica.
Se
busca afirmar la presencia de diferencias ontológicas en el ser humano y al
mismo tiempo la unidad antropológica del mismo.
En otras palabras, el ser
humano es una unidad a pesar de su multiplicidad.
También,
Heidegger considera que la existencia no es algo ya determinado, estático y
estable de una vez para siempre. Como Frankl, señala la cualidad de apertura del ser humano y la vivencia
simultanea en el presente del pasado que permanece y del futuro al que nos
dirigimos. Aceptar la propia vida es la
misión especifica que tenemos en la temporalidad en que nos movemos.
Esta
aceptación es la responsabilidad
específicamente humana.
Esta
responsabilidad se vive en la cotidianeidad en la que oscilamos entre un
escapismo -que sería la alienación según Heidegger en la exterioridad- y el
dato insoslayable de hacernos cargo de
nosotros mismos en el “cada día” de la vida (conciencia mas
responsabilidad, según Frankl). Para Heidegger y Frankl el ser humano decide y
se-decide sobre la base de las posibilidades que encuentra en si mismo y las
que le proporciona su pasado. A partir de ellos se trasciende a si mismo
llegando a constatar la esencial característica de la existencia humana que
es la autotrascendencia (Frankl) o el ser-propio (Heidegger).
Para
Karl Jaspers trascender es buscar el
propio ser. Ningún objeto es el propio ser. Tenemos que ir mas
allá y por encima de lo objetivo, es decir: trascender. Trascender no es una obligación sino una posibilidad ante la libertad.
Podemos entregarnos al mundo, a las cosas y vivir sin trascendencia.
Podemos incluso afrontar
la muerte, el dolor, la culpa y la lucha como hechos pero no permitirles que
nos afecten y condenarnos así a la
in-trascendencia. Pero la in-trascendencia es sinónimo de la deshumanización.
El
ser, para Jaspers, es lo “envolvente”, y hace que la existencia humana se
constituya por la trascendencia, es decir, por su abrirse al Absoluto, a Dios.
La
creencia en un solo Dios personal, creador del mundo, único y ultimo refugio
nuestro, es una creencia filosófica, un trascender de mi existencia que hay que
ganar sin cesar. La vida sólo tiene sentido si esta encaminada hacia
Dios. Bajo esta perspectiva, todo el mundo se hace relativo, pero al mismo
tiempo deviene este mundo el lugar de una opción
incondicional entre el bien y el mal. Por ahí carga el hombre con toda su
responsabilidad de tal.
Y
de ahí se desprende el deber del hombre
de luchar por el bien contra el mal,
pero esta lucha sólo puede darse en el
amor. El amor con el que todo hombre
trata de comprender al prójimo, es la realidad fundamental del hombre que le
hace eterno en toda su finitud (Frankl).
La libertad y la
responsabilidad constituyen la esencia de la existencia humana, y junto con la
espiritualidad (dimensión noetica, del logos o del espíritu, donde radica lo
mas genuinamente humano) forman una trilogía.
De
que, es responsable el ser humano?. Al tomar conciencia de su estar-en-el-mundo
descubre que tiene la tarea de hacerse cargo en primer lugar de su propia vida,
lo que implica en potencia, un proceso educativo altamente positivo, así estará
preparado para comprender y acompañar a otros seres humanos en el proceso de
descubrimiento y compromiso con la propia vida.
La
responsabilidad fundamental de hacerse
cargo de la propia vida es una tarea y misión
intransferible y en ellas cada ser humano es irremplazable.
El
ser humano responde ante si mismo, ante los demás y ante Dios (lo
suprapersonal). El “lugar” donde el ser humano responde es la conciencia. La conciencia como fenómeno
genuino y específicamente
humano
se nos presenta como original, no deducible de otra instancia intrahumana y es
no reducible, intuitiva y creativa.
La
conciencia es la dimensión donde el ser humano tiene el privilegio de
encontrarse en la desnudez de su mismidad,
en su más profunda intimidad y donde se manifiesta la presencia dialogal de Dios. La conciencia es quien guía a la
libertad para que pueda responder de si, a los demás. También está sujeta
a la condición humana, a los riesgos de la falibilidad, el error y la engañosa
distorsión que se presentan en el proceso de maduración y formación de la
conciencia humana. La misma conciencia no escuchada por el ser humano puede
extraviársele. Pero el riesgo de errar no nos dispensa de intentar, ni de la
necesidad de juicio.
