DAVID SERVAN-SCHREIBER
Vivir sin estrés nos hace más
resistentes ante los virus. Así reza la nueva medicina body-mind.
Hablamos con el mayor experto en esta teoría. Un psiquiatra que ha
comprobado los beneficios de una mente en paz.
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Profesor de
Psiquiatría en la Universidad de Pittsburg y profesor adjunto
en la Facultad de Medicina de Lyon, David Servan-Schreiber, de 43 años, ha
levantado ampollas con el superventas Curación emocional (Ed.
Kairós), traducido ya a 25 idiomas. Tras dedicar 20 años a la investigación
neurocientífica y al ejercicio de la psiquiatría, ha descubierto algunas
claves del funcionamiento de nuestras emociones. A saber, una vida alejada
del estrés nos hará más sanos y, si caemos en la enfermedad, podremos
superarla con más facilidad. Su consejo: menos medicamentos, menos
psicoanálisis y más estabilidad psíquica. Una receta que ha hecho vender
517.000 ejemplares de su libro en todo el mundo.
El Semanal. `Sin Freud ni Prozac´: el mensaje de su libro ha hecho
rechinar bastantes dientes dentro de la profesión médica. Actualmente, en
sus conferencias llega aún más lejos: aconseja recurrir a los métodos
suaves no sólo frente a los trastornos del humor, sino también en el
tratamiento de nuestros males físicos –enfermedades cardiovasculares,
cáncer, asma, sida… ¿Realmente se puede curar todo con la mente?
David Servan-Schreiber. No estoy prometiendo la inmortalidad. Sólo
estoy recordando que consistentes estudios establecen que los enfermos que
se han desprendido de traumas antiguos, que saben controlar sus emociones y
mantener las ganas de vivir tienen mayores posibilidades de curación. Viven
más tiempo y en mejores condiciones físicas que si su mente fuera presa del
caos. ¿Por qué? Porque proporcionan a su sistema inmunitario todas las
armas para la lucha contra las bacterias, virus, alérgenos y células
cancerosas. Nuestro organismo está totalmente imbricado con nuestra mente,
y es una aberración pretender curar los problemas del aquél dejando a ésta
apartada.
E.S. ¿Cómo se sensibilizó con el tema?
D.S. En Pittsburg dirigí el servicio de Psiquiatría de un hospital
general y traté a pacientes hospitalizados por `auténticas´ enfermedades
(infartos, cáncer, etc.) que también sufrían de ansiedad, depresión o
insomnio. Era imposible no darse cuenta de la conexión. Recuerdo
especialmente a una enferma de 65 años hospitalizada tres veces en tres
semanas.
Cada vez llegaba
presa de una grave crisis broncoasmática. En el tercer ingreso pensaron que
debía de tener algo más y me la remitieron.
E.S. ¿Qué hizo entonces?
D.S. Comencé por preguntarle qué había sucedido recientemente en su
vida. Me confesó que su marido había fallecido de infarto una semana antes
de sufrir los primeros ahogos. En aquel momento se hundió llorando y
respirando con mucha dificultad. Le dije que siguiera los movimientos de mi
mano para inducir ejercicios oculares. Entre tanto le pedí que se concentrara
en lo que sentía dentro de su cuerpo. La paciente revivía el instante, en
su casa, en que el rostro de su marido se puso blanco, morado y… falleció.
De repente lanzó un grito y exclamó: «Se acabó, la imagen se ha marchado».
Respiraba normalmente, estaba muy aliviada. En cuanto se deshizo de su
duelo, su cuerpo reaccionó y desaparecieron los ahogos. Ya no necesitó
volver al hospital.
E.S. ¿Pretende dar a entender que se puede curar una enfermedad grave
con una psicoterapia exprés?
D.S. En absoluto. Una enfermedad psicosomática no está `en la
cabeza´, como se suele pensar. En el asma, la constricción de los
bronquiolos es real. No se puede afirmar que los problemas psicológicos
sean el origen de esta enfermedad, pero se sabe que el estrés desempeña un
papel clave en el inicio de las crisis. Aprender a controlar las emociones
puede estimular el proceso de curación. Se lo digo a menudo a personas con
cáncer. La gente les dice: «Se debe a que ha tenido un divorcio difícil y
está sufriendo estrés…». Pero no existe estudio alguno que demuestre que un
trauma psicológico puede provocar cáncer. Por el contrario, está probado
que el estrés puede obstaculizar su curación.