La
conciencia manifiesta que el ser humano al estar-en-el-mundo, como
ser-que-responde, tendrá siempre delante de si a las personas y a las
situaciones; por eso decimos que es un ser, que por su conciencia, responde “ad-personam” y “ad-situationem”.
Las
situaciones que son múltiples y se presentan a modo de preguntas dirigidas a
cada ser humano, pueden quedar sin respuesta. Las respuestas implican
decisiones y las decisiones hacen referencia a la libertad humana. Así pues en la libertad humana se hace visible la
existencialidad mientras que en la responsabilidad se revela la trascendencia.
El
ser humano, para Frankl, es
responsable de actual-izar y real-izar
los significados y valores en el mundo y en su historia
(G.Pareja).
Este mismo proceso pedagógico de formar una conciencia, genuinamente humana, ha
de considerar que la responsabilidad nos viene de una dimensión que no somos
nosotros mismos. La conciencia no se deriva del Ello o del puro Superego y, si
así se aceptara, tendremos un homúnculo
en lugar de un ser humano y un homunculismo en lugar de una antropología.
Avanzando
mas lejos de considerar a la conciencia como un producto de la libido psíquica
inconsciente, vemos que ella se manifiesta fenomenologicamente de modo
espontaneo, en la dimensión consciente como inmediata, intuitiva y absoluta.
Según
Frankl, la conciencia se presenta como básicamente inconsciente y no racional.
Es no-racional porque es pre-logica, es decir, es anterior a cualquier
reflexión racional.
La
conciencia no es una ley universal al estilo de Kant pero, sin embargo, es una
ley moral individual que ilumina la situación concreta de una persona
específica.
La
conciencia, tomada no como ley moral universal es, sin embargo,universal, y el
fenómeno del ateísmo en esta perspectiva se consideraría como el tener
conciencia y responsabilidad pero dándoles una interpretación inmanente, de
tipo reductivo, en el ámbito psicológico. Así pues el no creyente puede pensar
que su conciencia es un mero producto psicológico al cual puede desatender dado
el caso de que sólo tiene que obedecerse a si mismo. El solipsismo psicológico
y moral se hacen patentes como consecuencia. Esta postura no se pone en
búsqueda de algo mas allá de su conciencia y responsabilidad que podría
ser el camino a la trascendencia.
La
maduración de este proceso nos conduce a ver que la responsabilidad ante la
propia conciencia permite plantear la pregunta de si hay alguien mas allá
de la conciencia.
En
un último análisis ciertamente debe aparecer cuestionable si el ser humano
realmente puede ser responsable ante algo, o si la responsabilidad es solamente
posible cuando está ante alguien.
Entonces, la conciencia
encuentra su lugar de fundamentacion en un dato original que es Dios.
Así
tenemos que detrás del superego del ser humano esta el Tu-Dios y en la conciencia se revela el
Tu-Palabra de la trascendencia. Todas las declaraciones
sobre Dios valen tan sólo “per analogiam”. Lo mismo puede decirse, por tanto,
de todas las declaraciones sobre su personalidad: es como si fuera personal; es
pues, suprapersonal (Frankl, Pareja).
El
inconsciente entonces es una dimensión amplia que tiene dos aspectos: un
inconsciente impulsivo (Trieb), lugar de las pulsiones inconscientes; y un
inconsciente espiritual, lugar de la espiritualidad inconsciente.
El inconsciente es algo
mas que impulsividad inconsciente o reprimida, por el contrario, es lo
espiritual inconsciente, la existencia. La existencia, es decir lo
espiritual, tiene como característica ser irrefleja
y, por tanto, es en si misma irreflexionable.
El
ser humano es plenamente humano cuando es capaz de ir mas allá de
donde es “impulsado” y llegar al ámbito en que es “libre y responsable”,
donde decide. El ser humano se deshumaniza cuando deja de ser responsable.
La
ética implica un libre obrar, elegir con libertad un curso de acción o
conducta, pero esta libertad se ve completada por la responsabilidad, por el
responder por los propios actos.
Esta
libre elección conlleva el acceso al universo de valores, estos son
universales, cualidades o normas de conducta que pueden ayudar a tomar
oportunamente una mejor decisión.
El
ser humano, como integridad bio-psico-socio-espiritual, obra
éticamente al elegir en libertad y con responsabilidad, moralmente iluminado
por un horizonte de valores trascendentales.