E.S. ¿Existen enfermedades causadas por factores psicológicos?
D.S. La psicología puede desempeñar un papel preponderante, pero no
es lo único. Incluso en el caso de la úlcera de estómago, considerada
durante muchos años como la afección psicosomática por excelencia, ciertos
investigadores identificaron en los años 80 una bacteria, la Helicobacter
pylori, activa en las úlceras, y les costó mucho que sus colegas
admitieran su descubrimiento. ¿Cuál es entonces la causa de las úlceras,
una bacteria o el estado emocional? La respuesta es ambas, dado que las
personas muy estresadas están más expuestas a la acción de la bacteria, y
lo mismo ocurre con otras enfermedades.
E.S. ¿Con todas las enfermedades?
D.S. No, pero sí con muchas. Un equipo de investigación de
Pittsburg realizó un estudio fascinante sobre el resfriado. Hoy todo el
mundo admite que uno se puede resfriar más a menudo si está estresado,
pero durante 50 años, la medicina lo cuestionó. Para asegurarse de ello,
los investigadores comenzaron por medir, con un cuestionario, el nivel de
estrés de unos voluntarios. Después, los encerraron en un hotel para
controlar todos los parámetros exteriores. Por último, se les inyectó la
misma dosis de virus del resfriado. El resultado fue que cuanto más
estresados estaban, mayores posibilidades tenían de resfriarse.
E.S. ¿Qué es el estrés? ¿Es estar desbordado, cansado, inquieto,
enfadado o triste?
D.S. Se trata de un estado en el que la tensión muscular, la
tensión arterial, el ritmo cardiaco y la secreción de cortisol y
adrenalina aumentan sin esfuerzo físico. Estos parámetros muestran un
pico cuando se corre un sprint. Es el efecto normal del esfuerzo
físico, que desaparece en cuanto lo hace el esfuerzo. Pero cuando estas
reacciones se activan por una causa psicológica, sin actividad física,
llega el estrés. Es lo que sentimos cuando lo que se nos solicita excede
nuestra capacidad. El ejemplo típico es el del atasco: me esperan a las
ocho, son las 19.55 y estoy en medio del tráfico, la mandíbula se
contrae, los hombros se tensan, el corazón se acelera… Si además no
sabemos relajarnos y nos dejamos invadir por la hostilidad, nuestro
organismo se parece al motor de un coche que aceleramos al máximo
mientras pisamos el freno…
E.S. ¿Un simple sentimiento de hostilidad?
D.S. Sí, por ejemplo, los pensamientos agresivos en una cola del
supermercado: ¡Qué inútil esta cajera, cuánto tarda en cambiar el rollo
de su máquina! Éste es un pensamiento hostil. ¿Qué se puede hacer?
Aprender a relajarnos, porque la hostilidad destroza el organismo.
Ciertos estudios demuestran que está ligada con las enfermedades coronarias,
quizá tanto como el tabaco.
E.S. Nos imaginamos cómo el tabaco puede intoxicar el organismo, ¿pero
la hostilidad?
D.S. Sí, la hostilidad tapona físicamente las arterias. Los
pensamientos hostiles activan en el cuerpo una hipersecreción de cortisol
y adrenalina. La afluencia de estas hormonas provoca un estado
inflamatorio mediante la estimulación de los factores de coagulación de
la sangre que, a su vez, contribuye al desarrollo de las placas de
ateroma en las paredes de los vasos. Si esta situación se prolonga,
existe riesgo de trombosis. Pero todo esto tiene una justificación
biológica: la hostilidad es imprescindible para la supervivencia, ya que
prepara el cuerpo para el combate o la huida ante un peligro. Cuando
había que cazar el bisonte o escapar de un tigre, estas reacciones hacían
maravillas. La energía acumulada se gastaba rápidamente con la acción
física. Por eso se recomienda ejercicio a las personas que controlan mal
su hostilidad o a enfermos con problemas cardiovasculares: es necesario
eliminar el estrés.
E.S. Pero no siempre se puede evitar la cólera…
D.S. El mejor resumen de una actitud sana frente a la vida es el
`rezo´ de los Alcohólicos Anónimos, inspirado en los estoicos: «Señor,
dame ánimos para cambiar lo que puedo cambiar, la serenidad para aceptar
lo que no puedo cambiar, y la sabiduría para poder distinguir entre ambas
cosas». Es la clave de la vida, y es de lo que carecen los hostiles.