Esta
imbricación entre la ética, la moral, la libertad, la responsabilidad y los
valores, nos da la idea de la íntima relación y la necesaria
interconexión existente entre dichos conceptos, y sirve para entender la crisis ética que vivimos actualmente.
El estilo de vida posmoderno precipitó una caída de valores, de la moral
normativa.
La posmodernidad, con su
pragmatismo materialista ha llevado a la
ética del todo vale, donde todo
esta permitido, todo es igual, lo mismo un burro que un gran profesor, no
hay valores, modelos ni reglas, sólo se adora al becerro de oro. Pero
considerando al modelo social capitalista carente de valores humanos, criticado
tanto por Juan Pablo II como por George Soros, debemos recordar aquí la sabia
sentencia bíblica: “de qué vale al
hombre conquistar el mundo si pierde su alma”.
Hoy
a esta sociedad con crisis de valores se la llama la sociedad pluralista. Se caracteriza por un gran conglomerado de
gente, mucho más que en la antigüedad; se vive diferente al pequeño círculo de
la familia, el barrio, el pueblo. Hay una gran mezcla de gente, de etnias
raciales y de culturas. El pluralismo es pues cuantitativo y cultural.
En
la sociedad pluralista no hay una unidad moral desde el punto de vista
normativo, mientras que en la vieja sociedad había una relación mas estrecha de
los padres con los hijos, con valores religiosos más importantes y enraizados.
Esta
sociedad pluralista, entonces nos plantea una exigencia mayor para tener un
comportamiento ético y ser morales.
Aunque
los valores tradicionales hayan desaparecido o estén en retirada, sin embargo,
aparece ahora la enorme importancia de la conciencia
individual como guía interna ante la falta de guía externa. Es prioritaria entonces una buena
educación dirigida a formar la conciencia de responsabilidad, a inculcar sanos
valores, a fomentar el surgimiento de la intuición en la conciencia individual
como instrumento que permita descubrir la jerarquía de valores trascendentales
que guíen éticamente nuestra acción.
Así,
aunque los valores tradicionales hayan caído, esta madurez de conciencia
permite igual al hombre descubrir los
sentidos únicos de la existencia y cumplir su misión en el mundo.
En
una sociedad pluralista se vive en un relativismo. Existe pluralismo cultural
pero no debe confundirse con pluralismo ético que no debe existir. La moral no
puede ser relativa, toda moral reclama absolutez, lo que debe ser, debe ser
(sin entender esto como rigidez).
Es
cuestión de encontrar algo absoluto en la sociedad pluralista que permita ser
moral en dicha sociedad; algún valor que reconozca todo el mundo.
Existe
eso absoluto que no hace diferencias de raza, culturas, religiones y que esta
en todos: la común condición humana (que en potencia y esencia es
espiritual y divina).
Todos
somos mortales y compartimos las mismas penurias, miserias y alegrías humanas
en el camino hacia la perfección espiritual.
La común condición humana
es un valor absoluto, no idealmente abstracto sino tremendamente concreto,
encarnado en el semejante que tengo delante de mí.
Cuando
se empieza a descubrir lo que nos hermana a todos en la sociedad pluralista,
comienza entonces a haber más solidaridad y fraternidad, se va afinando el
sentimiento moral.
La común condición humana
es un valor absoluto porque es algo que nos trasciende, no depende de nosotros.
Descubrimos
que su condición de valor absoluto, trascendente, lo hermana espiritualmente
con los más puros valores cristianos: “ama
a tu prójimo como a ti mismo” es entonces el paradigma a imitar. Hallamos
de esta manera un anclaje absoluto de la nueva moral, esta fundada en un
valor absoluto que es la común condición humana, a la vez terrestre y celeste,
todos los hombres son iguales porque son mortales, con sus bondades y maldades.
Ser moral implica respetar la condición humana del otro, dar la mano, ayudar.
Debemos percibir lo común, lo que nos fraterniza: todos somos hombres finitos, abiertos a la trascendencia infinita.
Hay
que ser solidarios, ver lo que
aflige al otro.
En
esta sociedad pluralista el individuo está aislado, solo, a veces entregado a
si mismo, no cuenta como antes con la ayuda del otro.
Hay
problemas y necesidades comunes, a veces se persigue el consumo desenfrenado,
hay falencias en la salud, la alimentación,
la
educación, la seguridad jurídica.
La
vida es difícil, hay angustias y temores que se deben vencer.
Es
posible ser moral ayudando al hermano, al semejante, respondiendo a ese reclamo
y esperando que también nos ayude.
Hay
que buscar una solución a la crisis de la ética contemporánea. No basta con el
imperativo racional categórico de Kant dirigido a la subjetividad del
individuo, con su postulado voluntarioso que dice:”obra únicamente según la
máxima que hace que puedas querer al mismo tiempo que ella sea una ley
universal”; ya que cualquier energúmeno de mala conciencia pregonaría entonces
que la ley de la selva es ley universal.
El imperativo de hoy es
revalorizar la ética, hay
que infundirle nuevamente valores espirituales a esta ética actual tan vacía,
light y superficial; debemos recuperar
los valores trascendentales que guían la conciencia moral, que nos permitan
distinguir el bien del mal. Solo
en la medida que podamos dilucidar claramente esto nos encaminaremos a una
conciencia moral esclarecida.
Un
adecuado equilibrio entre la imaginación provista por los sentimientos y el
conocimiento propio de la razón, no solo permite superar el viejo
enfrentamiento Romanticismo-Racionalismo
sino
que se convierte en el instrumento adecuado para accionar correctamente en la
realidad.
De
ahí la importancia de fortalecer no solo la actitud racional sino básicamente
toda enseñanza espiritual (sea o no estrictamente religiosa) y moral que,
haciendo hincapié, en los principios y
valores cristianos privilegie el valor del amor a la familia, al prójimo, a
Dios, y busque realizar el supremo Bien.
Asimismo,
desde un punto de vista psicológico, los beneficios se multiplican
geométricamente, ya que una persona que accede al universo de los valores y
dedica su tiempo y ajusta su conducta a
realizarlos, encuentra un significado, un sentido a su
vida; ya no vive en vano, supera la triada neurótica de nuestro tiempo
posmoderno (la violencia-agresion, la depresion-suicidio, y las adicciones,
alcohol-drogas-poder) plenificando así su existencia individual y su
participación comunitaria a través de su trabajo y obras, haciéndose útil y
solidario para si mismo y la comunidad.
Este
enfoque permite así recuperar la iniciativa, creatividad y responsabilidad
individual, el hombre vuelve a ser
artífice de su propio destino; ni caerá en el conformismo consumista de hacer
lo que otros hacen ni en el totalitarismo masificante de hacer lo que otros
exigen que haga.
También
resulta valioso escudriñar el enfoque que las principales religiones (del latín re-ligare, re-unir al hombre con Dios) tienen sobre la dimensión espiritual
del ser humano, ya que podremos descubrir una gran riqueza conceptual y
practica.
En
el famoso poema épico hindú Baghavad
Gita (Canto Celestial o Canto del Bienaventurado) situado históricamente
unos 1400 años antes de Cristo, teniendo como excusa el desarrollo de una gran
batalla, se describe el elevadisimo
diálogo espiritual entre Krishna (como la encarnación de Dios) y su fiel
discípulo Arjuna.
Es
el Baghavad Gita un compendio de profundisimas enseñanzas espirituales de la
filosofía hinduista y alcanza en Oriente
la estatura de la Biblia en Occidente.
En
su parte VII, titulada Discernimiento Espiritual, dice Krishna:
·
“Escucha
ahora mis palabras, oh Arjuna!, y sabrás como con la mente fija en Mi y
observando las enseñanzas del Yoga llegarás a conocerme.
Pero,
entre los millones de hombres de la raza, pocos tienen suficiente discernimiento para desear la
perfección.
Y
de los pocos que la desean, resultan muy raros los que la alcanzan, pues son
contados los que conocen mi naturaleza esencial.
Tierra,
agua, fuego, aire, eter, mente, razón y equidad representan la óctuple
modalidad de mi naturaleza inferior.
Pero,
además, poseo mi naturaleza superior, que es el principio que mantiene en el
universo la matriz de la creación.
Porque
soy el Creador y al mismo tiempo el Destructor del universo.
Todos
los objetos del universo dependen de Mí, y los sustento como sostiene el hilo a
la sarta de perlas en que están enhebradas.