Antes que los psicólogos, los cardiólogos fueron los primeros en señalar
las personalidades más expuestas al infarto. Ambiciosas y activas, se
caracterizan por la agresividad, la impaciencia y la necesidad de dominar
la situación. Profundizando en la investigación, se reveló que el factor
hostilidad es, con diferencia, el más relacionado con las cardiopatías,
la primera causa de mortalidad en Occidente. Sin embargo, su médico le
dirá que deje de fumar, pero raramente le dirá que deje de ser hostil.
E.S. ¿Por qué?
D.S. Porque aún es algo misterioso. Durante mucho tiempo, el
cuerpo-mente fue el ámbito de los chamanes. Sin embargo, no hay nada
oculto en el funcionamiento psicocorporal.
E.S. ¿Dónde se sitúa el puente que los une?
D.S. Descartes, que oponía el cuerpo a la mente, pensaba que aun
así se comunicaban a través de un puente del cerebro: la glándula
pineal. Las investigaciones le quitaron la razón y se la dieron a
Spinoza, que veía el cuerpo y la mente como dos manifestaciones de una
entidad. Hoy sabemos que todo el organismo dialoga con la mente a
través del cerebro emocional. Éste pilota el sistema nervioso y, por
medio de ello, controla las funciones viscerales, dirige el sistema
hormonal y también se comunica con el sistema inmunitario.
E.S. ¿Cómo ocurre esto?
D.S. Desde los experimentos llevados a cabo en los 70, sabemos que
las `células naturales asesinas´ reaccionan ante las emociones. Éstas
se lanzan sobre cualquier anomalía que aparece en el organismo
–bacteria, toxina, célula cancerosa–, se fusionan con ella y la
`digieren´ literalmente. Así, cada vez que sentimos una emoción, ésta
influye en el comportamiento de nuestro sistema inmunitario. Lo más
extraordinario es que las células asesinas no se limitan a `recibir´ la
química de las emociones. También emiten sustancias que ascienden al
cerebro y actúan sobre la mente.
E.S. ¿Segregan neurotransmisores?
D.S. Un tipo particular llamado neuropéptidos. Son segregados
por todas las células del cuerpo y existen decenas de ellos. Los más
famosos son los opioideos, unas endorfinas segregadas por nuestras
células y que actúan como la morfina. Fueron identificados hace 25 años
por Candace Pert, una prestigiosa científica. Ella escribió: «Nuestra
mente está en cada célula del cuerpo». Creer que la actividad psíquica
se limita al funcionamiento cerebral es hoy en día una idea totalmente
obsoleta.
E.S. ¿Está el pensamiento en otro lugar que no sea el cerebro?
D.S. Sí y no. Digamos, simplificando, que el pensamiento tiene
su sede en la caja craneal, donde se puede `visualizar´ gracias a las
técnicas de imagen cerebral. Pero las neuronas que le sirven de apoyo
reciben la influencia de los distintos estados del cuerpo, su actividad
está modulada por los mensajes químicos emitidos por las células
inmunitarias, así como las del corazón o el intestino. Volviendo a los
neuropéptidos, estos descubrimientos nos llevan a ampliar nuestro
concepto de las interacciones cuerpo-mente. Vea-mos la ocitocina. Se
creía que servía para activar las contracciones del útero y la
producción de leche. Pero se descubrió que desempeña un papel
considerable en el apego emocional. Es `lógico´ desde el punto de vista
evolutivo: amamantar es doloroso y obliga a levantarse por la noche,
por lo que es `normal´ que la evolución haya metido en el mismo saco lo
que lleva la leche hasta el seno y lo que provoca emociones de
abnegación hacia el bebé.
E.S. ¿Y en el caso de los hombres?
D.S. Quizá los hombres tengan su equivalente, si nos basamos en
un estudio muy interesante realizado con el campañol. Se trata de otro
pequeño péptido, la vasopresina, del que se creyó durante mucho tiempo
que sólo servía para reducir la excreción urinaria. Pero se descubrió
que una abundancia de receptores para este péptido generaba un
comportamiento de buen padre de familia, fiel, casero y abnegado. Por
el contrario, su relativa escasez se correspondía con un comportamiento
mujeriego, mal padre y nómada. Dicho de otro modo, al igual que la
ocitocina, la vasopresina determina gran cantidad de efectos a la vez
físicos y psíquicos y del comportamiento.
E.S. Si lo
entiendo bien, ¿seremos pronto capaces de medir (con un pequeño test
de vasopresina) la capacidad de los hombres a la hora de casarse?
D.S. ¿O echarles vasopresina en el café? El problema es que ya
no podrían hacer pis… En cualquier caso, los neuropéptidos influyen
en el cuerpo y la mente. Las madres demasiado estresadas no tienen
leche. Ocurre lo propio con los problemas de fertilidad. Los estudios
demuestran que una buena gestión del estrés multiplica por dos o tres
la probabilidad de quedar embarazada. Asimismo, unas sencillas
técnicas de relajación permiten, durante una intervención quirúrgica,
reducir el sangrado.
E.S. Entonces, ¿la cuestión está en saber gestionar el estrés?
D.S. Seguro. Todos los métodos antiestrés son útiles,
empezando por el yoga y la meditación. Aunque se pueden reducir las
placas de ateroma, aplastarlas con una sonda, reducir la
coagulabilidad de la sangre o inyectar drogas para disolver los
coágulos, sólo es fontanería, desatascamos, a la espera de que se
atasque de nuevo.
E.S. Ya se oye venir la objeción: «¡Viva el `efecto placebo´!».
D.S. La meditación no es un placebo. ¿Cómo actúa? Reduce la
secreción de cortisol y adrenalina (responsables de la acumulación de
ateroma), es decir, que actúa a la vez sobre la hostilidad y también
sobre la arteriosclerosis. También ejerce una acción sobre el sistema
inmunitario mediante la química emocional: un estudio ha demostrado
que entre los individuos que han recibido la misma cantidad de vacuna
contra la gripe, aquellos que meditan generan más anticuerpos que los
que no lo hacen. Otro estudio añade que refuerza la acción de la luz
ultravioleta sobre la soriasis: aquellos que meditan durante las
sesiones se curan cuatro veces más rápido que los demás. La acción de
la meditación sobre la fisiología no deja lugar a dudas. También es
el caso, dicho sea de paso, de otras terapias, como la acupuntura y
la fitoterapia, que se asimilaban hace unos años al `efecto placebo´.
Pero se ha demostrado que son activas tanto sobre los animales como
en los humanos, aunque su eficacia es mayor en éstos por un factor
cultural.
E.S. Hablemos de la validez del `efecto placebo´. Para mucha
gente, placebo es igual a camelo…
D.S. Es cualquier cosa menos un camelo. Todas las
intervenciones médicas se han controlado mediante placebo. Existen un
millón de estudios. ¿Qué se puede concluir? Que cada vez que se
utiliza se obtiene un resultado, aunque no siempre tan bueno como el
de la molécula probada. Pero estos datos demuestran que la relación
cuerpo-mente está siempre presente en la curación.
E.S. ¿Incluso en los más escépticos?
D.S. Ellos también se fían de su médico. Existen casos
documentados, como el de un enfermo cuyo tumor desapareció tras un
tratamiento experimental, reapareciendo cuando se enteró de que el
tratamiento no quedó validado, y se esfumó de nuevo cuando se le
inyectó un supuesto `suero mejorado´. El `efecto placebo´ no es más
que una manifestación de la capacidad del organismo para poner en
movimiento los mecanismos de autocuración.
E.S. ¿Entonces sí a las medicinas suaves, sin decir no a los
médicos?
D.S. Exactamente. El parto es un ejemplo: no es una
enfermedad, pero lo hemos medicalizado a ultranza. No obstante, los
estudios demuestran que cuando las mujeres lo hacen por su cuenta con
la única asistencia de una matrona todo va mejor, se reduce por la
mitad el uso de analgésicos y de cesáreas. Esto no significa que se
deba excluir al tocólogo, el único capaz de tratar complicaciones
graves. Lo mismo ocurre con otros problemas de salud: dolores,
úlceras y ardor de estómago, hipertensión arterial, asma, depresión,
ansiedad, alergias… Se curan mejor si se combina la química con los
métodos cuerpo-mente. La mitad de las facultades de medicina
americanas incluyen ya una asignatura sobre este tema. El nuevo siglo
se encamina hacia una síntesis de las distintas medicinas, bajo el
signo del cuerpo-mente. Úrsula Gauthier
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