Oh príncipe
pandava! Soy humedad
en las aguas; refulgencia en el
sol
y la luna; en monosílabo sagrado, AUM en los Vedas; sonido en el aire;
virilidad en los hombres; llama en el fuego; vida en todos los seres, y el Yoga
de los yoguis.
Reconóceme,
Arjuna, por eterna semilla de todos los seres. Soy la
sabiduría
del sabio y el esplendor del héroe.
Soy la fortaleza del fuerte; el amor a
la recta acción en quienes sirven
por medio de rectas acciones.
Las
tres cualidades de armonía, actividad e inacción están en Mi, aunque Yo no
estoy en ellas.
Sugestionados
los hombres por la ilusión de estas tres cualidades, no comprenden que las
trasciendo, inmutable e imperecedero, aún en medio de sus innúmeros cambios y
vicisitudes.
Difícil
es que la vista humana trascienda la densa ilusión producida por las
cualidades; pero vendrán directamente a Mi
los capaces de ver la luz de mi llama.
Los
que no pueden trascender la ilusión no llegaran a Mi, porque no Me conocen,
sino que adoran a los dioses del mundo material y sensorio, que son los únicos
reales para ellos.
Los
que me adoran son de cuatro clases oh príncipe!: los desgraciados, los
investigadores de la Verdad, los vanidosos y los sabios.
El
mejor de todos es el sabio que reconoce al Uno, vive en el mundo del Uno y obra
iluminado por el conocimiento.
Muchísimo
me ama el sabio y yo lo amo aún más.
Lo
amo como a Mi mismo, porque se ha identificado conmigo y sólo vive en Mí.
Después
de muchas vidas, el sabio llega a Mi y me reconoce como el Todo.
Difícil
es para los hombres ordinarios hallar uno de estos sabios, llamado mahatmas.
Los
que, faltos de conocimientos, adoran a tal o cual dios con variedad de ritos y
ceremonias, hallan aquello que es conforme con su naturaleza.
Pero
sabe, Arjuna, que aunque los hombres adoren muchos dioses e imágenes y forjen
muchos conceptos de la Divinidad, de modo que parecen en contradicción unos con
otros y conmigo, en el fondo todos me presuponen.
Su
fe en los dioses e imágenes es el alborear
de la fe en Mi, y al adorarlos solo desean adorarme, si bien lo ignoran.
En
verdad te digo que cuando con sincera fe adoran, alcanzan de
Mi
los beneficios que de su dios impetran.
Tal
es mi amor, mi sabiduría y justicia.
Pero
advierte, oh príncipe!, que la recompensa de los deseos finitas es también
finita.
Los
hombres de corto entendimiento piden cosas perecederas, y, por lo tanto, se les
han de dar en recompensa cosas igualmente perecederas.
Los
que adoran a los falsos dioses van a los sombríos mundos regidos por los
sombríos dioses.
Pero los sabios que Me
conocen en esencia ,como siendo el Todo en el Uno, vienen a Mí, a mi mundo de
Realidad, donde no hay sombras, donde todo es real como luz que disipa las
tinieblas.
Los
faltos de discernimiento espiritual creen que Yo, el Inmanifestado, me
manifiesto visiblemente a sus ojos.
Pero
has de saber, Arjuna, que en mi esencia no soy visible a los ojos de los
hombres.
Tras
las formas por Mi emanadas, permanezco invisible para el ignorante.
No
he nacido y no moriré jamás, aunque el obcecado mundo lo ignore, porque toma la
sombra por la substancia.
Yo
conozco, Arjuna, los innumerables seres que han pasado ante mis ojos por el
ancho campo del universo.
También
conozco a los que ahora están en el campo.
Y
además (formidable misterio este para los hombres)oh príncipe!
conozco
a todos los que en adelante hollarán el campo.
Pero
de todos ellos -pasados, presentes y futuros-, nadie me conoce totalmente.
Los
tengo a todos en mi mente, pero sus mentes no pueden contenerme en esencia.
Los
hombres están ofuscados por la ilusión de los pares de opuestos, y en vez de la
Unidad ven las antitéticas formas de
atracción y repulsión .
Pero
algunos están ya libres de la ilusión de los pares de opuestos y saben que soy Todo en Uno.
Quienes
así Me conocen, se acogen a Mi como lactantes al pecho de la madre.
Se
esfuerzan por librarse de la rueda de nacimientos y muertes. Conocen al Eterno. Me conocen. Conocen mis
obras, mi sabiduría, mi Señorío universal.
Saben que toda vida es mi
Vida; que toda adoración recae en Mi
Con la mente armonizada y
el corazón henchido de amor, me conocen en vida y en la hora de la muerte”.
Cuando
600 Años antes de Cristo, el León de la Ley y la Misericordia, el Príncipe Siddartha Gautama salió de su palacio a
ver por primera vez el mundo, descubrió la vejez, la enfermedad, el sufrimiento
y la muerte. Perplejo por esa visión decidió a sus
29
años hollar los polvorientos caminos de la India en busca de respuestas a los
enigmas de la existencia. Convertido en asceta trashumante peregrinó de sitio
en sitio sin hallar la verdad, hasta que decidió sentarse a meditar bajo la
sombra del árbol Bo,
proponiéndose
permanecer allí¡ hasta alcanzar el supremo conocimiento. Tras largo y fecundo
tiempo de meditar, alcanzó la suprema luz, transformándose en Buda, el Iluminado.
Entonces,
la Luz de Asia, el Señor de Compasión y Amigo de la Humanidad, decidió transmitir al mundo el néctar de su sabiduría
y
reuniendo a sus discípulos les dijo:
“Presten
atención a estas cuatro Nobles Verdades:
El
existir como una personalidad separada condena al sufrimiento y al dolor.
La
causa suprema de la miseria es el deseo de poseer y conservar lo poseído.
La
liberación se logra desechando todos los deseos salvo el de recto conocimiento.
El
Sendero de la Liberación y de la cesación de todos los opuestos es el Octuple Noble Sendero, el sendero de la
inmortalidad”.
Las ocho santas virtudes,
perfecciones o senderos de iluminación
del Sakhyamuni(Buda) son:
la recta creencia, la recta aspiración, la recta palabra, la recta conducta, el
recto medio de vida, el recto esfuerzo, la recta atención, la recta meditación. Mediante estos ocho senderos de
iluminación se alcanza la suprema perfección y se entra en el Nirvana, que no significa ningún
aniquilamiento sino todo lo contrario: la expansión
de la estrecha conciencia de la personalidad hasta abarcar el espíritu universal y unificarse con el
núcleo espiritual subyacente a todas las criaturas.
Como
perenne legado (y quizás previendo el error kantiano), el Tathágata dejó a sus más cercanos y fieles discípulos su más
preciado tesoro espiritual en estas palabras:
“sabed que si bien la
doctrina del Buda es una, ésta se desdobla en dos: la doctrina del Ojo, la
externa, basada en las palabras y los conceptos racionales, dirigida a las
masas y los eruditos; y la doctrina del Corazón, la interna, basada en la
suprema compasión y caridad, en la íntima comunión espiritual; a esta última
debéis prestar especial atención, pues aún la ignorancia misma es preferible a
la Sabiduría de la Cabeza si ésta no tiene la Sabiduría del Alma para
iluminarla y dirigirla”.
Cuenta
la leyenda que encontrábase un día el Buda sentado en compañía de un discípulo
muy cerca de la orilla de un lago, vecino a las altas cumbres. En ese momento,
lentamente se acercó a la orilla del lago un elefante, y tras observar su
imagen reflejada en las tranquilas y cristalinas aguas, se alejó.
Al
poco tiempo, vieron acercarse un caminante a la misma orilla. Tras mirar su
imagen reflejada en el calmo espejo de agua, señalando la misma este hombre
exclamo :soy yo, soy yo!.
Dijo
entonces Buda a su fiel discípulo: “mira, el elefante ha resultado ser el mas
sabio de los dos pues luego de mirarse en el espejo de agua no se reconoció y
se alejó, mientras que el hombre
en
su ignorancia creyó reconocerse, sin darse cuenta de su error,
pues
has de saber, amado discípulo, que el
verdadero Yo está más
allá de los lazos
de la maya (ilusión)”.
Contemporáneamente
a Buda, en China floreció una doctrina, el Taoísmo,
que implica realizaciones en el orden metafísico, relacionada mas con el mito y
la cosmogonia que con la historia; por eso el simbolismo y las imágenes tienen
mayor importancia que los hechos históricos a que aluden.
Lao Tse, en realidad elaboró el Tao Te King en base a antiquísimos
aportes culturales (entre ellos el I
Ching, Libro de los Cambios)
siendo
su idea rectora concebida en primera instancia como principio del orden
universal impersonal, que en sus sucesivas elaboraciones metafísicas, sociales,
políticas y morales dio vida a todo el pensamiento chino, tanto el de Confucio
como el de Lao Tse. Así es de una extraordinaria riqueza la concepción del Yin -Yan, principios polares complementarios, mas que opuestos, donde el
desequilibrio entre ellos determina la falta de armonía.
Para
el taoísmo la conciencia del “yo” se adueña de la acción, la estropea y la
malogra, porque la subordina -más o menos claramente- a sus propios fines.
La
aceptación receptiva (y no pasiva) de la voluntad
del Cielo es la que está representada repetidamente en el Tao,
mediante el símbolo del “valle” y el “espíritu del valle” (Ku Shen); es la ley del sabio, y el actuar de acuerdo a esta ley -sin tener en cuenta
los deseos particulares o la voluntad propia- es el camino trazado por el
Cielo, es llegar al Tao, puesto que la ley de la tierra es el Cielo, y la ley
del Cielo es el Tao.
En
su capítulo XVI, Volver a la Raíz, el Tao dice:
“Sea tu meta el máximo de
vacío.
Conserva la firmeza de la
paz.
Nacen las cosas y entran
en la existencia, pero desde allí¡ las vemos regresar a su reposo.
Mira todo lo que florece:
cada una vuelve a su raíz.
Volver a la raíz es
encontrar el descanso.
Este descanso significa
regresión al destino.
Regresar al destino
significa durar constantemente.
Conocer lo constante es
estar iluminado.
Pero no conocer lo
constante es caer en la ceguera y el desastre.
Quien conoce lo constante,
lo abarca todo.
El que todo lo abarca es
justo con todos.
Siendo justo con todos es
universal.
Lo universal es el ritmo
del Cielo.
Y lo que está en
ritmo con el Cielo, lo está con el Tao.
Y lo que está en
ritmo con el Tao perdura eternamente.
Aunque su cuerpo muera,
nunca perecerá".
Aquí
el texto manifiesta una visión de desapego propia del sabio que sabe que las
cosas del mundo tienen su ciclo vital y que luego retornan a su propia esencia
(a lo no manifestado). También el I Ching dice: el Cielo es el antepasado y rector de todo lo que existe.
En
las primitivas enseñanzas judías, en el santuario oculto de los hebreos, el
oficiante decía en ciertos días al Sumo Sacerdote: Schem-Ham-Phoras?, que
significa cuál es su nombre? (el nombre de Dios). Y el Sumo Sacerdote contestaba: Yod-He-Vau-He, o en una sola
palabra: YEV o YOH, lo que
significaba Dios, la naturaleza y el
hombre, o bien lo indecible e inexpresable, Yo humano y Divino. Es
merced a ese yo inefable, inexpresable e incomunicable, como el hombre se eleva
por encima de todos los demás seres terrestres, de todos los animales y de toda
la creación. Y es gracias a él como el hombre mismo se comunica con el Yo
Infinito, con Dios mismo. Así Dios le dice a Moisés en el monte Sinaí¡: “Yo soy
el que es”.
Cuando
Jesucristo, el humilde carpintero de
Galilea, la más sublime expresión del amor divino que pisó
la tierra, comenzó su prédica continuadora y superadora de las primitivas
enseñanzas hebreas, destacó la cualidad divina fundamental: ”Dios es amor por sobre todas las cosas”, y propuso al hombre obrar a su imagen y
semejanza: ”amáos los unos a los otros
como hermanos que sois; esta es la Ley y los profetas”.
Los
inapreciables valores transmitidos por el
Señor de Amor y Sacrificio han
resistido la prueba del tiempo y ayudan al ser humano a cruzar este valle de
lagrimas en su camino evolutivo espiritual.
Así la Fe, el Amor, la
Esperanza, la Solidaridad, la Caridad constituyen el corazón de la enseñanza
cristiana y una normativa moral adecuada a toda época y lugar (“He aquí, Yo
estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos”).
Más
allá de las humanas falencias al transmitir los preceptos del Salvador del Mundo, y excesos
dogmáticos que se produjeron a lo largo de la historia y que ahora están en
sana revisión, las enseñanzas cristianas
son esencialmente buenas en su espíritu y están llamadas a perdurar en el
corazón de la humanidad (“Si vosotros permaneciéreis en mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres”).
A
esta altura del ensayo, sé que el lector se ha de preguntar....
¿y
el conejo?... El conejo que me supo acompañar ya no está físicamente
entre nosotros.
Se
llamaba Mochono, era blanco con lunares negros en el lomo, las orejas y el
hocico.
Por
supuesto, sólo le faltaba hablar; veía la tele en el sofá con mi esposa y
las nenas, degustaba los cables que quedaran a su alcance, y tenía un extraño
comportamiento que siempre nos intrigó. Cuando nos parábamos en el medio del
pequeño patio posterior de la casa en que vivíamos, él comenzaba una rara danza
circular alrededor de uno, daba vueltas y vueltas cual una calesita sin ningún
objetivo aparente que mas no fuera demostrar su interés y agrado ante la
presencia humana.
¿Por
qué haría esto Mochono?.
Adonde
se marcha la llama cuando apagamos la vela? (Koan, pensamiento simiente -que produce un choque mental- del Budismo Zen japonés).
Quizás
el extraño comportamiento de Mochono permanezca como uno más de los insondables
misterios que nos acompañan durante la vida, o quizás algún día nos sea
permitido develarlo .
Aún
lo mas ínfimo y en apariencia pueril esta en relación con todo (“Así como
es arriba es abajo”, Hermes Trimegisto): el
pequeño enigma de Mochono nos remite al Todo mayor, al Gran Interrogante.
Lo importante es no
olvidar, es estar despierto, es emprender el camino.
Lo más importante no es
la meta que siempre retrocede infinitamente, sino la búsqueda; es ahí donde se
aprende, se encuentra el sentido de la vida y se forja la conciencia espiritual.
Muy
interesantes investigaciones se hallan en curso actualmente en referencia a la
dimensión espiritual del hombre y sus consecuencias éticas y morales, tanto en
el aggiornamiento de las principales religiones (son realmente importantes las
recientes manifestaciones del Papa Juan
Pablo II en "Cruzando el umbral
de la esperanza", y la Declaración Mundial de Etica elaborada
por el Parlamento Mundial de las
religiones -Chicago,1995-), como en otros campos filosofico-espirituales,
por ejemplo las realizadas por la Universidad
de los Siete Rayos en New Jersey, EEUU, y las de la Fundación Lucis en Londres, Inglaterra, ambas respondiendo
básicamente a las enseñenzas de la destacada
espiritualista Alice A. Bailey :
"servicio a la humanidad es servicio a Dios"(que sin esfuerzo
reconocemos coincidente con el pensar y obrar de la Madre Teresa de Calcuta).
Grandes cambios
espirituales comienzan a esbozarse en el mundo: en medio de la lucha contra las
iniquidades de un capitalismo salvaje carente de valores humanos e incapaz de
promoverlos, hay un renacer del sentimiento religioso en los pueblos ,
conscientes que no basta con solo acceder al consumo digno y propio de la vida
moderna sino que también es primordial encontrar una respuesta al enigma de la
existencia y un sentido trascendente a
la propia vida.
Está agonizando la
posmodernidad, se perciben los últimos estertores de su moral hueca y su
fracasada ética racional secular, vacía y superficial.
Allende la estéril
posmodernidad ya alborea la ultramodernidad;
resuena la voz del
silencio y el grito lejano del espíritu :
¡el Hombre ha muerto,
vive Dios!.
Perece la idea
reduccionista del homunculismo, del hombre ficticiamente autónomo y libertino.
Crece la conciencia de una libertad situada, condicionada-incondicionada, con
responsabilidad para decidirse ante los valores, realizarlos y trascender hacia
el Absoluto.
Renace purificada la
esencia espiritual del Ser humano y a través de la oración y meditación (hacia
adelante y hacia arriba) se le abren los portales del quinto reino y del camino
de evolución superior (“Nadie puede venir a Mi, si no lo atrae el Padre que me
envió”); siéndole posible acceder a la Vida más abundante y alcanzar la
Iluminación (“Yo soy la Luz del Mundo, quien a Mi venga no andará entre tinieblas”).
Le es factible entonces
al Ser humano sintonizar su pequeña voluntad con la del Creador colaborando con
la obra divina, pudiendo al fin exclamar: “¡hágase Tu voluntad, así en la
Tierra como en el Cielo!”.
Que así sea.
( Ultramodernidad: neologismo acuñado por el autor con motivo de este breve ensayo).